Palabra que viera y entendiera me dirigías para que a mi vez dirigiera en el Espíritu Santo de tu parte a todos los hombres y mujeres de la tierra. No solo esa, sino la mayor parte de toda palabra profética escrita en la Biblia. Para que de la misma manera en la que finalmente quisieras, Señor, hacerlo conmigo en el Espíritu Santo, te permitieran hacerlo con todos y en todos. En Cristo, con Cristo, por Cristo y para Cristo en el Espíritu Santo en todos y cada uno de nosotros.
Recordando, creyendo y llevando a la práctica la condición de sacerdotes –sacerdotizas, en el caso de las mujeres- reyes –reinas- y profetas –profetizas- adquirida por el bautismo en Él, con Él, por Él y para Él, desde Su mismo Espíritu dejado a tal fin en el mundo para volver a despertar, aletear y crecer Su mismo Espíritu en nuestro espíritu en el Espíritu Santo hasta su máxima expresión. Tal y como con Vos, en Vos, por Vos y para Vos hacía dos mil años antes que en ninguno de nosotros le permitieras hacerlo y lo hiciera. Ya que al hacerte humano para venir por nosotros, dejaste todo tu poder Divino en el Cielo.
Teniendo igualmente Vos que volver a desarrollarlo aquí en y por el mismo Espíritu Santo desde el mismo Espíritu del Padre puesto de manifiesto al pueblo al que fueras enviado por medio de los primeros profetas que también en su momento fueran suscitados en el mismo Espíritu para anunciación y preparación del Camino de tu prometida venida. Teniendo que irlo aprendiendo, viendo, entendiendo también todo progresivamente conforme fueras e ibas creciendo en estatura y sabiduría no solo humana, sino interiormente, en el Espíritu Santo.
De lo cual veía y entendía tener que hacer tomar igualmente justa conciencia, creencia y llevar a los más contundentes de los hechos a todos los hombres y mujeres de la tierra, empezando con los bautizados en Cristo.
En virtud de lo cual, viera y entendiera, al igual que Vos, Amado Jesucristo y que todos los profetas, tenía y tendría que saber adentrarme y permanecer a solas –por muy rodeada de mucha gente que en todo momento me viera, sintiera y encontrara- como en el más árido, desolador y extenso de los desiertos en donde terminar de enfrentar y llevar a cabo la más decisiva y sangrientas de las contiendas llevadas hasta allí desde Ushuaia contra el Maligno y sus fuerzas oscuras ejercidas sobre las mentes y corazones, por ende, ser y vida de los hombres. Dejando ya de huir del mismo para mirarlo de ahí en más directamente a su ominoso multifacético rostro, terminándolo de vencer en Cristo, con Cristo, por Cristo y para Cristo en vos y en mí, Daniel, como en todo este Pueblo y Humanidad en el Espíritu Santo, mediante la final total puesta en conocimiento de todos de todo cuanto en los más diversos sentidos habías querido llevarme a ver y entender personalmente en un primer momento a mí, para que a mi vez le llevara a ver y entender a toda la Humanidad por medio de su oportuna publicación final para conocimiento de todos.
Sabiendo que aunque en esta etapa inicial humanamente habría de estar totalmente sola –por no poder ver, oír, entender y creer ni vos, Daniel amado, ni los demás todo esto cuanto quisieras, Señor, permitirme ver y entender hasta tanto no pudiera hacértelo terminar viendo y entendiendo en el Espíritu Santo de igual manera por medio del previo paso por todo ello- de igual manera a como Vos, Jesús Amado, llegada la misma hora de tener que sumergirte solo hasta lo más profundo del abismo y de la muerte para terminar de librar en primer lugar a tus apóstoles, luego a todo tu restante Pueblo y Humanidad del poder del Maligno, les dijeras no haber de estar solo porque el Padre estaría con Vos, tampoco yo lo estaría.
Sino que Vos, Padre Amado, y Vos, Jesús Amado, junto con María en el Espíritu Santo, por extremadamente sola que llegara a verme y sentirme siempre estarías conmigo. Habiendo de ser y siendo de hecho no yo sino Vos en mí quien diría todo lo que era enviada a decir y haría todo lo que era enviada a hacer en medio de un pueblo y humanidad que se me daba a ver y entender era también de corazón obstinado como aquel y aquella otra de tu tiempo fuera.
Sabiendo que en eso que ibas hacer ellos no te podían seguir. No al menos en ese momento inicial. Siendo algo que en ese momento primero tenías que hacer solo y a solas; por muy en compañía de todos ellos que parecieras seguir estando hasta el huerto de Getsemaní. Habiendo, de seguirte en lo mismo luego. En su propia pasión, prisión, crucifixión, tortura y muerte igualmente de parte de dicho espíritu maligno de mano de los hombres tenidos aún bajo su perverso poder.
Sabiendo de igual modo, personalmente, que en ese momento inicial tampoco vos, Daniel, ni ninguno de los demás apóstoles de este pueblo de apóstoles al que fuera enviada por y como el novio en la novia, novia que a la vez era toda la Humanidad, en el Espíritu Santo, habría de poder seguirme y acompañarme.
Porque no pudiendo ver ni entender lo que veía y entendía estaba llamada a decir y hacer de ahí en más en medio tuyo, amado mío, con vos, con todos ustedes en su conjunto, para terminar de liberarlos de dicho espíritu maligno de una vez y para siempre en la persona de Cristo en el Espíritu Santo, si bien habría de sentirme inconcebiblemente mejor en el más absoluto de los todos en tu compañía y en tu amor, viéndome y sintiéndome tan amada y protegida en medio de tus amados brazos y amándote de igual manera, en ese momento, en lo que viera y entendiera estar llamada y enviada igualmente a hacer en medio de este pueblo para toda la Humanidad desde el hacértelo a vos, amor, en representación de todo el mismo, por tu condición apostólica y sacerdotal recibida también en sucesión de aquellos doce para en esta hora y designio venir también a representarlos sacrificado a tal fin en Cristo, con Cristo, por Cristo y para Cristo, nuestro amor, siendo como ya sabía era todo de Dios entre los dos conforme a su consumación final en el designio de amor y procreación que igualmente me anunciara querer terminar de llevar a cabo para toda la Humanidad por medio de nuestro amor y final encuentro, era y hubiera llegado a ser en ese momento y envío profético la tentación de la que también durante Domingo de Ramos de 1996 al final del anuncio de tu venida y reconocimiento se me advirtiera haber de tener igualmente cuidado porque podía ser tentación.
Habiéndose llegado a convertir en ese momento, de haberse consumado entonces, en el más grande y definitivo impedimento con el que me hubiera encontrado y me encontraba, para terminar de hacer también todo esto que viera y entendiera fuera enviada a hacer proféticamente en medio de la Humanidad desde el hacerlo en primer lugar en medio tuyo, de este pueblo, la Iglesia Católica, amado y amada mía.
Para que en esta hora el haberlo hecho primero en medio de la Misma y con la misma, me sirva del mayor de los respaldos sobre el cual serme posible apoyarme sólidamente en Cristo en el Espíritu Santo para terminarlo de anunciar en esta hora a toda la Humanidad. Sabiendo contar con tu y su previo testimonio apostólico de que digo la verdad en todo lo que digo por haber sido testigos vos y ustedes mismos –toda la jerarquía eclesial del pueblo al que a tal fin desde el Padre y el Hijo en el Espíritu Santo fuera enviada- en primer lugar de todo esto. De manera similar a, como hacía 2000 años también Vos, Jesús Amado, luego de hacer lo que tuvieras que hacer con tus apóstoles y dicho pueblo, teniendo que permitirle al Maligno los llevara a hundirse a todos juntos con Vos hasta lo más profundo del abismo, de la muerte y del infierno, al tener que separarte momentánea y necesariamente de ellos, permitiéndoles ser víctimas de sus propios demonios desde Judas hasta Pedro, luego de tu salida triunfal en gloriosa Resurrección de todo ello, valerte de ellos para dar testimonio público no solo a dicho pueblo sino a la humanidad entera de haber sido y ser verdad todas las cosas venida a comunicar de parte del Padre a todos los hombres.
Tenía que pasar, hacerte y hacerlos pasar por todo lo mismo que Vos, Jesús Amado, en Vos mismo y en relación con tus apóstoles, pueblo y humanidad de entonces pasaras. Pasando en todo nuestro conjunto por todo lo mismo que hacía 2000 años tuvieras que pasar. Reviviendo y asumiendo sobre nuestra propia humanidad la misma situación a la que entonces te vieras enfrentado.
En Vos mismo, de parte de tus apóstoles, de quienes lo esperabas todo, como de parte también de tu pueblo amado en cuya búsqueda y encuentro vinieras dejando toda tu majestuosidad en el Reino de los Cielos. Asumiendo todo el pecado de nuestro ser sin serlo. Porque solo quienes han pecado son desterrados del Reino de los Cielos y vienen a cumplir su sentencia y condena en la prisión que es este lugar del Abismo y de la Muerte en relación con el Reino de los Cielos.
Revivir y encarnar en nuestro ser toda esa situación y juicio al que hacía 2000 años aceptaras verte expuesto de parte del Maligno de manos de los hombres. Viendo y entendiendo haberme enviado a tal fin, para asumirte a Vos, Señor Jesús, en el Espíritu Santo. A tu misma Persona y Humanidad. A fin de padecer y sentir en mi propia carne, humanidad qué fuera lo que entonces sintieras y padecieras para en esta hora dar cuenta también de todo ello. Tal y como en esos cuadernos y escritos, dados a conocer también entre el 2002 y el 2004 por Internet lo hiciera.
Viendo y entendiendo haber sido enviados tanto vos, Daniel, como todos los demás sacerdotes, obispos y el Papa, para venir a representar en este nuevo Pueblo querido constituir como continuidad y en lugar de Aquel otro de Israel que no quisiera entrar en su momento en ese designio de amor y procreación trazado de lo Divino en lo humano para toda la Humanidad y Creación salida y sacada del Paraíso en el que en el Reino de los Cielos en tu gloria y amor se encontraba, por un lado, a las autoridades a cargo de este, como las que también estuvieran a cargo de aquel otro en aquel momento.
Y, por otro lado, a tus mismos doce apóstoles de entonces. Esperando que por ser tus mismos apóstoles de entonces, sus sucesores directos como decían y públicamente estaban reconocidos ser, a diferencia de lo que entonces hicieran las autoridades de aquel otro pueblo, hoy no hicieran conmigo –con la novia- lo mismo que aquel otro pueblo hiciera entonces con él –con el novio-.
Sino que constituidos de ese modo y a tal fin como las nuevas autoridades del pueblo al que llegada la consumación de los tiempos me habría de enviar, y de hecho, me terminaras enviando venir a buscar y encontrar en tu mismo Espíritu, Persona y Nombre en el Espíritu Santo, esta vez Pedro en los apóstoles, y en las autoridades de este pueblo en reparación de lo hecho por Pedro y las autoridades de aquel otro Pueblo, no te negara. Viniendo a ser Pedro, obviamente, en todo ello el Papa.
Juan no te dejara igualmente solo. Acompañándote en todo tu recorrido final pero sabiéndose mantener en todo momento a la distancia para no verse ni ser involucrado en lo que manifestaras al llegar a Jerusalén habría de pasarte de manos de los hombres y ya te estaba pasando. Hasta llegar finalmente a los pies de tu cruz junto con María Santísima para en ese instante final de tu pasión, calvario y muerte terminarte confesando en reconocimiento y fidelidad con su sola presencia a tus pies en ese momento aún de gran compromiso público como Señor de su vida
Judas no te traicionara por un puñado de monedas o por la razón que fuera.
Los demás apóstoles tampoco se borraran desconociéndote como Señor de sus vidas, traicionándote todos junto con Judas, Pedro y Juan, cada cual a su manera, abandonándote, desconociéndote, avergonzándose de Vos por la final terminación de tus días en medio de ellos. Esperando como esperaban, que fuera todo lo contrario. Que entraras glorioso en Jerusalén ante la visión y conocimiento de todos los hombres, para compartir tu misma gloria según la concepción humana y de este mundo tenida para la misma.
Los laicos, en representación de los que podríamos denominar los laicos de aquel otro pueblo –constituido por todo el resto del pueblo que no formaba parte de la clase sacerdotal y autoridades del mismo- tampoco esta vez te terminara negando, rechazando, pidiendo a gritos por mi condenación y exclusión de en medio suyo, no reconociéndote otra vez como enviado del Padre al no reconocerme como enviada del Hijo en el Padre en el Espíritu Santo, para terminarles de dar a conocer la verdad total, presentando tu defensa ante la Humanidad entera poniendo al descubierto en el conocimiento de todos quien era y es el Justo, cuál era y es el pecado, quién el condenado.
Esperando que esta vez tu pueblo, el pueblo que en reemplazo de aquel otro que a tal fin y de esa manera quisieras constituir desde los pies del madero a partir de la Última Cena y de la entrega de María a Juan –por ende, a toda la Humanidad- como Madre Espiritual en Cristo en el Espíritu Santo que te concibiera y diera a luz de su vientre, para desde su mismo vientre volvernos a dar a luz a todos en el mismo Espíritu Santo plenificado en Ella que te engendrara, para de ese modo volvernos a engendrar en Ella y desde Ella como hombres y mujeres nuevos, y de Juan a María, por consiguiente, como humilde, amoroso y obedientes hijos e hijas suyos en el Hijo en el Espíritu Santo, desde sus autoridades, sacerdotes y laicos, no se repitiera la historia.
Que no la repitiera, volviéndote a negar en el negarme, a rechazar en el rechazarme, a expulsar en el expulsarme, a no reconocerte como enviado del Padre en el no reconocerme como enviada Tuya y del Padre, Jesús Amado, en el Espíritu Santo.
Viendo y entendiendo haber sido enviada asimismo para antes del triunfo también final de la plena mutua correspondencia de amor entre vos y yo, Daniel, en representación de Tu amor y el amor de la Humanidad, Señor, tener que asumir y pasar por la repetición y reparación en los hechos en total comunión con vos y el pueblo al que en vos, y en toda la Iglesia Católica en su conjunto, Señor, me enviaras, de toda esa misma situación que te tocara vivir y padecer hacía 2000 años. Situación ante la cual sin intentar defenderte respecto de nada de cuanto te acusaran, manifestaras para esta hora haber de llegar también la hora en la que habrías de enviar desde el Padre el Espíritu Santo para presentar tu defensa
Defensa que a través de nuestro previo conjunto medio me dieras a ver y entender querías igualmente presentar conforme a lo expresado por aquellos días en la palabra a tus apóstoles, desde el llevarnos a volver a protagonizar y asumir en nuestra propia carne en Cristo en el Espíritu Santo la misma situación que entonces vivenciaras, para en esta terminal hora testimonial de todo ello presentar la defensa pública de tu causa ante toda la Humanidad por sobre dicho espíritu enemigo que te tendiera trampas, apresara, enjuiciara, castigara y condenara a muerte tan injustamente como lo hiciera.
En virtud de lo cual, antes que nada tenía que hacérselos saber. Hacerle saber, ver, oír, entender y creer a este pueblo en particular, la Iglesia Católica, en primera instancia, y la Humanidad toda en segunda y definitiva instancia que era y es en Vos, Dios Uno y Trino que había sido enviada y estaba aquí para terminar de revelarles lo que hacía 2000 años tuviera aún que quedar medio como en lo secreto de unos pocos y a ocultas. Por aún no encontrarse la humanidad de aquel tiempo preparada, es decir, lo suficientemente abierta en visión, audición, entendimiento y creencia espiritual en el Espíritu Santo como para poder ver, oír, entender y creer todo esto si en aquel entonces se lo decías.
Pueblo y Humanidad a la que también finalmente me enviabas, Jesús Amado, en el Espíritu Santo, de la misma manera en la que hacía 2000 años habías sido enviado por, Vos, Padre Amado. De mayor apertura y amplitud en su visión, audición, entendimiento y fe, que lo que aquel otro pueblo, el pueblo de Israel de hacía 2000 años, y la Humanidad de entonces se encontraba. No obstante lo cual, con marcada tendencia a volver a cerrarse y encerrarse sobre sí mismo y sobre sí misma una y otra vez, volviendo a repetir la historia de lo que en medio de aquel otro pueblo y humanidad de entonces tuvieras que padecer, justamente para que llegada esta hora la historia no se volviera a repetir.
Si no que cualquiera fuese el aspecto que te agradara concebir, querer y predestinar adoptar en esta instancia de tu gloriosa manifestación final a toda la humanidad, viéndote desprender gloriosamente de la cruz en el Espíritu Santo del Amor, para el amor, te terminara reconociendo, aceptando y acogiendo en medio suyo en el Espíritu Santo, en el saber reconocerme, aceptarme y acogerme finalmente en su medio, en vos, Daniel en representación de todos ellos y Ella en su conjunto dada tu condición apostólica sacerdotal recibida en tal sentido como puente entre Dios y entre los hombres, como auténtica embajadora del Reino de los Cielos, como en un todo lo fuera y lo soy. Ya sea que lo crean o no. Es lo que soy en Cristo Jesús en el Espíritu Santo para gloria de Dios Padre. Amén.
Por lo que, no queriendo que la historia se volviera a repetir, veía y entendía, se podía volver repetir. Porque si a Vos, que eras y sos el Hijo de Dios Vivo, el Señor, Dios mismo en Vos, el pueblo y humanidad de aquel tiempo no te recibiera, ¿por qué habría de recibirme este otro pueblo y humanidad a la que me enviaras en esta última hora conforme a tu promesa realizada al mismo hacía 2000 años, siendo como tan solo era tu servidora, tu discípula, tu enviada?
¿Cuándo, cuando respecto de la mujer, en relación con el varón, la concepción de los hombres que, por mucho que por obra y gracia del Espíritu Santo la mujer lograra ganar muchas batallas en reconocimiento de su igualdad de derechos respecto del varón, sobretodo durante los últimos cien años, seguían dominando y gobernando el mundo hasta el momento, manteniendo a la mujer aun sometida bajo de sí, considerada en relación con Vos y tu voto de absoluta confianza, Señor, como una ciudadana de segunda categoría, un ser inferior?
Como para que encima creyeran que en verdad habías sido Vos quien me había enviado conforme a tu promesa de entonces. Sin que, por el contrario, más bien juzgaran ser por mi propia cuenta e iniciativa que decía lo que decía y hacía lo que decía, volviéndome a dar el mismo trato que hacía 2000 años también aquel otro pueblo y humanidad de entonces te diera al venir bajo un aspecto y forma nunca imaginada ni esperada por las autoridades sacerdotales y hombres en general del pueblo y humanidad de aquella época.
Siendo como me dabas entenderlo que llegada esta hora final de las tinieblas sobre toda la Humanidad, no querías que la historia volviera a repetirse, sino que el Plan de Salvación se terminara de llevar a cabo en su totalidad, siendo como era, y enviándome como me enviabas, como la novia tenida por el novio en el Espíritu Santo, según las mismas palabras proféticas veía y entendía pronunciadas en el Espíritu Santo en su momento también por Juan el Bautista. Enviada por el Novio, y el Padre del Novio, en representación por ende del Novio, en busca de la Novia en el novio, representada y representado por este nuevo pueblo y humanidad enviada a venir a buscar y encontrar en el abrazo y alianza final de amor eterno llevada finalmente a dar con vos, Daniel amado, en representación del Novio y de la Novia. Del Amado y la Amada. Que era y es Dios y la Humanidad.
Al tiempo de tener necesariamente que repetirla en ese período de instancia inicial de alumbramiento total de este designio para visión, entendimiento, conocimiento y creencia principalmente tuya, Daniel, como de todos ustedes, miembros de la jerarquía eclesial del pueblo al que a tal fin fuera enviada en la Iglesia Católica, como de todos aquellos que pertenecientes igualmente a la jerarquía eclesial de las restantes Iglesias, a quienes también se me llevara a comunicárselo en primer instancia para su final testimonio de todo esto en esta hora, que llegaran a comenzar a tomar igualmente conocimiento de todo esto desde el testimonio preliminar presentado en 1998 a la Iglesia Católica. Pudiendo en esta hora dar fe junto conmigo en el Espíritu Santo igualmente en todos y cada uno de ustedes de todo lo que por medio de estos foros estoy terminando de anunciar a la humanidad entera. Tal y como viera y entendiera también por aquellos días del 2001 en 25 de Mayo y ya de vuelta nuevamente en Plottier, fuera enviada a hacer antes de la consumación total en los hechos de este designio de amor y procreación.
La pregunta era por aquel tiempo, ¿cuál sería el juicio que harían y emitirían contra mí esta vez en Cristo en el Espíritu Santo? ¿Me condenarían igualmente a muerte? ¿Me desterrarían, excluirían, excomulgarían de en medio de ustedes de igual manera a como las autoridades y miembros de aquel otro pueblo hicieran con Vos, Señor, sin permitirme llegar a abrir la boca siquiera? ¿O más bien, por obra y gracia del Espíritu Santo en todos ustedes, esta vez este pueblo sí te escucharía escuchándome, sí te recibiría recibiéndome, si te reconocería reconociéndome, abriéndose plenamente a todo cuanto fuera enviada a manifestarles, por cerrados que inicialmente llegara a encontrarlos y por opuesto que lo que traía para anunciarles fuera, a la concepción y creencia mantenida hasta el momento de todas las cosas en el mismo?
Siendo en virtud de la realización previa de tal total apertura, reconocimiento, recepción y reparación de parte de este pueblo de todo lo hecho y tenido que hacer y no hecho hacía 2000 años por aquel otro pueblo con Vos, que, habiéndome terminado de precisar ser vos, Daniel, el varón prometido y predestinado a compartir junto conmigo como pareja humana el mismo designio de amor y procreación, Señor, que me anunciaras, reconociendo ya quién era, no teniendo que volver a perderte de vista nunca más, viera y entendiera convenía que la consumación de nuestro amor y procreación anunciada se viera y tuviera que quedar necesariamente pospuesta todavía un tiempo más, como en suspenso, hasta no haber terminado de hacer y decir proféticamente también todo esto.
Creyendo y esperando contra toda esperanza a semejanza de Abraham de que si decía y hacía todo cuanto previamente desde 25 de Mayo me enviaras a terminar de decir y hacer en Cristo en medio de este pueblo y de toda la humanidad, sin duda al final conseguiría que todo se terminase consumando conforme a como en todo tiempo en Vos, Señor, lo creyera y esperara, no dejando que el amor llegara a perderse ni morir jamás entre vos y yo, Daniel, en Vos, con Vos, por Vos y para Vos, Jesús Amado en el Espíritu Santo que me sostenía y sostiene no obstante las terribles tinieblas y profundo infierno en el que desde entonces tuviera que terminar de introducirme y dejarme caer en tal sentido y a tal fin junto con vos, Daniel, y con vos, pueblo amado en Cristo y en el Espíritu Santo en todo tu conjunto, para terminar de liberar a la Humanidad y Creación entera de dicho espíritu enemigo desde el terminar de liberarnos a nosotros mismos de él. Amén.
Para tu contundente triunfo final en ambos en el amor por sobre el enemigo que desde el origen mismo de nuestra creación en Adán y Eva tratara de impedir nuestra unión final, llevando desde entonces a dejar desunidos y en constante estado de confrontación al varón con la mujer.
¡Bendito y Alabado seas por siempre Dios Uno y Trino por los siglos eternos! Amén
Período, por ende, en el cual veía y entendía que a total imitación Tuya, mi Cristo Amado, tenía inexorablemente que saber seguir estando y permaneciendo un tiempo más en la más extrema y absoluta de las soledades.
A fin de solo así al igual que Vos hicieras, Jesús Amado, poder llevar a total consumación previa lo que previamente veía y entendía como condición sine qua non tenía igualmente conciente y deliberadamente que desatar, no solo sobre los dos, Daniel y el conjunto de todos ustedes los demás apóstoles de Cristo, sino sobre todo nuestro más íntegro conjunto familiar, comunitario y eclesial.
Como así mismo sobre toda la Humanidad y el mundo entero, antes de la final consumación de este designio de amor y procreación entre lo dos, Daniel. Porque solo así y entonces habría de poder llegar a ser finalmente posible. En la medida en la que primero terminara de desatar con nuestro total previo sacrificio un tiempo más, lo que aún con respecto a este amor estaba atado no ante Vos, Padre Amado, sino de parte del Maligno ante los hombres.
