Aceptando -si también era preciso que así fuera dentro de tu exacta voluntad, Señor, para con ambos, según como lo tuvieses pensado y convenía que fuese mejor para mayor bien de todos, sin perdición de nadie- irme lo más lejos posible luego de ello, para transitar y llevar mi final embarazo sola, como asimismo el alumbramiento y crianza de nuestro hijo en Cristo Jesús, en el Espíritu Santo, si era como madre soltera y no casada que tuvieras pensado, querido y predestinado, se terminara consumando todo esto para mayor bien de la Humanidad entera.
Acepando incluso desde Puerto Montt mismo, en 1998, el concebirlo, fecundarlo en mi vientre y darlo a luz para Vos en la Humanidad entera, para tan pronto como naciera entregártelo y consagrártelo n cuerpo y alma, Señor, por medio de su puesta en manos de algún monasterio, si también así era preciso que fuera, conforme a la lo que la palabra del libro del Apocalipsis dada allí decía ocurría con el niño que la mujer terminaba dando a luz, luego de combatir a brazo partido contra Satanás por su total concepción y final alumbramiento para Vos, Señor.
“Apareció en el cielo una señal grandiosa: una mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza. Está embarazada y grita de dolor, porque le ha llegado la hora de dar a luz.
Apareció también otra señal: un enorme dragón rojo con siete cabezas y diez cuernos, y en las cabezas siete coronas; con su cola barre la tercera parte de las estrellas del cielo, precipitándolas sobre la tierra.
El dragón se detuvo delante de la mujer que iba a dar a luz para devorar a su hijo en cuanto naciera. Y la mujer dio a luz un hijo varón, el que ha de gobernar a todas las naciones con vara de hierro; pero su hijo fue arrebatado y llevado ante Dios y su trono, mientras la mujer huyó al desierto, donde tiene un lugar que Dios le ha preparado. Allí la alimentarán durante mil doscientos sesenta días.” (Apoc. 12, 1-6) Palabra de Dios
Manifestándote, Señor, que si no obstante todo, y esa enfermedad del cáncer, querías concederme igualmente la gracia final de la consumación de este amor con vos, Daniel, y concebir y dar a luz a partir de nuestro final encuentro y perfecta unión en tu amor en ambos, Dios nuestro, este hijo no era ni sería nunca nuestro, sino solo y enteramente Tuyo, consagrándotelo y poniéndolo enteramente en tus manos para que también en él se terminara haciendo tu voluntad y no la suya, como en vos y en mí, Daniel, en Cristo Jesús, en el Espíritu Santo, para lo que fuese que también pudieras llegar a tener pensado, querido y predestinado para él para mayor y final bien de toda la humanidad en su terminar de sacarla definitivamente de debajo del poder de las tinieblas en Cristo Jesús para conducirla y llevarla de vuelta toda a un a Vos, al Reino de los Cielos, en el amor, tal y como en el principio estaba y dicho espíritu enemigo y malo la sacara.
Más aún, si luego de permitirnos consumar finalmente nuestro amor en los tiempos y criterios a como Vos y no nosotros lo querías y quisieras, para como fruto de nuestro grandioso amor concebir y dar a luz a este niño, y luego de darlo a luz morir de cáncer como supiera por esos días aconteciera con una hermana de nuestra comunidad, a quien el cáncer se le desarrollara a partir del embarazo, con cuanta mayor probabilidad entonces en mí, que ya lo tenía declarado y en tratamiento, que así fuera también entonces. Siendo solo y en un todo tu voluntad, Señor, y no la mí, ni la nuestra, peor aún la del enemigo en la nuestra contra la Tuya la que en el más absoluto de los todos se terminara consumando.
Como asimismo si al final de cuentas todo este amor habido entre los dos y esta visión de estar llamados a concebir y dar a luz a ese niño terminaba resultando no provenir de Vos, sino del enemigo, que entonces, no me hicieras seguir buscando y esperando algo que sabías para mejor bien de todos nunca tenía que terminar aconteciendo, impidiéndolo a como diera a lugar, para que todo fuera en ambos para la Humanidad entera como Vos lo querías y no nosotros por lo mucho que nos amáramos.
Fueron meses de verdadero infierno para los dos, Daniel. Creo, los peores de todos los que hasta aquí en este amor tuviéramos que llegar a vivir. ¡Soportaras y me soportaras tanto, Daniel! Lo soportaras todo. Solo porque estabas cimentado en el Espíritu Santo en Cristo. Solo por tener también Su mismo Espíritu en el Espíritu Santo en vos.
Personalmente me sentía terriblemente confundida. Como si hubiera sido metida dentro de una mezcladora o batidora, y comenzara a dar vueltas y más vueltas sin parar. A tal punto que al final ya no podía ver y discernir con claridad cuál era tu voz y tu voluntad, Señor, y cuál la del enemigo. Temiendo y no queriendo terminar cayendo engañada y confundida por una voz y voluntad que no fuese la tuya, cuando durante diez largos, atribuladores e infernales años de calvario y muerte constante quisieras concederme la gracia en tu Espíritu de terminar venciendo en Cristo en el Espíritu Santo todas y cada una de las interminables tentaciones y engaños en las que veía y entendía me terminaba sometiendo queriéndome caer fuera del único cumplimiento en mi de tu voluntad en Cristo y no la mía.
Suplicándote, Señor, no le permitieras que al final me terminara engañando y sacando de Vos de la misma manera en la que en el principio lograra hacer con la Humanidad al sacarla de Vos, de tu voluntad, y de tu grandioso Plan de Amor tenido para con toda Ella con vos y no así con el enemigo.
Más aún, a partir del hecho de ver y entender que todo podía terminar siendo la peor de las trampas del enemigo. Porque si terminaba aceptando y consintiendo tener relaciones con vos, Daniel, sacerdote como eras, sin estar casados por la Iglesia, como veía y entendía nunca lo habríamos de estar en tanto la Iglesia se mantuviese firme en la determinación mantenida inconmovible hasta allí del celibato sacerdotal, habría de ser vista, considerada, tenida y tratada de ahí en más no como una santa. Sino como una prostituta.
Con todo lo contrario que veía y entendía algo semejante significara siempre bíblicamente y en la fe habida en el mundo. Viendo y entendiendo que algo semejante nunca podría llegar a ser visto, entendido ni considerado ante los hombres como algo Tuyo, Señor, sino como del tentador y engañador. Viendo y entendiendo, al mismo tiempo, como durante los diez años pasados, pero principalmente durante los últimos meses quisieras hacerme ver y entender estar llamada igualmente a ser en esta última hora del paso de tu Amada, la Humanidad, por este lugar del Abismo y de la Muerte como tu servidora fiel enviada a terminar de llamar y enviar a todos igualmente en el Espíritu Santo a llenarse, fortalecerse y terminar de ponerse definitivamente de pie en el Espíritu Santo como tus servidores, vigías y centinelas fieles ante lo que estaba a punto de terminar de desencadenarse por sobre toda la Humanidad y ya estaba ahí.
¿Cómo podía llegar a ser posible una cosa si por otro lado veía y entendía tener que saber abrirme y mantenerme incondicionalmente abierta a la consumación final y total de este designio de cualquier manera, así fuese que tuviese que llegar a serlo desde el despojarme de toda la santidad tenida hasta allí para terminar siendo vista y considerada ante todos como una pecadora, más aún como una prostituta, si terminaba consintiendo tener relaciones con un sacerdote, como en toda la Biblia y concepción religiosa humana se considerara a la mujer que tenía relaciones con un sacerdote, visto y considerado ante todos como un hombre santo, el más santo de todos los hombres, por más que en lo más secreto de Dios no todos realmente lo fueran, eran ni serían, sino tanto o más pecadores que la inmensa mayoría de los hombres?
Teniendo, por ende, que saberme despojar del inmaculado vestido y manto de santidad con el que hasta allí me viera y dejara ver ante todos, de similar manera a como la amada del Cantar de los Cantares terminara siendo despojada de su chal por los guardias de las murallas, quedando expuesta al desnudo de allí en más ante todos como lo que en lo humano y más oculto y oscuro de mi ser era y sabía también había, temiendo horrores reconocerlo, asumirlo y que los demás pudieran llegar a verlo y saberlo de igual manera. Como una pecadora. Más aún, como la tenida y considerada por todos los hombres como la peor de todas. La prostituta.
¿Tenía sentido? ¿Todo eso en su conjunto tenía el más mínimo sentido en Vos y en este designio de amor y procreación que desde el sí dado en Ushuaia quisieras irme llevando a discernir y desentrañar desde lo más profundo de mi ser de tu Espíritu en mi espíritu en el Espíritu Santo, como del Tuyo, Padre, Jesús, en el tuyo, Daniel amado, por medio de todo lo que compartiéramos al respecto como así mismo de este amor que veía, entendía y sabía, Daniel amado, nos unía y mantendría unidos ya inseparablemente en lo Divino por toda la eternidad, por más que en lo físico y humano tuviéramos aún que seguir estando separados fueses solo a saber Vos, Señor, por cuanto tiempo más? ¿Tenía sentido dentro del Plan de Salvación? ¿Tenía sentido en Vos, Señor, y en este designio de amor y procreación trazado para con toda la Humanidad y Creación? ¿Lo tenía?
Con el paso de los siguientes meses y años, vi y entendí, Padre, Jesús Amado, de tu Espíritu en mi espíritu en el Espíritu Santo, que no solo tenía sentido, sino que inexorablemente era y habría de ser solo así como el designio de amor y procreación del que formábamos parte inicial protagónica con vos, Daniel amado, en la persona de Cristo en el Espíritu Santo -tanto en el sacrificio, crucifixión y muerte de este amor viejo según los hombres y el mundo como en la resurrección final a partir de todo esto del amor nuevo según nuevamente el mismo Espíritu de Dios en ambos para toda la humanidad-, habría de terminar de llevar a plenitud el Plan de Salvación trazado para toda la Humanidad.
Con inclusión de todos, sin exclusión de nadie por muy abajo que nos encontrásemos caídos en este lugar del Abismo y de la Muerte, en relación del Reino de los Cielos, en nuestra condición de pecado según la carne, conforme al juicio, pensamiento y creencia de los hombres y del mundo. Por ende, según el juicio, pensamiento y creencia del enemigo.
Vi y entendí que para poder llegar a verlo y entenderlo con total claridad y certeza en toda su extensión, tenía que aprender a saber pensar en el Espíritu Santo como Vos, Padre, Jesús Amado.
Conforme a tu manera de pensar, Señor, y no así conforme al pensamiento de los hombres y de este mundo. Por ende, no conforme al pensamiento de dicho espíritu enemigo que desde nuestra salida de Vos en el principio pasara a dominarnos y ponerse de manifiesto a través de nuestro pensamiento y lógica humana y de este mundo, en total contraposición con la Tuya, haciéndonos creer que siendo así de malos y pecadores como éramos y somos Vos no querías ni podrías llegar a querer nunca para nosotros lo que realmente era lo único que siempre quisieras: que llegáramos a ser en un todo como Vos.
A tu mima imagen y semejanza Divina en rectitud de juicio, entendimiento, sabiduría, fortaleza, santidad y perfección espiritual en el Espíritu Santo. Dotándonos a tal fin de tu mismo Espíritu en el Espíritu Santo para que trabajando día y noche en nuestro espíritu nos fuese convirtiendo y transformando en Vivo reflejo e imagen Tuya en todos y cada uno de nosotros. En la medida en que así lo creyéramos y te lo permitiéramos hacer, rehaciéndonos constantemente como el vaso en manos del alfarero, hasta que llegue a ser en un todo tal y como él lo confiera y quiere para el fin que se ha propuesto. Amén. ¡Gloria a vos, Dios Uno y Trino en todos y cada uno de nosotros!
¿Pero cuál era y es, entonces, Señor, tu manera de pensar, que está muy por encima del pensamiento de los hombres?
Vi y entendí que en todo lo que dijiste e hiciste estaba contenido tu manera de pensar. La manera de pensar del Padre en el pensamiento comunicado por el Hijo. Para en esta hora terminarlo de dar a conocer desde el pensamiento del Padre y del Hijo en el Espíritu Santo. En cuya Trinitaria Persona me habías querido constituir en tu mismo Espíritu en mi espíritu desde Ushuaia, para en esa hora terminar de dar a luz a todo esto desde su misma nueva consumación por nuestro medio para final visión, entendimiento y creencia de todos los que así quisieran y pudieran hacerlo constituidos de igual manera en la Persona Trinitaria en todos y cada uno de nosotros .
Siendo, por ende, de la profunda, constante y minuciosa orante meditación de todos y cada una de tus palabras, gestos, actos, hechos... que se me permitiría en el Espíritu Santo terminar de deducirlo desde la inducción a la vez de lo que en lo particular quisieras y querías llevarnos a someter junto con vos, Daniel, y todo este pueblo al que en principio en la Iglesia Católica quisieras, Señor, terminarme constituyendo y enviando en el Espíritu Santo. Para desde su apostólico seno terminarlo de dar a luz para toda la Humanidad.
De similar manera a como hacía 2000 años fueras enviado por el Padre, Jesús Amado, en primer lugar al pueblo de Israel. Pueblo, por ende, tanto el de hoy en la Iglesia Católica como el de hacía 2000 años en el Pueblo de Israel, constituido y predestinado de igual manera en todo su conjunto, para representar y hacer caer sobre sí lo que conforme a las antiguas profecías que daban cuenta del Plan de Salvación que trazaras, Señor, para rescate y liberación de no solo una parte, sino de toda la Humanidad de debajo de dicho espíritu enemigo, estaba escrito llegada tal hora como esta, habría de hacer de parte de sus autoridades, sacerdotes y maestros de la Ley respecto de Vos, Amado mío, en su momento, como de mí en ese momento. Enviada como había sido enviada al mismo no por mi cuenta sino en directa y total representación Tuya en el Espíritu Santo.
Pedro, y los demás apóstoles de entonces, no pudo ni podían entender tu lenguaje. Como de igual modo, desde Ushuaia mismo, y más aún desde 25 de Mayo mismo, en donde hacia inicio del 2001 quisieras llevarme a ver y entender tener que decirle a tus apóstoles, Jesús Amado, a través de tu mediata persona y representación de todos ellos, Daniel amado, que también para mí –luego para vos y todo este pueblo- había llegado la hora de subir a nuestro propio y mismo Jerusalén en Vos, Jesús Amado, tampoco iban a ver y entender en un primer momento en qué exactamente consistiría mi entrega y caída en manos de los hombres. Por consiguiente, también la tuya, Daniel amado, junto con la mía durante estos cinco años previos, como la de todo este pueblo –la Iglesia Católica- en esta hora final en manos de los hombres.
Pero para ello, primero tenía que ser yo quien cayese en sus amadas manos, en tanto apóstoles de Cristo, al tiempo que inicialmente enemigas manos en tanto autoridades, sacerdotes y teólogos a cargo del actual Pueblo al que en la Humanidad en la persona de Cristo en el Espíritu Santo, fuera enviada, Daniel.
La de los sacerdotes a cargo actualmente del pueblo al que fuera enviada. En relación del juicio y condenación inicial que llegada la hora veía y entendía también este pueblo, el pueblo al que había sido enviada en la Iglesia Católica, habría de hacer de mí en el mismo orden de aquel otro juicio y condenación, Jesús Amado, hecho por aquel pueblo al que por tu parte desde el Padre fueras enviado y tuvieras que padecer. Juicio y condenación en el que venían y vendrían a representar por un lado, a los mismos amigos, y por otro lado a los mismos enemigos de Dios de entonces.
Es decir, por un lado, a los amados apóstoles del Amado que en Su mismo Espíritu en mi espíritu en el Espíritu Santo me enviara y enviaba como embajadora del mismo Reino de los Cielos, en su final búsqueda y encuentro, conforme a la promesa que hacía 2000 años les había hecho. Y fielmente quedarán esperando, como esperando fielmente quedaran. Amado apóstoles del Amado y en el Amado. En quienes por ende, veía y entendía, podía, tenía y tendría que terminar sabiendo confiar finalmente a pleno, por total desconfianza que originalmente me produjeras y produjeran. De similar manera a como hacía 2000 años, Vos, Amado nuestro, confiaras a pleno en ellos. Aún incluso en Judas.
Porque también él vino a representar y llevar a cabo la parte del Plan de Salvación que por su lado viniera a realizar en representación de toda la humanidad que obraba de similar manera a la que él terminara haciéndolo. Para que todo se consumase de acuerdo a como proféticamente fuera anunciado y estaba escrito. De manera tal, que viendo el pleno cumplimiento de lo anunciado en los hechos, la humanidad creyera, se convirtiera y aprestara a volver al Reino de los Cielos.
Teniendo, por consiguiente, que esperarlo absolutamente todo de ustedes. Principalmente de vos, Daniel, como aquél que de entre todos ellos había sido el predestinado para en esta final hora en representación de todos ellos venir a representarlo a Él. Al Amado. La encarnación del Amado. De Su Espíritu en tu espíritu en el Espíritu Santo en las instancias finales de la consumación de las Bodas del Cordero.
Y, por otro lado, venían a representar al mismo tiempo en este designio de amor y procreación final, a los sacerdotes, teólogos, notables y autoridades que ajustándose en un todo a lo creído hasta el momento, como guardianes de las Sagradas Escrituras y su cumplimiento tal y como estaba escrito, no viendo ni entendiendo en un primer momento lo que les decía fuera enviada a hacer y me verían llevar a los hechos, veía y entendía que como tales tenía que esperar recibir de su parte e incomprensión lo mismo que hacía 2000 años el Maestro Amado tuviera que recibir de parte de los sacerdotes y maestros de la ley de entonces.
El peor de los tratos, juicios y muerte, cuando finalmente terminara haciendo lo que veía y entendía tenía que terminar diciendo y poniendo por obra ante todos –por incomprensible que mis palabras y proceder hasta el momento les resultaran, valiéndome la expulsión final de en medio de ustedes; de en medio tuyo, Daniel, Pueblo amado- lo que como mujer fuera enviada a terminar de concebir y parir para la humanidad entera. Asumiendo este designio no desde la consideración de santa de parte de los hombres, sino desde la consideración de pecadora. De la considerada en el juicio y condenación de los hombres y de este mundo la peor de todos. La prostituta.
En quienes, por consiguiente, veía y entendía no podía ni podría llegar a confiar nunca, si en todo esto el poder de Dios en el Espíritu Santo no terminaba manifestándose e imponiéndose en toda su plenitud por sobre el de Satanás existente tanto en todos ustedes como en mí, en nuestra limitada, ciega, sorda y limita visión y comprensión humana de todas las cosas. Tanto de las de la tierra como de las del cielo. Cosas del cielo que viera y entendiera fuera enviada a terminarles de revelar en el Espíritu Santo. De similar manera a como hacía 2000 años Vos, Jesús Amado, vinieras a revelarnos las cosas de la tierra. No pudiendo aún revelarnos por aquel entonces las del cielo. Cuando ni siquiera estábamos aún preparados para entender las cosas de la tierra que querías e intentabas explicarnos, como para que pudiéramos llegar a entender las del cielo si en aquel momento nos las trataras de dar a conocer. Habiéndonos creado más lío, confusión, cerrazón, negación y rechazo de la que con solo tratar de explicarnos las cosas de la tierra ya teníamos bastante.
A la luz de todo lo cual vi y entendí, Padre, Jesús Amado, que llegada esta hora esperabas que volviera a hacer en el Espíritu Santo lo mismo que entonces hicieras ante el Pueblo de Israel conforme a como estaba escrito. A fin de que viendo como toda Palabra escrita se cumplía y cumpliera en Vos, sus ojos y oídos interiores se abrieran al entendimiento y comprensión de todas las cosas, creyendo así en todo cuanto vinieras a anunciarnos, para por la fe volver a ser levantados en Gloria de regreso al Reino de los Cielos.
Para lo cual, vi y entendí primero tenías que ser necesariamente levantado en alto, en la cruz, al desnudo –como salieras del vientre de Mamá María- atrayendo sobre Vos toda la maldad del enemigo, por ende, los pecados de la Humanidad, como levantado en total maldición y desgracia. Para que por medio de la absorción en Vos de toda la maldición y desgracia en la que en este lugar del Abismo y de la Muerte se encontraba sometida y encadenada a un destino de muerte semejante al suyo toda la humanidad bajo el poder de Satanás –desde que astutamente lograra arrebatarla de Vos-, toda la humanidad volviera a entrar y estar en la plenitud de la bendición y gracia Celestial. Volviera a ser glorificada.
Para lo cual, convenía que momentáneamente aceptaras perder y perdieras Vos, Jesús Amado, toda la Tuya mantenida bien en alto en la consideración de todos hasta el momento. Pasando en cuestión de días –entre Domingo de Ramos y el Jueves Santo- de ser Santo, Bendito, Alabado, a ser visto y considerado por todos como un maldito, un desgraciado, un pecador. Y el peor de todos. Ya que solo los considerados más pecadores de todos eran condenados a morir crucificados.
Siendo perentorio el Sacrificio del Dios de la Vida, para que toda la humanidad que yacía en sombras con tu Santa muerte, Jesús Amado, pudiera hacerse acreedora de la tramitación y obtención del pasaporte y visa de estadía permanente hacia y en el Reino de los Cielos.
