Desierto que es este lugar del Abismo y de la Muerte al que la Amada viniera a parar.
Amada que es la Humanidad toda sin acepción de persona, pueblo, raza, nación credo...
La voz que clama es la voz del amor.
La voz de la Amada en su incansable búsqueda y ansia de reencuentro final con su Amado.
Amado que es Dios.
Amado del que en el origen inconscientemente se separara por rebeldía para venir a padecer todo tipo de sufrimientos sin fin este lugar del Abismo y de la Muerte en el que quería construir un nuevo mundo. Su mundo, acorde a su propia manera de pensar, ser, sentir, querer, visión y parecer de todas las cosas, en total contrasentido al designio de grandilocuente amor que Él tenía trazado para Ella junto a Él en el Reino de los Cielos. En donde siendo concebida, querida y predestinada para ser Reina viniera a terminar padeciendo y muriendo aquí como una cualquiera.
Amado, a Quien dejara pasar de largo por no reconocerle cuando al venir finalmente hace 2000 años por Ella, en su rescate de sí misma, golpeara incistentemente a la puerta de su endurecido, ciego y sordo corazón, y no le abriera.
No solo no le abriera, sino que tratándolo cual si fuera un ladrón y un malechor lo echara a patadas de su tierra, enjuiciándolo y condenándolo injustamente a morir crucificado por Ella. A morir de amor por Ella en un madero.
Al tomar conciencia luego de lo que había hecho, que había matado al Amado Prometido -que el Padre le prometiera por medio del pueblo de Israel vendría en su búsqueda y rescate del poder de ese espíritu enemigo introducido dentro de Ella, que seduciéndola y tentándola con cosas maravillosas que habría de conseguir en este nuevo mundo, si dejaba a Su Amado y el designio que Él tenía trazado para Ella junto a Él en el Reino de los Cielos, lograra sacarla de Él convirtiéndola desde entonces en su esclava- no deja de llorarlo, buscarlo y llamarlo por todos lados, como la amada del Cantar de los Cantares, esperando que vuelva a Ella, que vuelva en su final y definitiva búsqueda y encuentro en el más grandilocuente de los amores.
Llora y clama desgarrada en medio del desierto, porque Su Amado, Su Novio se está haciendo esperar ya demasiado. Demora demasiado. No logrando encontrar consuelo. Temiendo no haber sido y ser todo otra cosa más que otro de los engaños y mentiras no de Dios sino del enemigo, de ese mismo espíritu maligno que engañándola y seduciéndola por medio de la más perversa mentira lograra quitarla neciamente del lado del Amado en donde jamás hubiera tenido que paceder todo el mal y el dolor que en este mundo le hiciera y sigue haciendo padecer dicho espíritu enemigo que la mantiene aún sometida y dominada como esclava a su propia voluntad y querer en la humana.
Llora. La Amada llora el más amargo y angustiante de los llantos en medio del desierto. Llora por su inconsciencia de antaño. Llora por su ceguera, sordera y dureza de corazón de entonces, que le impidiera verlo, oírlo y reconocerlo. Llora, por su Amado que parecería no volver otra vez a Ella en su búsqueda y reencuentro final jamás.
Llora, clama y gime, enferma, muríéndose de amor por Su Amado tan largamente esperado, finalmente encontrado, no podido aún abrazar y hacer entrar plenamente en su amor eterno.
Llora desconsoladamente por tener que seguirse viendo obligada a estar sin Él, separada de Él, por el tiempo que así el Amado lo quiera y decida.
Pero, en lo más profundo de su ser, si bien sabe que no merece, no es digna del amor del Amado, tras haberlo tratado y asesinado hace 2000 años de la manera en la que tan brutalmente lo hiciera, alberga la esperanza de que no obstante todo, no obstante también la tremenda maldad a la que sabe no puede dejar de que su corazón siga atado mientras permanezca lejos y fuera de Él, fuera del Reino de los Cielos, en este lugar del Abismo y de la Muerte, perdonándoselo absolutamente todo Él al final vendrá nuevamente por Ella.
Volvera a buscarla. Y esta vez, esta vez sí que la encontrará.
Porque esta vez, Ella está totalmente preparada, en mente, espíritu y cuerpo, para recibirlo. Presta a abrirle la puerta tan pronto le sienta golpear para dejarlo entrar en su casa. Dejarlo entrar plenamente en su amor. Dispuesta a ir con Él adónde Él quiera vaya con Él. Lugar que en su querer no es otro, que al mismo Reino de los Cielos, en donde también Ella al igual que Él tuviera su origen real, y de donde no tendría que haber salido jamás. Lugar que junto al Padre, en la Casa del Padre, desde su mismo origen real Allí, sabe tiene ya preparado para ascender juntos vueltos a unir y fundir en uno solo en el amor. En Dios, con Dios, por Dios y para Dios.