Porque antes de la consumación final de este designio vi y entendí, Señor, querías hacerle ver y entender a toda la Humanidad, comenzando con los hasta aquí directos sucesores de aquellos primeros doce apóstoles, empezando con vos, Daniel, como pareja predestinada por Vos, Señor, junto conmigo en la concepción, alumbramiento y consumación final de este designio de amor y procreación anunciado y llevado a anunciarles, que más allá de mi actual apariencia humana de mujer, de tu Espíritu en mi espíritu en el Espíritu Santo eras y sos Vos mismo, Jesús Resucitado, quien conforme a lo prometido hacía 2000 años en aquella Última Cena, volvía nuevamente a buscarlos y tratar de reencontrarlos.
No solo desde la suscitación en mi espíritu en el Espíritu Santo del mismo Espíritu del Padre y desde el mismo Espíritu del Hijo, sino del mismo Espíritu de la Madre en María Santísima y del mismo espíritu de la Hija en María Magdalena. Mismo espíritu de la Madre y de la Hija en el Padre y en el Hijo en el Espíritu Santo que hacía dos mil años quisieras igualmente dejarles y enviarles, para su inserción en medio de ellos, como directas y primeras testigos de tu muerte y resurrección. Habiendo sido como fueran, quienes junto también a las otras mujeres, las que supieran estar y mantenerse firme, fieles e inquebrantables a tu lado en la hora de las tinieblas, acompañándote en todo golpe y humillación soportada, para constituirse en testigos de tu muerte y gloriosa Resurrección.
¡Las cosas que ellas hubieran dicho de todo lo visto y oído si en aquel tiempo se les hubiera permitido hablar y creer en su testimonio!
A Vos, gracias, Señor, porque “tu “locura” es más sabía que la sabiduría de los hombres, y tu “debilidad” más fuerte que la fuerza de los hombres” (1 Cor. 25) De tal manera que si entonces ni la una ni la otra pudieran predicar también como directas enviadas Tuyas, Padre Amado en el Hijo Amado, en el Espíritu Santo, hoy sí han podido y pueden terminar haciéndolo por mi medio. Amén. ¡Gloria a Vos, Dios Uno y Trino por los siglos eternos! Amén.
De manera tal que si entonces los hombres no estaban preparados y totalmente abiertos en el Espíritu Santo para recibirlas, verlas y escucharlas como tus testigos y enviadas, no solo hoy podía ser posible que lo estuvieran. Sino que, si no lo estaban, entonces, no habrían de poder estar jamás.
Porque, si no quisieran escuchar en un primer momento al Padre, ni en un segundo momento al Padre por el Hijo en el Espíritu Santo, ni en este tercer y último momento al Padre y al Hijo en la Madre y la Hija en el Espíritu Santo, ¿a qué seguir esperando ya más tiempo si lo que no quisieran ver, escuchar, entender y creer hasta aquí con tantas oportunidades para abrirse a tu visión, escucha, entendimiento, creencia y obediencia que de ese modo quisieras darles, no habrían de quererlo ver, oír, entender, creer y obedecer aunque les dieras mil oportunidades más?
Viendo y entendiendo, Abba, Papito, que para todo hay un tiempo en tu Plan. Un primer tiempo para manifestarnos tu infinito amor, misericordia, a la espera del cambio y conversión de nuestra vida y corazón a semejanza del Tuyo. Un tiempo para manifestarnos y hacer auténtica justicia a quienes llevan ya miles de años esperando y clamando por su definitiva liberación del seno de la muerte para poder finalmente volver a entrar a compartir tu gloria y vida eterna prometida.
“Vi cuando el Cordero abrió el primero de los siete sellos, y oí al primero de los cuatro Vivientes gritar como con voz de trueno: “Ven.” Se presentó un caballo blanco. El que lo montaba tenía un arco. Lo coronaron y partió como vencedor y para seguir venciendo.
Cuando abrió el segundo sello, oí al segundo Viviente gritar: “Ven.” Salió entonces otro caballo color fuego. Al que lo montaba le ordenaron que desterrara la paz de la tierra, y que hiciera que se mataran unos a otros, para esto se le dio una gran espada.
Cuando abrió el tercer sello, oí gritar al tercer Viviente: “Ven.” Esta vez el caballo era negro y el que lo montaba tenía una balanza en la mano. Entonces de en medio de los cuatro Vivientes una voz pronunció estas palabras. “Una medida de trigo por una moneda de plata, y tres medidas de cebada por una moneda también. Pero no dañes al aceite ni al vino.”
Cuando abrió el cuarto sello, oí el grito del cuarto Viviente: “Ven.” Se presentó un caballo verdoso. Al que lo montaba lo llamaban la Muerte, y detrás de él montaba otro: el Lugar de los Muertos. Se le dio permiso para exterminar la cuarta parte de los habitantes de la tierra por medio de la espada, del hambre, de la peste y de las fieras.
Cuando abrió el quinto sello, divisé bajo el altar de los sacrificios, las almas de los que fueron degollados a causa de la Palabra de Dios, por haberla proclamado. Se pusieron a gritar muy fuerte: “Dominador Santo y Justo, ¿hasta cuándo estarás sin hacer justicia y pedir cuentas por nuestra sangre a los habitantes de la tierra? Entonces les dieron a cada uno un vestido blanco, diciéndoles que esperaran todavía un poco, hasta que se completara el número de sus hermanos y compañeros de servicio, que deben ser muertos como ellos.
Y mi visión siguió. Cuando el Cordero abrió el sexto sello, se produjo un violento terremoto. El sol se puso tan negro como vestido de luto, la luna toda se volvió como sangre, y las estrellas del cielo cayeron a la tierra como higos pasmados que caen de una higuera agitada por el huracán. El cielo se replegó como un pergamino que se enrolla y no hubo cordillera o continente que no fuera arrancado de su lugar. Los reyes de la tierra con sus ministros, los generales, los ricos y los poderosos, y toda la gente, así esclavos como hombres libres, fueron a esconderse en cavernas, entre las rocas y en los cerros, diciendo: “Caigan sobre nosotros cerros y rocas, y escóndannos del que se sienta en el trono, y de la cólera del Cordero. Porque ha llegado el Día grande de su enojo, ¿y quién lo podrá soportar?”
Después de esto divisé cuatro ángeles de pie en las cuatro esquinas de la tierra; retenían los cuatro vientos para que no se desataran contra la tierra, el mar y los árboles. Otro ángel vino del oriente llevando el sello del Dios vivo y gritó con voz poderosa a los cuatro ángeles autorizados para hacer mal a la tierra, y al mar: “No hagan mal a la tierra, ni al mar, ni a los árboles hasta que hayamos señalado en la frente a los servidores de nuestro Dios.”
Supe entonces el número de los señalados con el sello: ciento cuarenta y cuatro mil, de todas las tribus de los hijos de Israel:
De la tribu de Judá: doce mil señalados.
De la tribu de Rubén: doce mil señalados.
De la tribu de Gad: doce mil señalados.
De la tribu de Aser: doce mil señalados.
De la tribu de Neftalí: doce mil señalados.
De la tribu de Manases: doce mil señalados.
De la tribu de Simeón: doce mil señalados.
De la tribu de Leví: doce mil señalados.
De la tribu de Isacar: doce mil señalados.
De la tribu de Zabulón: doce mil señalados.
De la tribu de José: doce mil señalados.
De la tribu de Benjamín: doce mil señalados.
Después de esto, vi un gentío inmenso imposible de contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua que estaban de pie delante del trono y del Cordero, vestidos de blanco. Llevaban palmas en las manos y gritaban con voz poderosa: “¿Quién salva sino nuestro Dios que se sienta en el trono y el Cordero?” Todos los ángeles permanecían en torno al trono, a los Ancianos y a los cuatro Vivientes; se postraron entonces ante el trono, con el rostro en tierra para adorar a Dios. Decían:
Amén. Alabanza, gloria, sabiduría, acción de gracias, honor, poder y fuerza a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén.
En ese momento, uno de los Ancianos tomó la palabra y me dijo: “Estos que visten ropas blancas, ¿quiénes son y de dónde vienen?” Yo contesté: “Señor, tú eres el que lo sabes.” El anciano replicó: “Son los que llegan de la gran persecución: lavaron y blanquearon sus vestiduras en la sangre del Cordero. Por eso están ante el trono de Dios y le sirven de día y de noche en su templo. El que se sienta en el trono extenderá su tienda sobre ellos. Ya nunca más sufrirán ni hambre ni sed, ni se verán agobiados ni por el sol ni por ningún viento abrasador. Porque el Cordero que está junto al trono será su Pastor y los llevará a las fuentes de las aguas de la vida, y Dios enjugará sus lágrimas.”
Cuando el Cordero abrió el séptimo sello, se hizo silencio en el Cielo como de media hora.
Y vi a los siete ángeles que están de pie delante de Dios, a los que entregaron siete trompetas.
Entonces vino otro ángel y se paró delante del altar de los perfumes con un incensario de oro. Le dieron muchos perfumes para que los ofreciera con las oraciones de todos los santos, en el altar de oro colocado delante del trono, y la nube de perfumes, junto a las oraciones de los santos, se elevó de las manos del ángel hasta la presencia de Dios. Después, el ángel tomó su incensario y lo llenó con brasas del altar y las lanzó sobre la tierra: estallaron truenos tremendos, relámpagos y terremotos.” (Ap. 6, 7, 8)
PALABRA DE DIOS
¡GLORIA A VOS, DIOS UNO Y TRINO, POR LOS SIGLOS ETERNOS! AMÉN. ¡BENDITO Y ALABADO SEAS POR SIEMPRE, QUE POR SIEMPRE SEAS BENDITO Y ALABADO EN LA TIERRA Y EN EL ALTO FIRMAMENTO! AMÉN. AMÉN. AMÉN.
Viendo y entendiendo que de ese modo, por medio de todo cuanto me inspiraras e inspirabas, Señor, decirles y hacer ante ustedes en el Espíritu Santo querías ser y era Vos mismo, el Cordero Resucitado, en tu mismo Espíritu en mi espíritu en el Espíritu Santo, quien volviera y volvía a manifestárseles Vivo y Verdadero en la promesa que les realizaras hacía 2000 años y quedaran fielmente esperando. Aunque no todos. De haber de volver en su búsqueda y encuentra al final de los tiempos para llevarlos con todo el Pueblo adquirido por medio de tu sacrificio, el suyo y el nuestro en el Espíritu Santo de regreso a la gloria del Padre tenida y perdida en el principio, en el en el Reino de los Cielos. Amén.
Siendo por ello, vi y entendí, que me llamabas a terminar de asumir nuevamente tu misma pasión, juicio, condenación, crucifixión y muerte de parte de las autoridades y pueblo en general al que me enviaras. Como de parte de la restante humanidad.
Para que reconociendo también hoy la repetición del mismo signo de Jonás en el testimonio de vida en Cristo, en el Cordero, venido a dar y dado nuevamente de tu Espíritu en mi espíritu en el Espíritu Santo, terminaran viendo, entendiendo y reconociendo que verdaderamente eras y sos Vos en mí, Jesús Amado, y yo en Vos, en el Espíritu Santo quien dice y pone por obra.
Que viran, entendieran y reconocieran por increíble y absurdo que les pareciera, que en verdad, en verdad, fuera de Vos de quien saliera, fuera sacada y estaba aquí y ahora puesta finalmente en pie ante ellos para terminar de revelarles todo esto que me manifestaras querías hacerles saber estabas terminando de hacer desde tu trono establecido en el Cielo en medio nuestro en el Espíritu Santo por medio del envío recibido de tu Espíritu en mi espíritu en el Espíritu Santo para venir a decirles todo esto y poner por obra. Amén. ¡Gloria a Dios!
De manera tal que viéndolo, entendiéndolo y reconociéndolo terminaran abriéndose y no cerrándose a todo esto que por nuestro mancomunado y conjunto medio final querías terminar de hacer para la humanidad entera. Al contrario de lo que tu primer Pueblo hiciera cerrándose sobre sí mismo impidiéndote hacer con él y por su medio lo que tenías pensado llevar a cabo desde el mismo para toda la Humanidad.
Obligándote a tener que dejarlo momentáneamente cerrado sobre sí mismo y afuera, si así se obstinara en querer seguir estando y que lo dejaras, por así convenir que fuera a los fines del Plan de Salvación, a fin de poder hacer entrar primero a todo el resto de la Humanidad.
Resto de la humanidad, representado en la visión apocalíptica dada a Juan en ese gentío incontable de toda nación, raza, pueblo y lengua, que desde su concepción y postura cerrada, empeñada en seguir manteniendo tal como estaba, no obstante todo lo que te vieran hacer y te oyeran decir para que la cambiaran, se convirtieran y abrieran a la amplitud del Plan de Salvación que traías y querías hacerle y hacerlo partícipe para que colaboraran con Vos en su total implementación para entrada en el mismo de todos los hombres, no hubiera podido entrar en tu Reino junto con todos los descendientes de sus doce tribus. Representados éstos a su vez por esos doce mil de cada tribu como número solo simbólico. Ya que por cada tribu habrían y habrá de entrar también un número muy superior al simbólicamente indicado para cada una de ellas.
Sino que junto con él, se hubiera tenido que quedar también fuera del Reino de los Cielos por toda la eternidad. Siendo como era tu eterno querer que por medio de este nuevo Plan, luego de la malogración del primero, del Plan Original de Creación, que la humanidad no anduviera como forastera en tierras extranjeras allende a la de su origen. Sino que volviera y estuviera nuevamente con Vos en la tierra de su origen, en su Casa Paterno Materna Celestial para siempre.
Plan de Salvación trazado, por ende, no solo en consideración del pueblo de Israel según sus propios criterios y esquemas, sino en consideración de absolutamente toda la Humanidad, según tus criterios y esquemas que son tan amplios e ilimitados de manera tal que absolutamente todo hombre y pueblo pueda y entrar, sin que ninguno quede afuera. Amén de que habiéndoselo llamado e invitado a entrar con plenitud de conciencia y por propia decisión prefiriera seguir estando y quedarse definitivamente afuera.
Para al final, una vez tenida la seguridad de que toda la restante humanidad también hubiera entrado ya en el Plan de Salvación, devolverle la vista, la audición y ablandar su corazón con respecto a Vos, de manera tal que terminara reconociéndote como el Mesías que les prometieras y aún siguen esperando, cuando conforme a la promesa ya vinieras y te encuentras a punto de concluir el Plan de Salvación con su final reinserción dentro del mismo,
En virtud de lo cual, te sentía inspirarme, Señor, llegada esa hora en el Espíritu Santo querías constituirme en medio de tus apóstoles, del pueblo al que inicialmente a tal fin me enviaras, y en medio de tu Pueblo en la Humanidad entera como columna de hierro. De la cual supieran y supiera poder asirse con total confianza y firmeza, sin que doblase ni cediese un ápice.
Consolidada y asentada sólidamente en Vos, en tus mismos cimientos, como casa construida sobre la más firme de las rocas. Para sostener a todos en la más oscura de las noches que se avecinaba y ya estaba ahí sobre la humanidad entera.
Columna de hierro que a la vez era y tenía que saber ser hasta el fin así mismo como una lámpara encendida. Portadora de tu misma Luz para la humanidad entera.
Más aún, como la lámpara de un faro en alta mar, hacia donde me enviabas tener que decir a tu Pueblo, en el pueblo de Israel, la Iglesia Católica y toda la Humanidad, había llegado nuevamente la hora de soltar amarras, zarpar e ir mar adentro con dirección definitiva hacia el Reino de los Cielos, como puerto de destino final.
Barco, nave que más que nave marítima, en nuestros tiempos vendría a ser espacial. Y lámpara que más que faro, vendría a ser estelar. Como luz y guía puesta en el firmamento en señalamiento del único Camino que sos Vos, Señor, que nos conduce y conducirá de regreso al Reino de los Cielos, nuestra Patria Natal.
¡Y todavía más aún! En el mismo espíritu de María Santísima en mi espíritu en el Espíritu Santo, tu Madre, mi Madre, nuestra Madre, Jesús Amado, vi y entendí querías terminar de constituirme y construirme como ciudad bien armada y fortificada espiritualmente, con tu mismo Espíritu en el Espíritu Santo.
Como la Nueva Jerusalén bajada del Cielo. Dentro de la cual llegada esta hora del paso final de la Humanidad por este lugar del Abismo y de la Muerte y antes de que la hora de las tinieblas terminara de cernirse nueva y definitivamente sobre este lugar del Abismo y de la Muerte, por ende, sobre toda ella, querías y me enviabas a llamarla a entrar en todo su conjunto para su preservación de todo el mal que se venía y ya estaba aquí.
Recordándome en el Espíritu Santo en todo momento aquella otra palabra Tuya dada a los apóstoles para que nos dieran, según la cual les dijera que a quien era fiel en lo poco, querías confiarle y le confiabas siempre más. Mientras que a quien no lo era, le terminabas por quitar incluso lo poco que quisieras confiarle para confiárselo a otro que por su constante fidelidad demostrara ser cada vez de mayor confianza.
¡¡¡Pero era tanto, Señor!!! ¿Era tanto lo que veía me pedías y querías confiarme y hacer descansar de ahí en más sobre mis limitadas y extenuadas fuerzas y capacidad humana, que más que llenarme de gozo, era algo que me hacía sentirme terriblemente abrumada!
Sabiéndome y sintiéndome como en todo tiempo me sabía y sentía:
tremendamente incapaz, limitada, insignificante –no obstante mi gran tamaño-,
impura -por muy virgen y casta que a semejanza tuya, María Santísima, Madre mía, toda la vida me sintiera también llamada, llevada a guardarme y me esforzara al extremo por mantenerme para un varón que veía y entendía Vos, Señor, me tenías predestinado en Vos, en tu mismo Espíritu y Corazón-
llena de los más espantosos temores,
asaltada constantemente por todo tipo de dudas,
extremadamente débil, quebradiza, defectuosa,
tan pecadora, como desde la misma pubertad me viera, sintiera y supieras, sabiendo ser y tender a ser más como, vos, María Magdalena, que como Vos, María, Madre mía
temiendo al final malograr toda tu obra, Señor, defraudando toda la confianza que veía, entendía y sabía desde Ushuaia habías querido depositar íntegramente sobre mis limitadas fuerzas humanas...
... más aún, amándote como te amaba, Daniel...
...enamorada por primera vez con todas las letras e integridad de mi ser, como nunca antes me sintiera...
y más aún...bajo los efectos de la quimioterapia que me terminaban dejando de cama y comenzaban a manifestarse públicamente con la caída del cabello, llevándome a rapar para terminar quedando totalmente calva, tal como a la muerte la pintan.
No podía dejar de recordar aquel otro sueño que me dieras, Señor, aquella noche estando realizando el pre postulantado en la Congregación Hijas de Nuestra Señora de la Misericordia en Tandil.
Sueño en el que veía escoltada por dos varones iba cabalgando frente a una multitud que veía cabalgaba también detrás nuestro por el más árido, extenso y desolador desierto, en dirección hacia un lugar como de tierra Santa.
Lugar en el que por momentos se me permitía ver al mismo tiempo, nos aguardaba un hombre de mediana edad, más bien joven, que terminara viendo y entendiendo eras y sos, Vos, Señor Jesús, Amado de mi alma por sobretodo amado humano, acompañado por todo un séquito de jóvenes (mujeres y varones) que al igual que Vos vestían de inmaculada blancura.
Con Vos al centro, Jesús Amado, veía estaban parados bajo el dintel de un portal mirando hacia fuera, hacia el exterior del lugar en que se encontraban, que a su vez entendía era hacia donde nos dirigíamos. Mirando en dirección nuestra. Viéndonos avanzar, acompañándonos y siguiéndonos también desde Allí en cada tramo que dábamos, esperando nuestro final arribo.
Entendí que ese Lugar en el que nos esperabas era el Reino de los Cielos. Y este desierto por el que nos dirigíamos, la tierra. Este lugar del Abismo y de la Muerte en el que aún nos encontrábamos y encontramos, pero en constante marcha, salida y viaje de regreso hacia Allí. Donde ya nos estabas y estaban aguardando.
Al arribar a destino, ya no te veía, pero éramos recibido con júbilo por todo el séquito que veía te acompañara durante el tiempo de nuestra espera. Por mi parte, me veía recibida por un grupo de mujeres jóvenes que me conducían con ellas hacia un lugar en donde me quitaban las oscuras, roídas, polvorientas y harapientas vestiduras que llevaba puesta, para vestirme de inmaculada blancura con un vestido talar, sin mangas, prendido solo por los hombros, arreglándome como se arregla a una novia que está a punto de contraer matrimonio. Más aún como un princesa que va a convertirse en reina, arreglándome como tal.
Con el tiempo entendí que dichas vestiduras viejas, sucias, polvorientas, oscuras, harapientas que hasta llegar a Allí viera llevara durante todo nuestra marcha y peregrinación por medio de este desierto en camino hacia el Reino de los Cielos, era este cuerpo viejo que todos poseemos mientras estamos en este mundo. Y el nuevo vestido venía a simbolizar el nuevo cuerpo celestial con el que una vez salidos de aquí, al llegar final y triunfalmente a Allí recibiríamos y recibimos.
Luego, veía que me conducían hacia un lugar en el que veía se encontraba de pie un gentío incontable de ambos sexos de toda raza y edad, ...que mirándome y recibiéndome igualmente con alegría y admiración iban haciéndose hacia el costado, abriéndome paso por medio suyo, como por un pasillo o corredor en medio de ellos para que pasara, al tiempo de saludarme con una leve inclinación de cabeza.
Al término del corredor llegaba hasta un altar ante el cual se encontraban aguardándome una señora, la más bella de las Señoras que viera jamás, que vi y entendí eras y sos, Vos, María, Madre nuestra, junto al mismo Hombre que en el principio veía nos esperaba bajo el dintel del Portal aguardando nuestro arribo. Hombre que vi y entendí eras Vos, Jesús Amado. Viendo y entendiendo tratarse de nuestra boda, siendo con quien fuera preparada de la manera que fuera preparada para desposarme.
Ese mismo año, antes de tener dicho sueño, encontrándome asistiendo a un curso de Misionología dictado por las Obras Misionales Pontificias en Buenos Aires, como parte de la formación misionera que por aquellos meses me encontraba también realizando en el Ce.F.A.M en las primeras etapas de postulantados como misionera laica ad-gentes para ir a África o a cualquier otra parte del mundo donde fuera, Señor, que Vos quisieras terminarme enviándome, si así querías hacerlo, había soñado también que me casaba.
Pero en lo humano. Aquí en la tierra. Con un hombre de carne y huesos como yo. Viéndome entrar en la Iglesia vestida de novia, recibida por mucha gente. Al llegar al altar, miraba hacia el rostro del novio. El que sin poder verlo, veía estaba de pie junto a mí. Como quien está viendo una película pero en la pantalla solo se enfoca el rostro y figura de la novia, y no así el del novio, trataba de ver quien era el hombre con el que me estaba casando. Pero no pude ver su rostro.
Sueño en virtud del cual, vi y entendí querías decirme con ello, Señor, que sin la más mínima duda, tal y como quisieras revelármelo en dicho sueño llegaría y llegaba el día en que me casaba como en dicho sueño veía. Siendo en tu designio para conmigo y en el Cielo un hecho ya consumado. Aunque aún en la tierra y en vida no lo llegara a ser.
Por lo que creyera que ya era y habría de ser así, y al final sin la más mínima duda así vería que sería. Para lo cual tenía que saber discernir primero quién era el novio. Quién era ese hombre con el que quisieras hacerme ver me estaba casando ante Vos y ante los hombres por la Iglesia, cuyo rostro preciso y real era algo que tenía que terminar de discernir cuál era yo misma. En la medida en que me esforzarse y empeñase al extremo por tratar de verlo como en el sueño también veía trataba de hacerlo, queriendo y pidiendo se me permitiese ver y saber quién era. Teniéndolo que desentrañar yo misma desde lo más oculto y secreto que en dicho sueño no se me quisiera revelar.
Cuando después de volver de la Congregación te conté, Daniel, en confesión sobre ambos sueños, me preguntaste cuál de los dos casamientos me hacía más feliz. Es decir, qué sentía me hacía más feliz. Si el casarme con Vos, Jesús, en lo Alto. O bien, casarme en lo humano en la tierra.
A la luz de ambos sueños, vi, entendí y creí, Jesús Amado, que en el designio de amor y procreación de lo Divino en lo humano en el que en el Espíritu Santo me encontraba estaba llamada a casarme de ambas maneras.