Viendo y entendiendo que constituida en tu misma pasión, crucifixión y muerte en el Espíritu Santo, para terminar de sacar a luz lo que aún permanecía en tinieblas respecto del Reino de los Cielos, nuestro origen Celestial, razón de ser en este lugar y predestinación Divina en Vos en el Espíritu Santo, a fin de que este Pueblo y la Humanidad entera viera y entendiera que eras Vos en mí, el Santo de Israel, en el Espíritu Santo, quien estaba terminando de decir y poner por obra todo cuanto por mi medio se terminara diciendo y poniendo por obra, llegada esa hora tenía que aceptar ser levantada igualmente en alto, en cruz, ante la visión y conocimiento no solo del pueblo al que inicialmente fuera envida en la Iglesia Católica, sino de la totalidad de tu Pueblo constituido por absolutamente toda la Humanidad.
Ser levantada en alto, en cruz, dejándome despojar, más aún despojándome yo misma, con mis propias manos, de las sagradas vestiduras llevadas desde Ushuaia en Vos hasta el momento en la visión y consideración de todos los que hasta allí me conocieran, en virtud de las cuales, hasta allí era vista y respetada por todos como una santa –como de igual manera en un primer momento ante el Pueblo de Israel lo fueras, sin dejar de serlo, sin cometer pecado-, para terminar siendo vista y considerada por todos como la peor de todas las pecadoras. Como una prostituta. Aunque, al igual que Vos tampoco yo en los hechos llegara a serlo. Terminar pasando a ser vista y tenida en el juicio del pueblo al que en la comunidad parroquial de San Antonio de Padua en un primer momento me enviaras, como mi Jerusalén actual en tu Jerusalén de hace 2000 años, como una prostituta, según la concepción tenida y habida entre los hombres en este mundo de la misma, sin serlo en los hechos.
Por así convenir que fuera a los exactos fines del Plan de Salvación. Para solo así permitirte terminar de abrazar y levantar en el Espíritu Santo a toda la Humanidad junto con Vos de regreso al Reino de los Cielos. Abriendo sus puertas para absolutamente todos los hombres que así quisieran proponerse volver, cualquiera fuera la condición de pecado en la que según la visión, juicio y consideración de los hombres y de este mundo se encontrase.
Desde el terminar asumiendo y atrayendo también sobre mi propia carne y humanidad –que a la vez, desde Ushuaia, estaba puesta plenamente en Vos, Padre, Jesús amado en el Espíritu Santo; sin dejar nunca de estarlo- toda los pecados cometidos por la humanidad en la carne. En lo sexual. Desde la máxima condición de caída y maldición en la que la mujer cayera y quedara aun sometida bajo dicho espíritu enemigo muy por debajo del varón, en un doble sometimiento. En primer lugar, conjuntamente con el varón, bajo el sometimiento de Satanás. En segundo lugar, bajo el sometimiento de dicho espíritu enemigo del Reino de los Cielos bajo sometimiento aún de su igual y semejante. El varón.
Máxima condición de caída, maldición y sometimiento en el que veía y entendía la mujer quedara sometida que era y es la de la prostitución. Incluyendo en ello el lesbianismo y homosexualismo, con todos los estados derivados de la prostitución. Para de ese modo, terminar de incluir a absolutamente toda la Humanidad en el abrazo Espiritual del Padre y del Hijo en el Espíritu Santo, sin exclusión de uno solo. A menos que fuese uno el que luego de ello quisiera seguirse excluyendo y quedar fuera de dicho amoroso bendito y glorioso abrazo por toda la eternidad.
Siendo como es, que lo que Dios ve y tiene en cuenta para la salvación de todos los hombres no es lo que en este mundo y ante la visión y consideración de sí mismos y de los demás es, sino lo que hay en su corazón. Existiendo y conociendo personalmente hombres y mujeres con un corazón mucho más grande, noble, puro, sensible, de auténticos sentimientos de misericordia por quienes más sufren y se encuentran en situación de total desventaja en relación de los que tienen la mayor concentración del poder y conocimiento en este mundo, que terminara sabiendo eran y son lesbianas y homosexuales, que la inmensa mayoría de los heterosexuales e incluso muchos cristianos apegados al cumplimiento de todos los rituales del culto y de la fe, pero que a la hora de verdad, encontrándose en la vía pública podían pasar por encima de alguien que veían tendido en el camino sin detenerse a ver qué le pasaba, levantarlo o llevarlo a un lugar donde pudieran brindarle ayuda, de similar manera a lo sucedido en la parábola del buen samaritano.
“Un maestro de la Ley, que quería ponerlo a prueba, se levantó y le dijo: “Maestro, ¿qué debo hacer para conseguir la vida eterna?” Jesús le dijo: “¿Qué está escrito en la Escritura? ¡Qué lees en ella?” El hombre contestó: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y amarás a tu prójimo como a ti mismo.” Jesús le dijo: “¡Excelente respuesta! Haz eso y vivirás.” El otro, que quería justificar su pregunta, replicó: “¿Y quién es mi prójimo?”
Jesús empezó a decir: “Bajaba un hombre por el camino de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos bandidos, que lo despojaron hasta de sus ropas, lo golpearon y se marcharon dejándolo medio muerto.”
Por casualidad bajaba por ese camino un sacerdote: lo vio, tomó el otro lado y siguió. Lo mismo hizo un levita que llegó a ese lugar: lo vio, tomó el otro lado y pasó de largo.
Un samaritano también pasó por aquel camino y lo vio; pero éste se compadeció de él. Se acercó, curó sus heridas con aceite y vino y se las vendó; después lo montó sobre el animal que traía, lo condujo a una posada y se encargó de cuidarlo. Al día siguiente sacó dos monedas y se las dio al posadero diciéndole: “Cuídalo, y si gastas más, yo te lo pagaré a mi vuelta.”
Jesús entonces le preguntó: “Según tu parecer, ¿cuál de estos tres fue el prójimo del hombre que cayó en manos de los salteadores?” El maestro de la Ley contestó: “El que se mostró compasivo con él.” Y Jesús le dijo: “Vete y haz tú lo mismo.”” (Lc. 10, 25-37)
Palabra de Dios
¿Creen que a la hora en que este buen samaritano se presente en el Juicio Final ante nuestro Señor, Él va a tener en cuenta si en su vida privada el mismo era heterosexual u homosexual para en función de ello tenerle en cuenta obra tan buena, noble y propia solo de quienes tienen un corazón sin la más mínima maldad, consideración ni prejuicio respecto de los demás, dispuesto a hacer el bien sin mirar a quién, cuándo, por qué o cómo, sino solo a quien se ve y entiende así lo necesita de uno, corazón sin atadura semejante al Suyo, como validación de su pasaporte y visa de estadía permanente en el Reino de los Cielos?
(Continúa en la siguiente respuesta)
Los abrazo en Jesús y en María en el Espíritu Santo.
Es el corazón lo único que cuenta. Porque en el corazón, nuestro Padre Celestial ve lo que todo hombre piensa, siente, es, cree, quiere…todo lo bueno y todo lo malo existente realmente en el mismo. Cuales quieran hayan sido y sean las obras buenas y malas que externamente realizara y realice ante la visión y conocimiento de los demás.
Es decir, vi y entendí que de igual manera a como en tu momento Vos, Jesús Amado, vinieras a terminar de llevar a cabo la misión que el Padre te confiara teniéndote que despojar conciente, libre y voluntariamente de toda consideración de santidad tenida hasta el momento ante los hombres –comenzando con tus mismos apóstoles, para quienes con Pedro a la cabeza era inconcebible lo que les decías fueras enviado a terminar haciendo en medio del pueblo al que fueras enviado por el Padre en el Espíritu Santo- para dejándote desnudar, es decir, despojar de dicho manto y vestidura de santidad demostrada y respetada hasta aquel momento por los hombres, tener que asumir la misma extrema condición del visto y tenido en el juicio y condenación de los hombres y autoridades de aquel pueblo como el peor de todos los hombres.
Del tenido por maldito por la multitud de todos los crímenes, robos, pecados en general cometidos, que lo hacía considerar de parte de los hombres como merecedor del peor de los juicios, condenaciones y muerte. La de morir crucificado.
“Por mi parte, siguiendo la Ley, llegué a ser un muerto para la Ley a fin de vivir para Dios. Estoy crucificado con Cristo, y ahora no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Todo lo que vivo en lo humano se hace vida mía por la fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí. En cambio, dedicarme al cumplimiento de la Ley sería despreciar el don de Dios: sería como decir que Cristo murió inútilmente.
¡Qué tontos son ustedes, gálatas! ¿Cómo se han dejado hipnotizar después que se les presentó a Cristo Jesús crucificado, como si lo vieran?
Les preguntaré esto nada más: ustedes, ¿recibieron el Espíritu por la práctica de la Ley, o por escuchar a la fe? ¿Cómo puede uno ser tan tonto: empezar por el espíritu y terminar por la carne? ¡Haber probado inútilmente favores tan grandes! ¡Ojalá no fuera inútilmente! Cuando Dios les reparte el Espíritu y obra milagros entre ustedes, ¿lo hace porque observaron la Ley o porque creyeron en su mensaje? Acuérdense de Abraham: Creyó a Dios, el que se lo tomó en cuenta para considerarlo justo.
Entiendan, pues, que quienes toman el camino de la fe, éstos son hijos de Abraham. Ya sabía la Escritura que por el camino de la fe Dios comunicaría la justicia a todas las naciones. En ti serán bendecidas todas las naciones. De modo que los que toman el camino de la fe reciben la bendición junto con el creyente Abraham. Al contrario, pesa una maldición sobre los que quieren practicar la Ley, pues está escrito: Maldito sea el que no cumple siempre todo lo que está escrito en la Ley.
Por el camino de la Ley, nadie llega a ser justo a los ojos de Dios, pues está escrito: El justo vivirá por la fe, y la Ley no da lugar a la fe, pues según ella: El que cumple los mandamientos tendrá vida por medio de ellos.
Pero Cristo nos rescató de la maldición de la Ley, haciéndose él mismo maldición por nosotros, pues está escrito: Maldito todo aquel que está colgado de un palo.
A raíz de esto la bendición de Abraham alcanzó las naciones paganas (estaba en Cristo), y, por la fe, recibimos el Espíritu prometido.” (Gál. 2, 19 /3, 14)
Palabra de Dios
Por eso, vi y entendí que Pedro reaccionó de la manera en que lo hizo al escucharte decirles lo que te iba a suceder cuando llegaran a Jerusalén, porque sabía que el que te sucediera todo eso iba a ser visto y tenido por todos como la peor de las maldiciones. Cuando él sabía que Vos, Jesús Amado, no eras un maldito, sino el más bendito y santo de todos los hombres. El Bendito y Santo por excelencia del Padre. El mismo Hijo de Dios, como momentos antes por obra y gracia del Espíritu Santo te acababa de reconocer en medio de los demás apóstoles.
¿Cómo te iba a pasar o dejar que te pasara entonces semejante cosa? ¡Eso nunca habría de permitirlo, amándote como te amaba!
Pero, lo que Pedro no entendía era que justamente por ser el Bendito y Santo del Padre, el Mesías, el Enviado del Padre, tenías que, sin haber pecado ni pecar para llegar a merecer semejante fin, terminar rebajándote al extremo de la máxima caída en pecado y maldición en la que el hombre cayera y se encontraba en este mundo. Para solo así, mediante el asumir tal caída y maldición a pleno en tu propia carne, sobre Vos, Jesús Amado, poder liberar de una vez y para siempre a la humanidad entera de la misma. Habiendo de ser solo así como habrías de volver a abrir las puertas del Reino de los Cielos para todos los hombres.
Puertas que con nuestra caída y destierro de Allí quedaran cerradas y bien guardadas por querubines y un remolino que disparaba rayos para que ningún hombre que no estuviera autorizado por Vos, Señor, como para poder hacerlo, lleno nuevamente del Espíritu Santo, quedaran cerradas para todos.
Habiendo venido no para condenar al mundo sino para salvarlo del poder del enemigo ejercido desde el mismo corazón y ser del hombre. Sin duda sí desde la máxima condición de santidad en la que los hombres esperaban y creían que vendrías, Señor, a hacerlo, siendo el Santo de los santos, pero desde el terminar asumiendo y alcanzando tal condición de Santidad desde el asumir por amor a la voluntad del Padre, al Reino de los Cielos y a toda la Humanidad, la máxima condición de pecado y prostitución en la que el mismo –en tanto varón y mujer- cayera y se encontraba sometido bajo los dictados, visión, pensamiento, sentimiento, entendimiento, querer y creencia impuesta por dicho espíritu enemigo dentro de sí desde que lograra hacerlo caer en su poder.
Para solo de ese modo, terminarlo de librar del estado de maldición en que cayera respecto del Reino de los Cielos y de la vida de los demás Seres Divinos y Celestiales existentes Allí. Tal y como estaba escrito tenía que ser para solo así poder volver al estado de gloria, santidad y bendición en la que en el principio se encontraba, Padre, en Vos, en el Reino de los Cielos.
“Al hombre le dijo:
“Por haber escuchado la voz de tu mujer y comido del árbol del que Yo te había prohibido comer: Maldita sea la tierra por tu culpa. Con fatiga sacarás de ella tu alimento por todos los días de tu vida. Espinas y cardos te dará, y comerás la hierba del campo. Con el sudor de tu frente comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella fuiste sacado. Porque eres polvo y al polvo volverás.” (Gén. 3, 17-19)
Palabra de Dios
Como estaba escrito que la única manera por la cual el hombre habría de poder volver al lugar del que fuera sacado, habría de ser con mucha fatiga, dolor, teniendo que soportar las espinas y los cardos –la corona de espinas que te pusieron, los latigazos...-, con sudor –como llegaras a sudar sangre mientras orabas en el huerto de Getsemaní, viendo y entendiendo tener que ser así no más, no quedando otra, diciéndole al Padre que si era posible que no tuviera que ser estrictamente necesario que fuese de esa manera, al decir tener que beber tal cáliz, te librara de ello pero que se hiciera Su voluntad y no la Tuya- pasando necesariamente por la muerte. Volver al polvo.
Cargar sobre Vos toda la maldición caída sobre la humanidad. Sin llegar a cometer el más mínimo pecado. Sin ser maldito. Sino el más bendito de todos los hombres. Siendo necesario pasar y ser visto en el juicio y condenación de los hombres como un maldito sin llegar a serlo. Para solo de ese modo terminar de asumir sobre Vos y liberar al hombre de la condenación de caída y muerte eterna pendiente sobre él, desde aquel juicio y sentencia preliminar recibida sobre desde su comparecencia ante el Tribunal Supremo para dar cuenta del pecado cometido.
Así, y desde entonces, vi y entendí, asumiendo sobre Vos toda la maldición libraste a toda la humanidad de la misma. Y en tanto varón, particularmente al varón de esa parte de la sentencia original caída en lo particular sobre todo varón por medio de Adán, conforme a la declaración de lo sucedido y defensa presentada por el mismo ante el primer juicio que tuviera que afrontar.
Viendo y entendiendo que librada si bien toda la humanidad, principalmente el varón en ese momento por medio de tu levantamiento en cruz, Jesús Amado, de tal sentencia original caída sobre el hombre en particular, y librada también la serpiente en un primer momento también de parte de tu mismo Espíritu por el mandato dado a Moisés en el desierto de Sinaí de hacer una serpiente de bronce y levantarla en alto de manera tal que todo aquel que la viera se sanase, llegada esta hora, a partir de todo cuanto me quisieras y querías llamar y llevar a realizar como salida de tu mismo Espíritu en mi espíritu en el Espíritu Santo, echa desde Ushuaia una con Vos, ante mi también final levantamiento en cruz querías terminar de librar a la mujer ante el conocimiento de todos los hombres de la sentencia y maldición original caída particularmente sobre ella.
“Entonces Yavé Dios dijo a la serpiente:
“Por haber hecho esto, maldita seas entre todas las bestias y entre todos los animales del campo. Andarás arrastrándote, y comerás tierra todos los días de tu vida.
Haré que haya enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya, ésta te pisará la cabeza mientras tú te abalanzarás sobre su talón.”
A la mujer le dijo:
“Multiplicaré tus sufrimientos en los embarazos. Con dolor darás a luz a tus hijos, necesitarás de tu marido, y él te dominará.” (Gén. 3, 14-16)
“Partieron del Horeb camino del Mar Rojo, rodeando la tierra de Edom. El pueblo comenzó a inquietarse por el camino, y murmuró contra Dios y contra Moisés. “¿Por qué nos has sacado de Egipto para hacernos morir en el desierto? Pues aquí no tenemos pan ni agua, y estamos hastiados de ese desabrido maná.”
Entonces Yavé mandó contra el pueblo serpientes, de las llamadas “ardientes”, que los mordían, así que murió mucha gente de Israel. El pueblo fue donde Moisés y le dijo: “Hemos pecado, hablando contra Yavé y contra ti. Intercede ante Yavé para que aleje de nosotros las serpientes.”
Moisés habló por el pueblo y Yavé le respondió. “Haz una serpiente de bronce, ponla en un palo y todo el que la mire sanará.” Moisés así lo hizo. Si alguno era mordido, miraba a la serpiente de bronce y no moría. (Núm. 21, 4- 09)
“En verdad te digo: nosotros hablamos de lo que sabemos, y venimos a proclamar lo que hemos visto, pero ustedes no hacen caso de nuestro testimonio. Ahora les hablo de cosas de la tierra, y no me creen,
¿cómo me van a creer si les hablo de cosas del Cielo? Sin embargo, nadie ha subido al Cielo, sino el que ha bajado del Cielo, el Hijo del Hombre.
Así como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así también es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado en alto, para que todo aquel que crea tenga por él vida eterna.
Tanto amó Dios al mundo que entregó su Hijo Único, para que todo el que crea en él no se pierda, sino que tenga vida eterna.
Dios no mandó a su Hijo a este mundo para condenar al mundo, sino que por él ha de salvarse el mundo. El que cree en él no se pierde; pero el que no cree ya se ha condenado, por no creerle al Hijo Único de Dios.
La Luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas: ahí está la condenación. El que obra mal, odia la luz y no viene a la luz, no sea que su maldad sea descubierta y condenada. En cambio, el que camina en la verdad busca la luz, para que se vea claramente que sus obras son hechas según Dios.” (Jn. 3, 11- 21)
Palabra de Dios
Vi y entendí finalmente que el Plan de Salvación constituiría y constituía en lo siguiente. En restituir todas las cosas al mismo estado original en el que fueran concebidas, queridas, predestinadas y estaban en Vos, Padre Eterno, antes del traspié inicial cometido por el varón y la mujer cayendo bajo engaño y sometimiento de dicho espíritu enemigo en el principio.
Para restituirlas, tenías que volver hacer entrar a toda la creación y humanidad nuevamente en tu bendito Plan de Creación Original trazado para con toda ella en su conjunto.
Siendo a la restante Creación animal y vegetal a la que quisieras hacer entrar así, viera y entendiera, Padre, en un primer momento, por medio de la restitución de la condición de bendición y gracia tenida en aquel momento original por la serpiente caída en desgracia desde la acusación realizada por la mujer durante aquel juicio preliminar, que le mereciera tener que andar y perecer en este mundo como el más maldito de todos los animales, cuando en verdad no lo era.
Siendo simplemente un animal más como todos los otros. Pero, como de alguna forma había que explicar lo sucedido en forma de cuento para que pudiera verse y entenderse lo que en el origen había ocurrido, fue la misma la que tuviera que cargar en definitiva con todo el peso de la culpa desde la salida y destierro de la Humanidad y Creación toda del Reino de los Cielos hasta aquel momento del tránsito del Pueblo de Israel por el desierto de Sinaí en camino de regreso a la tierra Prometida, en el que por medio del gesto que finalmente quisieras llevarle a realizar a Moisés por medio de la misma para que todos los que la vieran sanaran, quisieras terminarla de levantar de su extrema condición de caída y maldición en relación de la restante creación y de la humanidad tenida que padecer hasta el momento desde aquella sentencia original.
Vi y entendí asimismo que en la lectura de todo cuanto habías querido llevar a vivir y padecer al pueblo de Israel, tanto de tu parte, Padre, como de parte de dicho espíritu enemigo llevándolo constantemente a apartarse de Vos, como consecuencia de lo cual, volvías igualmente siempre a llamarlo a la conciencia, reparación y restitución de su caída, querías significar toda la situación e historia por la cual tuviera que pasar asimismo no solo dicho pueblo sino toda la Humanidad salida de Vos en el principio.
Es decir, vi y entendí que el pueblo de Israel venía a representar a toda la Humanidad. Que así como en un primer momento quisiste llamar a Abraham y Sara para desde ellos dar comienzo a un nuevo Pueblo, al Pueblo de la promesa, desde la misma salida de la Humanidad de tu original lado, querías volver a hacer una Nueva Humanidad, un Hombre Nuevo, en tanto varón y mujer, de la Humanidad caída desde entonces en desgracia, maldición y constante prostitución bajo el seguimiento de los dictados interiores de dicho espíritu enemigo introducido dentro de sí, de similar manera a como desde su concepción y alumbramiento original en Vos, Vos estabas con Ella y en Ella.
Así como en un primer momento el pueblo de Israel, durante el tiempo de Abraham, Isaac y Jacob se mantuvo en Vos, conforme a los mandatos de tu Voz, la Humanidad estuvo en un primer momento en el Paraíso. En el mismo Reino de los Cielos con Vos, junto a Vos, compartiendo tu misma gloria.