Aquí en la tierra con el varón que a tal fin toda la vida me inspiraras me tenías predestinado, y en el Cielo, una vez salida de este lugar del Abismo y de la Muerte junto con todo el Pueblo que me enviaras venir a buscar y encontrar en representación Tuya en el Espíritu Santo, no descansando hasta no tener la plena certeza de ver cumplirse tal envío Divino viéndome ingresar con el Mismo en el Reino de los Cielos en donde Vos, Jesús Amado, ya nos estabas esperando, para terminar de consumar las Bodas del Cordero. Nuestras Bodas, Jesús Amado. Nuestras bodas con toda la Humanidad. Amén.
Por eso, me empeñé tanto en querer y conseguir al final, Daniel, el que terminaras diciendo sí a quererte casar conmigo. De igual manera a como en un primer momento me empeñé también con vos, Gustavo.
Pero, definitivamente con vos, Daniel, al terminar viendo y entendiendo ser vos, dicho varón amado y predestinado en Vos, Jesús, enviado a buscar toda la vida, al terminar viendo y entendiendo que en vos y con vos, sacerdote, por ende, representante Tuyo, Jesús Amado en lo humano, en la tierra, ante los hombres, como eras y sos, como así mismo, representante por tu sacerdocio de dicho Pueblo Tuyo, Jesús Amado, enviada a venir a buscar en tu Nombre y Persona en el Espíritu Santo, no descansando hasta no tener la plena certeza de terminar sacando, por ende, de aquí junto conmigo, viéndolo entrar definitivamente de regreso ya en el Reino de los Cielos, en donde nos esperabas y esperas para la realización del Juicio Final y consecuente celebración de tu Boda con toda la Humanidad en el Espíritu Santo, convergían y hallarían su más perfecta y plena consumación ambas bodas anunciadas en tales sueños en una, realizadas en un mismo y solo acto.
La del Cielo, con Vos, Jesús Amado, por medio de tu representante entre los hombres, designado a tal fin en tu sacerdocio, Daniel. Y la de la tierra, con vos, Daniel amado, como representante de todo el Pueblo que en Cristo fuera enviada a buscar, encontrar y desposar en lo Divino y en lo humano en el Espíritu Santo.
Viendo y entendiendo que solo a tal fin era por ello que fueras constituido sacerdote, para como sacerdote de Cristo y en Cristo venirte a buscar, encontrar y desposar también en la persona de Cristo. A fin de permitir la consumación también en los hechos humanos, tu desposorio, Cristo Amado con tu Pueblo en toda la Humanidad.
Vi y entendí ser por ello que ambos estábamos consagrados en Cristo. Consagración en virtud de la cual quisieras y querías te viniéramos a terminar de representar en tanto varón y mujer en el Espíritu Santo entre los hombres. Para simbolizar con nuestro santo y sagrado matrimonio terrenal, tu Santo Matrimonio, Jesús Amado, con toda la Humanidad.
Pero, veía y entendía así mismo que si bien, por un lado, los dos en Vos, Jesús Amado, éramos santos por tal consagración bautismal, no por ello dejábamos de ser igualmente, vos y yo, Daniel, un varón y una mujer tanto o más pecadores que todos los demás varones y mujeres de toda la humanidad de todos los tiempos. Por nuestra condición humana. Condición que no obstante tal consagración Divina en tu Espíritu Santo, seguíamos teniendo y padeciendo con todas sus debilidades, limitaciones, yerros, dudas, incomprensiones, ofuscaciones, maldades...pecados.
Viendo y entendiendo tener que ser necesariamente así, para en esta final hora del paso de la Humanidad y Creación por este lugar del Abismo y de la Muerte de bajo del poder del enemigo y sus fuerzas ocultas, comprender, aunar y abrazar en uno solo a todos los hombres sin excluir a nadie.
Por eso también terminé viendo y entendiendo tener que ser necesariamente así como lo habías pensado, querido y predestinado que fuera, Señor, entre los dos, Daniel.
Desde que en el trazado de tu Plan Original de Creación, Padre Amado, vieras que llegaría un tiempo y etapa dentro del mismo durante el cual, la Humanidad, conjuntamente, por ende, con toda la Creación confiada a su cuidado, habría de desviarse del camino trazado en dicho Plan Original.
Camino, en cuyo total recorrido pensaras, querías y predestinaras irla llevando paso a paso dócil y obedientemente bajo las inspiraciones de tu mismo Espíritu en el Espíritu Santo suscitado dentro de ella, por la comunicación y suscitación de tu mismo Espíritu en su espíritu, hasta que terminara convirtiéndose, de lo humano en lo Divino, en tu misma, viva y verdadera Imagen y Semejanza Divina, en Santidad y Perfección en el Espíritu Santo.
Desvío, en virtud del cual al tiempo de ir trazando el Plan Original concibieras y trazaras otro Plan Complementario del mismo. Que quisieras venir para dárnoslo a conocer, Jesús Amado. Plan denominado de Salvación. Tendiente a salvar, rescatar a la Humanidad de tal desvío del Plan Original, mediante el hacerle recordar ser portadora y llamada a convertirse en reflejo vivo y verdadero en todo su conjunto de tu mismo Espíritu Divino querido conferir en el principio, antes de su misma creación.
Queriéndola conducir y llevándola por medio de su final total implementación a retornar y retomar el Plan Original de Creación en donde el mismo se viera en el origen de nuestra conversión en Vos, Señor, desvirtuado. Para terminar de consumarlo de lo Divino en lo humano y de lo humano en lo Divino tal y como en el principio lo pensaras, querías y predestinaras, desde este mismo lugar del Abismo y de la Muerte en el que por tal desvío del Plan Original termináramos cayendo y quedando cautivos de dicho espíritu enemigo que nos instara a desviarnos dentro del cumplimiento de nuestra propia voluntad.
Llevándolo, así, de no obstante todo, de cualquier manera, a total término, tal y como en el principio lo pensaras, quisieras y predestinaras, por medio de nuestra recuperada docilidad y obediencia al único cumplimiento de tu voluntad por sobre la de dicho espíritu enemigo en lo oculto de la nuestra, mediante nuestra total y definitiva conversión a tu imagen y semejanza Divina en santidad y perfección espiritual, tal y como en el principio lo soñaras, concibieras, quisieras y predestinaras para con toda la Humanidad como tu Amada, querida tener siempre a buen resguardo de todo mal a tu amado lado.
Por ello, vi y entendí. Necesitabas que en lo humano, dicho varón y yo tuviéramos tanto de santos en Vos, Dios Uno y Trino por nuestra consagración bautismal al único cumplimiento de tu voluntad y no la nuestra, como de pecadores en cuanto a los dictados de dicho espíritu enemigo introducido en el corazón de Adán y Eva en el origen llamándonos y queriendo llevarnos constantemente a anteponer y hacer nuestra voluntad por sobre la Tuya, Padre Amado, en ambos.
Por ende, vi y entendí, llegada esta hora en el Plan de Salvación trazado para hacer retornar a la Humanidad a su origen en Vos, en el Reino de los Cielos, necesitabas contar nuevamente con una nueva pareja humana de Adán y Eva que hicieran las veces y asumieran sobre sí todo lo que aquella primer pareja, primera humanidad hiciera. Que tuviese en sí tanto de santos, por ser portadores de tu mismo Espíritu en su espíritu en el Espíritu Santo, como de pecadores, débiles, limitados, llenos de defectos y vicios interiores, de ceguera, sordera, dureza de corazón y entendimiento, orgullosos, soberbios, impacientes....común de todos los demás seres humanos desde su caída y destierro del Reino de los Cielos llevados por la escucha e imposición desde entonces de la voz de un espíritu enemigo dentro de sí llamándolos a anteponer y hacer su voluntad sobre la Tuya.
Un varón y una mujer, por consiguiente, que fueran y tuvieran en sí mismos tanto de santos como de pecadores, a semejanza en un todo a todos los demás varones y mujeres del mundo entero. Tan santos y tan pecadores como los mejores y a la vez como los peores de todos.
Porque hasta aquí, desde que en el origen nos desviáramos de tu Plan Original trazado para llevarnos a convertir de nuestra condición animal humana primera a tu misma condición Divina en el Espíritu Santo, los hombres se volvieran segregacionistas, racistas, separatistas, propensos, gustosos y acostumbrados a hacer diferencias entre unos y otros.
Creyéndose y poniéndose unos por encima de los demás, en consideración de los más diversos aspectos. Por razones de posesión o no de dinero, de conocimiento, de educación, de clase social, de cultura, de raza, de función popular, de lo que fuese. Creando pequeñas elite acostumbradas a tomar y guardarse todo el poder, el conocimiento, de lo mejor de lo mejor solo para sí. Manteniendo en la mayor de las defecciones, pobrezas, ignorancia, de lo peor de lo peor a las inmensas mayorías, a fin de poder de ese modo en tenerlas sometidas a sí como sirvientes, súbditos, esclavos.
Cuando todos tuviéramos y tenemos el mismo origen y el mismo final en Vos. Pensándonos, queriéndonos y predestinándonos a todos en tu mismo Espíritu en nuestro espíritu en la misma situación de igualdad. Teniéndote solo a Vos, Dios y Señor nuestro, como nuestra única cabeza. Y por debajo nuestro a nadie. A nuestro igual lado, a todos. Varones y mujeres por igual.
¿Cómo fue que hicieras y sucediera esto? Vi y entendí fue la siguiente manera.
Te pido, Espíritu Santo Amado me sigas asistiendo e inspirando las palabras adecuadas para dar claramente cuenta de todo esto hasta el final. Amén.
Para poder verlo y entenderlo, y llegada esta hora poder hacérselos ver y entender de igual manera, me permitiste verte, Señor, como el más grande, todopoderoso y omnisapiente de todos los científicos. Como el científico por excelencia. Ya que si aquél árbol que decía la Biblia habías querido poner en el Paraíso, ordenándole a Adán y Eva poder comer de todos los demás menos de ese, era el árbol, fuente, Casa de Altos Estudios, de la Ciencia del bien y del mal, si era el árbol de la Ciencia, ello quería decir que si Vos eras el único que hasta allí podías comer y hacer uso del mismo, entonces eras y sos un Científico, haciendo uso de la misma terminología humana.
Como tal, y como todo científico acostumbra hacer en su laboratorio –si no, ¿de dónde le viniera al hombre aprender y hacer tales cosas sino de Vos mismo, y de haber comido o adquirido sin autorización de tu mismo poder y conocimiento científico?- en el trazado y consumación de dicho Plan Original de Creación habías dispuesto y destinado un lugar ubicado en la antepuerta del Reino de los Cielos propiamente dicho, llamado para nuestro conocimiento y entendimiento Paraíso, en donde pensaras, querías y predestinaras llevar a cabo dicho Plan hasta alcanzar su máxima plenitud final propuesta.
Tendiente a convertirnos de simples animales en seres Divinos por la dotación de tu mismo Espíritu en nuestro espíritu en el Espíritu Santo, por medio del cual quisieras y querías llevarnos a desarrollar y llegar a tener tu mismo justo y recto Juicio Divino de todas las cosas. De manera tal que con tu mismo recto Juicio llegáramos a ver y entender cuáles eran y serían para nuestro bien y cuales para nuestro mal.
El Plan consistía en crear seres que salidos de Vos, de tu mismo Espíritu, concebidos, por ende, por Vos, llegaran a ser tus Hijos e Hijas convertirnos de simples criaturas, animales, por ende, con todas las características instintivas de los mismos, en seres no divinos, sino Divinos, a tu imagen y semejanza Divina.
Hijos e Hijas en el compartir tu mismo Espíritu en el Espíritu Santo que llegados a la edad adulta te ayudaran a administrar todas tus infinitas Extensiones Celestiales.
Soplando tu Espíritu sobre el seno de la Madre tierra, haciéndola concebir, fecundar y dar a luz la más variada gama de diferentes tipos de especies animales. Entre ellas el hombre. Especies que dejaras, Padre, ir evolucionando libremente conforme los dictados de la Madre naturaleza dentro de sí. De entre todas ellas, viste y te agradó la rápida auto evolución de aquella que en lenguaje y comprensión humana denominamos hombre. Demostrando tener la suficientes capacidades y disponibilidades internas como para llegar a un estado de desarrollo y perfección corporal cada vez más elevado.
Viendo y entendiendo que si demostrando haber sido capaz de evolucionar materialmente sola hasta llegar a la más perfecta plenitud de su desarrollo corporal, de igual manera podría hacerlo espiritualmente si decidías convertirla a tu imagen y semejanza Divina dotándola de tu mismo Espíritu en el Espíritu Santo. Así, lo hiciste, diciéndoles a todos los demás Seres Divinos que existían junto a Vos Allí en aquel momento inicial: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza.” Nuestra, da cuenta de no haber estado ni estar solo sino de haber estado junto con otros Seres a tu lado. Quienes también entendieran son los que forman el Divino Tribunal, o el Tribunal Supremo al que también se hace mención en distintas partes de la Biblia.
Tomaste así al hombre. Que conteniendo inicialmente los dos sexos en uno, quisiste dividir en dos partes diferentes, perfecta y necesariamente complementarias, haciéndolo varón y mujer, para que en su mutua entrega y unión en el amor se multiplicaran y llenaran la tierra que a tal fin en el Paraíso quisieras darle. Confiriéndoles así ser co-creadores con Vos, colaborando y ayudándote en la creación de su propia descendencia.
“Y creó Dios al hombre a su imagen. A imagen de Dios lo creó. Macho y hembra los creó.” (Gén. 1, 27)
Partes, por ende, diferentes en sus atributos físicos y reproductivos, pero iguales espiritualmente en su condición entre sí y ante Vos, Señor y Dios nuestro. Imagen y semejanza en lo humano la una del otro y viceversa. Queridos convertir a tu imagen y semejanza Divina, por medio de la efusión de tu mismo Espíritu Divino en ambos en el Espíritu Santo.
Partes llamadas uno varón y la otra mujer. Es decir, Adán y Eva. Creando un ámbito propicio en el cual nada les faltase. Creándonos herbívoros. No carnívoros. Tanto al hombre como a las demás especies animales. Siendo por ello que al crearlos les dijera: “Yo les (les, hace referencia al varón y a la mujer por partes iguales; no a uno por sobre la otra) entrego, para que ustedes se alimenten, toda clase de hierbas, de semilla y toda clase de árboles frutales. A los animales salvajes, a las aves de los cielos y a cuanto ser viviente se mueve en la tierra, les doy para que coman pasto verde.” Y así fue.” (Gén. 1, 29-31)
“Dios los bendijo diciéndoles: “Sean fecundos y multiplíquense. Llenen la tierra y sométanla. Manden a los peces del mar, a las aves del cielo y a cuanto animal viva en la tierra.”
Que ambos sometieran a la tierra; y no así que una de esas dos partes sometiera a la otra; sino que unidos en un solo ser en Su mismo Espíritu sometieran a la tierra para que le obedeciera, por tener ambos Su mismo Espíritu Divino. El mismo Espíritu de Dios en el Espíritu Santo.
Con Su mismo Espíritu, con el Espíritu de Dios, habríamos de poder mandar, como Vos, Jesús Amado, hicieras, a los peces del mar, a las aves del cielo... mandando llamar a los peces, y éstos viniendo, en el momento en que le dijeras a Pedro y los demás compañeros de barca que habían estado toda la noche tratando de pescar y no pescaran nada. Viniendo y reuniéndose los peces en el lugar exacto que les indicaras, en donde ellos a su vez estuvieran tratando de pescar toda la noche y no pescaran nada, en tal número que al sacarlos tuvieran que pedir ayuda, rompiendo casi las redes.
Diciendo como Vos dijeras, Señor, que quien creyese en Vos, en tu palabra y la pusiera en práctica, habría de hacer las mismas cosas que Vos, e incluso cosas mayores. ¿Mayores que las que Vos hicieras, siendo como hasta aquí no ha existido ser humano sobre la tierra capaz de hacer lo mismo que Vos hicieras, cuanto más cosas mayores? Sin embargo. Sí. Mayores de las que Vos hicieras. Por haber de ser desde el Padre y el Hijo en el Espíritu Santo que se nos habrían de permitirlas hacer. ¿Por qué no lo hacemos entonces? Porque no le creemos, ni, por consiguiente, lo creemos. Siendo como es y será el Espíritu Santo en nosotros quienes las hace y hará y no así nosotros tan limitados humanamente como somos.
Y los hombres, en sus semejantes y a la vez distintas parejas humanas obedeciendo a nuestro Padre Celestial se hicieron fecundos y multiplicaron; sometiendo la tierra, mandando a sus peces, aves y animales. Y éstos obedeciéndoles. Obedeciendo al mismo sabio Espíritu de Dios en ellos.
Agradándote ir haciendo, Padre, cada vez nuevos grupos de hombres –varones y mujeres- iguales, pero de diferentes colores, rasgos, dimensiones...., llegando a formar comunidades sin estructura jerárquica de la más mínima índole, por estar todos en el mismo nivel de igualdad, teniéndote a Vos por única Cabeza en línea directa, por encima de todos.
Distintos grupos de hombres colocados en distintos espacios de dicho lugar original denominado Paraíso. Grupos que fueras creando unos primeros, otros después. Teniendo y respetando cada uno sus propios tiempos de maduración en el desarrollo de tu Espíritu Santo.
De manera tal que cuando la humanidad cayera en pecado, fuera de tu voluntad trazada hasta allí para ella, desviándose del Plan Original de Creación, no era, ni se trataba tan solo de un varón y una mujer solitarios. Sino de numerosos pueblos que poblaban ya la tierra que antes que aquí existía conjuntamente con el hombre también en el Paraíso.
Conforme a tu Plan Original de Creación, la estadía del hombre en ese lugar de formación y preparación para la vida eterna de los Seres Divinos hechos a tu imagen y semejanza Divina en el Espíritu Santo en el Reino de los Cielos propiamente dicho, llamado Paraíso, no era ni habría de ser eterno, sino temporal. En ese lugar el hombre estaba sometido al paso previo de un período de aprendizaje Divino semejante al que en lo humano se ve expuesto a pasar desde que nace hasta llegar a la edad adulta, pasando por los distintos niveles de instrucción formal de la escuela primaria, secundaria y terciaria o universitaria.
Es decir, el Hombre –en tanto varón y mujer-, la Humanidad, durante su estadía preliminar en el Paraíso se encontraba en un proceso de aprendizaje Divino. En un proceso, a lo largo del cual se le permitía ir adquiriendo un grado y nivel de santidad, perfección espiritual y rectitud de juicio semejante al Tuyo, Padre Amado.
Con el poder de tu mismo Espíritu dentro suyo, su espíritu ejercía sobre el mismo más fuerza que la razón y la materia. Tal como sucede en la levitación. Por ende, en el Paraíso el estado en el que el hombre se encontraba era un estado de santidad y perfección espiritual muy superior al que aquí ha podido llegar a encontrarse a lo largo de todo su paso por este lugar de desierto y destierro. En un estado semejante al que Vos, Jesús Amado, y Vos, María Santísima, llegaran a desarrollar en el Espíritu Santo durante su paso por este mundo.
En tal estado de santidad y perfección espiritual, de auténtico perfecto y fiel amor en Vos, Padre Amado, varón y mujer se unían, eran fecundos y se multiplicaran.
Razón por la cual, no obstante su condición de seres adultos en la materia, físicamente, espiritualmente eran tan puros, inocentes, dóciles y obedientes, tal y como los niños lo son. Siendo por ello, Señor Jesús, que nos llamaras a ser como niños. Como niños en el espíritu.
Amabas y te sentías profundamente complacido en el hombre, varón y mujer, Padre Amado, siendo con quien quisieras coronar en su pareja humana toda tu obra creadora. Todo tu Plan de Creación Original. ¡Ah, qué dichoso te sentías en su mutua contemplación, manifestación y entrega en el amor!
El Plan se iba cumpliendo perfectamente. Habiendo ya un gran número de hombres –varones y mujeres- que habiendo llegado en docilidad, humildad y obediencia a alcanzar tu misma santidad, perfección espiritual y rectitud de juicio como para saber discernir lo bueno de lo malo, quedándose solo con lo bueno y rechazando lo que juzgara malo para sí y para la convivencia de los Seres Divinos en el Reino de los Cielos, habían dado el paso de transfiguración final a tu imagen y semejanza Divina pasando de vivir en el Paraíso a vivir definitivamente de vida eterna en el Reino de los Cielos como Hijos e Hijas tuyos en el Espíritu Santo.
Durante todo ese proceso de aprendizaje Divino, el hombre –varón y mujer- era acompañado e instruido por sabios consejeros como lo eran otros seres espirituales denominados ángeles. Que a diferencia del hombre querido hacer como Hijos tuyos en el Espíritu Santo, eran servidores del Reino de los Cielos. Por ende, servidores de los hombres, al ser éstos pensados como Hijos del Altísimo, aunque aún no lo fueran. Habiéndolo de ser cuando terminaran de adquirir esa madurez en santidad, perfección espiritual y rectitud de Juicio Divino que los hiciera dignos de dejar el Paraíso para terminados de convertir a tu imagen y semejanza Divina pasar a reinar junto con Vos en el Reino de los Cielos propiamente dicho.
Ángeles, servidores del Reino de los Cielos, por ende de los hombres, que se encontraban bajo las ordenes de aquel habría de llegar a conocerse como Lucifer.
Espíritus celestiales que instruían a los hombres no desde fuera sino desde adentro mismo de su ser. Desde su corazón. Desde ahí tenían la misión Divina de hacer que el corazón humano llegara a ser como el mismo corazón de Dios. Con sus mismos sentimientos, pensamientos, querer y consecuente obrar.
Siendo, por ende, también desde allí desde donde muchos de dichos espíritus celestiales declarados en rebeldía con quienes los capitaneaba a la cabeza, urdieron y perpetraron la caída del corazón humano bajo su poder sembrando la cizaña en el mismo de que Vos, Padre Amado, no querías que comieran del árbol de la ciencia del bien y del mal porque no querías que llegaran a ser a tu imagen y semejanza Divina. Cuando de hecho, era lo único que querías desde que quisieras y decidieras hacerlo a tu imagen y semejanza.
(Continúa en la respuesta siguiente)
Los abrazo en Jesús y en María en el Espíritu Santo.
“Les propuso otro ejemplo: “El Reino de los Cielos es como un hombre que sembró buena semilla en su campo. Pero, cuando todos estaban durmiendo, vino su enemigo y sembró maleza en medio del trigo. Cuando el trigo estaba echando espigas, apareció la maleza. Entonces los trabajadores fueron a decirle al patrón: “Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo?; ¿de dónde, pues, viene esta maleza?”
Respondió el patrón: “Eso es obra de un enemigo.” Los obreros le preguntaron: “¿Quieres que la arranquemos?”
“No, dijo el patrón, no sea que al arrancar la maleza arranquen también el trigo. Dejen crecer juntos el trigo y la maleza. Cuando llegue el momento de la cosecha, yo diré a los segadores: Corten primero la maleza y en atados échenla al fuego, y después guarden el trigo en las bodegas.” (Mt. 13, 24-30)
Palabra de Dios
Vi y entendí que el campo era y es el corazón del hombre. Siendo en el corazón del hombre en donde se encuentra el secreto de todo. El secreto de nuestro origen, de nuestra razón de ser en este lugar del Abismo y de la Muerte, de nuestro destino y predestinación Divina en Vos Dios Uno y Trino en todos los hombres.
De manera tal que si quería poder llegar a saber en qué consistía tal secreto -aún medio como en lo oculto para toda la humanidad- tenía que saber hacer acallar todas las voces externas así como mi propia voz, más aún la voz del enemigo tratándome de amedrentar y paralizar con todo tipo de temores, amenazas, impedimentos, adversidades, rechazos, negativas…
... tanto desde la humanidad de los demás como desde la mía, cerrar los ojos externos, para a partir de allí, mucho más de lo que desde Ushuaia me sintiera llamada y llevada a hacer y ya estaba haciendo, dejar de viajar trasladándome físicamente de un lugar a otro, para entrar y sumergirme en el más profundo y extremo viaje de interiorización, introspectivo y retrospectivo, hacia lo más profundo de mi ser, hasta mi origen mismo en lo humano en este mundo desde mi alumbramiento, más aún desde mi concepción carnal en el vientre materno, para yendo aún más allá, mucho más allá,...
... uniéndome desde el punto de mi inicio embrionario en el vientre materno a toda la restante humanidad ir desde lo más profundo de mi ser siglo a siglo, milenio a milenio, millones y millones de años atrás en mi espíritu echa una con y en tu mismo Espíritu, Padre, Madre, Jesús Amado, en el Espíritu Santo, hasta llegar al origen mismo de nuestra creación y existencia primera en Vos en dicho lugar del Paraíso en el mismo Reino de los Cielos.
Así lo hice. Y todo esto fue lo que se me permitió seguir viendo y entendiendo cada vez con mayor claridad y certeza.
El primer momento a que esta parábola –comparación- se refiere, tuvo lugar en este origen mismo de la humanidad en el Reino de los Cielos del que fuera enviada a dar cuenta sucediera cuando la misma fuera puesta y vivía en el Paraíso. Tan cerca de Vos, Padre Amado, Madre, que no era necesaria la existencia de ningún tipo de intermediario entre Vos y cada uno de nosotros porque te podíamos ver, oír y hablar con Vos cara a cara. Pudiendo verte y conocerte tal como Eras y Sos.
Entendí así en relación a dicha parábola del trigo y la cizaña, lo siguiente. Que el trigo, habiendo sido y siendo el hombre mismo –en tanto varón y mujer- antes de la caída en tentación y pecado, durante el tiempo de ese primer tiempo de formación Divina tendiente a terminarlo convirtiendo en tu viva imagen y reflejo Divino en todos y cada uno de ellos en el Espíritu Santo, cuando llegases a su mayoría de edad en el Espíritu –así como un niño y una niña durante su camino de crecimiento y formación va aprendiendo a ser como sus padres, volviéndose de adulto por lo general un vivo reflejo de los mismos en todo su ser, más allá de sus propias particularidades-, era y son a su vez todas las virtudes que quisiste sembrar y sembraras, Padre y Madre, en un primer momento en el corazón tanto del varón como de la mujer simultáneamente y por igual al crearlos conjuntamente como, como uno solo como pareja humana, quisieras crearlos y los crearas.
Virtudes, dones espirituales, buenos espíritus procedentes de tu mismo Espíritu, queridos sembrar e ir desarrollando como formadores del corazón del hombre en el Espíritu Santo, tales como lo fueran y lo son la humildad, la docilidad, la obediencia, el amor, la alegría, la solidaridad, la templanza, la continencia, la prudencia, el entendimiento, la piedad, la paciencia, la tolerancia, la fortaleza espiritual....el santo temor de Vos, en cuanto no a tenerte miedo sino a saber respetar tu Persona y voluntad por sobre todas las cosas...
Virtudes que tenía que ir aprendiendo y desarrollando durante ese tiempo de transfiguración a tu imagen y semejanza. Gradualmente.
La maleza, o cizaña, pasara a ser en lo que terminara convirtiéndose el hombre –en tanto varón y mujer- luego de dejarse tentar y caer fuera de tu voluntad, por ende, fuera del grandilocuente Plan Original de Creación que tenías trazado para llevarlo a convertirse en un vivo y auténtico reflejo de tu mismo Ser en él y en ella. Como asimismo, la maleza o cizaña, viene a representar en nosotros a partir de allí, la ausencia de tales virtudes. Por ende, defectos, malos espíritus sembrados, enraizados y desarrollados en grado creciente en nuestro corazón a partir de la desobediencia inicial. Tales como la soberbia, el orgullo, la vanidad, el egoísmo, la envidia, la codicia, la impaciencia, la intolerancia, la incomprensión, la desesperanza, el desamor, el odio...
Malos espíritus que siendo también creados buenos en Vos terminaran convirtiéndose en malos dentro del corazón del hombre a causa de la intromisión de un espíritu enemigo de tu Reino Celestial querido apoderarse del mismo y terminando apoderándose de él –en tanto varón y mujer- por dos razones.
Primero, por necesitar de su cuerpo para co-morar con Vos dentro del mismo. Hasta terminar de desplazarte y desterrarte de su corazón para siempre, para entronarse a sí mismo dentro de él, entrando a gobernarlo y reinar de ahí en más teniendo todo el dominio de su voluntad en total contraposición a la Tuya dentro de sí, convirtiéndolo inconscientemente en su esclavo.
Siendo por ello y para ello que Vos, Jesús Amado, vinieras para hacernos tomar conciencia de su morada no fuera sino dentro de nosotros. Dentro del corazón del hombre. No solo de algunos hombres, sino de absolutamente todos los hombres por muy buenos y santos que nos creyéramos, o por los que nos tuviéramos conforme a nuestra caída o no en los conocidos pecados de la carne.
Fue así el corazón del hombre, por ende toda su persona la que en el origen cayó y quedó eternamente bajo el poder de Satanás y todos sus espíritus inmundos ingresados en él –en tanto varón y mujer. Siendo así en su corazón, nuestro corazón, en donde dicho enemigo del Reino de los Cielos –por consiguiente, también de todos nosotros por no ser del mismo sino de Vos, Padre y Madre Celestial, de quienes absolutamente todos saliéramos y somos- estableciera su trono y morada, ejerciendo todo imperio sobre la Creación desde el ejercerlo en primer lugar en y desde nosotros mismos.
Segundo, porque necesitaba formar su propio Reino, Gobierno, Imperio, en total contraposición al Suyo. Que siendo el Tuyo el de la Luz, el suyo habría de ser, sería y es el de las más densas tinieblas en y sobre nosotros. Tinieblas que interponiéndose desde entonces entre Vos y nosotros, entre tu Reino, Gobierno Celestial, en donde fuéramos concebidos, dado a luz y predestinados a ser tus Hijos e Hijas en el Espíritu Santo, pasaran a dominarlo todo en nuestro ser, oscureciéndonos y ofuscándonos la mirada, la audición, el entendimiento, por ende el verdadero conocimiento en Vos de todas las cosas.
Imperio de las tinieblas venido a establecer en este lugar del Abismo y de la Muerte. Pero como no podía imperar si no tenía siervos, súbditos, esclavos sobre quienes hacerlo, fuera que necesitara sacarnos de Vos a través de habernos sabido echado y hacer caer en el peor de los engaños y mentiras con respecto a Vos, tu querer para con nosotros, nuestra relación con Vos que al contrario de lo que el mismo nos hiciera creer no era de siervos –pasando a convertirnos solo en siervos bajo la caída por medio de tal engaño en su poder- sino de Hijos. De auténticos Hijos e Hijas Tuyos en el Espíritu Santo.
Tal fuera y es así que inspirado por el mismo Espíritu Santo de tu Espíritu en su espíritu, Señor, Pablo escribiera:
“Estimo que los sufrimientos de la vida presente no se pueden comparar con la Gloria que nos espera y que ha de manifestarse. Algo entretiene la inquietud del universo, y es la esperanza de que los hijos e hijas de Dios se muestren como son. Pues si la creación se ve obligada a no lograr algo duradero, esto no viene de ella misma, sino de aquel que le impuso este destino. Pero le queda la esperanza; porque el mundo creado también dejará de trabajar para que sea destruido, y compartirá la libertad y la gloria de los hijos de Dios.
Vemos que la creación entera gime y sufre dolores de parto. Y también nosotros, aunque ya tengamos el Espíritu como un anticipo de lo que hemos de recibir, gemimos en nuestro interior mientras esperamos nuestros derechos de hijos y la redención de nuestro cuerpo.
Estamos salvados, pero todo es esperanza. ¿Quieres ver lo que esperas’ Ya no sería esperar; porque, ¿pueden esperar lo que ya ves? Esperemos, pues, sin ver, y lo tendremos, si nos mantenemos firmes. Somos débiles, pero el Espíritu viene en nuestra ayuda. No sabemos cómo pedir ni qué pedir, peo el Espíritu lo pide por nosotros, sin palabras, como con gemidos. Y Aquel que penetra los secretos más íntimos entiende esas aspiraciones del Espíritu, pues el Espíritu quiere conseguir para los santos lo que es de Dios.” (Rom. 8, 18-27)
De manera tal que concebidos, dados a luz y predestinados como hijos e hijas de Dios, hijos e hijas de la Luz,arrebatados por dicho espíritu enemigo que dándonos vuelta todas las cosas, encegueciéndonos, ensordeciéndonos y endureciéndonos con el poder de la mentira que nos echara y le creyéramos, nuestro ser y ojo interior quedó a oscuras, en tinieblas. Pasando desde entonces a convertirnos en hijos e hijas de la mentira, de las tinieblas.
Habiendo habido quedado así por toda la eternidad, cayendo cada vez en sucesivas muertes hacia niveles más profundos de este infierno en el que en este lugar del Abismo y de la Muerte ya cayéramos y nos encontramos desde que dejáramos de tener la verdadera vida que en el principio teníamos junto a Vos, Padre Amado, de no haber sido por haber querido dejado toda tu Majestad y bienestar en el Reino de los Cielos, Amado nuestro Jesucristo, para venir en nuestra búsqueda y rescate para volvernos a ser hijos e hijas de la luz y de la verdad, dejando por ende de serlo de las tinieblas y de la mentira, devolviéndonos la vista y mirada interior de todas las cosas tenida incipientemente en el principio y perdida a causa de esa caída y total ceguera interior en la que desde allí quedáramos insumidos.
En búsqueda, rescate y reconquista de nuestro corazón extraviado.
“Entonces Jesús volvió a llamar al pueblo y les dijo. “Escúchenme todos y traten de entender. Ninguna cosa que entra en el hombre puede hacerlo impuro; lo que lo hace impuro es lo que sale de él. El que tenga oídos para oír, que oiga.”
Cuando Jesús se apartó de la gente y entró en casa, sus discípulos le preguntaron sobre lo que había dicho. Él les respondió: “¿Tampoco ustedes son capaces de entender? ¿No comprenden que nada de lo que entra en el hombre puede hacerlo impuro? Porque no entra en su corazón, sino en su estómago, y después sale de su cuerpo.”
Así Jesús declaraba que todos los elementos son puros.
Y luego explicaba: “Lo que sale del hombre, eso lo hace impuro, pues del corazón del hombre salen las malas intenciones: inmoralidad sexual, robos, asesinatos, infidelidad matrimonial, codicia, maldad, vida viciosa, envidia, injuria, orgullo y falta de sentido moral. Todas estas maldades salen de dentro y hacen impuro al hombre.” (Mc. 7, 14-23)
“Cuando un espíritu malo ha salido de un hombre, anda vagando por lugares secos, en busca de reposo. Y, como no encuentra este reposo, dice: Volveré a mi casa de donde salí. A su llegada, la encuentra barrida y ordenada. Entonces va y se junta con otros siete espíritus peores que él; luego vuelve, entra y se queda. Y el estado de este hombre llega a ser peor que el anterior.” (Lc. 11, 24-26)
“Al llegar a la orilla opuesta, a la tierra de Gadara, dos endemoniados salieron de entre unos sepulcros y vinieron a su encuentro. Eran hombres tan salvajes que nadie podía pasar por ese camino. Y se pusieron a gritar: “Hijo de Dios, ¿qué quieres con nosotros? ¿Viniste a atormentarnos antes de tiempo?”
Había por allí, a alguna distancia, una gran cantidad de cerdos que estaban pastando. Los demonios suplicaron a Jesús: “Si nos expulsas, mándanos a esta manada de cerdos.” Jesús les dijo: “Vayan”. Salieron, pues, y se metieron en los cerdos. Y sucedió que de repente toda la manada se lanzó al mar desde lo alto del acantilado y perecieron en las aguas.
Los cuidadores huyeron y fueron a la ciudad. Ahí contaron todo lo sucedido y también lo referente a los endemoniados. Entonces todos los habitantes vinieron al encuentro de Jesús y le rogaron que se fuera de su territorio.” (Mt. 8, 28-34)
“Le trajeron en ese momento un endemoniado ciego y mudo. Jesús lo sanó, de modo que pudo ver y hablar. Con esto, todo el pueblo quedó asombrado y preguntaban: “¿No será éste el hijo de David?” A lo que respondieron los fariseos: “Este echa los demonios por obra de Beelzebú, rey de los demonios.”
Jesús sabía lo que estaban pensando, y les dijo. “¿Todo reino dividido en dos bandos está perdido, y toda ciudad o familia dividida se viene abajo. Si fuera Satanás el que echa a Satanás, se haría la guerra a sí mismo, por lo tanto, ¿cómo podría durar su poder? Y si yo echo los demonios con el poder de Belcebú, los amigos de ustedes, ¿con qué poder los echan? Ellos apreciarán estos comentarios.
Pero si yo echo los demonios con el soplo del Espíritu de Dios, comprendan que el Reino de Dios ha llegado a ustedes.
¿Quién podrá entrar en la casa de un hombre valiente y robarle sus cosas, si primero no lo amarra? Solo entonces le podrán saquear la casa.
El que no está conmigo, está contra mí, y el que no recoge conmigo, desparrama.
Por eso yo les digo: “Se perdonará a los hombres cualquier palabra escandalosa que hayan dicho contra Dios. Pero las calumnias contra el Espíritu Santo no tendrán perdón.
El que insulte al Hijo del Hombre podrá ser perdonado; en cambio, el que insulte al Espíritu Santo no será perdonado, ni en este mundo, ni en el otro.” (Mt. 12, 22-32)
Apoderándose dicho espíritu enemigo del corazón, por ende, del cuerpo del hombre, constituyéndolo a partir de allí en morada de todos los espíritus –ángeles- que se rebelaran, Padre, contra tu Reino de la Luz, convertidos a partir de allí en demonios, todo hombre –varón y mujer- quedara desde entonces endemoniado. Es decir, poseído por dicho espíritu desviado de tu Plan Original. Todos quedamos poseídos por dichos malos espíritus. Por dichos demonios. Poderosamente dominados por los malos espíritus de la soberbia, avaricia, codicia, corrupción, orgullo, vanidad, envidia, egoísmo.... ya fuese que fuéramos conciente o no de poseerlos. Ya que por lo general es común y fácil verlos en los demás –vueltos hacia fuera y no hacía adentro como en nuestro atrofiado juicio desde entonces quedáramos- pero no en nosotros mismos. Cuando en verdad, no existe ser humano sobre la faz de la tierra que en mayor o menor grado no sea orgulloso, soberbio, codicioso….
Por consiguiente, todos los hombres pasáramos a quedar endemoniados. En algunos, tal posesión es más fuerte y evidente. Tal y como sucediera con el caso de los endemoniados de Gadara. Como así mismo en los que roban, matan, violan... En otros, en la gran mayoría –como en los miembros del Consejo Supremo Judío, con toda su públicamente acreditada religiosidad, que fueran quienes terminaran urdiendo tu caída, enjuiciamiento y muerte, Jesús Amado- logran pasar casi por desapercibidos, tras una mal entendida santidad... Poniéndose de manifiesto a través del hecho de poder llegar a creernos ser más importantes y mejores que los que roban, asesinan, se prostituyen físicamente...constituyéndonos en sus jueces...emitiendo todo tipo de severos juicios hacia ellos, cuando el peor de los robos, asesinatos y prostitución cometidos bajo dicho espíritu enemigo apoderado de nuestro corazón desde entonces es el de juzgar, condenar y dar muerte a los demás desde nuestros propio atrofiado juicio, impidiéndole alcanzar la salvación, no alcanzándola tampoco para nosotros mismos a causa de tales juicios, condenaciones y homicidios espirituales.
Si no fuera y de no haber sido por querer venir y porque vinieras Vos, Señor Jesús, para queriéndonos hacer ver esta realidad terminar expulsando por medio de tu palabra y sacrificio extremo de amor a dichos espíritus inmundos de nuestro corazón. Buscando volver a convertir nuestro corazón semejante al Tuyo en fidelidad, obediencia, amor, humildad y docilidad al saber volver a someter nuestra voluntad, gobernada desde entonces por dicho espíritu enemigo que nos llevara a rebelarnos contra Vos, Padre Eterno, junto con él, respecto de la única, gloriosa y excelsa Tuya para con todos nosotros. A fin de que a partir de allí reabriéndonos el camino de regreso hacia el Reino de los Cielos, enseñarnos a querer y saber hacer hasta el fin Tu voluntad y no la nuestra. Como, Vos, Señor Jesús, quisiste darnos ejemplo desde el huerto de Getsemaní. Para que también todos los hombres termináramos saber haciendo lo mismo que Vos hicieras.
Así, el hombre –varón y mujer- en el principio estaba en gloria a tu lado, Padre Celestial. Hasta que dicho espíritu declarado en rebelión contra Vos junto con toda una multitud de otros espíritus, nos llevara a rebelarnos y caer junto con él en este lugar del Abismo y de la Muerte. Lugar en donde pensara venir a establecer su propio reinado en total contraposición con el Tuyo. A total costa nuestra. A costa del hacernos caer en su poder. Por necesitar nuestro cuerpo para establecer en él su morada, sin el cual no habría de poder haber venido nunca a establecer aquí su reino. Así como necesitar también nuestra voluntad en oposición desde entonces a la Tuya. Para convertirnos en sus esclavos sobre los cuales establecer su imperio.
Haciéndole creer en nuestra inicial ignorancia, inconsciencia tenida respecto de la verdad por aquel inicial tiempo de que Vos no querías que comiéramos del árbol de la Ciencia del bien y del mal porque si comíamos habríamos de ser como Vos, no queriendo que fuéramos como Vos, Padre Amado. Cuando, la verdad era y es que desde el vamos no pensaras, quisieras y predestinaras otra cosa para nosotros que el que como dignos hijos e hijas Tuyas llegáramos a revestirnos por completo de tu misma Divinidad, Ser, Gloria, al llegar a nuestra edad adulta en el conocimiento de las cosas del Espíritu.
Instándonos de igual manera, a como cuando dejando de ser niños en este cuerpo mortal, al llegar a la pubertad y adolescencia, nos sentimos y vemos llevados a rebelarnos contra nuestros padres, adultos, así como contra todo el mundo conocido hasta el momento. Período de tiempo en nuestro crecimiento y evolución, en el que, desconociendo, siendo inconscientes de la verdad respecto de todas las cosas, sintiéndonos y dejándonos llevar por un fuerte dictado interior que nos llama a vivir nuestra vida a nuestra manera, dictarnos nuestras propias leyes, reglas, disposiciones, religión. Llegando a ver tantas leyes, reglas, disposiciones y religiones diferentes como seres humanos existimos sobre la faz de la tierra. Porque por más que formemos parte y nos dejemos guiar por una determinada religión popular, en el fondo terminamos conformando la misma de acuerdo a nuestra propia manera de pensar, sentir, ser, querer, obrar. Entendiendo estar bien que así sea. Pero teniéndote a Vos, Dios Uno y Trino, como cabeza y Señor de nuestra vida.
Tal es así que está igualmente escrito que en los últimos tiempos ya nadie tendrá que instruir respecto a tu conocimiento y querer a los demás. Por haber de ser Vos mismo quien en tu mismo Espíritu en nuestro espíritu en el Espíritu Santo vuelto a suscitar con tu venida Jesús Amado en nuestro corazón por sobre dicho espíritu enemigo apoderado desde el principio del mismo y por ende de nosotros, volverías y volverás a inspirarnos y hablarnos tu voluntad para con cada uno de nosotros directamente en nuestro corazón en espíritu y en verdad. Amén. ¡Gloria a Dios!
De igual manera sucediera con el hombre –varón y mujer- en aquel principio de nuestro origen en Vos, Padre Celestial. Siendo aún como niños en las cosas del Espíritu, por consiguiente seres aún inconscientes con respecto a la verdad, creyendo y confiando más en un espíritu enemigo hablándonos en total contrasentido a lo que Vos nos decías, nos dejáramos engañar y llevar por el mismo para terminar quedando sometidos desde entonces a su querer por sobre el Tuyo en nuestro querer, manera de ver, oír, entender, pensar, sentir y ser.
Rebelión que finalmente terminara viendo y entendiendo fuera producida y llevada a cabo simultáneamente en el corazón tanto del varón como de la mujer. No siendo ni Eva ni Adán el primero que se dejara tentar, por ende, llevar a su perdición al otro, y a toda la restante humanidad y creación consigo, sino que fueran juntos que lo hicieran. Dándose mutuamente a beber de dicho conocimiento aún prohibido, luego de consentir y convenir terminar oponiéndose a tu voluntad para ir y comer del poder y conocimiento del bien y del mal que aún nos era inaccesible por no encontrarnos preparados espiritualmente como para recibirlo sin que con ello a causa de tal desobediencia no nos terminara causando la muerte del Reino de los Cielos. Tal y como terminara causándonosla.
Siendo aún como éramos en la conversión a tu misma imagen y semejanza Divina en el Espíritu Santo como un producto no acabado. Por no haber terminado de realizar aún el proceso de formación Divina en el Espíritu Santo dentro del que en el Paraíso nos encontrábamos insumidos. De modo que el tomar posesión de dicho poder y conocimiento Divino cuando aún no estábamos totalmente preparados como para poder hacerlo sin que ello nos ocasionara la muerte, en vez de ser algo que nos hiciera ver, oír y entender como dicho espíritu enemigo nos dijera sucedería si oponiéndonos a tu manifiesta voluntad, Padre, comíamos del mismo no cuando Vos nos dijeras sino cuando así nos viniera en ganas querer hacerlo para que de ese modo ya no hubiera nadie que nos gobernara diciéndonos qué pensar, sentir, querer, hacer, cómo ser, recibir todo el impacto de tanto poder y conocimiento Divino de golpe, quitándonos la vista y mirada interior que en el espíritu teníamos, nos terminara dejando más ciegos que un topo y más sordos que una tapía con respecto a la verdad de todas las cosas. Entrando a vivir desde entonces en el mayor de los engaños y mentiras. Vueltos ciegos, sordos y duros de corazón y entendimiento.
Por eso, viniste también, Señor. Para hacer ver a los ciegos, hacer oír a los sordos, hacer andar a los paralíticos, hacer hablar a los mudos, liberar a los cautivos y oprimidos...no físicamente, sino espiritualmente. Para darnos a conocer la verdad. La verdad respecto a nuestro origen, razón de ser en este lugar del Abismo y de la Muerte y predestinación Divina en Vos en el Espíritu Santo. La verdad que habría de terminar de hacernos verdaderamente libres. No exteriormente sino interiormente. Espiritualmente. Porque mientras tengamos y tenemos que permanecer en este lugar del Abismo y de la Muerte al que dicho espíritu enemigo lograra traernos encadenados a sí, tendremos que seguir estando sometidos a las layes, criterios, disposiciones establecidas por el enemigo, para este transitorio lugar de expiación y reparación de nuestro pecado original, desde lo más oculto de nuestro mismo corazón y voluntad.
Siempre y cuando las mismas no se opongan en todo o en algo a tu Ley Celestial del amor, perdón y justicia Divina imperante en el mismo Reino de los Cielos para todos sus habitantes, como para los que por cualquiera sea la causa se hayan tenido que ver obligados a inmigrar, por propia voluntad o destierro fuera del mismo. Ley Superior vuelta a restaurar junto con el Reino de los Cielos en nuestro corazón por sobre la ley de dicho espíritu enemigo impuesta hasta el momento dentro nuestro. Convertidos en Vos, Cristo Amado, en el Espíritu Santo, nuevamente en ciudadanos del infinito, del Reino Celestial por más que aún tengamos que seguir viviendo y padeciendo bajo el rigor de las leyes y disposiciones establecidas sobre nosotros en este lugar extranjero.
Porque con comer de dicho árbol, podría decirse que solo lográramos hacer que se abrieran nuestros ojos y oídos materiales. Cerrándose y quedando totalmente atrofiados, ciego y sordo, nuestro ojo y oído interior, espiritual, abierto, y por medio del cual se nos permitía estar en directa comunicación con Vos, Padre, desde que quisieras convertirnos a tu imagen y semejanza, abriéndonos interiormente a llegar a tener tu misma visión, audición, entendimiento y juicio de todas las cosas.
Siendo como era y es que solo los ojos y oídos espirituales y no los biológicos los que nos permitían y nos permiten poder llegar a alcanzar el verdadero conocimiento en Dios de todas las cosas. De las del cielo y de las de la tierra.
Se cerraron nuestros ojos y oídos espirituales que no tenían maldad ni malicia. Y se abrieron nuestros ojos y oídos físicos llenos de maldad y de malicia. Debido a lo cual al dejar de ver con la pureza de los ojos del espíritu en el Espíritu Santo y comenzar a ver con la impureza de los ojos de la carne, al descubrir de pronto que estábamos desnudos buscáramos desde entonces cómo cubrir nuestra desnudez, echándonos todo tipo de pesadas vestimentas encima tratando de impedir que se vieran todos nuestros defectos, deficiencia, maldad.