Hasta que sembrándose y fortaleciéndose dicho espíritu enemigo dentro del corazón de los diez hijos mayores de Jacob por sobre el Tuyo, Señor, ganados por la envidia, los celos...que sentían respecto de José por ver y sentir ser el preferido de su padre, llevándolos a pensar incluso en el homicidio, en matarlo, no permitiéndolo así Vos, Señor, haciendo que un vestigio de bondad existente y puesto de manifiesto aún por medio de uno de ellos, llamando a la sensatez a los demás, les llevara a desistir de darle muerte decidiendo venderlo como esclavo a una caravana de mercaderes que pasaba por allí.
Vi y entendí a la luz de tal lectura e interpretación de los hechos que con todo ello habías querido decirnos y hacernos saber qué fuera lo que aconteciera también durante el tiempo de nuestra primer estadía en Vos, junto a vos, en la misma tierra prometida –el Paraíso, el Reino de los Cielos- de similar manera a lo que permitieras, Señor, aconteciera en aquel momento entre los hijos de Jacob.
Vi y entendí que así como cada hijo de Jacob habría de venir a constituir luego una tribu o pueblo diferente dentro del mismo Pueblo de Jacob, que habría de pasar a ser llamado luego Pueblo de Israel, también la Humanidad en el principio antes de la caída se encontraba igualmente constituida ya por muchos pueblos en inicial gestación.
Que de igual manera a como José fuera vendido como esclavo por un espíritu enemigo introducido dentro de sus hermanos, siendo llevado lejos de su tierra natal, de su origen de hombre libre, siendo como venía a ser y era el hijo de un soberano, conducido a una tierra, a un lugar extranjero, de igual manera sucediera en el principio con la Humanidad. Estando como originalmente estaba en Vos, Padre, fuera conducida como esclava bajo el sometimiento de dicho espíritu enemigo a esta tierra y lugar extranjera, de cautiverio y servidumbre, en donde al igual que José en Egipto quedara prisionera bajo el imperio de un soberano desconocido y extranjero.
Como consecuencia de lo cual, con el correr de los años el resto de su familia se vio obligada a bajar a la misma tierra en la que él se encontraba –a causa de la declaración de un estado de faltas de alimento y hambruna en su tierra natal-, terminando en definitiva toda ella en su conjunta como esclava de dicho pueblo y rey enemigo.
No porque en toda esta historia Israel fuese el pueblo bueno y Egipto el pueblo malo, sino porque así convenía que fuera a los fines de esta representación, demostración, interpretación, visión y entendimiento de lo que nuestra historia, la historia de toda la Humanidad en su conjunto, fuera, es y será entre Vos y dicho espíritu enemigo, Dios y Señor nuestro.
Que los cuatrocientos años que luego de ello el pueblo de Israel permaneciera en cautiverio en Egipto, venían a representar todo el tiempo de cautiverio de la Humanidad en este lugar del Abismo y de la Muerte bajo sometimiento y esclavitud del Amo de este lugar extranjero al que no pertenecemos. Como Israel y todos sus miembros no pertenecían a Egipto por más que tuvieran que estar y permanecer cautivos dentro del mismo, por la maldad original cometida contra José, lo que les llevara a todos a terminar perdiendo el estado de plena gracia y libertad tenido durante el tiempo de su nacimiento y juventud.
Que la salida final de Egipto, pasando de la esclavitud a la liberación de debajo de dicho soberano enemigo –tenido y auto constituido como dios sin llegar a ser nunca Dios; tal y como era considerado el faraón- venía a representar la instancia final en la que llegada esta también última hora del paso de la Humanidad bajo el sometimiento y esclavitud de Satanás en este lugar de tinieblas, perdición y muerte, querías, Padre en Vos Jesús Amado en el Espíritu Santo, terminar de liberar y sacar a toda la Humanidad de este lugar de camino de vuelta a la tierra prometida que siempre fuera y es el Paraíso, el Reino de los Cielos. Tierra en la que originalmente estábamos y de la que fuimos sacados por dicho espíritu malo, enemigo.
Que los cuarenta años de peregrinación por el desierto en viaje hacia el portal de la tierra prometida, venían a representar el tiempo que en esta última hora terminada de liberar de dicho espíritu enemigo, por su final total puesta al descubierto por medio de lo que veía y entendía me enviabas, Señor, a dar a conocer respecto a todo esto a la Humanidad entera, habrías de llevar a introducir y recorrer a toda la Humanidad, como quien es arrojado en medio del desierto despojado de absolutamente todo, sin reservas de comida –fuera de la espiritual-.
Tiempo en que habría de verse y sentir como si Vos la hubieras terminado de abandonar y dejar librada a su propia suerte para siempre. Tiempo, en el que por el contrario, aunque no te sintiera, habrías de estar más grande y fuerte en medio de ella en el Espíritu Santo que nunca antes. De similar manera a como no obstante todo estuviera con el pueblo de Israel en todo momento durante esos cuarenta años de deambulación, como perdido por el desierto.
Para de igual modo a como al término de esos cuarenta años el pueblo de Israel terminara arribando a la tierra prometida originalmente a Abraham y toda su descendencia, también la Humanidad en todo su conjunto habría de terminar arribando a la tierra y lugar preparado y prometido para Ella en el Reino de los Cielos junto a Vos y con Vos en tu misma Gloria, Padre, Jesús Amado, luego de todas las peripecias que tuviera que padecer en el último tramo de peregrinación de regreso a Vos en el Espíritu Santo.
Tiempo de peregrinación por medio del desierto que a su vez viera y entendiera fuera y es el que se nos llevara igualmente a vivir durante estos últimos 2000 años, desde tu final venida hace 2000 años, Amado nuestro Jesucristo, para terminar de activar y llevar a su consumación final el Plan de Salvación trazado igualmente en el principio de nuestra existencia en Vos, Padre Celestial, para por medio del mismo hacernos volver a Vos en el lugar reservado a tu lado desde el origen mismo de nuestra creación en el Reino de los Cielos.
Siendo durante esos cuarenta años de peregrinación del Pueblo de Israel por medio el desierto en que quisieras volver a levantar en bendición y gracia Divina a la creación animal y vegetal desterrada junto con la Humanidad del Reino de los Cielos, por medio de la restitución a la serpiente del mismo estado de bendición tenido igualmente en Vos en el principio, antes de ser acusada por la mujer de ser la culpable de la caída de la cual a su vez el varón la acusaba como culpable.
Ello, porque la serpiente, por ende toda la restante Creación, al no tener espíritu, raciocinio y voz en el Espíritu Santo, de manera similar a como al hombre le fuera dado tenerlo, así como en aquél juicio y sentencia preliminar no pudo presentar su propia defensa teniendo que quedar desde entonces sometida a la acusación y sentencia caída sobre ella, no habría de poder levantarse por sí misma.
Razón por la cual, durante dicha peregrinación por el desierto quisieras terminar propiciando que muchos hombres de tu pueblo fueran mordidos y muertos por esas serpientes llamadas ardientes. Significando con ello lo que en el principio quedara escrito sucediera. Para por medio del levantarla finalmente en alto de veneno pasar a convertirse en antídoto y signo a través del cual habría de volver a ser sanada y salvada de debajo del mortal poder enemigo no solo toda la Creación sino toda la Humanidad.
Habiendo de ser así como finalmente vieras y entendieras el Hijo del Hombre tenía que ser levantado, sobre un palo, sobre un madero, el madero de la cruz, para terminar de ser levantado y constituido en signo de bendición, sanación y salvación para todos. De manera tal que todo aquel que te mirara en la cruz, abierto y conmovido nuevamente su corazón ante la demostración de semejante manifestación de amor, recuperara la salud espiritual perdida en el principio con la caída.
Viendo y entendiendo haber sido también por tal razón que al regresar de Ushuaia en 1991, me viera y sintiera llevada cierto día a pararme delante del espejo del baño para cortarme el cabello lo más al corto posible con unas tijeras como acto de total entrega y consagración, Señor, a vos, permitiéndote hacer conmigo y por mi medio cuanto necesitas hacer de allí en más para toda la humanidad.
Cabello que luego fuera y enterrara en un pocito cavado en el jardín de mi madre –sobre el cual luego prendiera y brotara un gran damasco-enterándome, renunciando y muriendo concientemente junto con el mismo de ahí en más a mi propio querer para que de allí en más fuera tu voluntad y no la mía la que en un todo llevara a cabo, hasta las últimas consecuencias. Hasta la muerte y muerte en cruz. Cruz de amor por Vos, por el Reino de los Cielos y por toda la Humanidad en el mundo entero.
Pidiéndote que a partir de dicho momento no permitieras que ningún otro hombre volviera a besarme ni tocarme hasta que hubiere llevado a total término lo que desde Ushuaia quisieras mandarme a llamar y enviar a hacer llevándome a insertar nuevamente en medio de la comunidad de San Antonio de Padua, que también por ese mismo tiempo quisieras permitir, Señor, volviera a ser reabierta y reconstruida.
Que no permitieras que varón alguno volviera a besarme ni tocarme por el tiempo que Vos necesitases que ninguno lo hiciera hasta tanto no llevara a total término lo que antes que ello necesitaras hacer por mi medio en el Espíritu Santo.
Que si en eso que me llamaras y llevaras a hacer para toda la humanidad desde en medio del pueblo al que en la Iglesia Católica me enviaras necesitabas que fura por el resto de mi vida en este mundo, sin que ningún varón volviera a tocarme ni besarme nunca más, que así fuera también entonces.
Crucificándome a partir de ese momento conciente, libre y enamoradamente de Vos, con Vos, a partir de ese momento, Jesús Amado, en el Espíritu Santo. Poniendo mi mano derecha en tu mano derecha. Mi mano izquierda en tu mano izquierda. Mis pies en tus pies. Mi cabeza en la tuya. Todo mi cuerpo en el Tuyo en el Espíritu Santo, en la cruz que estaba dentro de la parroquia de San Antonio de Padua, frente al altar sobre el Sagrario.
Crucifixión y levantamiento en alto junto con Vos, en Vos, por Vos y para Vos, en el Espíritu Santo, Jesús Amado, por medio del cual querías terminar de levantar a toda la Humanidad del estado de mortal sometimiento y esclavitud en el que quedara insumida desde su caída y destierro de tu lado en el Paraíso, desde el final levantamiento de la mujer de lo caída y doblemente sometida que quedara desde entonces tanto bajo el poder de dicho espíritu enemigo del Reino de los Cielos, del tentador y engañador, como bajo el poder y dominio ejercido por el varón sobre ella.
Para solo así, volviéndola a elevar, levantar de tal situación de caída, terminarla de poner nuevamente a la par del varón, tal y como en el principio estaba, querías, predestinaras y necesitabas en esta hora terminara de volver a ser puesta, para solo así poder terminar de sacar y restituir en justicia e igualdad a toda la humanidad y creación de este lugar del Abismo y Muerte en que cayera llevándola en tu misma compartida Gloria a reinar con Vos en el Reino de los Cielos.
Viendo y entendiendo, Jesús Amado, que tampoco yo había nacido ni estaba aquí para vivir mi propia vida, ni tener vida privada, sino para al igual que Vos hacer de toda mi vida una vida pública. Una vida de todos. Una vida de la que todos pudieran llegar a valerse, sacar utilidad, provecho, beneficio, bienestar, pan y agua para saciar su hambre y sed de Vos, de eternidad.
De modo que sí. Sí tenía total sentido, terminar de asumir este designio de amor y procreación llamada y enviada a asumir junto con vos, Daniel amado, sacerdote del altar, como una prostituta. Sin dejar, por ello, Amado de mi alma, Jesucristo, de estar totalmente sumergida en ningún momento en tu misma santidad en el Espíritu Santo. Por ser en un todo tu voluntad la que desde Ushuaia hasta la muerte hiciera, hacía y haría contra toda fuerza humana o sobrehumana que intentara oponerme resistencia desde este mundo o fuera del mismo.
Siendo conveniente que fuera así, porque los hombres no podían terminar de ver, oír, entender y creer una cosa. Que cuando toda la humanidad en su conjunto dejara del Reino de los Cielos para venir a quedar cautiva y esclava dentro de este agujero infernal bajo el pernicioso, mentiroso, engañoso y mortal poder de dicho espíritu enemigo que lograra sacarla de Vos en el principio bajo engaño, toda ella, la humanidad, por ende todo hombre –varón y mujer- encontrándose inicialmente en lo más alto de tu misma santidad, terminara convirtiéndose toda a una en una prostituta.
La prostituta caída y desterrada del Reino de los Cielos en esta tierra de extremos padecimientos. No porque así Vos, Padre, Jesús Amado, lo quisieras y predestinaras para ella, sino como consecuencia de hacer uso y anteponer su propio querer por sobre el Tuyo tenido para con ella.
Convirtiéndose así desde entonces en la grande prostituta, prostituida con dicho espíritu enemigo que desde entonces llevara a convertirla en su amante corrompida, sometida a hacer todo lo que el mismo quisiera y le dictase por medio del dictado de su propia voz y propio querer humano en total contraposición con el que originalmente tenías pensado y predestinado para ella como Reina junto a Vos en el Reino de los Cielos.
Por ello era necesario que terminara asumiendo la condición de una prostituta, sin llegar a serlo en medio de los hombres, en la concepción tenida por los mismos respecto a lo que una prostituta según la carne es.
Por ser desde esa máxima condición de caída humana desde donde pensaras, querías, predestinaras y necesitabas volverla a levantar y santificar en gracia en tu mismo Espíritu en el Espíritu Santo. Vuelta a ser una con Vos en todo.
Razón por la cual, llegada esa hora necesitabas que al igual que la amada del Cantar de los Cantares me dejara quitar el chal por los guardias de las murallas del pueblo en el que fuera enviada a entrar, insertarme y permanecer en busca del amado de mi corazón que en Vos, con Vos, por Vos y para Vos, me tenías predestinado y para el que me tenías predestinado en el mismo designio de crucifixión, muerte y resurrección en el amor, con el amor, por el amor y para el amor.
Que me dejara desnudar y exponer públicamente al desnudo en lo espiritual ante vos, Daniel, y todos los demás sacerdotes del pueblo al que a tal fin fuera enviada en primer lugar en el Espíritu Santo, como finalmente en esta hora ante toda la Humanidad, de similar manera a como hacía dos mil años, vos, Jesús Amado, te dejaras desnudar y exponer físicamente al desnudo por los guardias de aquella otra ciudad y pueblo, porque solo así habrías de poner totalmente al descubierto quién es el Justo –sos Vos, Jesús Amado, en Vos mismo y en todos tus enviados y consagrados al único cumplimiento de tu voluntad en ellos- cuál es el pecado –no creer en Vos-, cuál es el condenado –dicho espíritu enemigo que causara la separación, muerte y extravío de toda la Humanidad fuera del Reino de los Cielos.
(Continúa en la siguiente respuesta)
Los abrazo en Jesús y en María en el Espíritu Santo.
Pero una cosa era ir viendo, entendiendo y abriéndome gradualmente a todo esto, Señor, y otra muy distinta tener fe suficiente como para creerlo, en un primer momento yo, para –más difícil aún- decírtelo y decírselos finalmente a vos, Daniel, en primer lugar, y por tu medio a todos los demás apóstoles –sacerdotes- de nuestro Señor Jesucristo en el mundo entero.
Para que igualmente vos y todos ustedes lo vieran, entendieran y creyeran de tal manera que en lugar de cerrarse como las autoridades de Israel lo hicieran en tu tiempo, Jesús Amado, se terminaran abriendo también de par en par a su total final acontecimiento siendo los primeros y principales colaboradores enviados a buscar y encontrar a tal fin por el Amado, para nuestra final comunión en un mismo Espíritu, tu Espíritu en todos nosotros, Jesús Amado, terminar de llevarlo a cabo.
Era todo tan intrincado. ¿Cómo decirte y decirles, Daniel, que Vos, Jesús Amado, me terminaras haciendo ver y entender de tu Espíritu a mi espíritu en el Espíritu Santo que al igual que Vos en tu momento viste, entendiste y aceptaste terminar asumiendo la extrema condición del pecador, sin serlo, la subida a Jerusalén de la que desde 25 de Mayo te hablara y les hablara desde la condición de la prostituta?
¿Con la que de Dios y en Dios sabía que, si bien no todos- manteniéndose en gran número, castos e incluso sabía quienes se conservaban vírgenes-, muchos de ustedes en el mundo entero terminaban prostituyéndose y prostituyendo a la mujer, llevándola a caer, mucho más abajo en su original condición de hija tuya, Padre Amado, de lo que por aquella sentencia original quedara y se encontraba sometida, sin la más mínima dignidad, respeto, valoración ni consideración por parte de nadie?
Viendo y entendiendo, por un lado, tener que compartirte y compartirles todo esto, para que supieran y estuvieran en todo momento al tanto de lo que estaba haciendo y por qué lo hacía. Confiando plenamente en vos y en todos ustedes. Viendo y entendiendo tener que saber ver y no dejar de ver nunca tanto en vos, Daniel, como en todos ustedes, a los amados apóstoles, a los amigos del Maestro Amado.
Amados apóstoles, amigos, que llegada esta final hora prometida fuera enviada a buscar y encontrar. Mas bien reencontrar en la persona de Cristo. En Su mismo Espíritu en mi espíritu en el Espíritu Santo. Inspirándoseme no tener miedo de ir a vos, Daniel, y por tu medio a todos ustedes, los sacerdotes de Cristo, por ser los amigos del novio que se encontraban esperándome ansiosamente desde hacía dos mil años.
Amados amigos que habrían de recibirme y acogerme en medio de ustedes, no solo como se recibe a quien se sabe viene como embajador o embajadora de un lugar lejano –en este caso, del mismo Reino de los Cielos en el Espíritu Santo-, sino como al mismo Novio en la novia, al mismo Amado en la amada, al Mismo Esposo en la esposa.
Pero al mismo tiempo, por otro lado, viéndolos y entendiéndolos como los veía y entendía, terminados de transformar en estos dos mil años de espera, de apóstoles en sacerdotes y teólogos semejantes a aquellos del mismo Pueblo de Israel que hacía 2000 años constituidos en los guardianes de tu Pueblo terminaran también encerrándose tanto dentro de sí mismos y de la Ley que en tu Nombre guardaban que cuando llegaste, después también de tanto esperarte, no reconociéndose bajo la forma en la que finalmente también entonces quisieras terminarte manifestándoles en total contrasentido la que esperaban verte aparecer y manifestarte, majestuosamente descendiendo del Cielo, no solo te cerraran las puertas de la ciudad sino que dándote el peor de los tratos y enjuiciamiento como pecador –sin serlo- delante del resto del pueblo a su cargo, te terminaran arrojando fuera de tu propio pueblo –del que terminaran adueñándose de esa manera- dándote la peor de las muertes.
Mucho peor que la que con anterioridad a tu venida igualmente le dieran a todos los profetas que para llamarlos a cambiar de vida y de corazón, como a anunciar tu venida y preparar el camino de tu venida, quisieras enviarles.
“Escuchen este otro ejemplo: Había un dueño de casa que plantó una viña, le puso cerca, cavó un lagar, levantó una casa para vigilarla, la alquiló a unos trabajadores y se fue a un país lejano. Cuando llegó el tiempo de la vendimia, el dueño mandó a sus sirvientes donde los trabajadores, para que cobraran su parte de la cosecha. Pero los trabajadores tomaron a esos enviados, apalearon a uno, mataron a otro, y a otro lo apedrearon.
El propietario volvió a enviar a otros servidores más numerosos que la primera vez, pero los trataron de la misma manera.
Por último envió a su hijo, pensando: respetarán a mi Hijo. Pero los trabajadores, al ver al hijo, se dijeron: Este es el heredero; matémoslo y nos quedaremos con su herencia.
Lo tomaron, pues, lo echaron fuera de la viña y lo mataron.
Ahora bien, cuando venga el dueño de la viña, ¿qué hará con ellos?” Los oyentes de Jesús le contestaron: “Hará morir sin compasión a esa gente tan mala, y arrendará la viña a otros que le paguen a su debido tiempo.”
Jesús agregó: “¿No han leído nunca lo que dice la Escritura? La piedra que los constructores desecharon llegó a ser la piedra principal del edificio. Esa es la obra del Señor y nos dejó maravillados.
Por eso les digo que el Reino de los Cielos se les quitará a ustedes para dárselo a gente que rinda frutos; en cuanto a la piedra, el que se estrelle contra ella será hecho pedazos, y si la piedra cae sobre alguno lo hará polvo.”
Al oír estos ejemplos de Jesús, los jefes de los sacerdotes y los fariseos comprendieron que se refería a ellos. Hubieran deseado arrestarlo, pero tuvieron miedo al pueblo, que lo miraba como un profeta.” (Mt. 21, 33- 46)
Vi y entendí que si bien esta parábola se refería a los hecho en el principio por dicho espíritu enemigo que llevando a revelarse a un gran número de servidores, trabajadores del Reino de los Cielos –ángeles-, a los que quisieras confiarle, Padre, el cuidado de esta viña que era la tierra junto con la Humanidad y toda la Creación puesta sobre ella en el Paraíso, como rebelando así mismo al hombre contra tu manifiesta voluntad y Plan trazado para con él –en tanto varón y mujer-, instándolo y llevándolo a terminar adueñándose del gobierno de la tierra, refiriéndose igualmente al pueblo de Israel en aquel momento de tu final venida, Jesús Amado, podría del mismo modo terminarse refiriendo en esta última hora de tu pueblo constituido al pie de la cruz en la Iglesia Católica, si no viendo, oyendo, entendiendo y creyendo lo que trataba de decirles y les decía, me terminaban dando muerte en Cristo de la misma manera.
Hecho ante el cual, veía y entendía, la viña les habría de ser quitada también de sus manos para confiársela a un nuevo y definitivo Pueblo en el Espíritu Santo terminado de hacer de toda la Humanidad, sin exclusión de hombre, pueblo, nación o credo alguno. Constituida en Cristo en el Espíritu Santo en la piedra principal pensada, querida y predestinada en Cristo en el Espíritu Santo para terminar de coronar todo el edificio, rechazada de igual por los constructores como la piedra angular lo fuera.
Produciéndome verdadero miedo mortal, Daniel, pensar en acercarme a vos y a todos ustedes como sacerdotes y teólogos. Temiendo que convertidos finalmente vos y ustedes en los guardias de las murallas levantadas entorno a este nuevo pueblo querido constituir por Vos, Jesús amado, en reemplazo de aquel otro pueblo, habrían de terminar haciendo lo mismo que los guardias de aquel otro pueblo terminaran haciendo, Amado Jesucristo, con Vos.
Viendo y entendiendo que antes de terminar de encontrar al novio, en Vos, Pueblo mío, en la novia, en la Iglesia, tendría que enfrentarlos y vérmelas con vos y ustedes en tanto también guardianes del novio en la novia. Guardianes preparados y fuertemente armados durante todos estos siglos para no dejar entrar a nadie y dar muerte a todo aquel que vieran y entendieran no era el Novio, ni el Pastor, ni el Señor, esperado de vuelta en final búsqueda de la Novia –en la Iglesia-, del Rebaño, de la Viña.
¡Con cuanta mayor razón entonces, veía y entendía, me habrían de detener en seco, impidiéndome el paso y la final entrada triunfal también en medio de ella, de la misma manera a como hacía 2000 años también aquellos otros guardias te impidieran el paso y entrada hasta lo más profundo del corazón de tu Amada perdida del Reino de los Cielos: la Humanidad toda, sabiéndome como me sabía mujer, como para que si el Espíritu Santo no los terminara llenando y asistiendo a pleno me terminaran viendo, entendiendo, dejándome entrar y recibir en medio de ustedes como la enviada del Enviado, la amada del Amado, enviada en representación Suya en el Espíritu Santo para terminar de consumar Su Alianza de amor eterno con toda la Humanidad por medio de la final consumación de Su Alianza de amor con Vos, Daniel, Pueblo Amado!
Peor aún, siendo como la prostituta con la que veía y entendía acostumbraban terminarse prostituyendo y llevando a su prostitución en una buena parte de ustedes, que fuera enviada a terminarme presentando en Dios ante vos, en medio de la Humanidad desde el pueblo constituido también para ello al pie de la cruz en la Iglesia Católica, para semejante final manifestación Divina.
Veía y entendía que habría de ser difícil, muy difícil para vos, ustedes, tener que terminarme reconociendo en Cristo, como auténtica enviada del Padre y del Hijo en el Espíritu Santo, si me terminaba descubriendo y presentando no recubierta de santidad y luz, sino envuelta en las más densas tinieblas, en la más oscura de las noches, vistiendo y luciendo como una mendiga y pordiosera, más aún como una mujer pecadora, como una prostituta.
Pero, veía y entendía que aunque aún por aquel inicial tiempo de visión y entendimiento personal de todo ello no te lo pudiera y se los pudiera explicar de manera tal que viéndolo y entendiéndolo de la misma manera en la que se me permitía irlo vislumbrando, no me hicieran las cosas más difíciles de lo que por sí ya eran, sino me las facilitaran colaborando con Dios en mí en el terminarlas de llevarlas a total buen término de la manera en la que te decía y les decía convenía en Dios que fueran a los únicos fines de la total consumación del Plan de Salvación, así era como Vos, Señor, pensaras, querías y predestinaras en Cristo me terminara presentando ante vos y ustedes.
De manera tal que el que pudiera ver que viera, el que pudiera oír que oyera, el que pudiera entender que entendiera y el que pudiera creer que creyera.
Viendo y entendiendo que el doble propósito Divino perseguido en manifestación final como tal, era, por un lado, terminar de incluir y hacer entrar en el Plan de Salvación a todos los que aún hasta este momento presente se veían y sentían excluidos del mismo por su condición sexual.
Y, por otro lado, que terminaran demostrando haber llegado a desarrollar y tener en tanto hombres una visión y entendimiento más bien semejante a la de los apóstoles luego de Pentecostés que a la de las autoridades, sacerdotes y maestros de la Ley con la que en tu momento tuvieras que terminar chocando y viéndotelas fieramente hacía 2000 años, Jesús Amado.
En la medida en que terminaran demostrando que el Espíritu Santo llegara a ser más poderoso en vos, ustedes, en mí, en nosotros en todo nuestro más basto conjunto, en tanto hombres, que dicho espíritu enemigo contenido aún también en nuestro ser. Si cualquiera fuera la apariencia bajo la que me terminara presentando y manifestando al final ante vos, Daniel, y ustedes, por el Espíritu Santo en vos y en ustedes, como en mí, terminaran viendo, entendiendo y reconociendo ser en Dios que estaba y había ido a vos, a ustedes para terminarles de anunciar todo esto que en nuestro más basto conjunto en Cristo llegada esta hora nuestro Padre Celestial en Jesús y en María quería terminarnos de confiar saber llevar a su fin en el Espíritu Santo como sus auténticos Hijos e Hijas finalmente adultos en las cosas del Espíritu. Por ende, en tus cosas Padre Eterno. Sin que el enemigo nos volviera a engañar y apartar de la verdad.
Viendo y entendiendo tener a tal propósito final que ofrecerme a vos como una prostituta. Pero, por tu parte, Daniel, Pueblo amado en Cristo Jesús en el Espíritu Santo, tenías que saber verme no como cualquier otro hombre fuera de Cristo me vería y tomaría sin más, llevándome con ello a caer aún más debajo de lo que ya me encontraba por debajo de ti, como sacerdote.
Sino que al igual que Vos, Jesús Amado, hicieras ante María Magdalena en su momento, así como hubieras hecho y harías ante cualquier mujer no solo vista y tenida en medio del pueblo como una mujer santa, sino con toda mujer caída en prostitución, tratándola de igual manera que a la más santa de todas las mujeres, como a tu misma Madre, como a vos misma, Mamá y Virgen María, levantándola en santidad, al contrario de lo hecho por los demás hombres con ella, antes que verme como mujer, me vieras como hija de Dios, como hijo de Dios igualmente eras y sos vos, Daniel, Pueblo de Cristo amado.
“Jesús se fue al monte de los Olivos. Al amanecer volvió al Templo y toda la multitud venía a él. Entonces se sentó para enseñar.
Los maestros de la Ley y los fariseos le trajeron una mujer que había sido sorprendida en adulterio. La colocaron en medio y le dijeron: “Maestro, han sorprendido a esta mujer en pleno adulterio. La Ley de Moisés ordena que mujeres como ésta mueran apedreadas. Tú, ¿qué dices?” Con esto querían ponerlo en dificultades para poder acusarlo.
Jesús se inclinó y se puso a escribir en el suelo con el dedo. Como le seguían preguntando, se enderezó y dijo: “El que no tenga pecado lance la primera piedra.” Se inclinó de nuevo y siguió escribiendo en el suelo.
Y todos se fueron retirando uno a uno, comenzando por los más viejos. Y dejaron a Jesús solo con la mujer que seguía de pie en el medio. Entonces se enderezó y le dijo. “Mujer, ¿dónde están? ¿Ninguno te ha condenado?” Ella contestó: “Ninguno, Señor.” Jesús le dijo: “Yo tampoco te condeno. Vete y no vuelvas a pecar en adelante.” (Jn. 8, 1-11)
Palabra de Dios
Teniendo, por consiguiente, Daniel –en representación de todo el Pueblo de Cristo, la Iglesia Católica, en el Espíritu Santo en vos- que aceptar terminarme entregando y entregar a vos por parte de dicho espíritu enemigo como una prostituta.
Y, vos, en representación de Cristo en el Espíritu Santo, como en representación en Él de todo este pueblo al que en la Iglesia Católica en principio, y en toda la Humanidad al final, fuera enviada a buscar y encontrar en el verdadero amor en Cristo en el Espíritu Santo, en lugar de tomar provecho de tal situación, con lo cual solo habrías de llevarme a caer mucho más abajo de lo caída en relación tuyo a lo que como mujer en relación del varón, y como laica en relación del sacerdote, en desigualdad situación y sometimiento ya me encontraba en medio de este pueblo y la humanidad, tendrías que saber decir que no, a tomarme de esa manera.
Ello, porque si bien no fuera el unirse en un acto sexual la causa del pecado original cometido por Adán y Eva que les mereciera el destierro del Reino de los Cielos, sino el adueñarse de tu poder, conocimiento y tierra para hacer con tal poder y conocimiento un gobierno de la misma a su medida y conveniencia, en la creencia del hombre era que fuera por tal causa que la humanidad fuera desterrada del Reino de los Cielos.
Porque Eva dejándose tentar por Satanás se convirtiera en tentación para Adán, convirtiéndose en la culpable de su caída fuera de la voluntad y Plan Original de Creación trazado, Padre, por Vos para con ambos.
Siendo como era esa la creencia popular resultante de la interpretación de lo escrito en el Génesis, queriendo retomar el Plan Original de Creación por medio de la total consumación del Plan de Salvación en el mismo punto en el que el mismo se viera interrumpido, asumiendo el rol de Eva de entonces, pero desde la mujer nueva constituida ya en Cristo, en Vos Jesús, y en Vos, María Santísima, en el Espíritu Santo, desde el bautismo recibido en Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y más aún, desde el sí final, definitivo, inquebrantable e incondicional a tu único y entero servicio Amado nuestro Jesucristo dado aquella gloriosa noche de abril de 1991 en Ushuaia, confiando plenamente en Vos, Señor, de no haber de permitir entre vos y yo, Daniel, nada que no fuera enteramente solo Tuyo y en nada así de dicho espíritu enemigo en ambos, tenía que tentarte, y vos, como el varón nuevo igualmente en Cristo, en Jesús y en María, máxima dada tu condición sacerdotal, tenías que saberme decir que no.
Mi no, Vos, Señor Jesús, ya lo tenías. Mi no, a no ser de esa manera como me terminara entregando y vos me terminaras recibiendo. No, no obstante el cual tenía que tentarte ofreciéndome finalmente a vos, no como una mujer santa, sino como una prostituta. A fin de que también vos, en tanto varón, dijeras esta vez que no.
Para de ese modo, Señor, permitirte terminar de reparar en tanto pareja humana, como nueva y definitiva pareja en Cristo, en Jesús y en María, en el Espíritu Santo, aquella original caída en tentación y pecado cometida por Adán y Eva en el principio, que rompiendo y dejando inconcluso el Plan Original de Creación, llevara a caer y mantener a la Humanidad y Creación toda fuera de tu voluntad y grandioso designio de amor y procreación de lo Divino en lo humano tenido para con toda ella en su conjunto a partir de la más perfecta consumación del amor de pareja.
En tal sentido me veía puesta ante vos, y por tu medio ante todos los demás apóstoles –por un lado- y sacerdotes –por el otro- a cargo del pueblo al que fuera enviada en el Espíritu Santo a terminar de liberar del poder de dicho espíritu enemigo que en el principio llevara a sacar a toda la Humanidad del pleno estado de santidad, gracia y bendición tenido en Vos, Padre, Jesús Amado, en el Espíritu Santo, y que veía y entendía seguía teniendo manteniendo poderosamente dominado en mucho aún a este pueblo en particular al que en primera instancia en toda la Iglesia Católica me enviaras, como de igual manera en toda la restante Humanidad, por muy entera y solamente en Vos, Señor, que todos y quien más o quien menos nos manifestásemos, viendo solo el mal y al diablo fuera de nosotros cuando era en todos que se encontraba poderosa y ocultamente entronado haciéndonos ver, creer y sentir como los únicos amos y señores de la verdad, estando todos los demás hombres, pueblos y credos fuera de ella, cuando absolutamente todos estábamos en parte en la verdad, y en parte en la mentira, en parte en Vos, y en parte en dicho espíritu maligno y enemigo, más aún que el cordero crucificado en el que desde Ushuaia en Vos mismo me terminaras constituyendo nuevamente para toda la humanidad, como un conejillo de indias.
Tu amado conejillo de indias.
Lo cual, sabiéndome plenamente en Vos como desde siempre, pero más aún desde Ushuaia me sabía en el Espíritu Santo, Padre, Jesús Amado, acepté terminar siéndolo. Si de esa manera era cómo me ibas a terminar necesitando a tu entero e incondicional servicio en Cristo, en el Espíritu Santo, para terminar de dar a conocer, ver y entender no solo a este pueblo al que en la Iglesia Católica a tal fin me enviaras, sino a toda la Humanidad, la verdad que de ese modo quisieras terminarme de revelar durante los diez previos años de crucifixión en Vos, con Vos, por Vos y para Vos, mi Cristo Amado.
Verdad que es esta: que toda la Humanidad, todo hombre, varón y mujer, todo pueblo, toda religión, toda la creación, toda la tierra, se encontraba dentro de sí en parte en Vos, en Dios, y en parte en dicho espíritu enemigo, malo, ciego, sordo, engañador y rebelde que en el origen nos llevara a apartar del grandioso Plan de Creación que tenías trazado para llevarnos a compartir tu misma gloria y Divinidad Celestial como tus amados hijos e hijas en el mismo Reino de los Cielos
Viendo y entendiendo que llegada esa hora, Señor Amado, necesitabas que no solo yo me dejara hacer y deshacer, aceptando ser sometida a todo tipo de estímulos, pruebas, tribulaciones, dolores, males, maldades, odios, egoísmos, cegueras, sorderas, durezas de corazón y entendimiento, privaciones, carencias, renuncias, sacrificios, tinieblas… como un conejillo de indias en manos del más sabio e infalible de todos los científicos, a fin de por su voluntario necesario sacrificio, terminar de descubrir y poner en manos de la Humanidad el remedio, el antídoto, que veía y entendía toda ella necesitaba y necesita, para terminar de ser liberada, por sí misma si así quería hacerlo, del mal y enfermedad de condenación mortal en la que cayera bajo el poder de dicho espíritu enemigo desde el primer paso dado fuera de tu voluntad y excelso Plan trazado para con toda Ella en el principio.
Sino que necesitabas inexorablemente disponer –como conejillos de indias, en este designio de amor y procreación trazado de lo Divino en lo humano no solo para conmigo, ni tan solo para nosotros, sino para con toda la Humanidad- de una pareja humana, por ende, de un varón, a los enteros fines de lo que pensaras, querías y predestinaras terminar demostrando por su medio para conocimiento y mayor bien final de todos tus amados hijos e hijas en el Espíritu Santo en la Humanidad entera. Pareja humana que obviamente, Daniel, vi y entendí también en tal sentido fueras predestinado junto conmigo dentro de este designio de amor y procreación en el que te compartiera en la persona de Cristo en el Espíritu Santo me encontraba junto con un varón que a tal fin Dios me tenía predestinado y para el que me tenía predestinado en el amor, por el amor y para el amor.
Necesitando perentoriamente contar además a los fines de lo que en toda su plenitud querías y necesitabas demostrar y hacer saber a toda la Humanidad, no solo una pareja humana en solitario. Sino de una familia. Más aún de toda una comunidad. Incluso más aún, de todo un pueblo extendido hasta los confines de la tierra. Pueblo que viera y entendiera era también a tal fin la Iglesia Católica. Siendo para ello que habías querido constituirla de la manera en la que hacía 2000 años quisieras constituirla desde los pies del madero de tu mismo primer sacrificio en cruz por medio de la entrega de tu amada Madre, nuestra Madre, mi Madre, de María a Juan como Madre y de Juan a María como hijo, en representación de todos los demás hombres existentes sobre la faz de la tierra.
Para llegada esa y esta hora hacer uso de toda Ella en su conjunto, con todos sus miembros, de lo que en el Espíritu Santo fuera enviada a terminar de hacer a partir de ella para con todo tu restante Pueblo en la Humanidad entera. Como varones y mujeres crucificados con Vos, en Vos, por Vos y para Vos en el Espíritu Santo, consagrados por el bautismo a Vos, a tu servicio, para lo que fuese que de ella y todos sus hijos e hijas en el Espíritu Santo llegaras a necesitar seguir sacrificando humanamente para mayor total bien de todos tus hijos e hijas en la Humanidad entera.
Familia, comunidad y pueblo de la que y del que dicha pareja humana formara parte integrante. Con la cual y el cual en sus múltiples interrelaciones con los demás miembros integrantes de la misma y del mismo estuvieran constantemente interactuando. Para desde esa interacción , comportamiento, respuestas dadas a cada uno de los estímulos, pruebas, propuestas, a los que en todo su conjunto en esa y esta final hora y pública manifestación nos viéramos sometidos, terminar de dar a luz a la verdad para liberación final de todos los hombres, pueblos, naciones y credos existentes sobre la faz de la tierra de ese espíritu enemigo que no obstante encontrarse dicha pareja, familia, comunidad y pueblo constituida, constituido en Vos, en Cristo, en Jesús y en María, en el Espíritu Santo, en mucho seguía estando igualmente en dicho espíritu enemigo, en Satanás.
Espíritu enemigo al que teníamos que terminar de expulsar concientemente de nosotros, para que de ahí y aquí en más fuese y sea solo el Padre y el Hijo, Cristo Jesús en el Espíritu Santo, quien volviera a ser entronado a pleno en nuestro corazón y ser. Constituidos en el Hombre Nuevo, Varón y Mujer hechos enteramente de nuevo en el Espíritu Santo. Vueltos a nacer desde lo Alto. Permitiendo así la restauración definitiva del Reino de los Cielos en nuestro corazón. Amén. ¡Gloria a Dios!
Pero, para que al final ello pudiera terminar siendo posible para toda la Humanidad en el Espíritu Santo, primero teníamos que ser sometidos, someterte y someterlos, Daniel, familia, comunidad de San Antonio de Padua, Iglesia Católica, en todo tu conjunto, junto conmigo, a lo que veía y entendía de allí en más, y durante los siguientes cuatro años viera y entendiera convenía y convino llevarte y llevarlos necesariamente a someterte y someterlos conmigo en Cristo Jesús en el Espíritu Santo. Para solo así llegada esta hora poder terminar dando a conocer también todo esto a la humanidad entera, dado a conocer de ese modo y a tal fin en un primer momento a vos, Daniel, y todos ustedes, basándome sobre la verdad del testimonio protagonizado en los más reales de los hechos junto con vos y con todos ustedes, los apóstoles y sacerdotes de Cristo en el Espíritu Santo.
Vislumbraba, sabía y sé que sobretodo para vos y para mí, como para toda mi familia, miembros de nuestra comunidad parroquial que se vieran directa e indirectamente partícipes de este necesario testimonio que te y los llevara a vivir y padecer al extremo de las más ardientes de las pruebas y tribulaciones, a este último fin en Cristo Jesús en el Espíritu Santo para concepción y alumbramiento final también de toda la Humanidad en su final y total conocimiento, habría de ser y fuera haberte, habernos y haberlos sumergido durante estos últimos cuatro cinco años al más ardiente, perverso e interminable de los infiernos.
Espero, que hoy más que nunca puedas ver y entender, amor, Daniel, Pueblo de Dios en Cristo Jesús en el Espíritu Santo que ante todo, ante nosotros mismos y ante nuestro inconmensurable amor, nosotros, los hijos e hijas del Padre en el Hijo en el Espíritu Santo, como misioneros y enviados del Reino de los Cielos, sabiendo que hemos sido constituidos y enviados en Su mismo Espíritu para hacer prevalecer Su voluntad por sobre la nuestra a los únicos fines de la total consumación del Plan de Salvación que tan amorosa y grandiosamente quisiera trazar en reparación del Plan Original que quedara roto, a imitación de nuestro Rey, Señor, Maestro y Amado Jesucristo, estamos llamados a no escatimar esfuerzos y darnos el todo por el todo, para la restauración del Reino de los Cielos en el corazón de toda la Humanidad, y de toda la Humanidad en el Reino de los Cielos.
Ayudándolo a terminarnos y terminarla de liberar en el Espíritu Santo de dicho espíritu maligno y perverso de una vez y para siempre, con nuestro previo y total sacrificio en el más grandioso también de los amores a imitación Suya si así fuese necesario que lo hiciéramos y hagamos.
No sometiéndome, sometiéndote y sometiéndonos a nada que nosotros y ustedes mismos no aceptaran permitirle, por ende permitirme terminar haciendo en el Espíritu Santo, desde el triple sí dado a tal fin en el bautismo, la comunión y confirmación de estar dispuestos a servirte y ser tus testigos, Señor, en el Espíritu Santo, para lo que fuese que nos necesitases, y requirieses hacer por nuestro medio para terminar de demostrarle la grandilocuencia de tu amor a la Humanidad entera.
¡BENDITO Y ALABADO SEAS, PADRE ETERNO, JESÚS AMADO, DIVINO ESPÍRITU SANTO, MARÍA, MADRE NUESTRA, POR LOS SIGLOS ETERNOS! AMÉN.