Y víctimas del engaño y la mentira, con la plena introducción y establecimiento del gobierno de dicho espíritu engañador y mentiroso que nos llevara a apartarnos del grandioso Plan Celestial que tenías para nosotros en Vos, con Vos, por Vos y para Vos, Padre Eterno, quedamos convertidos desde entonces en seres propensos a engañar y mentir. Así de engañador y mentiroso como era y es el padre del engaño y la mentira que nos diera muerte de la vida y verdad que en aquel inicio teníamos y en la que estábamos y ya comenzábamos a descubrir en toda su plenitud en tu mismo Espíritu en el Reino de los Cielos , trayéndonos cautivos a aquí como sus hijos e hijas frutos del engaño y mentira en la que nos hiciera caer y tener desde entonces.
Volviéndonos engañadores y mentirosos desde entonces. Por mucho que en todo tiempo amaramos, buscáramos y creyéramos estar en la verdad. Pero enamorados de la verdad. La cual también todos, quien más quien menos, tratáramos y tratamos de descubrir y abrazar a como diera y dé a lugar. ¿Ello, por qué? Porque, al igual que la felicidad, en el principio estábamos y vivíamos en la única y más absoluta de las verdades que eras y sos solo Vos, Dios Padre Todopoderoso, Señor Jesús, en el Espíritu Santo. Verdad que habiendo comenzado a conocerla, acariciarla e incorporarla plenamente en nuestro ser por el Espíritu Santo, desde entonces, buscamos fervientemente volver a dar con ella, no obstante saber estar en todo o en algo en la mentira, temiendo terminar viéndonos siempre engañados creyendo estar en la verdad.
“Pues yo, hermanos, cuando fui a ustedes para darles a conocer el proyecto misterioso de Dios, no llegué con oratoria ni grandes teorías. Con ustedes decidí no conocer más que a Jesús, el Mesías, y un Mesías crucificado. Yo mismo me sentí débil ante ustedes, tímido y tembloroso. Mis palabras y mi mensaje no contaron con los recursos de la oratoria, sino con manifestaciones de espíritu y poder, par que su fe se apoyara no en sabiduría humana, sino en el poder de Dios.
Es verdad que con los perfectos hablamos de sabiduría, pero es una sabiduría que no procede de este mundo ni de sus cabezas, ya que han sido eliminados. Enseñamos el misterio de la sabiduría divina, el plan secreto que estableció Dios desde el principio para llevarnos a la gloria.
Esta sabiduría no fue conocida por ninguna de las cabezas de este mundo, pues de haberla conocido, no habrían crucificado al Señor de la Gloria. Recuerden la Escritura: Ni ojo vio, ni oído oyó, ni por mente humana han pasado las cosas que Dios ha preparado para los que lo aman. Pero a nosotros nos lo reveló Dios por medio de su Espíritu, pues el Espíritu escudriña todo, hasta las profundidades de Dios.
En efecto, nadie nos conoce como nuestro espíritu, porque está en nosotros. De igual modo, sólo el Espíritu de Dios conoce las cosas de Dios. Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios, y por el entendemos lo que Dios nos ha regalado. Hablamos, pues, de esto, no con los términos de la sabiduría humana, sino con los que nos enseña el Espíritu, expresando realidades espirituales para quienes son espirituales.
El que se queda a nivel de la psicología no acepta las cosas del Espíritu. Para él son tonterías y no las puede apreciar, pues se necesita una experiencia espiritual. En cambio, el hombre espiritual lo juzga todo, y a él nadie lo puede juzgar. ¿Quién ha conocido la forma de pensar del Señor y puede aconsejarle? Y precisamente nosotros tenemos la forma de pensar de Cristo.” (1 Cor. 2)
(Continúa en la respuesta siguiente)
Los abrazo en Jesús y en María en el Espíritu Santo.
“Una rama saldrá del tronco de Jesé, un brote surgirá
de sus raíces. Sobre él reposará el Espíritu de Yavé,
espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de
prudencia y valentía, espíritu para conocer a Yavé, y
para respetarlo, y para gobernar según a sus
preceptos.
No juzgará por las apariencias ni se decidirá por lo
que se dice, sino que hará justicia a los débiles y
dictará sentencias justas a favor del pobre.
Su palabra derribará al opresor, el soplo de sus
labios matará al malvado. Tendrá como cinturón la
justicia, y la lealtad será el ceñidor de sus caderas.
El lobo habitará con el cordero, el puma se acostará
junto al cabrito, el ternero comerá al lado del león y
un niño chiquito los cuidará.
La vaca y el oso pastarán en compañía y sus crías
reposarán juntas. Pues el león también comerá pasto,
igual que el buey.
El niño de pecho pisará el hoyo de la víbora, y sobre
la cueva de la culebra el pequeñuelo colocará su mano.
No conocerán el mal, ni dañarán a su prójimo en todo
mi Cerro santo, pues, como llenan las aguas el mar, se
llenará la tierra del conocimiento de Yavé. (Is. 11,
1-9)
Vi y entendí que siendo así como era en el principio, en el Paraíso, antes de nuestra salida fuera de tu voluntad y glorioso Plan Original trazado para con todos nosotros, Padre, así querías y quieres que vuelva a hacer al terminar de retomarse el Plan Original en el mismo punto en que se viera interrumpido, malogrado y suspendido por nuestra caída, por medio de la total consumación del Plan de Salvación querido terminar de llevar a su término, entendiera y entendiendo, en esta última hora.
Así era como lo concibieras, quisieras y predestinaras. Todos convivíamos en la más absoluta paz, armonía y perfecta justicia. La Humanidad con toda la restante Creación animal y vegetal. No existía la maldad. Ni siquiera los animales, como el oso y el león, eran ni serán carnívoros, sino herbívoros. Tal y como en el principio lo pensaras, querías y predestinaras, Padre, que fuera. Conviviendo y respirando todos de tu mismo Espíritu.
Hasta que un espíritu enemigo suscitado en la mayoría de los miembros de tu Ejército de seres celestiales, llevándolos a ambicionar hacer uso del poder y conocimiento que quisieras conferirles para servirte y servirnos en el camino de nuestra formación y transformación a tu imagen y semejanza Divina como hijos de hijas muy amados en los que depositar toda tu confianza, lo perturbara y desarmonizara todo, suscitando la injusticia, desigualdad y enemistad entre todo y todos.
En primer lugar el hombre –varón y mujer- constituido por tres partes: espíritu, razón y carne, se encontraba en la más perfecta paz, justicia, armonía interior. La fuerza de su espíritu salido de tu mismo Espíritu en el Espíritu Santo, Padre, predominaba sobre la razón y la carne. Partes estas últimas que estaban sometidas y supeditas a tu Espíritu en nuestro espíritu.
Estando en paz, amor y armonía con nosotros mismos, estábamos en paz, amor y armonía con la pareja que te agradara darnos, con los demás seres humanos, con la restante creación. Por ende, con Vos, Padre. Más bien, estando en perfecta paz y amor con Vos, estábamos en perfecta paz y amor con nosotros mismos. Por ende, con nuestra pareja, con los demás hombres, con la restante creación. Siendo justos, haciendo justo uso y administración de todas las cosas.
Hasta que dicho espíritu enemigo logró entrar y suscitar en nuestro corazón un mayor poder de la carne por sobre nuestro, si bien, fuerte espíritu e inteligencia, por ser en Vos que estábamos cimentados, aún por aquel entonces incipiente. Encadenándonos y dejándonos recluidos en nuestro propio espíritu en Vos, Padre Eterno, en las celdas más profundas y oscuras de nuestro ser interior.
Manteniéndonos adormecidos y desmemoriados bajo tal estado de amnesia que, imposible nos hubiera sido volver a recordar de donde somos y procedemos, por ende, a dónde estábamos llamado a volver en todo nuestro conjunto, de no haber venido, Vos, Jesús Amado, para volver a despertar y liberarnos de tal prisión, sueño, ceguera, sordera, parálisis y mudez interior al contacto nuevamente del soplo y llamado de tu Espíritu a nuestro espíritu en el Espíritu Santo.
Pero, hasta el tiempo previo a tu venida, y nueva suscitación de tu mismo Espíritu en nuestro espíritu en el Espíritu Santo llamándonos y llevándonos a despertar, ver, oír, entender, ponernos de pie y en marcha, convergiendo nuestros pasos –con versión- de vuelta hacia tu Casa y Patria Celestial, Padre, Jesús Amado, roto, como quedara todo roto tanto dentro como fuera de nosotros, nuestro espíritu, nuestra razón y nuestra carne, tanto dentro de nosotros como fuera, se mantuvieran en un estado de continua y mortal confrontación. La fe contra la razón y la carne; la razón contra la fe y la carne; la carne contra la fe y la razón.
Cuando éramos y somos la conjunción y resultado de esas tres partes constitutivas. Pudiendo llegar solo a la plenitud de nuestra realización, cuando nuestras tres partes constituyentes volvieran a llegar a la mutua comprensión y más perfecto entendimiento. Sabiendo y reconociendo que no solo somos espíritu, ni solo razón, ni solo carne. Sino espíritu, razón y carne. El resultado de la sumatoria perfecta de esas tres integrales de nuestro ser.
Para a partir de la restitución de nuestra unidad interior perdida en nuestro origen a causa de nuestra caída bajo el poder de dicho enemigo que lo enemistara todo tanto dentro como fuera de nosotros, en y entre nosotros, poder solo entonces llegar a la unidad exterior con nuestra pareja, con los demás hombres, con la restante creación. Con Vos, Padre, Madre, Jesús Amado, en el Espíritu Santo. Habiendo de ser solo entonces que podremos llegar a sentirnos y saber estar nuevamente en la más perfecta y eterna unidad con Vos.
“La serpiente era la más astuta de todos los animales del campo que Yavé había hecho, y dijo a la mujer. “¿Es cierto que Dios les ha dicho: No coman de ninguno de los árboles del jardín?” La mujer respondió: “Podemos comer de los frutos de los árboles del jardín, menos del fruto del árbol que está en medio del jardín, pues Dios nos ha dicho: No coman de él ni lo toquen siquiera, porque si lo hacen morirán.”
La serpiente replicó: “De ninguna manera morirán. Es que Dios sabe muy bien que el día en que coman de él, se les abrirán a ustedes los ojos y serán como dioses y conocerán el bien y el mal.”
La mujer vio que el árbol era apetitoso, que atraía la vista y que era muy bueno para alcanzar la sabiduría. Tomó de su fruto y comió y se lo pasó en seguida a su marido, que andaba con ella, quien también lo comió.
Entonces se les abrieron los ojos y se dieron cuenta de que estaban desnudos, y se hicieron unos taparrabos cosiendo unas hojas de higuera.
Oyeron después los pasos de Yavé que se paseaba por el jardín, a la hora de la brisa de la tarde. El hombre y su mujer se escondieron, para que Dios no los viera, entre los árboles del jardín. Yavé Dios llamó al hombre y le dijo: “¿Dónde estás?” Este contestó: “Oí tu voz en el jardín y tuve miedo, porque estoy desnudo, por eso me escondí.” Yavé replicó: “¿Quién te ha hecho ver que estabas desnudo? ¿Has comido acaso del árbol que te he prohibí?” El hombre respondió: “La mujer que me diste por compañera me dio del árbol y comí.”
Yavé dijo a la mujer: “¿Qué es lo que has hecho?”, y la mujer respondió: “La serpiente me ha engañado y comí.” (Gén. 3, 1-13)
Conforme a lo que veía pasaba en el mundo en la relación entre el varón y la mujer, comprendí que en el principio no todo sucediera como este cuento relatado de generación en generación entre los hombres lo contara y cuenta. Sino que ello fuera simplemente una idea de lo que en realidad sucediera.
Porque así como en toda relación de pareja antes de comenzar una relación existe un mutuo acuerdo y mutuo consentimiento –a la luz de cómo viera y entendiera se fuera originando, creciendo y alimentando nuestro amor, Daniel, en nuestros mutuos corazones; aún incluso sin que nunca hubiéramos llegado a hablar directamente de ello- vi y entendí que también en aquel comienzo se tratara de un mutuo llamado, tentación, seducción y consentimiento a caer juntos en comer o beber –fuese de lo que la adquisición de tal conocimiento científico se tratase- del árbol de la Ciencia del bien y del mal que aún les estaba prohibido.
De modo que, si bien todo el peso de la culpa del pecado cometido fuera en aquel origen de dicho espíritu enemigo –por ser el único consciente del mal que planificara llevar a cabo, conociendo perfectamente cuáles habrían de ser sus más letales consecuencias-, ignorantes e inconscientes como aún éramos en el Espíritu por aquel tiempo de todas las cosas, de nuestros actos y sus fatales consecuencias –tal como un niño y una niña pequeño que advertidos de no meter los dedos en el enchufe, metiendolos igual terminan muriendo electrocutados en su gran ignorancia e inconsciencia de todas las cosas, sin siquiera llegarse a dar cuenta de lo que hicieran- respecto de la tentación y consentimiento en la perpetración del mismo si hubo culpa –que sin duda la hubo- fue por partes iguales. Por partes iguales del varón y la mujer.
Como consecuencia de lo cual, ambos tuvieron que comparecer ante el Tribunal Supremo –del que se hace también mención en otros pasajes bíblicos-.
Viéndose sometidos, por ende, a tener que pasar por un juicio preliminar. Juicio, que aún por aquel tiempo no fuera el Juicio final, a causa de la ignorancia e inconsciencia en la que por aquel entonces ambos se encontraran, cayendo víctimas del peor de los engaños y mentiras. Juicio, que no habría de ser aún por aquel tiempo el Juicio final.
El Juicio definitivo que habría de dictarse sobre ambos y toda su descendencia en la Humanidad entera, hasta tanto el hombre, no solo en tanto varón, sino también en tanto mujer, llegara a tomar y tener pleno y justo conocimiento y conciencia en el Espíritu Santo respecto de la verdad de todas las cosas; tanto de las celestiales como de las terrenales.
Tiempo que quisieras llevarme a ver y entender llegara a su término para el varón hacía 2000 años con tu venida, Señor nuestro Jesucristo, revelándole en los apóstoles y sus sucesores todo cuanto hasta allí si bien en toda su plenitud aún a medias quisieras revelarles respecto de este Plan de Salvación.
Siendo ahora, cuando quisieras y quieres llegue también a su término para la mujer, también por Vos mismo en el Espíritu Santo a través de todo esto cuanto de tu Espíritu a mi espíritu en el Espíritu Santo quisieras terminarme de revelar respecto a la mitad de la verdad que aún permanecía oculta.
Para que a mi vez se las diera a conocer en primer lugar a dichos varones. A dichos apóstoles. Como sos testigo, Daniel amado, que fuera exactamente eso lo que durante estos últimos cinco años tratara de hacer e hiciera, dando a conocer todo esto a medida como lo iba concibiendo y dando a luz en primer lugar a todos ustedes los sacerdotes, el clero de la Iglesia Católica, principalmente por tu medio. Tal y como viera y entendiera, Vos, Señor Jesús, me mandaras en primer lugar dárselos a saber a todos ellos.
Para en esta hora final, dárselos igualmente a conocer a todos ustedes hermanos y hermanas en Cristo en el Espíritu Santo en el mundo entero. Tal y como por medio de estos foros estoy haciendo en el Espíritu Santo.
Siendo así como viera y entendiera que el tiempo durante el cual dicho Juicio definitivo –respecto del destino último de la Humanidad- fuera pospuesto en aquel principio a causa de su aún ignorancia e inconsciencia de la verdad respecto de todas las cosas, hasta que en todo su conjunto, en tanto varón y mujer, llegara a alcanzar justo conocimiento y conciencia de la misma, estaba llegando ya a su fin. Estando ya aquí y ahora.
Porque así como no se puede condenar a muerte a un niño por grave que sea el mal que llegara a cometer –en primer instancia contra sí mismo, como todo mal que se realiza siempre es; en segunda instancia contra los demás- por no saber, por no tener ni idea de lo que hace y ha hecho, Vos, Padre Celestial, juzgaste no poder condenar aún a muerte eterna al hombre –al varón y a la mujer-, a la humanidad, por la terrible gravedad del mal cometido, porque cuando hicieron lo que hicieron, creyendo saber qué era lo que hacían, no tenían ni la más remota idea del terrible mal que se estaban causando, haciendo caer sobre sí y sobre toda la restante Creación existente junto con él, con ella, en aquel origen en el Paraíso.
No, al menos, hasta tanto, no haberle permitido primero poder llegar de cualquier manera –no obstante haber dejado malogrado el Plan Original- por medio de la implementación de un nuevo Plan –el Plan de Salvación- a la madurez en el espíritu por obra y gracia nuevamente del Espíritu Santo.
De manera tal que llegando a tener cabal conocimiento y justa conciencia de todas las cosas, pudiendo ya ver, entender y juzgar por sí mismo lo que era bueno y lo que era malo para sí mismo y para los demás, terminara entonces sí, sabiendo ya lo que hacía, optando y decidiendo cuál quería que fuese su destino último cumplido el tiempo de tu gran misericordia Divina, Padre, a la espera de su final total conversión en tu viva imagen y semejanza o final total conversión en mortal imagen y semejanza de dicho espíritu enemigo que en el principio lograra hacerle caer en esta primer muerte en el espíritu.
Siendo por ende, todos llamados a la vida eterna. Pero, en definitiva, solo una parte la elegida para volver a ascender y entrar definitivamente en la misma en el Espíritu Santo. Elección no proveniente de Vos, sino de la decisión final que cada varón y mujer supiera terminar tomando respecto al destino último querido para sí: el de la vida eterna en el Reino de los Cielos junto a Vos, o el de la muerte eterna en el Infierno, también propiamente dicho, junto a Satanás y su imperio de las tinieblas.
Siendo de este modo que aquel primer varón y aquella primera mujer –no que existieran sino que pecaran saliéndose de la observancia y cumplimiento de tu manifiesta voluntad para con ambos- comparecieran ante dicho juicio preliminar. Dándoseles a ambos la oportunidad de dar su propio testimonio de lo ocurrido, presentando su propia y conjunta defensa.
Viendo y entendiendo que en aquel momento y juicio inicial ninguno de los dos dijera la total verdad de los hechos. De cómo fuera que en verdad acontecieran los hechos.
Sino, que por el contrario, habiendo caído presos ya bajo el engaño y la mentira en la que dicho espíritu enemigo lograra desde entonces hacerlos caer y dejarlos cautivos bajo su mortal tergiversador, enceguecedor y mortal poder, en el careo mantenido ante el Tribunal Supremo, ambos mintieran.
Y lo más grave del caso, no solo mintieran, sin que trataran de engañarte a Vos, Padre, con su falso testimonio al mentir respecto de lo que realmente sucediera. Cuando sin necesidad de que ellos te dijeran nada, desde mucho antes de haberlo cometido, desde la misma concepción y trazado previo del Plan Original, sabías perfectamente bien lo que había sucedido.
Queriendo solo con el hacerlos comparecer ante tal Tribunal Divino, que ambos dijeran la verdad por sobre la mentira.
Como cuando en los hechos humanos se comete una falta grave que afecta la convivencia de los demás miembros de la sociedad. Y quienes son acusados de la misma deben enfrentar un juicio ante un juez y un jurado, sabiendo ser culpables trataran de salvar su vida declarándose engañosamente inocentes.
El primero en ser llamado a declarar, presentar testimonio y defensa de su propia causa ante Vos, Padre, y todos los restantes Seres Divinos integrantes de aquel Tribunal Supremo, fue el varón.
Quien, en lugar de asumir y reconocer ante todos su parte de culpa, pensando en sí mismo y salvarse el solo de lo que sabía le habría de sobrevenir si era encontrado culpable –esto es, la expulsión y destierro el Reino de los Cielos para ser enviado a cumplir condena allende los límites del mismo- queriendo sacarse toda la culpa de encima –incluso la parte de culpa que por partes iguales le correspondía; más aún en su caso, por ser lo suficientemente inteligente, e incluso como siempre soliera decirse y difundirse, ser más inteligente que la mujer- le echó toda la culpa a la mujer.
La segunda en comparecer fue la mujer. Quien, también por su parte, en vez de decir toda la verdad mintiera y tratara de engañarte, Padre, tratando de quitarse toda la culpa de encima que el varón le echara, no devolviéndosela al mismo por amarlo como lo amaba, no querer contradecirlo, desacreditarlo, ni ser separada de él, sino echándosela a la creación, Padre, que les dieras. Particularmente a la serpiente. Quien no teniendo voz como para defenderse no pudiera decir nada.
De ese modo, viera y entendiera, fueron ellos mismos, Adán y Eva, quienes conforme al relato presentado de los hechos determinaron la sentencia que terminaría y terminara recayendo sobre las tres partes. Limitándose el Tribunal Supremo solo a escuchar y tomar nota de tales testimonios y defensas en el Libro de la Vida. Aceptando como cierto –no obstante saber no serlo- el testimonio y defensa presentado por las partes. Recayendo y teniendo que cargar desde entonces la mujer con la parte de culpa correspondiente al varón. Por su propia aceptación de los hechos tal y como el varón lo manifestara. Y sobre la serpiente, la parte de culpa de la mujer. Por no poder la misma auto defenderse.
Habiendo de quedar asentadas así como verdaderas las cosas. Hasta tanto, tanto el varón, en un primer momento, como la mujer, en un segundo momento, sabiendo ver, entender, juzgar y discernir con sabiduría finalmente la verdad de la mentira, el bien del mal, la terminaran haciendo aflorar e imponiendo a costa de su propia vida.
Es decir no tratando de sacarse de encima todo el mal que por tener que pasar por dicha instancia judicial tuviera o pudiera sobrevenirles. Sino, como auténticos Hijos e Hijas de Dios en el Hijo y en la Hija en el Espíritu Santo, a costa de su propia credibilidad, consideración, fama, prestigio, bienestar, incluso de su propia vida, a total diferencia de lo que aquel primer varón y aquella primera mujer que se salieran de tu voluntad, Padre Santo, hicieran, saber aceptar y asumir conciente, valiente y con total amor primero a tu voluntad que a la de la propia y de los hombres, las consecuencias del juicio ante el cual fueran llevados a comparecer nuevamente de parte del Maligno en esta tierra de destierro.
Ya no ante el Tribunal Supremo del Reino de los Cielos, sino ante los tribunales humanos establecidos por él mismo –como si fuera de Dios- en este mundo, por medio de la humanidad rebelada del Reino de los Cielos en este mundo.
Siendo Satanás y sus fuerzas oscuras, por ende, quien desde aquella primera caída fuera de tu voluntad y Plan para con todos ellos, quien llevara a acusar a los hombres ante Vos, Padre Santo, con todo tipo de trampas y faltas en las que desde entonces lograra hacerlos caer y tener que comparecer, por ende, ante el Tribunal Celestial y el tribunal de los hombres para presentar su propia defensa, llevándolos a la perdición y muerte continua junto consigo. A fin de que fuera cada vez mayor el número de los que quedando totalmente excluidos del Reino de los Cielos pasaran a servirle eternamente en su reino de las tinieblas. En aquel lugar conocido hasta aquí como Infierno, propiamente dicho, en total contraposición con el Cielo del que procedemos y adónde en todo nuestro conjunto, Humanidad y Creación entera, estamos llamados a volver y vivir eternamente en Vos, con Vos, por Vos y para Vos, Padre Santo.
“Oí entonces una fuerte voz en el cielo que decía:
“Por fin ha llegado la salvación,
el poder y el reinado de nuestro Dios,
y la soberanía de su Ungido.
Pues echaron al acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba día y noche ante nuestro Dios.
Ellos lo vencieron con la sangre del Cordero,
con su palabra y con su testimonio,
pues hablaron sin tener miedo de la muerte.
Por eso, alégrense, cielos
y los que habitan en ellos.
Pero, ¡ay de la tierra y del mar!,
Porque el Diablo ha bajado donde ustedes
Y grande es su furor,
al saber que le queda poco tiempo.”
(Apoc. 12, 10-12)
Siendo el mismo quien desde aquella primera caída y pecado llevara y lleva a compadecer a los hombres ante el tribunal Celestial, desde el llevarlos a comparecer ante los tribunales establecidos por él mismo en este mundo como si fueran realmente tribunales establecidos y queridos por Vos, Padre, cuando nada más lejos de la verdad.