(Sigue en la siguiente respuesta)
Los abrazo en Jesús y en María en el Espíritu Santo.
Convertirme, convertirte, Daniel, y convertir a mi familia, comunidad y pueblo en particular al que entre todos los demás pueblos de Dios existentes sobre la faz de la tierra al que a tal fin fuera también constituido, y fuera enviada, la Iglesia Católica, en conejillo de indias veía y entendía era lo más difícil de todo cuanto hasta allí, Señor, me pidieras hacer, y sin duda haría.
Porque, por entera gracia Divina, siempre me dabas la disponibilidad y fuerza para terminar diciendo y haciendo todo cuanto desde tu Espíritu en mi espíritu en el Espíritu Santo, terminaba viendo y entendiendo llegada esta hora querías terminar de hacer ver, entender y saber a toda la Humanidad por nuestro conjunto sacrificado medio en Cristo, enviándome a hacerlo sin titubear para mayor bien y gloria de todos en el Reino de los Cielos. Por mal que entre los hombres y según el pensamiento del mundo pareciera y fuera. Amén. ¡Gloria a Vos, Dios Padre y Dios Hijo en Dios Espíritu Santo! Amén.
Era y habría de ser lo más difícil de todo por muchas razones. En primer lugar, respecto de vos, Iglesia, por un lado, por saberte, sentirte, amarte y respetarte como a mi Madre en la fe. Como el árbol del que, y al que como una de sus hojas me veía, sentía y sabía gestada, crecida y madurada en la fe. ¿Cómo podría hacerle entonces a mi propia madre lo que veía y entendía fuera enviada a hacerte en el mismo Espíritu de nuestro Señor Jesucristo en el pueblo de Israel de hacía 2000 años? ¿Qué clase de hija sería en tu concepción, no visión ni entendimiento de nada de esto?
Vi y entendí que cualquiera fuera el juicio que te mereciera mi accionar, en Vos, Padre, Madre, Jesús Amado en el Espíritu Santo, habría de demostrar ser una hija que realmente te amaba. Queriendo solo para vos lo mismo y mejor que toda la vida me dijeras y supiera quisieras y querías para mí: tu total purificación y final salvación. Más aún, tu total docilidad, humildad y obediencia a los dictados de Aquel que te manifestaba me enviaba. Siendo a la vez Quien también te enviara. Para que al enviarme y venir en esta última hora como enviada del Reino de los Cielos, no tuviera que volver a encontrarme con la misma situación que nuestro Señor tuviera que encontrarse hacía 2000 años. Sin un Pueblo que lo recibiera y albergara en su interior como lo que realmente era y es: El Santo de Israel, el Señor de la Vida.
Porque vi y entendí que así como estabas y te veía en Cristo en el Espíritu Santo, difícilmente habrías de poder ser levantada en todo tu conjunto y entrar en el Reino de los Cielos. No entrando al final vos, ni dejando entrar a los millones de hijos e hijas de Dios que confiando plenamente en vos, en tu sabio y obediente poder y conocimiento Divino tenido en el Espíritu Santo se congregaban en tu interior creyendo haber de ser salvados por tu fidelidad a tu doctrina y disposiciones.
En virtud de lo cual viera y entendiera, que así como hacía dos mil años conviniera que solo un hombre fuera desnudado, levantado en cruz y muriera por todo el pueblo, hoy convenía que todo un pueblo, este pueblo, vos, Iglesia Católica, en particular, fuera desnudado, levantado en cruz y muriera en un todo a sí misma, a todo lo de humano y mundano aún existente en vos, en tu más basto conjunto sobre toda la faz de la tierra, por toda el Pueblo de Dios en toda la restante Humanidad.
Por lo que, por mucho que me desagradara consumar esta parte del mandato recibido en Cristo en el Espíritu Santo, si realmente te amaba, como sabía que te amaba, tenía que desnudarte y levantarte públicamente en cruz ante todos. Para solo así, ayudarte a comenzar a tomar conciencia de todo el mal existente en vos, despojarte y desnudarte públicamente a vos misma ante la consideración y entendimiento de todos, de todo aquello que finalmente también terminara viendo, entendiendo y reconociendo de una vez por todas no era ni es, Señor, Tuyo en vos, sino de dicho espíritu enemigo.
Todo aquello que, no obstante haber sido constituida y estar en parte en tu mismo Espíritu, Señor, de cualquier modo se te terminara adhiriendo por medio de la igualmente pecadora y errada humanidad de muchos de tus pastores a lo largo de estos dos mil años de espera de tu vuelta prometida en gloria, Señor, en tu búsqueda, encuentro y levantamiento final con Vos, en tu mismo Espíritu en el Espíritu Santo.
Pastores que no obstante haber sido revestidos de Cristo siguieran y seguían pensando, sintiendo y actuando en mucho más conforme al pensamiento de los hombres y de este mundo que al Tuyo, Padre, Jesús Amado, en el Espíritu Santo. Semejante a aquel pensamiento, sentimiento, visión, entendimiento, querer y creencia puesta de manifiesta por Pedro al compartirles de camino a Jerusalén lo que te esperaba al llegar a allí.
Viendo y entendiendo, haber de ser, por ende, muy difícil desnudarte públicamente. Porque viendo y entendiendo haciendo mucho tiempo que habías dejado de ser humilde, dócil, sumisa y obediente realmente a tu voluntad, Padre, Jesús Amado, en el Espíritu Santo, para seguir más bien tus propios humanos y mundanos dictados semejantes a los rectores de todos los demás gobiernos de la tierra, por ende, más conforme a los criterios del Amo de este mundo, conforme al propio juicio, parecer, entendimiento, creencia, querer, determinación humana y mundana de quienes dentro tuyo llegaran a tener y ejercer el mayor poder y conocimiento de todas las cosas, que el Tuyo y la Tuya, Señor. Por muy en el Espíritu Santo que también en parte estuvieras y sigas estando en la mayor parte de tus pastores.
Terminando acumulando y reteniendo una vez más solo para vos, en manos de unos pocos, tenidos y considerados superiores a todos los demás, todo el poder y conocimiento que quisieras, Señor, confiarle para que supiera hacer con el mismo enviados no tuyos, Iglesia, sino del Reino de los Cielos de todos los hombres y mujeres de la tierra a similitud de los primeros doce, y no así nuevamente un pueblo de siervos y servidores, no Tuyos, Padre, Jesús Amado, sino tuyos, madre, volviéndote tan poderosa, soberbia, orgullosa, vanidosa y llena de vanagloria por la acumulación de todo el poder y conocimiento en solo unos pocos que a lo largo de estos dos mil años de espera terminaras dando muerte física o espiritual a la gran mayoría de los que Vos, Padre, Jesús Amado, en el Espíritu Santo quisieras enviarle llamándote a despojarte de todo lo que viras, entendieras y sabías no era ni es de Cristo en vos, sino del enemigo.
Volviéndote tan todopoderosa, imponente y amenazadora, que asemejándoteme más al más terrorífico y espantoso de los monstruos que a la más amorosa y tierna de las madres, convertida finalmente en la más enhiesta montaña levantada por sobre la faz de la tierra llegando con tu inalcanzable cumbre a semejanza de Babilonia a perderte entre las nubes, cuando Vos, quisieras, Señor, por tu medio, dejar la nubes anonadándote por completo en tu poder y conocimiento Divino abajarte al extremo, para hacerte uno con todos los hombres, poniéndote de una vez para siempre al alcance de todos, de tan elevado que el Pueblo de Israel te tenía y consideraba, me producía el más mortal de los miedos ponerme de pie frente a vos para decirte nada de todo esto cuanto viera y entendiera fuera asimismo enviada a comunicarte y hacer ante vos y en medio tuyo en el Espíritu Santo.
Por otro lado, estabas vos, Daniel, amor mío, y los otros varones que dentro del final discernimiento de este designio en particular igualmente en su momento amara y llevara a implicar conmigo directamente en este testimonio: Gustavo, Daniel, Daniel. Implicancia de la que veía y entendía tenía también que dar a conocer los resultados arrojados. De las respuestas recibidas ante cada manifestación que te hiciera y les hiciera. Por mucho que ello pareciera de buenas a primeras perjudicarte, perjudicarlos, difamarte y difamarlos.
Estabas vos, Daniel, y todo el amor que te tenía. Viendo y entendiendo que si decía y hacía también con vos, con Gustavo, Daniel y Daniel, lo que veía y entendía tenía que incluir en el testimonio finalmente presentado para que verificándose las Escrituras respecto de todo lo que se decía de la hija de Sión abandonada y rechazada por los hombres, a la cual al final, Vos, Señor, habrías de desposar, vieran, entendieran y creyeran que no estaba diciendo y haciendo nada de todo esto por iniciativa propia sino por iniciativa Tuya, Padre en Vos, Jesús Amado, en el Espíritu Santo como en verdad era y es.
De manera tal que viendo, entendiendo y creyendo terminara logrando que al final prestaran atención a mis palabras, que no eran mías sino del Padre y del Hijo en mí en el Espíritu Santo, me escucharan y haciendo caso de las mismas al contrario de lo que en los tiempos de Noé aquellos otros hombres decía la Biblia hicieran, y al contrario de lo hecho por el pueblo y la humanidad con la que al venir hacía 2000 años, Señor, te encontraras, esta última vez, tu amado pueblo y humanidad, Señor, viera, entendiera, creyera e hiciera todo lo que viese necesario en sí para terminar de ponerse totalmente a salvo en el Espíritu Santo de lo que habría de sobrevenir sobre todo él y ella y ya estaba aquí.
Temiendo horrores, Daniel amado que si decía y hacía con vos lo que veía y entendía inexorablemente fuera enviada a hacerte, para hacer ver a este pueblo en particular y a toda la restante humanidad, todo lo malo, lo no de Dios existente en nosotros, por muy consagrados a Vos, Jesús Amado, que en cuerpo y alma nos encontráramos, como vos y yo nos encontrábamos, no obstante existir mucho del enemigo en nuestro corazón, al no poder ver ni entender por qué te hacía todo ello, no solo podrías llegar a terminarme odiando sino que no queriendo volver a saber humanamente nada más de mí, ter terminara perdiendo para siempre.
Y, ¡no quería perderte, amor!. Por nada en el mundo quería perderte. No después de haberme costado tanto y por todo lo que tuviera que pasar durante los casi cuarenta años previos para finalmente poder dar dichosamente con vos. ¿Cómo iba a perderte, cuando, Vos, Señor, me habías prometido tu final venida, Daniel, toda la vida? ¿Promesa que toda la vida guardara y no dejara de aguardar expectante de tu llegada? ¿Y podías querer realmente vos, Señor, que te terminara haciendo lo que veía y entendía en representación de todos los demás sacerdotes y de este Pueblo en la Iglesia misma te tenía que terminar haciendo, desnudándote públicamente, dando a conocer todo lo que como sacerdote veía mal, errado, equivocado, no de Cristo sino del enemigo en vos?
Sucediéndome exactamente lo mismo con todos los miembros de mi amada familia. La familia que si hasta el sí dado finalmente en Ushuaia a venir y decir y hacer todo cuanto viera y entendiera quisieras, Señor, enviarme a decir y hacer, llegara a adorar y adoraba más que a mi propia vida, e incluso, Señor, que a Vos. Encontrándome dando siempre mi vida por todos y cada uno de ellos, pidiéndote, Señor, que antes de que cualquiera de ellos les pasara nada malo antes te pedía me pasara a mí; y si de perder la vida se trataba, que entonces muriera yo antes que cualquiera de ellos.
Familia que solo quisiera hacer que se sintiera siempre orgullosa de mí. Habiendo querido toda la vida previa hacerla feliz a costa de mi propia infelicidad si así era preciso que lo fuera.
Hasta que en Ushuaia en el discernimiento que me vi y sentí llevada finalmente a realizar para terminar de definir qué era, Señor, lo que querías de mí, con el sí final que te diera, pasara a quedar en mi amor en el tercer lugar después de Vos, Señor, en primer lugar, de toda la restante Humanidad en segundo lugar y antes de yo. Que pasara a ocupar el cuarto lugar.
Viendo y entendiendo que a partir del asumir tu misma misión en el Padre y en el Hijo en el Espíritu Santo mi padre, mi madre, mis hermanos, mis hermanas, mis sobrinos y sobrinas, mis cuñados y cuñados eran todos los hombres y mujeres del mundo entero. Más aún quienes creyeran en lo que me enviaras a anunciarles en el Espíritu Santo y haciendo caso de las palabras que me enviaras a retomar y pronunciar en tu mismo Espíritu en mi espíritu en el Espíritu Santo las pusieran en práctica.
“Mientras Jesús estaba todavía hablando a la muchedumbre, su madre y sus hermanos estaban de pie afuera, pues querían hablar con él. Alguien le dijo: “Tu madre y tus hermanos están ahí fuera y quieren hablar contigo.”
Pero Jesús dijo al que le daba el recado: “¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?” E indicando con la mano a sus discípulos, dijo: “Estos son mi madre y mis hermanos. Tomen a cualquiera que cumpla la voluntad de mi Padre de los Cielos, y ése es para mí un hermano, una hermana o una madre.” (Mt. 12, 46-50)
Palabra de Dios
Viendo y entendiendo tener que dar cuenta no de lo bueno habido dentro de todos y cada uno de nosotros en nuestro conjunto –en vos, en mí, en mi familia, nuestra comunidad, pueblo católico- sino principalmente de todo lo malo. De todo lo visto y tenido como pecado. Más propio de dicho espíritu enemigo que de Cristo en todos y cada uno de nosotros.
No para condenar, juzgar ni excluir a nadie por la maldad demostrada existente aún en todos y cada uno de nosotros. Por ende, en todo hombre sobre la faz de la tierra. Sino para que tomando cada uno justa conciencia y conocimiento de sí mismo tal y como éramos y somos, malos y no buenos, tomáramos conciencia de que no nos encontramos en facultad de juzgar a nadie, a ningún otro hombre, comunidad, pueblo, nación. Porque todos, quien más quien menos tenemos nuestra cosas. Nuestro lado oscuro. Nuestro pecado.
De manera que si queremos que las cosas y el mundo cambie, toda la maldad habida en el mismo, primero tenemos que exigirnos al extremo tratar de cambiar y convertir día a día no a los demás, sino solo a nosotros mismos. Porque si no somos capaces de cambiarnos y llamarnos a la diaria conversión de toda maldad existente en nosotros en dicho espíritu enemigo que en el principio nos quitara del Reino de los Cielos para traernos y tenernos cautivos a sí en este lugar del Abismo y de la Muerte, mucho menos habremos de poder cambiar y convertir a los demás.
El cambio y la conversión es algo que cada uno debe saber hacer solo dentro de nosotros mismos. Para desde nosotros, por nuestro testimonio de vida, el cambio siga produciéndose solo en el Espíritu Santo en nuestras relaciones con los demás en la mayor comprensión, tolerancia y amor de los demás, a partir de la primera mayor comprensión, tolerancia y amor de nosotros mismos tal como somos. Cambiando todo lo que veamos podemos cambiar de nosotros que no nos agrada, y sabiendo ser comprensivos y tolerantes con las cosas que no agradándonos de nosotros mismos veamos y sepamos no podemos cambiar.
Me producía la mayor de las aprensiones, dolores, pesares, pensar en tener que hacerte, amor, familia, comunidad, pueblo amado, lo que veía y entendía fuera también enviada a hacerte como respaldo de lo manifestado en la palabra, más allá del amor que te tuviera.
Viendo y entendiendo haber sido enviada en Cristo en el Espíritu Santo a traer la paz a todos los hombres y pueblos, pero no en el sentido en el que los hombres y el mundo la concebía y la daba. Sino en la palabra. Que es la espada espiritual por medio de la cual, vos, Padre, Jesús Amado, has querido y quieres abrir en el Espíritu Santo la mente y el corazón nuevamente de todos los hombres. Para haciendo el más profundo de los cortes, por un lado, terminar de arrancar toda la cizaña, todo lo malo, engañador y mentiroso sembrado y enraizado por dicho espíritu enemigo en nuestro ser, y, por otro lado, terminar de hacer carne tu Palabra en nuestro corazones.
De modo que si era y es en el sentido en el que los hombres y el mundo la concebía y la daba, veía y entendía, Jesús Amado, que al igual que Vos, con el decir y hacer finalmente todo cuanto viera y entendiera me enviaras a decir y hacer en el Espíritu Santo no había venido a traer la paz sino la espada, la división. En el sentido de que habiendo sido enviada a decir y hacer cosas nuevas, lo que dijese e hiciese iba necesariamente a romper con todos los esquemas, concepciones y estructuras imperantes sobre la faz de la tierra hasta el momento. Llevando inexorablemente a unos a manifestarse en favor, y otros en contra de lo venida a decir y dicho.
Para la construcción de la verdadera paz final sobre la total justicia, igualad y plenitud de amor en todos y para todos, sin exclusión de nadie. Que es de la única manera en la que Vos, Padre, Jesús Amado, en el Espíritu Santo la concebis y queres finalmente para todos. No temiendo todo lo malo que pueda y ha de sobrevenirnos por decir y hacer lo que fuéramos y seamos enviados a decir, hacer y asumir en Cristo en el Espíritu Santo. Estando nuestra paz en saber que mientras sepamos que estamos cimentados en Vos, Padre, Jesús Amado, en el Espíritu Santo, pase lo que pase, ya nada puede o podrá destruirnos. Porque si Vos estás con nosotros, ¿quién contra nosotros? ¿Quién o qué nos puede sacar de la paz de sabernos definitiva y eternamente en Vos? Nada ni nadie. Amén. ¡Gloria a Vos, Dios Uno y Trino, por los siglos eternos! Amén.
“No piensen que he venido a traer paz a la tierra; no he venido a traer paz, sino espada. Pues he venido a enfrentar al hombre contra su padre, a la hija contra su madre y a la nuera contra su suegra. Cada cual verá a sus familiares volverse enemigos.
El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. El que no carga con su cruz y viene detrás de mí, no es digno de mí. El que vive su vid para sí, la perderá, y el que sacrifique su vida por mi causa, la hallará.
El que los recibe a ustedes, a mí me recibe, y el que me recibe a mí, recibe a Aquel que me ha enviado. El que recibe a un profeta porque es profeta, recibirá recompensa digna de un profeta. El que recibe a un hombre justo por ser justo, recibirá la recompensa que corresponde a un justo. Asimismo, el que dé un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños porque es discípulo, no quedará sin recompensa: soy yo quien se lo digo.” (Mt. 10, 34-42)
Pero nada de todo eso era lo peor de todo como impedimento con el que me encontraba para terminar diciendo y haciendo de una vez por todas, Señor, lo que desde 25 de Mayo terminara viendo y entendiendo me enviaras a testimoniar en medio del pueblo al que me enviaras para toda la humanidad, respecto a todo lo malo aún existente en todos nosotros, que en esta última hora necesitaba ser visto, reconocido y echado fuera por nosotros mismos de nosotros, para terminar quedándonos y estando nuevamente como en el principio solo con y en tu mismo Espíritu Divino, Padre, Jesús Amado, en todos y cada uno de nosotros en el Espíritu Santo.
Sino que lo peor de todos que me refrenaba era el tener justa conciencia de mi condición de pecadora. Condición sobre la cual desde 1999 me viera y sintiera llevada a compartirte, Daniel, y por tu medio ir compartiendo particular y simultáneamente también a este pueblo de Dios en particular entre todos los restantes existentes en el mundo entero, tal y como lo sos vos, Iglesia Católica en Jesús y María en el Espíritu Santo.
De manera tal que, qué crédito podrías llegar a darme si terminaba manifestándome y haciendo ante vos lo que veía y entendía fuera enviada a terminar haciendo no desde la condición de la mujer vista y tenida entre los hombres como santa sino como prostituta.
Porque aunque de Vos, Señor, terminara viendo y entendiendo me pedías asumir tal condición sin llegar a convertirme en los hechos en una consumada prostituta, sino guardándome siempre y solo para aquel varón que en Vos, en tu mismo Espíritu en su espíritu en el Espíritu Santo me tenías predestinado y para el que me tenías predestinada, que dichosamente finalmente sabía ya Daniel amado eras y sos vos, sabía que aunque no me prostituyera teniendo relaciones sexuales con otros hombres y mujeres, en el desconocimiento y oculto de los hombres cometía la que veía y entendía era la peor de las prostituciones. Peor, que el que en los hechos públicos lo hubiera llegado a hacer con muchos hombres e incluso mujeres.
La de prostituirme con mi propio cuerpo. Conmigo misma. Más aún desde el que llegara a sentir lo que terminara sintiendo por vos, Daniel, viendo y entendiendo no pudiendo terminar consumando nunca este amor, por mucho y mas que desde entonces, en estos últimos cinco años lo intentara todo por hacerlo finalmente posible.
¿E ibas Vos, Señor, a querer hacer por mi medio, así de débil y pecadora como en verdad en todo tiempo me sintiera, supiera y sé, algo realmente grande y trascendental para con toda la humanidad en el mismo orden de lo querido hacer hacía 2000 años con Vos, María, Madre nuestra en el Espíritu Santo, más aún, por Vos, Jesús Amado, plenos de Santidad como Ambos fueran y son, de un varón y una mujer tan pecadores, como vos y yo, Daniel, lo éramos, por muy consagrados en Vos, Cristo Amado, que en el Espíritu Santo los dos también estuviéramos?
¿Cómo creer realmente entonces que todo esto era de Vos, Padre, Jesús Amado, en el Espíritu Santo y no así del enemigo, extremadamente nada, débil y pecadora como me veía y me sentía, por muy en Vos que en todo tiempo, sobretodo desde Ushuaia, sabía también que estaba, decía y ponía por obra?
¿Cómo ofrecerme, Daniel, a vos, para que me dijeras que no, cuando al igual que vos, no quería otra cosa que decirte que sí, que todo se terminara consumando entre los dos como veía, sentía y sabía los dos queríamos?
¿Cómo pedirnos semejante cosa, Señor, cuando Vos mejor que nadie sabías que ni vos ni yo, Daniel, éramos de yeso, ni el varón y la mujer más santos de la tierra como para ser sometidos a la más fuerte de las pasiones y llegada la hora de encontrarnos ante la situación en cuestión sabernos contener, no amarnos, negarnos, cuando ambos sabíamos no querer otra cosa que el amarnos por el resto de nuestros días?
¿Cómo pedirnos tal cosa cuando no podía dejar de recordar, Daniel, en ningún momento lo que sucediera aquel viernes de mayo (2001) previo al día de la operación?
Había estado hablando con una de mis hermanas respecto al amor que te tenía y sabía me tenías. Preguntándome si alguna vez nos habíamos tomado de las manos. ¿Tomarnos de la mano? ¿Cómo hacerlo, cuando con solo rozarte temía estarte impurificando con mi roce sabiéndote un hombre sagrado, intocable, por tu condición sacerdotal?
Pero, entonces, recordé otro día en el que al estar viviendo en 25 de Mayo con mamá y estar de visita de fin de semana en Plottier, un día antes de misa hablando con vos, viendo tu rostro llagado en parte como consecuencia del asma, queriéndote poder sanar con mi amor con solo tocarte, al preguntarte si podía tocar tu rostro, me respondieras, que yo en vos lo podía todo.
Por lo que, tal vez, podría entonces llegar a tomarte de las manos, sin que con hacer tal cosa estuviésemos pecando. Mucho menos impurificándote. Más aún, cuando justamente por esos días, quisieras, Señor, que llegara a mi conocimiento lo que se andaba diciendo por ahí, de que tenías amores en Senillosa.
Comentario que me decía no podía ser cierto. No podía ser verdad. Pero, la sola idea de que llegara a serlo, despertó celos que jamás pensara podía llegar a sentir ni sintiera nunca antes por nadie. Llenándome de angustia, amargura, desesperación. A la vez que de indignación.
Porque, al final, llevaba años tratando de alejarme de vos, para no convertirme en piedra de tropiezo para vos, haciéndome la mayor de las violencias interiores luchando contra este amor, para preservarte en tu condición sacerdotal, para terminarme enterando que tenías amores con otra mujer. No siendo, por ende, tan santo y casto como hasta allí creía que eras. Sintiéndome traicionada y engañada no solo en mi amor, sino en tal creencia.
Después de buscarte y llamarte toda la semana para que antes de operarme pudiéramos hablar y preguntarte qué era lo que tenía que hacer porque si me iba para no estar cerca tuyo, no podía dejar igualmente de llamarte, buscarte, escribirte... y si me quedaba, sentía que no podía estar cerca de vos amándote como te amaba. Que pensaba que me había enamorado del hombre equivocado.
(Ya que durante cinco años te venía diciendo estar enamorada de Gustavo, cuando veía y sentía que si bien en su momento estuve enamorada de él, nunca lo estuviera a los niveles en los que de vos terminara estándolo, viéndome y sintiéndome como fuera de mí; como enloquecida de amor.)
Porque además terminara viendo y entendiendo –te dijera- que los sacerdotes eran todos unos hipócritas al enterarme de lo que me acababa de enterar.
Explosión ante la cual me respondieras tranquilamente que lo que pasaba era que yo lo había idealizado todo, en vez de ver la realidad que tenía a mi lado. Y el hecho era que la estaba viendo, y me daba cuenta de que no podía ni podría nunca con ella. Porque superaba toda fuerza y contención en mí. Realidad que entendiera quisieras darme a ver y entender eras y siempre fuiste vos, pero idealizando siempre el amor y al amado buscado y esperado, nunca te viera, ni te hiciera la más mínima caricia...
Entonces, sentado el uno frente al otro, te pedí si me dabas tus manos. No creí que me las pudieras llegar a dar. Y sin embargo, ¡Dios! ¡me las distes! Extendiste ambas manos hacia las mías. Poniendo tus palmas sobre las mías. Y, ¡oh Dios! sentí vibrar todo mi ser de pies a cabeza, como si hubiere habido un traspaso y fluir de espíritu a espíritu de tus manos a las mías y de las mías a las tuyas. ¡Dios! ¡Fue tan sublime! ¡Tan poderosamente excelso y bello lo que en ese momento sentí!
Como solo hasta allí llegara mi imaginación toda la tarde, pidiéndote, Señor, que al menos tan solo me permitieras tomarte de las manos, hasta allí llegué, sintiéndome la mujer más dichosa de toda la tierra, con solo habérseme permitido hacer tal cosa. Entonces me puse de pie para irme. Vos también lo hiciste. E inesperadamente me atrajiste hacia vos, y me abrazaste tan fuerte, tan fuerte, que me dolieron los pechos contra tu pecho. Abrazo ante el cual, sintiéndome paralizada, en ese momento, no pude responder. No porque no quise. Sino porque no pude hacerlo. Único abrazo a medias que en nuestra vida nos diéramos, que después de ello me esforcé al extremo por tratar de hacer que se repitiera. No pudiéndolo volver a repetir jamás.
Ese día supe, amor, que eras real. Que en verdad me amabas tanto o más de lo que te amaba. Que siempre habías estado y estabas de Dios ahí para mí, esperando la vuelta a vos que nunca terminara de hacer. No porque no quisiera, no quería ni quiero. Sino porque cada vez que luego de ello lo intentara, el enemigo se terminara interponiendo y paralizándome impidiéndomelo hacer. ¡Sí supieras, amor, cuanto te he amado y te amo! ¡Si tan solo lo supieras!
¡Oh, Dios! ¡Todo esto era tan terrible! Hacía mucho tiempo que sabía, en vos y en mí, que los santos no eran ni son de yeso. Que los santos eran y son hombres y mujeres como todos. En muchos casos, peores que todos. Según lo que mejor y peor se considere. ¿Podía Dios enamorarse? ¡Claro que sí! Porque de hecho, en vos y en mí lo había hecho. Dios se había enamorado. Dios estaba enamorado. Dios en vos de mí. Y Dios en mí de vos.
¡Y de qué manera, oh Dios, te enamoraras! ¡De qué manera en ambos!
Terminando viendo y entendiendo finalmente que no obstante todo, por absurdo que me pareciera y resultase, Sí, Padre, Jesús Amado, era todo Tuyo en vos, en mí y entre vos y yo, Daniel amado, en la persona de Cristo en el Espíritu Santo en los dos y toda la Humanidad, seguía siempre adelante, hasta donde fuera que el soplo de tu Espíritu en nuestro espíritu nos terminara llevando. Amén. ¡Gloria a Vos, Dios Uno y Trino, por los siglos eternos! Amén
(Sigue en la siguiente respuesta)
Los abrazo en Jesús y en María en el Espíritu Santo.
Quedando aún por mostrarme y que me conocieras vos, restante amada Humanidad, tal como era y soy en toda esta condición Divina conferida por el Padre y el Hijo en el Espíritu Santo como en toda esta condición humana sometida a tentación, corrupción y caída en pecado bajo el poder de dicho espíritu enemigo que en el origen nos hiciera caer y quedar atrapados bajo el imperio de sus perniciosos y mortales dominios sobre nosotros, en el peor de los engaños y mentiras.
Para que veas y entiendas que tanto en una condición como en la otra quiso el Señor que fuera y sea semejante e igual a vos en todo. Tanto en la misma condición Divina querida poner por Él en vos en todo tu conjunto, en todo hombre y mujer sobre la faz de la tierra, sin acepción de persona, en el Espíritu Santo, como en la misma condición humana creada igualmente por Él, finalmente corrompida y condenada a constante perdición y muerte bajo el poder de dicho espíritu enemigo en este lugar del Abismo y de la Muerte al que lograra traernos cautivos con él.
Conociéndome desde siempre Vos, Padre, Jesús Amado, e igualmente ya vos, Daniel, Iglesia, Pueblo de Dios en Cristo Jesús mejor que nadie. Como nadie. Vos, Padre, Jesús Amado, desde que fuera concebida en el vientre materno. Más aún, desde toda la eternidad en el Espíritu Santo en Vos.
Vos, Daniel, en representación de todo tu pueblo apostólico y sacerdotal, Jesucristo Amado, al que a tal fin viera y entendiera quisieras llevarme y enviarme a terminarme dejándome ver tal como era y soy en toda mi plenitud, en todos esos años de encontrarnos en la capilla o en tu casa para hablar de todo esto que veía, Padre, Jesús amado, habías querido poner en mí desde toda la eternidad, para toda la eternidad. Que llegadas esas horas querías terminar de concebir y dar a luz desde mi maternal seno espiritual para la humanidad entera por medio del irlo compartiendo todo con vos. Como el padre en el Padre y el Hijo igualmente predestinado en el Espíritu Santo para ayudarme a concebirlo y darlo a luz como un hijo espiritual para gracia final de todos.
Encuentros durante los cuales había ido volcado y vaciando todo el contenido de mi corazón al tuyo.
Sabías así, Daniel, Pueblo amado, todo de mí. Siendo Vos, Padre, Jesús Amado, Quien tomaras la iniciativa de que lo supieras, al terminarme trayendo desde Ushuaia de regreso a Plottier en 1991 y llevarme finalmente a sentar frente a vos, Daniel, durante los días posteriores a Semana Santa de 1996, para comenzarte a compartirte todo lo habido dentro de mí, cada vez con mayor confianza, total apertura, entrega, amor y anhelo de que vos de mí lo supieras y llegaras a conocerlo todo.
Sabías, de ese modo, amor, que no solo era Luz, sino también tinieblas. Que no solo tenía un lado luminoso, sino también un lado oscuro. Muy oscuro.
Esto, porque hacia mediados de 1999 vi, entendí y juzgué que lo mejor para terminar de vencer y hacer desaparecer todo espíritu de mentira entre los dos, queriéndome volver totalmente transparente para vos, Daniel, y por tu medio, para vos, Iglesia amada, era darte a conocer toda la verdad respecto a todo lo bueno y todo lo malo, todo lo luminoso y todo lo oscuro, turbio, que sentía, pensaba, veía, entendía, creía y sabía había en mí.
Queriendo que me vieras, conocieras y amaras tal como era. Queriendo lo mismo de vos, Iglesia, Pueblo amado, en todos tus miembros. Que te hicieras totalmente transparente, mostrándote tal como eras detrás de esa exacerbada materialidad que permitieras a dicho espíritu enemigo hiciera caer sobre vos, volviéndote más bien opaca y respetada más por temor que por amor, por la mayoría de todos tus hijos e hijas en el mundo entero.
Que te volvieras transparente, tal y como en tu gestación y nacimiento al pie de la cruz de nuestro Amado Jesucristo eras, y fueras durante los primeros trescientos años. Hasta que trabando alianza entonces con el imperio romano, comenzaras a ser llevada a tu perdición.
Que te volvieras y mostraras nuevamente transparente, no solo para mí sino para la humanidad entera. Expulsando de tu interior, montaje, jerarquía, estructura y revestimiento, todo lo que de mentira se veía y olía a lo lejos existía. Por muy en lo oculto que dicho espíritu enemigo te llevara a tratar de tenerlo y mantenerlo, como si no lo tuvieras. Para de ese modo seguirte teniendo y reteniendo eternamente sometida bajo su mortal y engañador poder. Aparentemente revestida de gloria desde los años trescientos después de la venida de nuestro Señor Jesucristo.
En que llevándote a creer haber terminado venciendo al maligno en el imperio romano, fuera el mismo quien haciéndotelo creer de esa manera, supiera cómo vencerte y hacerte caer y mantener desde entonces sometida bajo su imperio que lograra desde entonces extender sobre y a partir tuyo sobre toda la faz de la tierra, conjuntamente con el esparcimiento del Reino de Dios no obstante ello por medio de muchos de tus hijos e hijas que pese a tu final prostitución con el imperio, volviéndote durante siglos en igualmente imperialista dando a muerte a miles de hombres con las mismas armas humanas para tu expansión e imposición por sobre la faz de la tierra, conservaran en su espíritu el mismo Espíritu de Cristo en el Espíritu Santo.
Enviándoseme a decirte que te abrieras de par en par, quitándote de encima todo ese ropaje inútil que permitieras al enemigo terminarte echando encima, mostrándote en espíritu y verdad tal como en Cristo originalmente fueras concebida, querida y predestinada al pie de la cruz, en la mayor de las pobrezas y despojos absolutos, expulsando definitivamente de vos todo lo que por obra y gracia del Espíritu Santo terminaras viendo y entendiendo no era ni es de Dios sino de dicho espíritu enemigo.
Expulsión que en realidad no tiene nada que ver con la pureza o impureza sexual encontrada en muchos de tus miembros. Expulsando de vos a todos los sacerdotes y laicos homosexuales, lesbianas, prostitutas que inquisidoramente nuevamente trataras de comenzar a perseguir y extirpar de tu seno.
Porque de ser así, junto con todos ellos habré de ser y soy la primera que viera y entendiera habría y habré de salir de tu seno. Siendo como es que no fuera enviada a decir y hacer todo esto ante vos, madre amada, y toda la humanidad, por mi cuenta, sino por el Padre y el Hijo en el Espíritu Santo.
Sino que tiene que ver con saber y querer hacer en esta hora lo que hace 2000 años el pueblo de Israel no supiera ni quisiera finalmente hacer. Sabiendo que era Dios quien conforme a su promesa anunciada por los profetas había finalmente venido en su búsqueda y su encuentro, no queriendo dejarse encontrar por Él.
Que no es otra cosa que el expulsar de tu seno toda la impureza, lujuria y pecado que se te pegara en estos últimos mil setecientos años desde la alianza trabada con el imperio romano.
Alianza trabada con el mismo, por ende con Satanás por medio del mismo, no en orden y relación con el sexo, con lo sexual, sino en orden y relación con el poder y conocimiento Divino que nuestro Señor Jesucristo quisiera confiar a los primeros doce no para que se lo guardaran para sí solos conformando desde entonces un pequeño grupo cerrado, del que solo podían entrar a tomar parte quienes se sintieran “predilectamente” llamados por el Señor a hacerlo, sino para que sabiéndose considerar iguales a todos los demás hombres y mujeres de la tierra, supieran compartirlo y dárselos a todos, para que solo fuera el Espíritu Santo, y así no los hombres, quien siguieran haciendo Su obra entre los demás hombres en el mundo entero.
Viendo y entendiendo que era justamente en todo lo que ante los demás demostrabas ser al igual que yo, y en lo profundo y oculto de tu ser, como en el mío, sabías y sabes, no sos, como no soy, no obstante al mismo tiempo tanto vos como yo igualmente serlo, en donde veía y entendía residía todo el mal que el enemigo lograra hacerte, como hacerme, mantenerte y mantenerme, si no lo confesábamos abiertamente al mundo entero, terminándonos mostrándonos ante todos los hombres tal como éramos y somos. Con todo lo bueno y todo lo malo habido tanto en vos como en mí. Con todo lo luminoso y todo lo oscuro. Con todo lo de Cristo y todo lo de dicho espíritu enemigo existente tanto en vos como en mí.
Mal que veía terminara introduciéndose también en vos, Iglesia, Pueblo de Cristo amado, desde los años trescientos, de similar manera a como en el origen terminara introduciéndose dentro del corazón de Adán y Eva, y en su momento introduciéndose también dentro del corazón del Pueblo de Israel, después de estar inicialmente tanto Adán y Eva, como el Pueblo de Israel y Vos, solo y enteramente en el mismo Espíritu de Dios en tu espíritu en el Espíritu Santo. Viéndote finalmente convertida en uno de los más majestuosos y vigorosos árboles espirituales existentes sobre toda la faz de la tierra. Pero un árbol, portador de un mal y enfermedad de cáncer extremadamente maligna.
Cáncer que amenazaba con llevarte a tu total muerte en el espíritu por muy en el Espíritu Santo que apostólica y sacerdotalmente, en todo tu conjunto, Iglesia Católica en Cristo estuvieras. Visión de tal enfermedad respecto de la cual diera cuenta en el testimonio que a tal fin escribiera y te entregara en 1998.
En verdad te amaba, te amo, Iglesia amada, queriendo desde el sí dado en Ushuaia solo lo mejor para vos, para todos tus miembros. Sabiendo que al contrario de lo que aquel día de mayo del 2001 terminara manifestando, no todos tus sacerdotes eran ni son unos hipócritas. Como llena de indignación y enferma de celos expresara. Sino que, aún cuando muchos lo han sido y lo son, sé que en su gran mayoría han sido y son realmente auténticos crucificados y testigos de Cristo, en Cristo, con Cristo, por Cristo y para Cristo.
Viendo y entendiendo que quienes terminaran siendo considerados ante los demás hombres como hipócritas, e incluso quienes de verdad lo hayan llegado a ser, fuera porque las imposiciones y disposiciones establecidas en base al poder y conocimiento tenido por la Iglesia les obligara terminar convirtiéndose en tales.
No quedándoles otra. Por querer seguir siendo servidores de Cristo, pero no pudiendo dejar de sentir al mismo tiempo como todos los demás hombres. Hombres, como todos los demás hombres, exigidos y sacrificados el todo por el todo de sí para verdadera gloria del Reino de los Cielos y bien de toda la restante humanidad por encima de su propia vida y bienestar.
Imponiéndole cosas, tales como el celibato, que por un lado les obligaba a mostrarse y aparentar ser y tenidos públicamente por todos como Dios mismo, como los seres más sagrados, santos y castos de la tierra. Cuando en lo oculto de sus vidas privadas, no pudiendo con su sexualidad terminaban teniendo relaciones no solo con prostitutas, sino, incluso para guardar la imagen de santidad y castidad manifestada ante todos, a fin de mantener al pueblo en santidad y castidad para la gloria del Reino de los Cielos, manteniendo en algunos casos relaciones entre ellos mismos.
No estando, por ende, la extrema gravedad de tu pecado, Iglesia, Pueblo amado de Cristo, en la comprensible humana debilidad y caída sexual de muchos de tus consagrados en cuerpo y alma a Cristo en tal sentido. Sin que ello llegue a ser también extremadamente grave. Por mostrar una cosa y ser en lo oculto otra totalmente distinta.
En tal aspecto podía comprenderlos, y los comprendía mejor que nadie. Porque sabía muy bien lo que era y es sentir la exigencia de hacernos extrema violencia interior contra nuestra propia naturaleza y sexualidad para no obstante la misma exigirnos el todo por el todo por seguir siendo fieles a Vos, Padre, Jesús, a tu voluntad, a tu amor, al amor del Reino de los Cielos, y al amor a toda la humanidad, por sobre los dictados del querer de nuestra propia naturaleza humana, llamándonos constantemente a ser y terminar haciendo todo lo contrario: lo que en nuestra naturaleza sentimos, y nos sentimos llamados a ser en total contraposición de lo que en vos, Señor, hasta el momento sabemos que somos.
Vos sabías y sabes, Señor, de nuestra extrema debilidad. Siendo por ello que te hicieras hombre. Y sabiéndolo, no nos juzgas por terminar cayendo muchas veces en tales humanas comunes debilidades. Siendo entonces cuando nos decís –como en mi caso, muchas veces que terminaba cayendo en tales debilidades, sintiendo no ser digna, Señor, de Vos y de que me siguieras y sigas confiando todo cuanto viera y entendiera quisieras y querías seguirme confiando por demostrar haber sido fiel en lo poco y contra toda debilidad humana, sentía que me decías, poniéndome una y mil veces nuevamente de pie impulsándome a seguir siempre hacia delante y arriba- como a Pablo en su momento le dijeras. Cuando Él te preguntara por qué no lo librabas de caer en la debilidad que de continuo caía. Respondiéndole: te baste mi gracia.
Es decir, saber que si caemos en tentación y pecado sexual, no por ello, vos nos condenas, Señor. Porque sabes que desde que caímos de la gracia original que teníamos en Vos en el Reino de los Cielos, nos volvimos seres extremadamente débiles por nuestra carne bajo el poder del Amo de este mundo.
Viendo y entendiendo haber sido por ello que quisieras hacerte humano. Para poder saber y sentir en Vos mismo lo que sentíamos. Y llegando a sentirlo también Vos en tu momento en tu carne, librarnos para siempre de la condenación existente hasta tu venida respecto a caer de continuo en tales debilidades carnales.
Por ello veía y entendía era necesario que diera cuenta ante todos ustedes también, hermanos y hermanas del mundo entero, por tremenda vergüenza y pesar que me causara y cause confesarlo públicamente, pero viéndolo y entendiéndolo necesario para mayor bien de todos aquellos que pudieran llegar a verse o sentirse de igual manera, de esa extrema debilidad en la que si bien no siempre, sobretodo entre los nueve y trece años y entre el 2001 y el presente he caído y aún a veces caigo.