Por ello, era y habría de ser necesario que un nuevo varón y un nueva mujer terminados de convertir de cualquier manera en tu viva imagen y semejanza, Padre y Madre, en el Espíritu Santo, desde aquí mismo en la tierra, más bien en este lugar del Abismo y de la Muerte, en el que desde entonces lograra hacer caer y quedar rea de juicio y muerte a toda la Humanidad, como quien está recluido en una prisión a la espera de su liberación o dictado de la sentencia definitiva de parte de las autoridades que tienen y tendrán en sus manos tal decisión final, liberaran a todo varón y a toda mujer, a toda la Humanidad y a toda la Creación, de tal sometimiento judicial tomando y cargando sobre sí mismos, de una vez por todas dicho juicio, asumiendo libre, conciente, voluntaria y enamorados de tu voluntad y del Reino de los Cielos por sobre la propia y este mundo toda culpa echa caer sobre el hombre –en tanto varón y mujer.
Cualquiera fuera la cosa con la que el mismo quisiera y pudiera llegar a acusarlos. Por muy grave que dicha acusación tramada sobre los mismos fuera, Así se tratase de violación de todos los mandamientos que habrían de guiar y guiasen la relación entre los hombres basados en el amor y el perdón, en virtud de lo cual tuvieran que terminar siendo visto, tratados, enjuiciados y condenados a muerte de parte del mismo como si fueran unos malditos. Cuando en verdad, no lo eran ni lo serían jamás. Sino benditos. Tus benditos, Padre Celestial, para bendición de toda la Humanidad. Amén. ¡Gloria a Vos!
Viendo y entendiendo fuera eso lo que Vos vinieras a hacer e hicieras, Señor Jesús, hace 2000 años al terminar aceptando pasar de manos de Satanás en manos de los hombres y tribunales terrenales por todo lo que aceptaras libre, conciente, voluntaria y amorosamente pasar. Sin que absolutamente nadie te llevara a pasar por todo ello y quitara la vida contra tu voluntad. Sino a partir de tu inicial voluntad de que así terminara siendo todo, a fin de terminar de liberar a toda la Humanidad, y en tu caso, particularmente al varón en la figura de aquel primer Adán. Varón como a tal fin hacía 2000 años decidieras inicialmente venir en el Espíritu Santo. Bajo la condición de Varón.
Siendo también por ello, viera y entendiera, quisieras llamarme y enviarme desde toda la eternidad en lo Divino y desde Ushuaia en lo humano a hacer lo mismo. Crucificarme con Vos, en el Espíritu Santo, asumiendo y aceptando hacer recaer nuevamente sobre mí –y no solo sobre mí, sino también sobre el varón amado, mi familia, comunidad parroquial y pueblo en particular al que en la Iglesia Católica me enviaras- todo el mal habido aún en la humanidad, y particularmente el habido en la mujer.
Viendo y entendiendo, llamarme en esta Terminal hora a hacer lo mismo que hicieras bajo la condición de mujer que a tal fin quisieras llevarme a asumir, Padre Eterno, en este mundo en el Espíritu Santo. Siendo por ello que llegada esta hora necesitaras que fuera mujer y no varón.
Para en esta hora, al igual a como también Vos aceptaras hacer, e hicieras, ser sometida al mismo juicio al que hacía 2000 años fueras sometido de parte de los hombres azuzados por dicho espíritu enemigo. Mismo juicio enfrentado en el origen por aquél primer varón y primera mujer.
Enseñándonos de ahí en más a todos tus discípulos y seguidores a querer y saber hacer voluntaria, libre y conscientemente lo mismo en el Espíritu Santo. Habiendo de ser así como habríamos de lograr y terminar venciendo en Vos en el Espíritu Santo a dicho espíritu enemigo tanto dentro como fuera de nosotros. Haciendo sumisa, dócil y mansamente todo lo contrario de lo que el mismo esperaba y espera que hiciéramos y hagamos.
“Pero ustedes preocúpense de sí mismos, porque van a ser
apresados y entregados a los tribunales judíos, serán azotados en
las sinagogas y tendrán que presentarse ante los gobernantes y
reyes por mi causa, para ser mis testigos ante ellos. Porque
primero el Evangelio tiene que ser proclamado en todas las
naciones.
Cuando sean arrestados y los entreguen a los tribunales, no se preocupen por lo que van a decir, sino digan lo que se les inspire en ese momento; porque no serán ustedes los que hablarán, sino el Espíritu Santo.” (Mc. 13, 9-11)
“Entonces los denunciarán a ustedes y serán torturados y asesinados. Todas las naciones los odiarán por mi causa. En esos días muchos tropezarán y caerán; de repente se odiarán y se traicionarán unos a otros.
Aparecerán falsos profetas, que engañarán a mucha gente, y tanta será la maldad, que el amor se enfriará en muchos. Pero el que se mantenga firme hasta el fin se salvará. Esta Buena Nueva del Reino será proclamada en el mundo entero, y todas las naciones oirán el mensaje; después vendrá el fin.” (Mt. 24, 9-14)
Palabra de Dios
En aquel origen, aquel primer varón y mujer salidos fuera de la voluntad y Plan trazado para llevarlos a compartir tu misma gloria, Padre, al no poseer aún el Espíritu Santo en toda su plenitud, trataron de defenderse desde sí mismos, desde su caída ya bajo el poder del engaño y la mentira. Por ello, en lugar de ser redimidos en ese mismo momento, de haber estado ya en la plenitud de tu Espíritu dejando que la verdad se abriera paso y saliera a la luz desde su espíritu cimentado ya en Vos en el Espíritu Santo para conocimiento de todos, cayeron mucho más abajo aún de lo que hasta aquel momento cayeran.
Razón por la cual, fueran sancionados a ser desterrados del Paraíso, en el Reino de los Cielos, viniendo a quedar desde entonces recluidos en este lugar del Abismo y de la Muerte. De similar manera a como cuando en lo humano y conforme a las leyes y tribunales humanos un niño o niña es acusado y encontrado culpable –por muy ignorante e inconciente que fuera de todo el mal que se causara y causara a otros-, queriéndose no su definitiva perdición y muerte eterna sino su reedificación y vida eterna, es envido a un reformatorio
No obstante saberse que en los reformatorios por lo general se sale peor de lo que se entra. Porque dentro del mismo se ven expuestos a todo tipo de abusos y males mayores causados de parte de los demás internos como de parte de los mismos guardias. Guardias que en nuestro caso, en este lugar del Abismo y de la Muerte, habrían de venir a ser, fueran y son todos esos demonios y espíritus rebelados del Reino de los Cielos que conviviendo con nosotros dentro de nosotros mismos nos causarían y causaran desde nosotros mismos y desde los demás, todo tipo de tormentos y torturas interiores y exteriores en esta tierra de destierro.
Por supuesto, Padre Santo, que sabiendo muy bien todo lo que habría de llegar a pasarnos si hacíamos todo lo contrario de lo que nos indicabas comiendo del fruto de aquel árbol, vos nunca quisiste ni querías todo esto para nosotros. Siendo por ello que nos ordenaras de la manera en la que nos ordenaras tan terminantemente no comer de dicho árbol. Porque si lo hacíamos moriríamos. No pudiendo entrar a explicarnos por qué moriríamos, debido a que por nuestro aún neonatal entendimiento de las cosas del Espíritu, de similar manera a como un niño no entiende por qué va a morir si mete los dedos en un enchufe, no entenderíamos. Si acaso podemos llegar a hacerlo ahora.
Sabiendo que no solo nos íbamos a causar la muerte del celestial cuerpo que en tu mismo Espíritu en nosotros ya teníamos allí. Sino que como consecuencia de ellos habríamos de acarrearnos males muchísimo peores. Males de los cuales no teníamos ni idea.
Causándote por ende terrible consternación y dolor que termináramos haciendo lo que hiciéramos. Porque sabías que así, corrompido interiormente como ya quedáramos no podíamos seguir viviendo junto a Vos y todos los demás seres celestiales en el Reino de los Cielos, por comprometer y poner en riesgo la seguridad y salvaguarda de todos ellos.
(Continúa en la respuesta siguiente)
Los abrazo en Jesús y en María en el Espíritu Santo.
Bendiciones para todos.
Les pido encarecidamente oren por mis seres amados y por mí. Por favor, por favor, se los pido en Cristo Jesús, nuestro Señor. Amén.
“Entonces Yavé Dios dijo a la serpiente: “Por haber hecho esto, maldita seas entre todas las bestias y entre todos los animales del campo. Andarás arrastrándote, y comerás tierra todos los días de tu vida.
Haré que haya enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya, ésta te pisará la cabeza mientras que tú te abalanzarás sobre su talón.”
A la mujer le dijo:
“Multiplicaré tus sufrimientos en los embarazos. Con dolor darás a luz a tus hijos, necesitarás de tu marido, y el te dominará.”
Al hombre le dijo:
“Por haber escuchado la voz de tu mujer y comido del árbol del que Yo te había prohibido comer: Maldita sea la tierra por tu culpa. Con fatiga sacarás de ella tu alimento por todos los días de tu vida. Espinos y cardos te dará, y comerás la hierba del campo. Con el sudor de tu frente comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella fuiste sacado. Porque eres polvo y al polvo volverás.”
El hombre llamó a su mujer “Eva” por ser la madre de todo viviente. Yavé Dios hizo para el hombre y la mujer túnicas de piel y los vistió.
Después dijo: “Miren que el hombre ha llegado a ser como uno de nosotros, pues se hizo juez de lo que es bueno y malo. No vaya ahora a alargar su mano y tome también del Árbol de la Vida. Pues al comer de este árbol vivirá para siempre.”
Por ello lo echó del jardín del Edén, para que trabajara la tierra de donde había sido formado. Y habiendo expulsado al hombre, puso querubines, al oriente del jardín del Edén, y un remolino que dispara rayos, para guardar el camino del Árbol de la Vida. (Gén. 3, 14-24) Palabra de Dios
Convirtiéndose así en el hijo pródigo de “la parábola del hijo pródigo” (también llamada, del “padre misericordioso”) (Lc. 15, 11-32), el hombre –la humanidad- tomó sus cosas, las que creía por herencia le pertenecían –todas las riquezas que da el poder y conocimiento de Dios, y de ser hijo de Dios- para marcharse en total y cada vez mayor descenso de su condición original tenido en Vos y junto a Vos, Padre Eterno, en el principio, a una tierra extranjera.
Descendiendo junto con la tierra de la cual fuera sacado y toda la creación –animal, vegetal, inanimada, existente sobre la misma- que quisieras confiarle, como de un plano más elevado a un plano inferior. De un plano más espiritual a un plano menos espiritual y más material.
Involucionando. En vez de seguir evolucionando hacia el máximo nivel de evolución espiritual. Volviendo al mismo origen y estado animal primero del que quisieras tomarlo y levantarlo, Padre Celestial, para llevarlo a convertirse a tu imagen y semejanza Divina. Pero, a diferencia de todos los restantes animales, dotado ahora de tu mismo poder y conocimiento Divino de todas las cosas que habría de ir desarrollando gradualmente de ahí en más de generación en generación. Con el paso de largos milenios, primero. De siglos, finalmente.
Convertido así en un arma mortal. Para sí mismo y para todo ser viviente en la tierra y en el cielo entero. Primero y principal, por terminarse convirtiendo en juez de lo que es bueno y malo. Lo cual solo estaba y está permitido alcanzar en el Reino de los Cielos cuando se llega a la edad adulta en el espíritu en tu mismo Espíritu. Y no así en ese otro espíritu enemigo introducido dentro de sí.
Espíritu enemigo que logrando llevarle a ver bien por mal y mal por bien haciéndole creer no querer vos para él lo que sí querías –pero conforme a tus tiempos y criterios Divinos, y no así conforme a los suyos- le llevaría a emitir todo tipo de juicios y condenaciones unos de otros. Llegando a cometerse unos contra otros todo tipo de injusticias.
Mirando, por lo general, a los intereses individuales, o a lo sumo grupales, de una determinada clase o elite que concentrando todo el poder y conocimiento lograría y terminara logrando imponerse y dominar al resto. En perjuicio de los intereses de la gran mayoría indefensa, pobre, carente de todo conocimiento y posibilidad de acceder al mismo.
Lo cual habría de agravarse mucho más aún cuando con el paso del tiempo terminara descubriendo y manipulando las distintas ciencias contenidas en el poder y conocimiento tomado del “Árbol” de la Ciencia del bien y del mal.
Porque, si bien en un primer momento y según quien hiciese uso de las mismas tal descubrimiento y uso habría de ser por lo general para bien de la mayoría de la humanidad, tal y como fuera y es, por ejemplo, el oportuno descubrimiento de las distintas vacunas, drogas y la medicina en general, habría de ser el mal uso de dichas mismas ciencias por parte de algunos intereses privados y particulares de algunas personas, grupos y naciones más poderosas y concentradoras del conocimiento que otras, lo que terminaría llevándola a su total auto destrucción gradual y final.
Mal manipuleo de las ciencias por parte de algunos que sumado a la soberbia en la que desde entonces cayera y quedara sometido bajo el destructor y mortal poder de dicho espíritu enemigo, no bastándole por tal constitución en jueces de creerse con poder, autoridad y derecho divino de decidir sobre la vida o muerte de otros hombres y seres vivientes, habría de suscitar asimismo en sí el conocer y descubrir el secreto de la generación de la vida. Más aún de la vida eterna.
Lo cual, enfermo de maldad y vuelto malo como quedara, convertido en la más letal y homicida de las armas, no solo habría de terminarse destruyendo a sí mismo y a la restante creación, sino que haciendo mal uso de dichas mismas ciencias terminaría inventando todo tipo de armas cada vez más sanguinarias y holocáusticas con las cuales habría de ir destruyendo todo y sembrando el horror, la muerte y la desolación a su paso.
Sometiéndose unos a otros como amos y esclavos, por la ambición desmedida, despiadada e imperialista de tomar posesión, concentrar y tener la hegemonía política, económica, cultural y social de los recursos y riquezas en detrimento y perjuicio de la inmensa mayoría. Inmensa mayoría que empobrecida al extremo terminaría muriendo de hambre, pestes y guerras a costa del enriquecimiento de los que lograran terminar concentrando solo para sí todo el poder y conocimiento.
Quienes a su vez, no satisfechos de saberse ya dominadores de toda la faz de la tierra, ambicionarían más aún. Lanzarse y salir al espacio exterior para terminar conquistando también el mismo al costo que fuese. Al costo, de la extrema pobreza y muerte de la inmensa mayoría de los hermanos y hermanas de los países, pueblos y rincones de la tierra más “sub-desarrollados- en materia económica, comercial, tecnológica.
A los que sacrificarían en su consideración de creerse como dioses, por medio del control de las economías de todas las naciones de la tierra por medio de las bolsas de valores que según las pautas fijadas y seguidas por las mismas les llevarían a decidir dejar que los granos de cereales y alimentos en general se terminaran pudriendo en los silos en lugar de proveerlos a la humanidad hambrienta si ello habría de repercutir perjudicialmente para sus propios intereses sobre sus acciones.
Inmensa mayoría pobre que dejarían así mismo morir de hambre por la destinación de la mayor parte de los millonarios fondos acumulados de ese desigual e injusto medio, para la construcción de naves y tecnología espacial cada vez más sofisticada, para su final conquista finalmente del universo entero.
Terminándose convirtiendo así en el más depredador de todos los animales. Por ser depredador de su misma especie.
Todo lo cual, considerado por el mismo como el mayor de los avances, era y habría de ser el mayor y peor de todos los retrocesos en consideración del glorioso Plan de Creación trazado para con el mismo en el principio tendiente a terminar convirtiéndolo en tu misma imagen Divina. No en tu imagen Divina en destrucción –que de destructor, Padre Santo, Vos no tenés absolutamente nada- sino en tu imagen Divina siempre y solo en construcción con miras a la preservación y continuidad de la vida de todo ser viviente sobre la faz de la tierra.
Hasta del visto y considerado el más insignificante, despreciable e inútil de todos, tal como el gusano lo es. Porque del mismo gusano, Padre, Vos, vos podes terminar sacando el más hermoso y lleno de gracia de todos ellos, tal y como la mariposa lo es.
Lanzamiento final del hombre a la exploración y conquista del universo que habría de ser el acabose de toda vida existente en el universo entero, si llegabas a permitirle ir más allá de lo que hasta ese punto le permitieras llegar.
Mereciendo, como merecía, haber sido condenado a muerte eterna desde aquel mismo primer paso dado fuera del verdaderamente grandioso y glorioso Plan de transformación a tu imagen y semejanza que quisieras trazar para él en Vos, con Vos y junto a Vos, como Hijo, en el mismo Reino de los Cielos. Plan, al que terminara renunciando de la manera en que lo hiciera. Por confiar y creer más en dicho espíritu enemigo que en Vos.
Permitiéndole llegar hasta ese punto, no obstante saber todo el mal que hasta allí se habría de hacer y habría de hacer a los demás, con el único propósito de terminar lograr liberando, rescatando, redimiendo y salvando del poder de dicho espíritu enemigo introducido dentro de todo hombre el máximo número posible. Para llevarlos de vuelta con Vos al Reino de los Cielos como ciudadanos del Cielo, del Reino de los Cielos, del Infinito. En donde reinar en gloria junto a Vos, tal y como en el principio lo pensaras, quisieras y predestinaras para con todos los hombres, sin distinción de ninguna índole.
Doliéndote horrores todo el mal y terribles injusticias que veías habría de causarse a sí mismo y a los demás a partir de allí bajo el total sometimiento bajo dicho espíritu enemigo. Pero, permitiéndoselo hacer de todos modos, extendiendo el tiempo de tu misericordia, para de esa manera lograr salvar de dicho espíritu enemigo a todos aquellos que tuvieran que ser víctimas inocentes de tanto mal y tantas injusticias cometidas por dicho espíritu enemigo de manos de los hombres, como a todos aquellos que no obstante todo ese mal e injusticias lograra saber cultivar un corazón amoroso, comprensivo, bondadoso, piadoso, capaz de soportarlo y perdonarlo todo, semejante al Tuyo.
Cualquiera fuera su fe y religión o no religión a lo que más también en lo humano que en lo Divino llegara a pertenecer. Dado que también la religiones habrían de ser causas de muchas divisiones, enemistades, odios y muertes entre unos y otros, por inconcebible que fuera. Peor aún, dividiéndose, enemistándose, odiándose y dándose muerte en tu Nombre, Padre Eterno. Cuando también sería y habría de ser en nombre de dicho espíritu enemigo, de Satanás, y no Tuyo que obrarían cuando así obrasen.
Espíritu de enfermedad, corrupción, destrucción y muerte entrado en el hombre que en tal lanzamiento final de conquista del universo, habría de poder terminarlo haciendo llegar al descubrimiento del camino hacia el Paraíso y Reino de los Cielos. En busca de la Fuente, del Árbol, de la Vida que sabría le habría de terminar dando la vida eterna. Posibilidad que habría de llegar a ser la peor de las desgracias para el Gobierno, Reino, de la Luz y los Seres Divinos y Eternos moradores del mismo.
Razón por la cual juzgaras conveniente asegurar la entrada al jardín del Edén de donde fuera sacado poniendo ángeles, seres celestiales, como guardianes de la misma y un remolino que disparara rayo impidiendo la aproximación al lugar de todo ser que no tuviese autoridad de tu parte como para hacerlo.
Autorización de entrada que solo habrías de conferirle a quienes creyendo en tu Palabra, enviada a dar a conocer por medio de tu Hijo Amado, nuestro Señor Jesucristo, en el Espíritu Santo, por creer en Él, reconociéndolo como el Señor para gloria de tu Nombre, terminaran prestando atención, escuchando y dando cabida finalmente a este mensaje que en tu mismo Espíritu y Persona, del Padre y del Hijo, en la Madre y en la Hija, en el Espíritu Santo me enviaras a terminarles de anunciar. Madre e Hija, que es a su vez la Humanidad.
Señor Jesucristo convertido así en el único camino de vuelta y entrada por la puerta que comunica de este lugar del Abismo y de la Muerte al Paraíso, al Reino de los Cielos propiamente dicho. De manera tal que el que quiera entrar, sin dejar de profesar la fe que profese o de pertenecer la religión que pertenezca, reconozca con total humildad y mansedumbre en su corazón que Cristo Jesús es el Señor para gloria de Dios Padre.
Por ende, para gloria también de todos los creyentes, que de ese modo podrán terminar entrando definitivamente a compartir tu gloria, Padre Santo, por toda la eternidad en el Cielo.
Siendo, por ello, que habiendo de constituirte así, Jesús Amado, en el único Camino que Vos, Padre, permitirías volviese a abrirse para todo aquel que quisiera volver a tener acceso y entrada definitiva al Reino de los Cielos, -sin caer fulminados por los rayos de dicho remolino de tratar de entrar por cualquier otro medio-, vinieras desde Allí mismo para darte en tu Palabra como verdadero Pan bajado del Cielo.
Como Pan de vida eterna. Como Pan salido y tomado por las manos de nuestro espíritu en el Tuyo en el Espíritu Santo directamente de dicho Árbol de la Vida que estando en el Paraíso da la vida eterna. La inmortalidad. De manera tal que quienes terminaran viendo, oyendo, entendiendo y creyendo que tu Palabra es la Verdad, por ende, que Vos sos la Verdad, habría de llegar a tener desde aquí mismo en la tierra tu misma Vida. La Vida de los Seres Celestiales. La vida eterna.
Palabra venida a dar a conocer desde el Padre sobre toda esta realidad Espiritual invisible a los ojos de la razón y de la carne, respecto a nuestro origen, razón de ser en este lugar y predestinación Divina en Vos en el Espíritu Santo. Palabra que, llevándome a sumergir hasta lo más profundo de tu mismo sacrificio y muerte, como emerger hasta lo más alto de tu misma vida eterna y gloria, me enviaras a terminarles de anunciar en el Espíritu Santo en esta última hora. La hora del Espíritu Santo. Tal y como digo y pongo por obra. Amén. ¡Gloria a Vos, Dios Uno y Trino!
Tu Palabra, Pan de vida eterna.
“Yo soy el pan de vida. Vuestros antepasados, que comieron el maná en el desierto, murieron. Aquí tienen el pan que bajó del cielo para que lo coman y ya no mueran. Yo soy el pan vivo bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. El pan que yo daré es mi carne, y la daré para vida del mundo.”
Los judíos discutían entre ellos. Unos decían: “¿Cómo este hombre va a darnos a comer carne?” Jesús les contestó: “En verdad les digo: si no comen la carne del Hijo del Hombre, y no beben su sangre, no viven de verdad. El que come mi carne y bebe mi sangre, vive de vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
Mi carne es comida verdadera, y mi sangre es bebida verdadera. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí, y yo en él. Como el Padre, que vive, me envió, y yo vivo por él, así, quien me come a mí tendrá de mi la vida. Este es el pan que ha bajado del cielo, no como el que comieron vuestros antepasados, los cuales murieron. El que come este pan vivirá para siempre.”
Así habló Jesús en la Casa de Oración, en Cafarnaún.” (Jn. 6, 48-59)
Palabra de Dios
Vi y entendí, Padre Santo, que en Vos, Jesús Amado, habías querido encarnar, hacer carne y sangre, y encarnaras la Palabra que dieras al pueblo de Israel a través de todos los profetas de que llegada la hora le habías de enviar a Su Rey, Tu Mesías, Tu Hijo Amado. De manera tal que todo aquel que creyera en tu Palabra, Padre, y creyendo lo que Vos, Jesús Amado, le decías de que eras el enviado prometido del Padre bajado del cielo encarnado, hecho hombre, creyendo por consiguiente en todo lo que le dijeses y llegada la hora por medio del Espíritu Santo le quisieras terminar de revelar desde el Padre, comulgando con Vos, comulgando con tu Palabra, comería y comía de tu carne y bebería y bebía de tu sangre, comiendo y bebiendo así de tu Palabra, que de ese modo habría de darle la vida eterna.
Por ende, vi y entendí, que habiendo sido enviada en el Espíritu Santo según lo prometido hacía 2000 años a toda la humanidad por medio de aquellos primeros doce apóstoles, llegada la hora les enviarías para terminarles de revelar la verdad total que aún en aquel momento no podías decirles porque no entenderían, llegada esta hora habías querido constituirme y me constituías en Vos, en tu mismo Espíritu en mi espíritu en el Espíritu Santo, como el pan vivo bajado del cielo. De manera tal que el que creía en todo esto que fuera enviada a terminarles de manifestar, siendo como fuera que fueras Vos quien me enviara, comería del Árbol de la Vida, no muriendo, aunque muriese físicamente, viviendo para la vida eterna.