Siendo entonces cuando, viéndome y sintiéndome terriblemente consternada y apesadumbrada por no tener la suficiente fuerza espiritual como para no volver a caer en ello nunca más, que pidiéndote al igual que Pablo, Señor, de continuo que me libraras de volver a caer en tal debilidad, sentía y siento, Señor, que me decías y decís, para que a mi vez, se los diga por medio de este testimonio a todos ustedes: “No te angusties por eso. Te baste mi gracia.” Es decir, “Mientras tengas la gracia de encontrarte haciendo mi voluntad y no la tuya, esa caída no me es ni será tenida en cuenta.”
No a mí, sino a dicho espíritu engañador y corruptor de todos los hombres. Quien es y será el único condenado al fuego del infierno por todas nuestras caídas. Mientras sigamos esforzándonos al extremo por no caer en tal tentación y pecado nunca más –aunque hasta el último día de nuestra vida sigamos cayendo en la debilidad humana en la que el enemigo sabe es nuestro talón de Aquiles-, exigiéndonos el todo por el todo por hacer y mantenernos en tu querer y designio trazado para con nosotros y no en el nuestro o que nos tracemos según nuestro parecer, gusto, mayor placer, querer.
Siendo por ende no en ello en donde reside la mayor gravedad del pecado que fuera la causa de la caída y destierro del hombre del Paraíso. El pecado que puede condenar su alma junto con la de Satanás al fuego del infierno.
No obstante ello, no debemos olvidar que nuestro cuerpo, como nuestro sexo y sexualidad, es el bien más preciado y sagrado que humanamente nuestro Padre Celestial nos ha querido conferir, confiar y hacernos responsables. Por ser Dios Mismo en nosotros, el Padre y el Hijo, en el Espíritu Santo quien mora en nosotros. Por ende, en nuestro cuerpo. Siendo como en el origen de nuestra concepción, querer y predestinación Divina a ser tu imagen y semejanza Divina en el Espíritu Santo, Padre, Jesús Amado, fuera constituido en templo de Dios Vivo. Querer que quieres, Señor, vuelva a terminar siendo de cualquier manera en todos y cada uno de nosotros en esta última hora.
Mientras que el pecado que nos puede condenar a la muerte eterna es la ambición y posesión del poder y conocimiento de Dios querido guardar y retener en las manos de unos pocos considerados como superiores al resto del pueblo privado del mismo, a fin de mantenerlo sometido al juicio y parecer de esos pocos, cuando absolutamente todos recibiéramos y tenemos el mismo Espíritu de Dios en nuestro espíritu por su soplo Divino en nuestro ser al comenzar a formarnos en el vientre de nuestra madre. Más aún, por el mismo bautismo recibido en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Mismo poder y conocimiento Divino, por cuya posesión y retención solo para sí, el hombre, la humanidad, en el origen se prostituyera. Saliéndose desde entonces, Padre, de tu voluntad y Plan, para de ahí en más usarlo conforme más a su propio querer y visión de todas las cosas que al Tuyo.
Poder y conocimiento Divino, por cuya retención y continuidad en su posesión, también en su momento el pueblo de Israel, volviera a mostrarse como una prostituta. Prefiriendo quedarse y seguir poseyendo tal poder y tal conocimiento Divino, a Vos. Optando por su retención, en lugar de deponerlos al saber ser Vos el que venías a reclamárselos, sabiéndolo poner con total humildad y sumisión nuevamente en tus manos, reconociéndote como el Hijo de Dios, el Señor de la Vida.
Debido a lo cual, terminaras juzgando conveniente, Señor, dar origen a un nuevo pueblo. Un Pueblo de corderos crucificados en el Cordero Crucificado. Un Pueblo que llegada la hora de tu prometida vuelta final en gloria en el Espíritu Santo, no volviera a repetir por tercera vez la historia y rebeldía de lo que en el origen y entonces, hacia 2000 años, nuestros primeros padres en el espíritu y en la fe hicieran.
Viendo y entendiendo, por medio de la escucha y conocimiento de los pensamientos, sentimientos, querer y creencia de aquellos primeros doce apóstoles, durante los tres años que te acompañaran, que sin duda si no habría de repetirse, la posibilidad de que volviera a suceder y te encontraras con lo mismo con este nuevo pueblo en gestación cuando al final volvieras, fuera que antes de partir y luego de compartir la última cena con tus apóstoles quisieras hacer ante ellos y con ellos el gesto del lavatorio de los pies.
No como algo que fuese recordado simbólicamente en sus asambleas año a año de ahí en más, sino para que cuando el mal espíritu de la posesión y acumulación de todo poder y conocimiento en estado de consideración de superioridad sobre el resto del pueblo volviera a intentar apoderarse de ellos de similar manera a como en el origen hiciera con Adán y Eva y en ese momento de hace 2000 años con los sacerdotes y jefes de los sacerdotes del pueblo de Israel que camino hacia Jerusalén les compartiera habrían de asesinarlo –por no querer deponer su poder y conocimiento ante el Suyo-, sino como algo que fuese carne en ellos hasta el último aliento de vida.
Para recordarles que así como vivieras y pasaras Vos, Señor Jesús, por este mundo, de igual manera tenían y tendrían que saber vivir y pasar ellos, nosotros, tus discípulos y apóstoles, tus seguidores y enviados. Sabiendo que el poder y conocimiento recibido de Vos no nos pertenecía ni pertenece en lo más mínimo.
Sabiéndolo, por ende dar a manos llenas y abiertas a los demás, para que fluyese de unos a otros, habiendo de ser así como habrías de terminar haciendo tu obra en el Espíritu Santo hasta los confines de la tierra. Sin que nadie volviera a entronarse o instalarse, menos aún coronarse por encima de los demás, siendo como éramos y somos todos iguales en Vos, en tu mismo Espíritu en nuestro espíritu en el Espíritu Santo.
Viendo y entendiendo haber de ser también ese el gran peligro al que los mismos habrían de verse expuestos de parte de la peor de las tentaciones ejercidas por dicho espíritu enemigo que habría de intentar hacerles creer también a ellos que por dicho poder y conocimiento recibido en exclusividad eran y quisieras Vos, Señor, considerarlos y ponerlos como superiores por sobre todos los demás hombres que al no ser constituidos como ellos no lo fuesen.
Corriendo el riesgo también los mismos de que al igual a como con el pueblo de Israel terminara ocurriendo que dejaran que dicho espíritu enemigo les hiciera construirse tronos, unos más elevados que otros, como los pueblos según la concepción de los hombres y del mundo los tenías, sobre los cuales sentarse y mandar por encima de los demás dejando de servir para pasar a ser servidos, creyéndose y considerándose más de lo nada que en relación igualitaria de todos los demás hombres eran y seguirían siendo en este mundo.
Olvidándose de que Vos, Señor, de haber querido te hubieras construido un trono y un reino en este mundo según la concepción humana y de este mundo. Lo cual no hicieras, porque se trataba justamente de terminar de romper con tales esquemas y concepciones de poder, superioridad y dominación propia de los hombres y de este mundo. Eligiendo una simple roca, o la tierra misma para sentarte en total despojamiento humano y mundano para desde allí enseñar, dar ejemplo y testimonio a los demás de cómo era que querías que a total imitación Tuya llegáramos a ser.
Te dolía el alma ir subiendo de camino hacia Jerusalén lleno de angustia y amargura pensando en todo aquello por lo que tendrías que atravesar de parte de los sacerdotes perdidos del pueblo de Israel. Yendo acompañado por los doce. Pero, en el trance que estabas pasando, bebiendo y bautizándote en el mayor de los padecimientos con solo vislumbrar lo que al llegar allí te estaba ya esperando, por más que ibas con ellos y seguido por toda una multitud, en todo momento sentías que ibas solo.
Ya que cada uno de ellos, quien más quien menos, iba imbuido en sus propios pensamientos, sentimientos, expectativas, proyectos, intereses esperados alcanzar una vez que llegaran a Jerusalén en donde esperaban que fueras recibido, coronado y entronado en gloria por los jefes de los sacerdotes y maestros de la Ley, reconociéndote como Pedro por entera gracia Divina reconociera que eras el Hijo de Dios. Pensando cada uno en el puesto que una vez allí iba a tener y alcanzar a tu lado.
Doliéndote verlos enfrascados más aún en sus pensamientos, sentimientos, querer, creencia y proyectos humanos y mundanos que en los Divinos Tuyos tenidos en ellos y para ellos para liberación de toda la humanidad de tal ambición de llegar a poseer siempre tal poder y conocimiento para dominar y estar por encima de los demás.
Proyectos Divinos tenidos en Vos para ellos que pasaban por tener que verse sometidos a las mismas exigencias, sacrificios, privaciones, padecimientos que en este mundo y de parte de quienes no estaban aún enteramente en Vos, Señor, tuvieras necesariamente que pasar, para librarnos de la extrema ceguera, sordera y maldad en que nuestro corazón en total tinieblas –caído de tu luz- quedara y se encontraba. Para solo así poder ganarse –ganarnos- sentarse a tu lado en el Reino de los Cielos. En la medida en que supieran pasar por todo lo mismo que Vos pasaras en este mundo.
“Seguían el camino que sube a Jerusalén y Jesús iba delante de ellos. Los Doce no sabían qué pensar y, detrás de ellos, todos tenían miedo. Él, reuniendo otra vez a los Doce, les anunció lo que iba a pasar: “Fíjense, que subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombres será entregado a los jefes de los sacerdotes y a los maestros de la Ley. Lo condenarán a muerte y lo entregarán a los extranjeros, que se burlarán de él, lo escupirán, lo azotarán y lo matarán, y a los tres días resucitará.”
Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron: “Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir.” Él les dijo: “¿Qué quieren de mí?” Ellos respondieron: “Concédenos que nos sentemos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda cuando estés en tu gloria.”
Jesús les dijo: “No saben lo que piden. ¿Pueden beber la copa que estoy bebiendo o bautizarse como me estoy bautizando?” Ellos contestaron: “Sí, podemos.” Jesús les dijo: “Pues bien, la copa que bebo, también la beberán ustedes, y serán bautizados con el mismo bautismo que estoy recibiendo; pero no depende de mí que se sienten a mi derecha o a mi izquierda. Esto ha sido reservado para otros.”
Cuando los otros diez oyeron esto, se enojaron con Santiago y Juan. Jesús los llamó y les dijo: “Como ustedes saben, los que se consideran jefes de las naciones las gobiernan como si fueran sus dueños, y los que tienen algún puesto hacen sentir su poder. Pero no será así entre ustedes.
Al contrario, el que quiera ser el más importante entre ustedes, que se haga el servidor de todos; y el que quiera ser el primero, que se haga siervo de todos. Así como el Hijo del Hombre no vino para que lo sirvieran, sino para servir y dar su vida como rescate de una muchedumbre.” (Mc. 10, 32-45)
Palabra de Dios
Viendo y entendiendo que al final terminaran permitiendo que una vez más el enemigo hiciera con ellos lo que en el origen hiciera con Adán y Eva y hacía 2000 años vieras y entendieras, Señor, terminara igualmente haciendo con los sacerdotes y maestros de la Ley del Pueblo de Israel. Construyéndose tronos en los cuales volver a sentarse e instalarse una vez más unos más altos que otros. Dejando de servir para pasar a ser servidos.
Cuando justamente también para que no cayeran en ese mismo error, ceguera, sordera y dureza de corazón, fuera que durante la Última Cena quisieras darles y darnos el ejemplo que les dieras y nos dieras. A fin de que queriéndoles conceder en esa hora el mismo poder y conocimiento habido en Vos en el Espíritu Santo –para que a su vez nos concedieran- no se dejaran ni nos dejáramos perder, dejando de servir para pasar a mandar y tener como siervos y servidores nuestros a los demás. Cuando si de alguien estamos llamados a servir y ser servidores es solo del Padre y del Hijo en el Espíritu Santo, y así no de hombre alguno sobre la faz de la tierra.
“Antes de la Fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de salir de este mundo para ir al Padre, así como había amado a los suyos, que quedaban en el mundo, los amó hasta el extremo.
Hicieron la Cena. Ya el diablo había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, el proyecto de entregar a Jesús. Y él sabía que el Padre había puesto todas las cosas en sus manos, y que de Dios había salido y a Dios volvía.
Se levantó mientras cenaba, se quitó el manto, se ató una toalla a la cintura y echó agua en un recipiente. Luego se puso a lavarles los pies a sus discípulos y se los secaba con la toalla.
Cuando llegó el turno de Simón Pedro, éste le dijo: “Tú, Señor, ¿me vas a lavar los pies a mí?” Jesús le contestó: “Tú no puedes comprender ahora lo que yo estoy haciendo. Lo comprenderás después.”
Pedro le dijo: “A mí nunca me lavarás los pies.” Jesús respondió: “Si no te lavo, no podrás compartir conmigo.” Entonces Pedro le dijo: “Señor, si es así, lávame no solamente los pies, sino también las manos y la cabeza.”
Jesús le respondió: “Esto no es necesario para el que se ha bañado, pues está del todo limpio. Ustedes están limpios, aunque no todos.” Jesús sabía quien lo iba a entregar, por eso dijo: “No todos están limpios.”
Cuando terminó de lavarles los pies y se volvió a poner el manto, se sentó a la mesa y dijo: “¿Entienden lo que he hecho con ustedes? Ustedes me llaman: el Maestro y el Señor. Y dicen verdad, pues lo soy. Si yo, siendo el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros.
Les he dado un ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes. Porque, en verdad, les digo: el servidor no es más que su patrón, y el enviado no es más que el que lo envía. Pues bien, ustedes saben estas cosas: ¡felices si las ponen en práctica!
No lo digo por todos ustedes, porque conozco a los que he escogido, y se va a verificar lo dicho por la Escritura: El que come el pan conmigo, se levantará contra mí. Se lo digo de antemano, antes de que suceda, para que, después de sucedido, ustedes crean que Yo Soy.
En verdad, les digo: El que recibe al que yo envío, a mí me recibe, y el que me recibe a mí, recibe al que me envió.” (Jn. 13, 1-20)
Palabra de Dios
Vi y entendí, Señor, que habías querido darles este ejemplo porque viendo el afán que tenían de sentirse y volverse poderosos, puestos por sobre los demás hombres para gobernar, cuando su misión, nuestra misión, al igual que la tuya no tendría que ser nunca la de gobernar a nadie al no ser capaces ni siquiera de gobernarnos a nosotros mismos dominados por dicho espíritu enemigo como estaban y estamos desde nuestra caída y destierro del Paraíso en este lugar del Abismo y de la Muerte, sino la de servir.
Totalmente a la inversa del sentido que servir tiene para los hombres según la jerarquía propia de los gobiernos y poderes de este mundo. Jerarquía que viera y entendiera terminara también adoptando e incorporando una vez más tu amado pueblo. al igual que todos los demás pueblos de la tierra. Cuando era justamente en eso en lo que Vos, Jesús Amado, no querías que terminaras cayendo. Para que a a partir de Vos, todo varón y mujer te tuviera solo a Vos, Cristo Amado, como su única cabeza.
Siendo de ello de lo que querías terminarla preservando. Por ser y haber de ser nuevamente ahí en donde habría de estar su pecado, si terminaba cayendo en ello. Habiendo de estar nuevamente en tal caída, su caída en la misma mundarización terminada haciendo sobre sí por el Pueblo de Israel.
Estructuras y jerarquías de poder y conocimientos establecidas por el Amo de este mundo por medio de los hombres para su gobierno de unos sobre otros, conforme a la cual, los de abajo son puestos y tienen que estar obligatoriamente al servicio, querer y disposición –muchas veces terriblemente injusta y abusiva- de sus superiores inmediatos, como de todos aquellos ubicados por encima del nivel o jerarquía en la que uno se encuentre.
Mientras que según la concepción del Reino de los Cielos, cuanto más arriba sea puesto uno por encima de los demás, no para sentirse superior ni con autoridad para gobernar a los otros, sino como un servidor inútil que en todo tiempo tenemos que saber vernos y ser, sabernos doblar y dar por entero al servicio de los demás. Dando de nosotros hasta lo que no tenemos para saciar el hambre y sed de Dios que veamos y vemos nuestros hermanos y hermanas en el mundo entero padecen.
Servir. Cuanto más poder y conocimiento Divino se nos confíe en el Espíritu Santo, saber que mayor, mucho mayor es y será la renuncia, sacrificio y entrega personal que estamos llamados a hacer de nosotros mismos, de la misma igual manera en la que Vos, Amado nuestro Jesucristo, te dieras en servicio de todos los hombres hasta el extremo del dar tu vida por nuestro total rescate del poder de dicho espíritu enemigo.
Poder y conocimiento del que en su momento habrás de pedirnos detallada cuenta, examinando minuciosamente qué fue lo que hicieras tanto con el uno como con el otro que para saberlo administrar y usarlo solo para el servicio de los demás quisieras llegárnoslo a confiar. Para que lo dieras, y no así para que lo retuviéramos.
Porque en la medida en que lo retenemos y no lo damos, de bueno que es y puede llegar a ser para nosotros y todos los demás, puede pasar y pasa a terminar convirtiéndose en malo, en enfermante, en enceguecedor, en ensordecedor, en ensorberbecedor, en causa de nuestra final perdición, caída y muerte eterna.
Siendo solo a partir del saber servir a los demás, confiriendo tal poder y conocimiento a los demás, a costa de nuestra propia vida si así fuere necesario hacerlo, que podríamos y podremos llegar a tener parte con Vos en el Reino de los Cielos. Y no así poniéndonos por sobre los demás hombres, mucho menos tratar de gobernarlos, como solían y suelen hacer los demás reyes de la tierra.
Vi y entendí asimismo que al decir que no todos estaban limpios y que el que comía con Vos se iba a volver contra Vos no te referías solo a Judas en ese momento. Sino a todos aquellos sucesores de aquellos primeros doce que con el tiempo, ganados por la ambición del poder, del conocimiento, de las riquezas a semejanza de Judas, queriendo tomar y retener tal poder, conocimiento y retener el gobierno y autoridad ejercida hasta el momento por sobre el resto del Pueblo que tan solo momentáneamente le confiaras, se habrían de volver contra Vos en el no reconocer ni recibir a todos aquellos servidores que con el tiempo habrías de enviarles en el Espíritu Santo para venirles a recordar asiduamente todo esto, así como para terminarles de dar a conocer tu voluntad por su medio.
Y no por el suyo, porque vueltos ciegos, sordos, duros de corazón y entendimiento nuevamente a costa de la absoluta retención de tal poder y conocimiento para sí solos, en lugar de dejarlo fluir hacia todos los hombres en todas direcciones, volviéndose henchidos de soberbia, orgullo, vanagloria, espíritu de superioridad en relación de los demás a causa de excesivo poder y conocimiento retenido para sí, difícilmente habrían de poder ver, oír, entender y dejar actuar libremente al Espíritu Santo dentro de sí.
Como por medio de quienes a tal fin quisiera enviarles sí podrías seguirlo haciendo, cuanto más despojados de todo poder y conocimiento se encontrasen, que terminando convirtiéndose en el peor de los obstáculos y murallas habrían de cerrarte y mantenerlos cerrados a la visión y escucha de su voluntad para con todo tu pueblo querida llevar a cabo por medio de su total final sumisión, obediencia y docilidad a los dictados dados a conocer por medio de lo que de ese modo quisieras seguirles enviando en tu mismo Espíritu, Nombre y Persona en el Espíritu Santo.
A quienes, como enviados igualmente ellos –los doce apóstoles y sus sucesores- y no así como reyes tendrían que saber humilde y obedientemente que recibir sabiendo ser Vos mismo en ellos quien estaría, por ende a quien recibirían en el Espíritu Santo. Y, por consiguiente, al Padre que te enviara en Vos y en ellos en el Espíritu Santo.
Sobretodo en esta última hora, veía y entendía, y en este particular final envío recibido de tu parte, Jesús Amado, y en Vos, de tu parte, Padre Celestial, en el Espíritu Santo. De manera tal que siendo como había sido y he sido del Padre en el Hijo en el Espíritu Santo de quien he salido y a quién voy a volver una vez consumada también en mí la plenitud de la misión con la que a tal fin he sido enviada, al no recibirme ha sido y es al mismo Hijo, por ende, en Él, al mismo Padre en el Hijo, a quien en el Espíritu Santo, no han querido ni quieren recibir.
Pueblo de sacerdotes que ganado finalmente por la misma acumulación de poder y conocimiento que el Pueblo de Israel de entonces, viera y entendiera, difícilmente habría de poder llegarme a ver, escuchar, entender y creer lo que con sumo esfuerzo de mi parte veía y entendía en tal sentido fuera enviada a recordarles y hacerles saber en el Espíritu Santo. Temiendo que por creer y llegar a decir y hacer ante el mismo todo cuanto veía y entendía se me llamaba y llevaba recordarles y manifestarles en el Espíritu Santo, al igual a como sucediera con muchos otros enviados y enviadas a lo largo de estos dos mil años terminara siendo excomulgada de su seno.
Escribiendo y enviando finalmente una carta dirigida a Juan Pablo II, por tu medio, Daniel, que me terminaras devolviendo –aunque abierta, en señal de haber sido leída al menos por vos- de la que nunca recibiera la más mínima respuesta. Al menos, no directamente. Pero, sí indirectamente a través del silencio absoluto de su parte. Silencio a través del cual me viera y sintiera condenada a morir de parte del pueblo al que fuera enviada en la peor de las indiferencias, ignorándoseme por completo.