De manera tal que quien comiese espiritualmente, de tu Espíritu a su espíritu en el Espíritu Santo de este pan, de esta palabra que es tu misma palabra, Padre Santo, Jesús Amado, en el Espíritu Santo, Yo soy el que Soy, sin necesidad de pasar por Juicio Final previo habría de tener ya desde aquí mismo Vida Eterna.
De manera tal que aunque su cuerpo mortal al igual a como con el gusano de seda sucede terminara destruyéndose no moriría sino que se transformaría en un cuerpo celestial inmortal de igual manera a como con tu triunfal Resurrección final, Vos, Jesús Adorado, lo hicieras. ¡Bendito y alabado seas por siempre! ¡Que por siempre seas bendito y alabado! Amén.
Conociendo la Verdad sobre su origen celestial primero, razón de ser en este lugar de cautiverio y esclavitud bajo dicho espíritu enemigo, y gloriosa predestinación Divina en Vos, con Vos, por Vos y para Vos en el Reino de los Cielos, compartiendo tu misma Condición Divina en el Espíritu Santo, conocería el Camino que lo llevaría a dar con la Vida inmortal. ¡Amén!¡Gloria a Vos, Señor Jesús!
¿Y quién no creyese que Vos sos el Camino, la Verdad y la Vida, por pertenecer a otra religión o manifestar no creer en nada ni en nadie, o porque creyendo dejara de creer por antitestimonios de fe puestos de manifiestos por miembros de su mismo credo, pero tenían y tienen un corazón semejante al Tuyo, bondadoso, amoroso, lleno de bondad, amante de la paz, de la igualdad, o muy parecido al tuyo, aunque aún tuviesen también mucho en sí de dicho espíritu enemigo por su condición humana...? También entrarían. Pero teniendo que pasar por el Juicio Final.
Juicio Final ante el cual dirías y dirás también a todos éstos “Vengan benditos de mi Padre...!” Mientras que a quienes no creyeran que Vos, Jesús Amado, Sos el Camino, la Verdad y la Vida, o no tuvieran un corazón más semejante al Tuyo que al del enemigo, teniendo todo el tiempo de tu misericordia como para tomar conciencia de sus actos, reverlos y cambiando de vida y de corazón, esforzándose al extremo por expulsar de sí al espíritu malo, dejando crecer, fortalecerse y afianzarse dentro de sí el Tuyo en el Espíritu Santo dirías y dirás: “Apártense de mí, todos los malhechores...
“Cuando el Hijo del Hombre venga en su Gloria rodeado de todos sus ángeles se sentará en su trono como Rey glorioso. Todas las naciones serán llevadas a su presencia, y como el pastor separa las ovejas de los machos cabríos, así también lo hará él. Separará unos de otros, poniendo las ovejas a su derecha y los machos cabríos a su izquierda.
Entonces el Rey dirá a los que están a la derecha: ”¡Vengan, los bendecidos por mi Padre! Tomen posesión del reino que ha sido preparado para ustedes desde el principio del mundo. Porque tuve hambre y ustedes me alimentaron; tuve sed y ustedes me dieron de beber. Pasé como forastero y ustedes me recibieron en su casa. Anduve sin ropas y me vistieron. Estaba enfermo y fueron a visitarme. Estuve en la cárcel y me fueron a ver.”
Entonces los buenos preguntarán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, sediento y te dimos de beber, o forastero y te recibimos, o sin ropa y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y te fuimos a ver? El Rey responderá: “En verdad les digo que, cuando lo hicieron con alguno de estos más pequeños, que son mis hermanos, lo hicieron conmigo.
Al mismo tiempo, dirá a los que están a la izquierda: “¡Malditos, aléjense de mí, vayan al fuego eterno que ha sido destinado para el diablo y para sus ángeles! Porque tuve hambre y no me dieron de comer; porque tuve sed y no me dieron de beber; era forastero y no me recibieron en su casa; no tenía ropa y no me vistieron; estuve enfermo y encarcelado y no me visitaron.”
Aquellos preguntarán también: “ Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, sediento, desnudo o forastero, enfermo o encarcelado, y no te ayudamos?” El Rey les responderá: “En verdad les digo que siempre que no lo hicieron con alguno de estos más pequeños, que son mis hermanos, conmigo no lo hicieron.
Y éstos irán al suplicio eterno, y los buenos a la vida eterna.” (Mt. 25, 31-46) Palabra de Dios
Camino, Verdad y Vida, por ende, si bien abiertos para todos no habría de ser encontrado y accesible para todos. No por no querer Vos, Padre Santo, desde la misma concepción y creación de todo hombre que lo fuera. Sino por no quererlo el hombre para sí. No quererlo en total observancia, humildad, mansedumbre y obediencia nuevamente de tu voluntad por sobre la suya tenida desde su caída del Reino de los Cielos dentro de la voluntad del Diablo y sus ángeles que le llevaran a creer y vivir desde entonces en una ilusión. En la peor de las mentiras.
En creer, por un lado, que Vos no querías para él lo que sí querías. Llevándole a rebelarse contra Vos, tomándolo para sí fuera de los tiempos y criterios establecidos por Vos como para que pudiera hacerlo sin causarse la muerte con una ingesta prematura. Por otro lado, en creer que obrando así, contra tu voluntad, era y es dueño y señor de su propia vida. Cuando en lo oculto es dicho espíritu enemigo el dueño y señor de su vida y de todos sus actos. En el llevarle a hacer su voluntad y no la Tuya en la tenida como suya.
Camino, Verdad y Vida, que no habría de ser accesible para quienes no creyendo en Vos, Padre, Jesús Amado, ni en tu Palabra encarnada en el Espíritu Santo. Siendo por quienes pusieras guardias en la entrada al jardín el Edén y un remolino que disparaba y disparara rayos, como el sol, que hiciera imposible el excesivo acercamiento de todos aquellos que no lograran terminar de desarrollar tu mismo Espíritu en su espíritu en el Espíritu Santo como para poder hacerlo sin que cayeran fulminados o quemados por su impacto y fuego.
Viendo y entendiendo encontrarse justamente en el sol el paso hacia la vida eterna. Siendo el sol lo que separa el Reino de la Luz del reino de las tinieblas.
Siendo tales hechos –la búsqueda del hombre de hacerse como Dios creando vida fuera de la única manera en la que quisieras permitirle colaborar con Vos en el hacerlo, como fruto del acto sexual de la pareja humana que a tal fin quisieras concebir y predestinar en el amor y para el amor, y su ambición desmedida y destructiva de conquistar y someter el universo- lo que habría de marcar el fin del tiempo de tu misericordia, para dar finalmente comienzo al tiempo de tu Justicia tan largamente prometida y esperada también por aquellos que tuvieran que pasar padeciendo todo tipo de injusticia de parte de dicho espíritu enemigo por medio de otros hombres sobre la faz de la tierra.
(Continúa en la respuesta siguiente)
Los abrazo en Jesús y en María en el Espíritu Santo.
Habiendo de ser entonces, en esta última hora, en que se vieran tales signos de los tiempos en el obcecado propósito de dicho espíritu malo en el hombre de seguirse destruyendo y dominando unos sobre otros en la soberbia de llegar a pretender incluso en ser amo y señor de la vida y de la muerte según sus atrofiados, codiciosos y egoístas criterios obrando en un todo conforme a su propio albedrío sin querer saber ya más nada de Vos –por más que engañosamente creyera y quisiera hacer creer que era en Vos que estaba haciendo todo lo que hacía-, cuando ordenarías que los cuatro vientos retenidos por los cuatro ángeles de pie en los cuatro extremos de la tierra fueran desatados sobre la faz de la tierra, llevando todo a su paso consigo, excepto a los señalados.
“Después de esto divisé cuatro ángeles de pie en las cuatro esquinas de la tierra; retenían los cuatro vientos para que no se desataran contra la tierra, el mar y los árboles. Otro ángel vino del oriente llevando el sello del Dios vivo y gritó con voz poderosa a los cuatro ángeles autorizados para hacer mal a la tierra y al mar: “No hagan mal a la tierra, ni al mar, ni a los árboles hasta que hayamos señalado en la frente a los servidores de nuestro Dios...” (Ap. 7, 1-3)
Palabra de Dios
En ese momento, inútil será correr tratando de buscar refugio para poner a salvo su vida. Porque, créanme, no existe ni existirá refugio por muy subterráneo, profundo, fortificado que naturalmente sea o humanamente logre construirse capaz de impedir que el espíritu de esos cuatro vientos llegue hasta todo y cada ser vivo, sea donde sea que se encuentre, para tan solo pasar ante sí o bien llevarlo consigo en su paso.
Siendo lo más sabio que en ese momento se haga el que cada uno se quede donde cuando llegue se encuentre ubicado. Agacharse, cerrar los ojos para no verlo, disponer humilde, manso y obedientemente su corazón diciendo de corazón: “Creo, Señor. De cualquier forma no moriré sino que viviré para la vida eterna. Hágase tu voluntad y no la mía.”
Antes de que papá enfermara de cáncer y muriera, creo que fue en 1993, tuve un sueño. Soñé que estaba con él en la terraza de casa. De pronto, sentía una voz que nos decía: “Agáchense y no miren.” Nos agachamos y personalmente no miré. No sé si papá miró o no. Dado que obedeciendo a dicha poderosa voz cerré fuertemente los ojos y no miré. Sentía que algo muy fuerte iba pasando. Cuando dejé de sentirlo, sintiendo el más profundo silencio y quietud, entendiendo poder ya abrir los ojos y levantarme, así lo hice.
Entonces vi que papá ya no estaba a mi lado, encontrándome sola en la terraza. Miré en dirección hacia la ciudad a mi alrededor hasta donde se extendía mi vista, y vi que todo había quedado sumido en la más total de las destrucciones y desolaciones. Viendo que, no obstante ello, muchas otras personas habían quedado también de pie. Dando testimonio también de este sueño en el testimonio escrito y entregado a la Iglesia en 1998.
Luego de lo cual, del paso de esos cuatro devastadores vientos dejados totalmente sueltos finalmente sobre la faz de la tierra para que hicieran a su paso todo lo que desde aquel momento mismo de nuestra caída fuera de tu voluntad y Plan Divino, Padre Santo, estaban listos para hacer, a fin de volver a purificar y santificar toda la faz de la tierra aniquilando y expulsado, al paso y fuego de las más ardientes pruebas, como se purifica el oro en el crisol, volviéndola a dejar solo llena nuevamente de tu mismo Espíritu Santo en todos tus hijos e hijas señalados con la sangre del Cordero en el Espíritu Santo, por ende, levantándola con la fuerza del Espíritu Santo de este lugar del Abismo y de la Muerte para volverla a emplazar en restitución del Reino de los Cielos en el mismo plano en el que antes de su caída y perdida de Allí se encontraba, comenzaría a tener lugar sobre ella un nuevo cielo y una nueva tierra.
Vientos que si bien en dicho sueño, al no poder verlo, sentía, por ende, interpretara era como el paso del más devastador de todos los ciclones, no solo sobre una parte, sino sobre toda la faz de la tierra, pensando en un primer momento que habría de tratarse de un viento que habría de producirse en un instante, terminara viendo y entendiendo con el paso de los años, que era el Espíritu Exterminador el que habría de pasar sobre toda la faz de la tierra.
Habiendo de pasar, no solo en un instante, noche o día, sino durante un período de años, breve. Siendo como el más intenso y destructor de los vientos. Pero no manifestándose en lo visible como un viento. Sino padeciéndolo interior y exteriormente, tanto a nivel personal y familiar como comunitario y popular, de semejante manera a como a los fines últimos de tal comprensión a la hora de terminar de anunciárselo también no solo al pueblo al que a tal fin en la Iglesia Católica fuera enviada en el Espíritu Santo, sino en esta hora, a todos ustedes, hermanos y hermanas de la Humanidad entera, conviniera que primero lo padeciera y padeciéramos a nivel personal, familiar, comunitario y popular.
Como al rojo vivo de las más ardientes pruebas desde el sí dado en Ushuaia, pero más aún desde que volviera de 25 de Mayo en el 2001 comprendiera era necesario lo padeciera y padeciéramos primeramente a nivel personal, de pareja, familiar, comunitario, popular, para solo así poder terminárselo de anunciar a todos.
Anunciárselos, no solo en base a palabras. Sino en palabras fundamentadas y respaldas por las más ardientes de las pruebas que junto con vos, Daniel amado, en tanto pareja, como con mi familia, comunidad parroquial a la que fuera enviada –que también tuviera que ser sometida con anterioridad a ello a más de diez años de sentirse totalmente abandonada de la mano de Dios, arrojada en medio del desierto, sin bebida ni comida espiritual durante todo ese tiempo- fuera necesario que pasáramos.
Para hacer saber en primer lugar a la Iglesia Católica y luego a toda la Humanidad lo que de igual manera a como tuviéramos que vivenciarlo, le esperaba en esta última hora que se aproximaba y ya estaba aquí, como la más tenebrosa y prolongada noche sin estrellas. Sin sentir la fuerza de tu mano. Como si finalmente hubiera sido toda
de los hechos de los cuales muchos hombres y mujeres fueran testigos pasara y pasáramos a nivel personal, de pareja, familiar, comunitario, popular.
Para que a la hora de terminar de revelarles todo esto, no tomaran este testimonio y anuncio a la ligera. Como contaba y cuenta la Biblia que los demás hombres en los tiempos de Noé hicieran. No prestándole el más mínimo caso. Sino peor aún, burlándose de él. Tal como al venir hacía 2000 años, Jesús Amado, también Vos anunciaras al final ocurriría. Como en los tiempos de Noé. Siguiendo los hombres con su vida como acostumbraban a hacer, habiendo de sorprenderlos ese Día como a los hombres del tiempo de Noé inesperadamente les sorprendiera sin estar espiritualmente preparados para ponerse repentinamente en tu presencia.
Sino que, por el contrario, creyeran y se prepararan. Por ser, Vos mismo, Señor, el Santo de Israel, quien en tu mismo Espíritu en mi espíritu en el Espíritu Santo estaba llamando a prepararse si al igual que aquellos hombres del tiempo de Noé no querían ser sorprendidos sin tener tu señal como servidores gravada a fuego en su corazón.
“Porque, después de esos días de angustia, el sol se oscurecerá, la luna perderá su brillo, caerán las estrellas del cielo y el universo entero se conmoverá. Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del Hombre: mientras todas las razas de la tierra se golpeen el pecho, verán al Hijo del Hombre viniendo en las nubes del cielo con el Poder Divino y la plenitud de la Gloria. Mandará a sus ángeles, los cuales tocarán la trompeta y reunirán a los elegidos de los cuatro puntos cardinales, de un extremo al otro del mundo.
Aprendan este ejemplo de la higuera: cuando están tiernas sus ramas y le salen hojas, ustedes entienden que se acerca el verano. Asimismo, cuando noten todas estas cosas que les dije, sepan que ya está cerca, a la puerta. En verdad les digo: No pasará esta generación sin que sucedan todas estas cosas. Pasarán el cielo y la tierra, pero mis palabras no pasarán.
En cuanto se refiere a ese Día y a esa hora, no lo sabe nadie, ni los ángeles
de Dios, ni siquiera el Hijo, sino solo el Padre.
En la venida del Hijo del Hombre, sucederá lo mismo que en los tiempos de Noé. En aquellos días que precedieron el diluvio, los hombres seguían comiendo, bebiendo y casándose, hombres y mujeres, hasta el día en que Noé entró en el Arca. Y no se daban cuenta, hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos. Lo mismo sucederá en la venida del Hijo del Hombre.
Entonces, de dos hombres que están juntos en el campo, uno será tomado, y
el otro no. De dos mujeres que están juntos moliendo trigo, una será tomada
y la otra no.
Por eso, estén despiertos, porque no saben en qué día vendrá su Señor. Fíjense bien: Si un dueño de casa supiera a qué hora lo va a asaltar el ladrón, seguramente permanecería despierto para impedir el asalto de su casa. Por eso, estén alerta: porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que menos piensa.
¿Quién será el servidor fiel y prudente que su señor ha puesto al cuidado de su familia para repartirles el alimento a su debido tiempo? Feliz ese siervo a quién su Señor al venir encuentre tan bien ocupado. En verdad les digo: le confiará la administración de todo lo que tiene.
Al contrario, el servidor malo piensa: Mi señor demora. Y empieza a maltratar a sus compañeros y a comer y a beber con borrachos. El patrón de ese servidor vendrá en el día que no lo espera, y a la hora que menos piensa. Le quitará el puesto, y lo tratará como a los hipócritas: allí habrá llanto y desesperación.” (Mt. 24, 29-51)
Palabra de Dios
Fue así como vi y entendí, Padre, en Vos, Señor Jesucristo, en el Espíritu Santo, que por pura gracia e iniciativa de tu parte llegado el tiempo debido para el acontecimiento final de todas estas cosas quisiste llamarme y enviarme desde Ushuaia en 1991 a dejar todo lo que hasta allí me encontraba haciendo y proyectando a título personal en este mundo, para constituirme de allí en más hasta la muerte y muerte en cruz en esta enfermedad o de cualquier otra manera si así fuese necesario que también hoy en mi caso, como en el Tuyo, hacía 2000 años, fuera necesario terminara muriendo en manos del enemigo y todas sus pestilencias, como tu servidora a semejanza Tuya, María, Madre nuestra, en el Espíritu Santo para dar este alimento a toda tu familia que es la Humanidad entera, miembro de tu casa que es la tierra misma.
Llamándolos a estar preparados y alertas. Porque no todo lo que parece cuento es cuento, y no todo lo que parece verdad es verdad.
El que pueda ver que vea, el que pueda oír que oiga, el que pueda entender que entienda, y el que pueda creer que crea. Por mi parte, solo he llevado a cabo y lo seguiré llevando todo cuanto viera y entendiera, vea y entienda quisieras y quieras seguirme confiarme para mayor bien de todos y mal de ninguno. Amén. ¡Gloria a Vos, Padre, Señor Jesús en el Espíritu Santo! Amén. Amén. Amén.
¡Bendito y alabado seas por siempre, que por siempre seas bendito y alabado!
(Continúa VII.III)
Los abrazo en Jesús y en María en el Espíritu Santo.
oye q no tienes otras cosas mas importantes q hacer mas q estar gastando tu tiempo ponte a traajar o a estudiar no estes perdiendo el tiempo..............por favor ya vasta no body ares about this aterrisa estamos en el century 21.
Querido hermano o hermana -ya que no se si sos varón o mujer- antes que nada, gracias, porque sea por el motivo que sea por fin alguien da señales de vida. Gracias por participar en este foro.
En segundo lugar, no solo tengo trabajo, y una profesión universitaria que por seguir el camino de Cristo desde hace 9 años no he querido ejercer para abocarme de lleno solo al discernimiento que en Dios Uno y Trino me encontraba y encuentro abocada, sino que ya sea que lo quieras creer o no, que te cause gracia o no, todo lo que he dicho, digo y diré es y será la verdad por absurda e incomprensible para lo limitado de la mente humana es o pueda llegar a suceder.
Tus palabras y tu burla son para mí una ganancia y una bendición. Sintiéndome dichosa de poder recibir también sobre mí en algo una mínima parte de todas las burlas, ofensas, humillaciones, injurias, calumnias... que nuestro Señor, Maestro y Amado Jesucristo recibiera. Porque no siendo digna de Él, por medio de tus palabras y risas me haces digna. De modo que cuanto más burlas, ironías, ofensas, sarcasmo, flagelaciones, padecimientos se me permita seguir recibiendo de parte de algunos hombres por ser este lenguaje incomprensible para sí, mayor es la fuerza que va adquiriendo el Espíritu Santo dentro de mí. Ya que es justamente en la debilidad y total entrega que Dios pone y va a terminar de poner por manifiesto toda su fuerza. Tal es así que cuanto más te rías, más fuerte soy en Cristo Jesús nuestro Señor. ¡GLORIA A DIOS!
Por mi parte, sin importarme en lo más mínimo lo que unos pocos o todos los hombres me puedan llegar a decir y hacer, digas lo que digas y hagas lo que hagas, seguiré dando a conocer el anuncio que he venido a realizarle a toda la Humanidad sin acepción de persona. El que lo quiera y pueda recibir que lo reciba. Y el que no quiera ni pueda sencillamente que no lo haga.
Es sabido que el lenguaje del Espíritu es un lenguaje que no todos los hombres pueden llegar a ver, oír, entender, por ende, creer. Teniendo que ser necesariamente espiritual más que racional y carnal como para poder llegar a verlo, oírlo, entenderlo y creerlo no con los ojos y oídos fisicos ni con los ojos y oídos de la razón, sino con los ojos y oídos del espíritu que lo escudriñan y llegan a conocer todo cuanto por medio de los ojos y oídos físicos y racionales nunca se ha podido, puede ni podrá llegar ni siquiera a persivir.
Justamente, antes de subir la parte VII.II.5p, me preguntaba si tenía que seguir dando a conocer todo esto también a través de apaseoonline por no ser más de una o dos las personas que veía interesadas en el tema. Ante lo cual, vi y entendí del Señor que por esa sola persona, y aún cuando dicha persona dejara de mostrar estar interesada no siendo ya nadie quien visitase este foro tenía que terminar de dar a conocer todo esto también por este medio -como por otros 8 foros lo estoy haciendo- hasta su consumación total.
De modo que reciba las respuestas que reciba, si el administrador de estos foros así me lo permite, voy a seguir subiendo este anuncio hasta que lo de por terminado. El que pueda oír que oiga, el que pueda ver que vea, el que pueda entender que entienda y el que pueda creer que crea. No corriendo eso ya por mi cuenta. Sino por cuenta y obra del Espíritu Santo en todos los hombres. Amén.
Gracias por tu participación.
Bendiciones para vos y todos los tuyos
LA PAZ ESTÉ CON VOS Y TODOS LOS QUE VISITAN ESTE FORO.
Viendo, entendiendo y creyendo finalmente todo esto y mucho más de tu parte, Señor mío y Dios mío, volví a caer de rodillas sintiéndome cada vez más abrumada y angustiada por todo cuanto veía y entendía me habías querido y querías confiar.
No podía dejar de recordar aquella palabra del libro de Habacuq que ante otro momento semejante de revelación respecto a los alcances que tenía el designio de amor y procreación en el que ya sabía junto con vos, Daniel, nos encontrábamos -aunque aún tuviese también el mismo en cuanto hacía a nosotros, a nuestro amor y la concepción y alumbramiento del niño que estando en Puerto Montt, Señor, quisieras anunciarme, que seguir esperando un tiempo más veía y entendía para su realización final y total en Vos, Señor-, que me dirigieras en febrero de 1991, llorando y de rodillas por no poder creer que siendo y considerándome nada como me sabía y consideraba quisieras predestinar para conmigo designio de magnitud y trascendencia semejante en directa y total relación con toda Palabra escrita en la Biblia desde su primer letra inicial del Génesis hasta la última del Apocalipsis.
“Me ubicaré en mi torre de vigía y me pondré de pie sobre mi almena para ver si diviso su respuesta, lo que él va a contestar a mi pregunta.
Entonces, Yavé, me respondió, diciendo: “Escribe la visión, anótalo en tablillas, para que pueda leerse de corrido.
Porque es una visión, con fecha exacta, que a su debido tiempo se cumplirá y que no fallará; si se demora en llegar, espérala, pues vendrá ciertamente y sin retraso.
Los soberbios nunca tendrán mi favor; el justo, sí, vivirá por su fidelidad.” (Hab. 2, 1-4)
Palabra de Dios
Como un centinela, en mi torre de vigía me habías puesto de pie en mi almena para divisar tu respuesta. Y habiéndola divisado de la manera en que quisieras hacérmela ver e interpretar, veía, entendía y sentía que al decir de Pablo, tampoco yo podía callar todo lo que había visto y oído con el ojo y oído interior de tu Espíritu a mi espíritu en el Espíritu Santo, porque si me lo habías querido hacer ver y oír no había sido para me lo guardara sino para que a mi vez se lo hiciera ver, oír, entender y creer también a todos ustedes, hermanos y hermanas del mundo entero, en el Espíritu Santo. Para que estuvieran también preparados y no fueran tomados por sorpresa. De modo que ¡Ay de mí, si no se los decía!
No podía haber visto y oído, y por temor o por cansancio, hacer de cuenta como que nunca había visto ni oído nada. Porque si para ello también me habías querido poner de pie en la torre de vigía que a tal fin quisieras levantar en lo espiritual, por ende invisible, por sobre toda la faz de la tierra, Padre, Señor Jesús, en el Espíritu Santo, para llegada esa hora pudiera servirte como medio para dar la señal de alerta y aviso a todos los restantes miembros de la casa, del pueblo –la tierra- de lo que ya estaba viendo y oyendo comenzar a vislumbrarse y aproximarse en el horizonte, no podía no decirlo por pensar y creer que nadie habría de escucharme y creerlo si se los decía.
Siendo mi misión como vigía una vez visto y oído todo lo que viera y oyera anunciarlo a grandes voces a todos los de la casa. A todos los del pueblo. Al ver y entender que al no ser puestos los demás como vigías, encontrándose abocado de lleno cada uno en sus actividades diarias en la tranquilidad de saber que si el vigía no los ponía sobre alerta, quería decir que no había nada de lo que preocuparse, ni peligro alguno, pudiendo seguir haciendo tranquilamente sus cosas y vida, no me quedaba alternativa.
Porque si no lo hacía -veía y entendía- que cuando lo que veía aproximarse terminara finalmente de llegar y caer sobre todos, no puestos a su vez cada uno como vigía de su propia vida y la de sus seres amados -como la de todos los demás-, por no haberles realizado tal anuncio, todos morirían. Siendo la única responsable de la muerte de todos. Muertes de las cuales en su momento tendría que dar detallada cuenta.
Tenía que decírselos. Ya fuese que me quisieran escuchar y creer o no. Y que luego, una vez puestos sobre aviso, cada uno hiciera por su parte lo que le pareciera a ver tener que hacer al respecto. Según los propios dictados del Espíritu Santo en su conciencia y corazón. O bien, no hiciese nada, dejándose morir junto con todos los suyos.
Era preciso que todos y cada uno tomaran sus respectivos puestos de vigía y defensa de sí mismos y de sus seres amados. Más que defensa de su vida para esta vida –porque de cualquier modo todos habríamos de perderla en este lugar del Abismo y de la Muerte en el que actualmente nos encontrábamos- en defensa de su vida y la de los suyos para la vida eterna en el Espíritu Santo.
Cada uno tenía que saber convertirse también a su vez en centinela. Siendo ese servidor o servidora fiel puesto por Vos, Señor, a cargo de la seguridad espiritual y eterna de toda Tu familia en su familia.
Porque cuando ello terminara de llegar, esta hora –años- iba a ser tan cruenta como aquellos primeros trescientos años del cristianismo lo fueran para todos los mártires que junto con todos sus seres amados prefirieran morir junto con todos los suyos de parte del mal desatado principalmente contra los seguidores del Cordero, antes de negarlo, diciendo no creer ni ser seguir Tuyo, Jesús Amado, por salvar su vida y la de sus seres amados para esta vida. Cuando al intentar de salvarlas de ese modo, habría de ser cuando la estarían terminando de perder para la vida eterna, por amar y valorar más su vida y la de sus seres amados en este lugar del Abismo y de la Muerte que en el Reino de los Cielos.
Teniendo que preguntarles si llegada esa hora al igual que ellos en su momento lo hicieran morirían por Él. ¿Morirían por Cristo? ¿Renunciarían por completo a su propia vida y proyectos en este mundo para cargar hasta el fin con lo que fuese que en esta última hora tuviera que recaer sobre sí de parte del enemigo justamente por ser de Cristo, por creer en Cristo?
Teniendo que recordar entonces todas y cada una de tus palabras, Jesús Amado.
“No teman a los que sólo pueden matar el cuerpo, pero no el alma; teman más bien al que puede echar el alma y el cuerpo al infierno. ¿Cuánto valen dos pajaritos? Algunos centavos, ¿no es cierto? Y, sin embargo, no cae a tierra ni uno solo, si no lo permite el Padre. Entonces no teman, pues hasta los cabellos de sus cabezas están contados: con todo, ustedes valen más que los pajaritos.
Al que me reconozca delante de los hombres, yo lo reconoceré delante de mi Padre que está en los Cielos. Y el que me niegue delante de los hombres, yo también lo negaré delante de mi Padre que está en los Cielos.
No piensen que vine a traer la paz a la tierra: no vine a traer la paz, sino la espada. Vine a poner al hijo en contra de su padre, a la hija en contra de su madre, y a la nuera, en contra de su suegra. Cada cual encontrará enemigos en su propia familia.
No es digno de mí el que ama a su padre o a su madre más que a mí; no es digno de mí el que ama a su hijo o a su hija más que a mí. No es digno de mí el que no toma su cruz para seguirme. El que procure salvar su vida la perderá, y el que sacrifique su vida por mí, la hallará.
El que los recibe a ustedes, a mí me recibe, y el que me recibe a mí, recibe al que me envió. El que recibe a un profeta porque es profeta, recibirá recompensa digna de un profeta. El que recibe a un hombre bueno por ser bueno, recibirá la recompensa que corresponde a un hombre bueno.
Lo mismo, el que dé un vaso de agua fresca a uno de los míos, porque es discípulo mío, yo les aseguro que no quedará sin recompensa.” (Mt. 10, 26-42)
Vi y entendí, asimismo, quisieras llamarme y enviarme de tu Espíritu en mi espíritu en el Espíritu Santo para llamar y enviar a todo varón y mujer sobre la faz de la tierra, comenzando con todos los bautizados en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo a asumir, llegada esta última hora, tu mismo Mesianismo en el Espíritu Santo. Mesianismo que significa enviado del Padre. Finalmente, como enviados del Padre en el Hijo en el Espíritu Santo. A hacer presente en esta hora y ser vivo reflejo del Enviado del Padre en el Hijo en el Espíritu Santo en todos y cada uno de nosotros.
¿Ser el Mesías? Sí. El Mesías, el Enviado y la Enviada del Padre y del Hijo en el Espíritu Santo. Vivo reflejo de tu Presencia viva en el mundo hasta el fin, tal y como hacía 2000 años prometieras habrías de estar con la humanidad hasta la consumación de los tiempos. Siendo de este modo como quisieras quedarte y querer estar y acompañar a la misma hasta su instancia final en este lugar del Abismo y de la Muerte bajo el opresor poder de dicho espíritu enemigo. En todos y cada uno de nosotros en el Espíritu Santo. Terminados de constituir templos vivos del Padre y del Hijo en el Espíritu Santo.
Pero, ¿cómo podía ser ello posible cuando veía y entendía que comenzando con vos y yo, Daniel, predestinados desde toda la eternidad y para toda la eternidad a compartir en primera instancia en Vos, Cristo Amado, este designio de amor y procreación pensado, querido y predestinado igualmente para con toda la humanidad, a diferencia Tuya, Jesús Amado, y tuya, María, Madre nuestra, todos los hombres estábamos aún fuertemente poseídos y gobernados por dicho espíritu malo y enemigo que por el Tuyo, según como desde nosotros mismos se me permitía vernos y sabernos?
Más aún. ¿Cómo podía ser posible que llegáramos a ser figura Tuya, del Mesías, en medio del mundo, en el Espíritu Santo, en esta última hora de nuestro paso por este mundo, Padre, Jesús Amado, cuando veía, sentía y sabía, Daniel amado, que éramos como dos brazas, teas, hogueras ardiendo buscándose desesperadamente como dos fuegos poderosa e irresistiblemente mutuamente atraídos , como el hierro y el imán también, por terminar uniéndose y haciéndose una solo? Tal era la pasión del mutuo amor que sentía y sabía nos consumía y apremiaba al abrazo, al beso, al amor, que veía y sentía que el día en el que termináramos finalmente uniéndonos y fundiéndonos en uno solo las llamas de nuestro amor llegarían a envolver y encender el mundo entero?
Viendo y entendiendo ser a ello a lo que te habías referido al decir que habías venido a traer fuego al mundo. El fuego del verdadero amor habido y perdido en el origen de la Humanidad en Vos en el Espíritu Santo en todos los órdenes del amor, a partir de la restitución del amor habido en el principio entre el varón y la mujer, perdido y enterrado bajo las cenizas de lo que una vez en el origen fuera, antes de que la intromisión de dicho espíritu enemigo entre ambos lo terminara aparentemente apagando convirtiéndolo en un fuego totalmente fuera de sí, totalmente diferente. Más carnal que espiritual. Teniendo que saber volver a ser más espiritual que carnal, sin dejar de ser también carnal. Por no ser solamente espíritu sino también carne los dos.
No pudiendo dejar de recordar y meditar día y noche, Daniel, sobre todas y cada una de las escasas, pero certeras, iluminadoras y disparadoras palabras que en cada uno de nuestros encuentros confesionales pasados, Daniel, te escuchara decir en su momento. De similar manera a como por lo estudiado en introducción a la filosofía sabía supiera hacer Sócrates con sus discípulos. No dándoles las respuestas que andaban buscando sino tratándolos a dar a luz por sí mismos a partir de una pregunta o cuestionamiento simple y sencillo que les hacía respecto a lo que le planteaban, para que fueran ellos mismos artífices de su propio discernimiento.
De similar manera a como veía y entendía también Vos, sobretodo y principalmente Vos, Jesús Amado, trataras de hacer en definitiva con nosotros. Tal y como terminaba viendo y entendiendo, Daniel, por tu medio y condición sacerdotal lo estabas queriendo hacer y hacías, Jesús Amado, en el Espíritu Santo, también en todo momento desde el Padre en Vos, Jesús, y en vos, Daniel, por tu consagración sacerdotal. Sin darme nunca ninguna respuesta directa. Sino formulándome preguntas abiertas e incisivas que abriéndome como un bisturí en mi hermética cerrazón mantenida hasta el momento m permitiera terminar concibiendo y dando a luz en el Espíritu Santo de tu Espíritu, Padre y Jesús Amado, en mi espíritu por medio de la mediación de tu espíritu y persona, Daniel amado.
Palabras, por ende, que habiéndome desconcertado o llevado a tratar de alejarme y poner distancia entre los dos al escuchártelas decir, viéndolas y mal entendiéndolas en su momento, como provenientes no de Dios sino del tentador, instándome a abrirme a caer en tentación y pecado con vos si las escuchaba y dejaba entrar en mi corazón, comenzaban y terminaban también por constituirse siempre en la clave y llave correcta para ir abriendo una a una las interminables puertas cerradas que veía existían también en mi laberíntico y oscuro camino de discernimiento recorrido y a seguir recorriendo desde allí, en la búsqueda y encuentro de la verdad total en el Espíritu Santo, y no así según los hombres y este mundo, en la que desde Ushuaia viera, entendiera y sintiera, Señor, me llamaras y enviaras a dejarme igualmente adentrar sin temor tomada y llevada de tu mano.
Dejándome llevar dócil, humilde y obedientemente por el soplo de tu Espíritu en mi espíritu querido terminar de manifestar, realizar e infundir desde tu espíritu, Daniel amado, en tu Espíritu, Jesús Amado, en el Espíritu Santo, cimentado plenamente en Vos, Jesús, por ende en Vos, Padre Santo, como veía y entendía en tal sentido vos, Daniel amado, estabas por tu consagración sacerdotal.
Viendo y entendiendo haberte querido constituir también así en tal sentido y a tal fin el Señor, Daniel amado, en Él, en tu mismo Espíritu y Persona, Padre y Jesús Amado, en tu espíritu y persona, Daniel amado, en el Espíritu Santo como mi maestro en el Maestro y la discípula, al tiempo de constituirme igualmente para vos, Daniel, a la luz de las respuestas finalmente halladas que iba compartiéndote asiduamente tan pronto como terminaban de ser dadas a luz, como tu maestra en el Maestro y mi discípulo.
Más aún, en la concepción, alumbramiento y comunicación pública de este designio de amor y procreación para todo tu Pueblo, Padre, Jesús Amado, en el Espíritu Santo, en la Humanidad entera, en esta última hora de su paso por este lugar del Abismo y de la Muerte, terminara viendo y entendiendo venir a ser vos y yo, en Vos en ambos, Dios y Señor nuestro, como Noé y el Arca de la Alianza. Vos Noé, Daniel, y yo el arca.
Arca que con tus primorosas, sabias y amorosas manos ibas de ese modo construyendo encuentro a encuentro por medio de tus precisas y certeras palabras pronunciadas finalmente en Dios de Su Espíritu a tu espíritu en el Espíritu Santo, terminara viendo y entendiendo, y no así del engañador enemigo, queriendo hacerme y hacerte entrar en algo que finalmente no fuera de Dios sino de él, para terminar de hacer entrar esta vez a todo el Pueblo de Dios en la Humanidad entera sin acepción de persona, de ninguna índole, con tu final entrada en ella. O sea, en mí. Ya no solo espiritualmente como hasta allí en Cristo Jesús en el Espíritu Santo se te permitiera y supieras terminarlo haciendo en el más absoluto de los todos, sino finalmente también carnal e íntegramente. En y con todo tu ser. En cuerpo y alma. Por ser para mí en Cristo Jesús que desde el Padre y el Hijo en el Espíritu Santo estabas consagrado, guardado solo para Cristo, en cuerpo y alma, como para vos en Cristo Jesús que desde el Padre y el Hijo, más bien, desde la Madre y la Hija en el Padre y el Hijo en el Espíritu Santo, si bien desde toda la eternidad en lo Divino, desde tu sacerdocio y mi consagración como laica comprometida ante el altar nos encontrábamos.
Siendo así Dios en vos para mí y Dios en mí para vos en el Espíritu Santo quien decía y terminaría poniendo finalmente por obra propiciando el encuentro, unión y consumación final plena de nuestro amor tan largamente probado y postergado en la más grandiosa y perfecta de las alianzas de amor que mente humana llegara a concebir ni imaginar jamás. En el mismo y único orden de la Tuya, Padre, Jesús Amado, con la Humanidad y Creación entera que salida de Vos en el principio quedara desde entonces fuera de tu Alianza de amor pensada, querida y predestinada inicialmente para con toda Ella, como la Hija, la Amada, la Novia, la Esposa, del Hijo, el Amado, el Novio y el Esposo en Vos. Queriéndola en esta última hora terminarla de consumar también en toda su plenitud en el amor, con el amor, por el amor y para el amor, como conforme al Plan Original de Creación lo pensaras, quisieras y predestinadas, viéndose y quedando desde entonces interrumpida y largamente postergada.
Palabras, por ende, Daniel, como aquellas que antes de partir hacia Chile por primera vez en 1998 al ir a verte y pasar más de una hora hablando sobre lo que veía y entendía, Vos, Señor, me seguías diciendo en todos los sentidos que te lo oía decírmelo, al despedirme y verte con el rostro como al rojo vivo, al preguntarte por qué estabas así, si estabas bien, me dijeras que sí, que solo era el fuego del Espíritu Santo o del Infierno.
Palabras ante las cuales viera y entendiera que si el solo hecho de ir a conversar con vos sobre este designio de amor y procreación que te decía veía y entendía en Dios me estaba predestinado a compartir con un varón que a tal fin, Vos, Señor, me tenías predestinado y para el que me tenías predestinada, podía convertirse en causa de infierno, y yo instrumento no de Dios sino de Satanás para vos, por ende, igualmente vos para mí, entonces lo más prudente y sabio para el único cumplimiento en ambos y en toda la Humanidad, Padre y Jesús Amado, de tu voluntad y no la nuestra, con mucha mayor razón tenía que irme y no volver a verte, ni llamarte ni buscarte nunca más, para que me siguieras guiando y acompañando en la concepción y alumbramiento espiritual de todo esto para el mundo entero-
Mismas palabras que entonces, en ese tiempo vivido de este modo hacia fines del 2001 y comienzos del 2002, me llevaran a preguntarme y preguntarte, Señor, si este amor que ambos nos teníamos era realmente del Espíritu Santo o del Infierno. Viendo y entendiendo como finalmente también yo me sentía al rojo vivo de esta inconmensurable pasión de amor que terminara calándome hasta lo más profundo del ser, como nunca antes ningún hombre lograra calarme y hacerme sentir y estremecer de pies a cabeza, a un límite sin límite que nunca antes llegara a imaginarme siquiera. Preguntándote si eso era el amor.
Me moría. Por primera vez en toda mi vida, sentía que me moría no tanto de cáncer sino de amor. DE AMOR. Viéndome y sintiéndome de pronto como un volcán que estuviera apagado e inactivo toda su vida, durante casi cuarenta años, y de pronto, se pusiera en la más intensa e inusitada actividad, despertando y poniendo en movimiento candentes ríos de lava, que buscando y no encontrando un canal y abertura de expulsión exterior, amenazaba con terminar de estallar y hacer explosión dentro de mí misma haciéndome volar y desintegrar en mil pedazos, no habiendo de quedar nada de mí.
Entonces... solo entonces me fue posible entender tus palabras de aquella tarde de tres años atrás, Daniel, sintiendo y entendiendo a la perfección como te sentías no sabiendo precisar si ese fuego que nos consumía por dentro era del Espíritu Santo o del infierno. ¡Dios! ¡Cómo te comprendí, entonces, amor! ¡Cómo te comprendí! Pero, ¡que tardíamente te comprendí!
Comprendiendo solo entonces todo el infierno que tendrías que haber padecido todos esos años, amándome y sintiendo todo lo que me amabas y sentías, teniendo que tolerar encima el que te estuviera constantemente buscando, llamando y yendo a tu encuentro solo para hablarte de aquellos otros tres varones de los que te decía estaba enamorada –estándolo, sin duda, pero a niveles nunca semejantes al que finalmente por vos terminara sintiendo y padeciendo, amor-, viendo y entendiendo en Dios tener que ser sí o sí uno de ellos tres y fuera de ellos ningún otro aquél que en Vos, Jesús amado, me sintiera enviada a buscar y esperar para al final encontrar.
Queriendo hacerte ver, entender y saber con tales palabras que en tal definición final del rostro del amado predestinado por Dios, no por no amarte, sino por tu condición sacerdotal que veía y entendía tenía que saber respetar sagradamente, vos no podrías llegar a ser nunca ese varón sobre el que asiduamente te estaba diciendo Dios me enviara buscar y esperar toda la vida. Con todo el dolor que sabía te estaría causando al decírtelo de la manera en la que te lo decía, si en verdad estabas profundamente enamorado de mí como veía y entendía de Dios en vos y en mí lo sentía sin necesidad de llegar a pronunciar la más mínima palabra en tal sentido.
Porque cuando en verdad se ama, las palabras no son necesarias. Más en un amor como el nuestro, que sentía por más que tratáramos mutuamente de retenerlo dentro nuestro no llegándonoslo a manifestar nunca, no por no querer sino por saber convenir no hacerlo por nuestra consagración en Cristo, se nos terminaba escapando igualmente por los poros de nuestro espíritu y de nuestra piel, haciéndonos vibrar de pie a cabeza con solo volver a vernos, mirarnos, estar cerca o lejos uno del otro pensando el uno en el otro.
Viendo y comprendiendo solo entonces -a la luz del propio ardiente y fustigante infierno de pasión que estaba padeciendo, queriéndote amar y dejarme amar por vos y de cualquier manera no pudiendo- el terrible infierno que tuviera que hacerte padecer día a día durante todos esos años pasados, y aún te estaba y habría de hacerte padecer, viendo y entendiendo que si bien al final veía y entendía en Vos, Padre y Jesús Amado, terminábamos dichosamente uniéndonos teníamos aún un largo camino que transitar por delante antes de que al final ello pudiera llegar a ser enteramente posible en Vos, Señor, para con ambos.
Quería poder repararlo. Llenándote de amor por todo cuanto hasta allí te hiciera padecer con mis palabras, ceguera, sordera, dureza de corazón y entendimiento.
Pero, por más que quería y trataba de ir nuevamente hacia vos -como en los años previos hiciera- para poder entregarte finalmente todos los frutos nuevos y añejos de mi amor que como un huerto cerrado guardara y reservara solo para vos, para el glorioso y dichoso día de tu final venida a mi vida conforme a la promesa que toda la vida te sintiera igualmente hacerme, Señor, en tal sentido, no podía dejar de verme y sentirme a la vez como paralizada e impedida a terminar de consumarlo, por una fuerza muy superior a mí, que no podía terminar de ver ni entender claramente si era de Vos, Señor, o del enemigo de quien la misma provenía.
Sintiéndome invadida al mismo tiempo por todo tipo de temores, tabúes, taras personales con respecto al sexo y entregarme sin estar previamente casados ante Vos, Señor, por la Iglesia, y ante los hombres, como en todo tiempo se me hiciera creer era y tenía que ser para que el amor entre un hombre y una mujer fuera de tu agrado, por ende, bendito y no maldito, bueno y no malo, cimentado en Vos, en el fuego del Espíritu Santo, y no así en el enemigo, en el fuego del infierno.
Por otro lado, encontrándome bajo tratamiento de quimeoterapia por un período de seis meses, manifestándome el médico que si tenía pareja durante dicho tiempo podía mantener relaciones sexuales con mi pareja pero no quedar embarazada porque corríamos el riesgo de que el niño fuese concebido y nacido deforme, no queriendo volver a usar ningún tipo de anticonceptivo según la enseñanza de la Iglesia y por saber que mi cuerpo era templo del Espíritu Santo como para instalarme algún espiral o cosas por el estilo, sintiéndome urgida por todos lados por el amor, sentía que no podía ni podríamos tener relaciones por más y mucho que lo quisiéramos sino hasta que hubiere terminado con la quimioterapia.
Y aún incluso teniendo que esperar unos meses más con posterioridad a ello. Si terminábamos consumando nuestro amor. A fin de cómo madre, por encima de mujer, priorizar y asegurar la normal concepción y alumbramiento del niño que estando en Puerto Montt, viera y entendiera estábamos llamados también a tener con aquél varón, Señor, que me tenías predestinado y para el que me tenías predestinada, el día que terminara viendo y entendiendo quién era realmente él. Como ya por esos días, por entera gracia Divina, lo había terminado gozosamente de ver y entender.
Cuando, después de haberte buscado y esperado toda la vida, Daniel, habiéndote finalmente encontrado, tenía tanto miedo de perderte que con tal de no perderte terminaba abriéndome y estando dispuesta a todo con tal de que de cualquier manera en este designio de amor y procreación, todo se terminara consumando entre los dos tal y como Vos, en tu voluntad y no la mía, Señor, en vos, Daniel, lo tuvieses pensado, querías y predestinaras que fuera. Diciéndote en tal sentido una y otra vez, Señor, diciéndotelo a vos, Daniel, que yo era la servidora del Señor, se hiciera en mí según tu palabra, según tu parecer y creer y no el mío.
Manifestándote finalmente, Señor, que si lo que impedía nuestro mutuo entendimiento, comunicación y final consumación de este designio de amor y procreación de lo Divino en lo humano en nuestro amor, era mi taxativa manifestación y determinación de que tenía que ser sí o sí previo casamiento ante el altar sin relaciones prematrimoniales, no siendo así como en Vos, Señor, tenía que ser, por más que así estuviese establecido y concebido religiosamente entre los hombres que tenía que ser para que se viera y entendiera que algo era totalmente Tuyo y no así del enemigo, sino como veía y entendía comúnmente terminaba siendo en este mundo entre una pareja, es decir, con relaciones prematrimoniales, e incluso sin llegarnos a casar ante el altar jamás, me abría entonces también a ello. Estando dispuesta a hacerlo de cualquier manera.
Siempre y cuando, fuese de acuerdo en un todo a tu voluntad, y no la nuestra, que veía entendía por ser la nuestra fuera de la Tuya habría de ser la del enemigo y no la Tuya, como al final se terminara consumando.
Incluso, si así fuera como lo pensaras, querías y predestinaras, Señor, terminara siendo entre los dos, aceptando la consumación final de este designio de amor y procreación entre vos y yo, Daniel, por medio del poder llegar a estar juntos tan solo una vez, si así querías, Señor, que terminara siendo entre los dos, dada tu condición sacerdotal, Daniel. Para que pastoralmente siguieras a cargo de las comunidades que tenías a tu cargo, sin que por ello llegara a perder su fe o terminara perdiéndose uno solo de los hermanos y hermanas que al igual a como hasta allí habías querido hacer conmigo, Señor, necesitara seguir buscando y encontrando tu guía espiritual para que los siguieras ayudando a concebir y dar a luz desde Cristo en vos y con vos, el misterio que también dormía en su interior.