Carta que le escribiera y quisiera enviarle por tu medio, Daniel, durante los últimos días que estuviéramos como mamá en 25 de Mayo, La Pampa, por los días previos a Semana Santa del 2001. Justamente por tal razón. Carta que en su momento transcribiré si por ahí la tengo y encuentro.
Necesitando tener una respuesta respecto a lo que el papa respondía a lo que le decía, viendo y entendiendo no poder pedírtela tampoco a vos, Daniel, si por vos mismo no querías manifestarme nada a ese respecto, te pedí, Señor, me hicieras saber a qué tenía que atenerme. Siendo así, como respuesta a dicha petición, entendí, quisiste, Señor, llevarme a tener el siguiente sueño entre el miércoles y jueves santo de ese año.
Soñaba que me encontraba en medio de grandes jardines exteriores que entendía eran los del Vaticano. Estaba esperando. Esperando una respuesta. Dos hombres –con aspecto de santidad- pasaban caminando junto a mí, diciéndome uno de ellos al pasar: “Ahora se van a reunir los sacerdotes y usted va a estar en medio de ellos.”
Seguí esperando. Al tiempo de ver cómo mucha gente que veía trabajando allí me miraban y se decían cosas entre ellos respecto de mí y lo que escribiera, que no alcanzaba a escuchar. Entonces, cansada de esperar ser llamada sin serlo, me encaminé hacia el interior de la basílica. Dirigiéndome por largos pasillos, abriendo y cerrando numerosas puertas que parecían no acabarse jamás. Al abrirse una de ellas apareció tras la misma una mujer que pasando de largo junto a mí me decía “Están hablando mucho de usted.” Seguí atravesando puertas y recorriendo pasillos en ascenso hacia pisos superiores.
Hasta que por fin llegaba al recodo de uno de esos pasillos, viendo llevar en mis brazos una gran diversidad de todo tipo de deliciosos frutos, que en mi vida viera jamás. Recodo del pasillo en el que me terminaba deteniendo. Viendo que a mitad del pasillo que se abría a partir de allí estaba sentado en una silla Juan Pablo II, y junto a él, dos hombres, uno de cada lado.
Veía que el papa tenía abierto por la mitad sobre sus manos las cientos de hojas del testimonio que escribiera y quisiera hacerle llegar en su momento por medio tuyo, Daniel. Su rostro parecía muy complacido por lo que iba leyendo. Lo cual me daba la pauta de que aunque no me diera ni llegara a recibir nunca de su parte una respuesta directa respecto de todo ello, él creía que Vos, Señor, me habías enviado, siendo verdad todo lo que decía. Viendo que los dos hombres sentado a su lado le hablaban cosas como al oído. Aconsejándolo uno a mi favor, y el otro en mi contra.
Entonces, sintiéndome impedida de avanzar y llegar hasta él, vi que todos los frutos que llevaba sobre los brazos se me caían, haciéndose pedazos contra el piso. Viendo y entendiendo de ese modo, que todo cuanto dijera e hiciera era y habría de ser el mayor de los desperdicios en ese lugar. Veía entonces que entraba el padre Ismael por una puerta lateral, trayendo bajo su brazo un legajo que veía y entendía era mi causa. Tomándome por el codo me sacaba de allí conduciéndome fuera de ese lugar para siempre.
Pueblo, Padre, Señor Jesús, al que en el Espíritu Santo me enviaras, que por la concentración sobre sí de todo el poder y conocimiento que quisieras confiarle para que de igual manera a como en su momento no quisieras guardártelo en lo más mínimo sino entregárselo –por ende, entregárnoslo en toda su plenitud- diciéndoles –por ende, diciéndonos- que todo el que creyera a Vos habría de poder hacer las mismas cosas que Vos hicieras, y aún cosas mayores, terminara convirtiéndose, a semejanza a como Babilonia en su momento quisiera llegar a ser, mereciéndole recibir por tal ambición lo que recibiera, en la montaña más encumbrada de la tierra.
Llegando y perdiéndose su misma cumbre entre las nubes, volviéndose inaccesible e inalcanzable tal poder y conocimiento para la inmensa mayoría y común de las gentes. Retenido y concentrado a niveles cada más elevados, reservado para unos pocos.
Cuando, sin tener por qué dárnoslo, si no hubieras pensado, querido y predestinado hacerlo de ese modo, Vos mismo, Padre, Jesús Amado, no queriéndolo retener ni guardar para Vos solo –como ya en el principio de nuestra creación, no quisieras hacerlo decidiéndonos volvernos a tu imagen y semejanza Divina para en su momento terminar de conferírnoslo como tus amados hijos e hijas en el Espíritu Santo- allá en lo Alto, por sobre las nubes, inaccesible e inalcanzable para todos, decidieras hacer el máximo sacrificio, deponiéndolo todo momentáneamente Allí para descender hasta las mismas profundidades Abismales e Infernales que descendiéramos, para venírnoslo a conferir nuevamente a todo hombre y mujer por sobre la faz de la tierra a partir del conferírselo inicialmente a aquellos doce.
Para que por voluntad y autorización de tu parte, y no así por apropiación, todos los hombres supiéramos poder llegar a tener libre y bendito acceso a tu mismo poder y conocimiento Divino, Señor, para que no siguiendo estando solo en manos de los que en el origen se lo apropiaran y traspasaran de generación en generación, encumbrándose y dominando como dios, amos y señores a los que no lo tenían, la justicia y el derecho volvieran a imponerse siendo igualitarios para todos los hombres.
Siendo también por tal razón, para terminarte sanando y librando de una vez para siempre de esa terriblemente agresiva enfermedad cancerífera detectada en tu seno, causada por la excesiva retención, uso y abuso de tal poder y conocimiento en manos solo de unos pocos, que desde que escribiera lo que escribiera en tal sentido en dicho testimonio que te entregara en 1998, viera y sintiera en todo tiempo siguiente que por haber escrito lo que había escrito respecto a lo visto en vos, viniendo a representarte, como humanamente viera y entendiera fuera enviada a venir a representarte también particularmente a vos, Iglesia, en este designio Divino en medio de toda la restante humanidad, para que pudieras terminarlo viendo, entendiendo y librándote finalmente de tal infierno y destino de muerte eterna al que te veía condenada, tal y como te veía, era preciso asumir en mi propia carne primero, en el mismo Espíritu de Cristo en el Espíritu Santo en mí, todo lo bueno y todo lo malo visto, querido y predestinado por el Padre y por el Hijo en el Espíritu Santo para vos en todos y cada uno de tus miembros, tanto aquí como en el Reino de los Cielos.
Siendo también por tal razón que viera y entendiera estando en 25 de Mayo ser estrictamente necesario caer y pasar por esta enfermedad, aceptada asumir ya desde Ushuaia por amor a vos, pueblo amado en todo tu conjunto, hasta sus últimas consecuencias.
Porque fuera y es por vos, Pueblo de Dios, representado en tu sacerdotal humanidad, Daniel, por quien viera y entendiera fuera enviada por el Padre y el Hijo en el Espíritu Santo y estaba aquí.
Terminando de manifestarte una vez más todo esto, de esta universal pública manera, para que toda la humanidad sepa por qué ha comenzado a pasarte y va a pasarte lo que en esta última hora estas llamada y enviada a pasar en todo tu más basto conjunto en Cristo en el Espíritu Santo.
No por haber sido abandonado y por no amarte. Sino por ser en esta última en la que queriéndote terminar de manifestar todo su amor, de igual manera a como conmigo quisiera y consintiera en que le permitiera al enemigo hacerme todo el mal que durante estos últimos quince años me hiciera desde el sí final dado en Ushuaia por terminarme de entregar y hacer una con Vos, Jesús, en tu amor por el Reino de los Cielos y por toda la Humanidad, está y habrá de estar más grande que nunca con vos, por amarte como te ama.
Viendo y entendiendo que para llamar toda tu atención, llevarte a ver, oír, entender y creer todo cuanto fuera enviada a recordarte y terminar de manifestarte, Daniel, Pueblo, Humanidad Amada de y en Cristo Jesús en el Espíritu Santo, viera y entendiera que así como tres fueron tus caídas camino hacia el Calvario cargando con la cruz de todos tus apóstoles y seres amados inicialmente, de todo el Pueblo al que fueras enviado, y de toda la Humanidad en su conjunto como Pueblo primero y último de Dios, en total correspondencia también con los tres no de Pedro, y sus tres sí finales, tres eran las negativas que tenía que recibir de tu parte, como tres mis caídas bajo el peso de la cruz aceptada volver a llevar en la persona de Cristo en el Espíritu Santo por amor a la voluntad del Padre, al Reino de los Cielos y a toda la Humanidad.
Habiendo sido y siendo la primer caída de total gracia y santidad en total desgracia y pecado, la venida necesariamente a padecer ante vos, Daniel, mi familia y comunidad parroquial de San Antonio de Padua de Plottier, desde aquel 8 de febrero del 2002 hasta el presente. Terminada convertida necesariamente ante vos y todos ellos en Cristo, con Cristo, por Cristo y para Cristo en el Espíritu Santo, en el peor de los escándalos, vergüenzas, indignidad, escarnio, pecado y prostitución bajo el poder de dicho espíritu enemigo. En representación y paralelismo con tu primer caída también de entonces, Jesús Amado, aceptada soportar bajo el poder de dicho espíritu enemigo, venida necesariamente a padecer en primer lugar por y en manos de la ceguera, sordera, dureza de corazón y de entendimiento, negación, rechazo, abandono y traición que vieras y entendieras siguiera existiendo en todos y cada uno de tus doce primeros apóstoles, no obstante haberte conocido y compartido todo con Vos como durante aquellos tres años previos quisieras que te conocieran y terminar compartiéndoselo todo.
La segunda caída, venida, por ende, tenida que padecer de parte del enemigo por y en manos de todo el Pueblo al que en la Iglesia Católica viniera y fuera enviada a buscar y encontrar en Cristo en el Espíritu Santo en primer y último lugar también en relación con todos los restantes Pueblos de Dios existentes sobre la faz de la tierra. En paralelismo y representación asimismo de tu segunda caída de entonces por y en manos del Pueblo de Israel, sus sacerdotes y maestros de la ley, como demás miembros habitantes reunidos entorno de los mismos. Pueblo que en mayor grado aún de ceguera, sordera, dureza de corazón y entendimiento, negación, traición, rechazo y abandono, terminara cerrándose a tu venida, reconocimiento, visión, escucha y creencia, expulsándote de sí juzgándote dura e injustamente, condenándote a morir crucificado.
Y, finalmente esta tercer caída venida, por ende, necesariamente también tener que padecer bajo el poder del enemigo por y en manos de toda la humanidad. Terminando de ponerme y exponerme interiormente también al desnudo en el conocimiento de la misma tal como en un todo quisieras Vos, Señor, que fuera para terminar de llevar a cabo todo esto que no obstante ser así de pecadora como soy quisieras confiarme en tu mismo Espíritu en mi espíritu en el Espíritu Santo para compartirlo en esta hora final con todo tu Pueblo querido terminar de congregar en uno solo a partir de la comunión de todos los hombres, pueblos, naciones y credos de la tierra.
Dejándome conocer en un todo por la misma tal como soy, de similar manera a como en un primer momento quisiera hacer e hiciera ante vos y todos los apóstoles de Cristo, Daniel, en el mundo entero, y en segundo lugar, ante el conjunto de la Iglesia Católica, como Madre de todas las restantes Iglesias y credos cristianos salidos de Ella durante estos dos mil años de espera.
Porque si bien en principio y fin fuera enviada por el Padre y el Hijo en el Espíritu Santo para venir a buscarte y encontrarte a vos, Daniel amado, como el varón que en la persona de Cristo, en Jesús y en María, me enviara a buscar, esperar y encontrar al final de mi camino por este mundo toda la vida, viera y entendiera que junto con vos y por tu medio, quiso enviarme igualmente el Padre y el Hijo en el Espíritu Santo, en la figura de la Madre y la Hija, en María Santísima y en María Magdalena, a todo el Pueblo de Cristo en la Iglesia Católica, y a todo el Pueblo de Dios en la Humanidad entera con y por medio tuyo y del Pueblo de Cristo en el Espíritu Santo.
El que pueda ver que vea y el que pueda entender que entienda.
(Continúa en la siguiente respuesta)
Los abrazo en Jesús y en María en el Espíritu Santo.
Bendiciones para todos.
Por favor, oren por nosotros. En estos últimos días es cuanto más lo necesito y más los necesito. Gracias.
Quería que me conocieras, Daniel, Pueblo de Cristo, Pueblo de Dios en la Humanidad entera, tal como era y soy. Con todo lo bueno y todo lo malo que veía, entendía, sabía y reconocía había y hay en mí. Con todos mis aciertos y todos mis errores. Con toda mi santidad y toda mi pecaminosidad. Con toda mi fuerza y toda mi debilidad. Con todas mis virtudes y todos mis defectos...
Que me conocieras tal como era y soy...sin tapujos... sin medias tintas. Porque en el llegar a conocerme como Vos, Padre, Jesús Amado, veía y entendía, me conocías, sin juzgarme ni condenarme, habría, por un lado, de terminar de revelarte, Daniel, Pueblo de Cristo, Pueblo de Dios en la Humanidad entera el rostro de Dios y el rostro de Satanás existente no solo en mí sino en vos, en todo ser humano que existiera, existe y existirá sobre la faz de la tierra hasta el día en que vencido definitivamente este último desde su total vencimiento final desde dentro de nosotros mismos, para que sea solo Dios, Su rostro en Cristo el que brille glorioso en nosotros, tal y como en el principio era y con nuestra caída bajo el poder de dicho espíritu enemigo dejara de serlo, para pasar desde entonces a reflejarlo más al mismo que a Vos, Padre, Jesús Amado en nuestro ser. A Quien veía y entendía teníamos que volver solo a reflejar en nuestro rostro en toda su plenitud en el mismo rostro, persona y espíritu de Cristo. Amén.
Tu rostro, Padre, Jesús Amado, María, Madre mía amada, que veía y entendía estaba en mí, como en vos, y en todo hombre y mujer que existiera y existente sobre la faz de la tierra. Cualquiera fuese y sea la condición de caída y pecado en la que en lo humano nos encontráramos o llegáramos a estar.
Rostro de Dios existente en todo ser humano. Esperando ser conocido y redescubierto desde el propio total conocimiento y redescubrimiento de Dios en nosotros, en el Padre y en el Hijo, en el Espíritu Santo.
Pero, para poder llegar a hacerlo, y ser finalmente ello posible –que volvamos a estar y permanecer íntegramente en Dios en y con nosotros- primero, teníamos que saber y reconocer que desde nuestra caída y destierro del Paraíso, no solo estábamos en Dios, por una parte de nuestro ser, sino que por otra parte de nuestro ser, estábamos también en dicho espíritu enemigo. Espíritu enemigo que sacándonos inicialmente del estar ya morando en el Reino de los Cielos, pasara desde entonces a dejarnos sometidos y esclavizados a su voluntad en nuestra voluntad por sobre la tuya, Padre Santo.
Llegando a tener –por ende, mostrar según la situación- así dos rostros, e incluso tres. Un rostro en Dios, un rostro en Satanás, un rostro humano. Tres rostros distintos, vi y entendí, que daban y dan cuenta de la coexistencia de tres condiciones dentro de nosotros. Condiciones que en psicología, suele llamarse doble, triple o múltiple personalidad.
Rostro primero que da cuenta de la existencia en nosotros de una condición Divina. De una condición en Dios. Es decir, en el Padre y en el Hijo, en el Espíritu Santo. Condición Divina que Vos mismo, Padre, quisiste conferirnos en el principio de nuestra creación al pensar, querer y predestinar convertir al hombre –varón y mujer-, convertirnos, a tu imagen y semejanza.
Para que fuéramos por dónde fuéramos o estuviéramos en donde estuviéramos fuéramos vivo reflejo de tu Persona, Presencia, Espíritu en el universo entero. Condición querida conferir, por ende, de tu parte en calidad de Hijos e Hijas en el Espíritu Santo, y no así ni de siervos ni de esclavos. Condición de Dios en Dios.
Pero, eso solo, cuando consumado totalmente el Plan Original de Creación en nosotros llegáramos a terminar de convertirnos por completo en tu imagen y semejanza. Conversión a partir de la cual, nuestro rostro natural –más carnal y racional que espiritual- humano pasaría a ser Divinizado, Espiritualizado, en Vos, con Vos, por Vos y para Vos. Ese era el excelso y glorioso Plan, padre, que tenías para nosotros.
Hasta que al caer bajo el poder de dicho espíritu enemigo, roto y malogrado el Divino Plan tenido para con todos nosotros, Padre, asidos de todo el poder y conocimiento tomado contra tu voluntad en el origen de nuestra caída, declarados desde entonces así en rebeldía bajo el total imperio ejercido por dicho espíritu enemigo –desde el mismo instante de pasar a escucharle y creerle a él en lugar de a Vos, Abba- aquel rostro original Divino que íbamos desarrollando en Vos, a tu imagen y semejanza en el Espíritu Santo, pasó a quedar totalmente desfigurado. Vuelto más a imagen y semejanza de Satanás; que fuera dicho espíritu enemigo que nos llevara a salir de Vos para pasar a entrar en él.
Desde entonces, en concordancia con dicho rostro según Satanás, pasamos a tener una condición no Divina, sino divina. Es decir, no de Dios en Dios en el Espíritu Santo, en el Padre y en el Hijo en el Espíritu Santo, sino de dios en dios en dicho espíritu enemigo apoderado desde entonces de nuestra voluntad, por ende, de nuestro ser.
Por eso está escrito: ustedes son dioses. No de Dioses, porque Dios es uno solo. Un solo Dios en quien está el Padre y el Hijo, y todos nosotros en el Espíritu Santo. Sino de dios. Es decir, de un Dios falso. De un Dios que no es Dios, sino dios. Muy por debajo de Dios. No Dios sino dios que es Satanás. Quien tiene poder; pero un poder muy inferior al de Dios, por ser de Dios, del Omnipotente poder que tiene nuestro Padre Celestial que el mismo tomara su poder; poder de muerte, por ende, en el mismo, y no de vida.
Poder usurpado por el mismo de nuestro Padre Celestial, ejercido desde entonces, enfermante y mortalmente, sobre nosotros, que está muy por debajo del poder que nuestro Padre Celestial tiene. Poder que querido terminar de conferirnos en el principio, cuando llegáramos a la edad adulta en Su mismo Espíritu en nuestro espíritu en el Espíritu Santo, quisiera volvernos a conferir en toda su plenitud por sobre el poder de dicho espíritu enemigo ejercido desde entonces sobre nosotros teniéndonos como sus esclavos.
Viniendo, para ello, hace 2000 años en la Persona del Hijo, nuestro Señor Jesucristo, para volver a conferírnoslo y recibirlo, de nuestra parte, no por usurpación esta vez, sino por total autorización final de Su parte para usarlo para combatir y vencer a ese otro poder tenido también por el enemigo dentro de nosotros mismos, que nos lleva a hacer el mal que no queremos en lugar del bien que queremos.
Poder y conocimiento usurpado por dicho espíritu enemigo de Dios llevándonos a caer incautamente en su terrible engaño y mentira de que nuestro Padre Celestial no quería para nosotros lo que era de hecho lo único y más que quería desde el querer transformarnos Divinamente en Su imagen y semejanza, que terminara dejándonos convertido a semejanza de dicho espíritu enemigo en dioses con pie de barro. No en Dios, sino en dioses falsos, engañadores, mentirosos, propensos a ser igualmente engañados y caer en la mentira.
No ya en Dios, llenos solo de amor, de bondad, de paciencia, de tolerancia, de comprensión, de humildad... sino en dioses llenos de vanidad, soberbia, orgullo, egoísmo, envidia, intolerancia, incomprensión, maldad...espíritu de venganza, prejuicio, desigualdad, superioridad e inferioridad, menosprecio, desprecio...de violación, de robo, de homicidio... Llenos de ambición por llegar a poseer el poder y el conocimiento, para obtener el gobierno, por consiguiente, las riquezas de la tierra para uno solo o unos pocos, en desmedro de la inmensa mayoría.
Quedando, convertidos todos –y no solo así algunos, en la creencia de algunos- en dioses falsos. Falsos y con pie de barro. Porque corrompidos como en el principio de nuestra caída y destierro del Reino de los Cielos quedáramos, bajo el poder de dicho espíritu enemigo, no somos verdaderos, sino falsos, llenos de mentiras y engaños. Pudiendo, por consiguiente, ser puestos por dicho espíritu enemigo en un momento por sobre todos los demás hombres de la tierra, y al instante, ser derrumbados. Decepcionando a todos cuantos creyéndonos equivocadamente poderosos, al caer y rompernos ante todos en mil pedazos, terminarlos defraudando, llevándoles a perder la fe, la esperanza y el amor. Llevándolos a no volver a creer ya en nada ni en nadie más.
Cuando no es en los hombres en quienes tenemos que poner y cimentar nuestra fe, esperanza y amor, sino solo en Dios. Solo en Vos, Padre e Hijo, Jesucristo, en el Espíritu Santo. Amén. Porque nuestra fe, esperanza y amor puesta solo y enteramente en vos, aunque por momentos parezca y sintamos verla defraudada al final nunca es defraudada. Siendo como Es y Sos, Señor, lo único Verdadero.
La Verdad que no defrauda, por más que terminemos crucificados y asesinados de parte de dicho espíritu enemigo, intentando quebrarnos y llevarnos a renegar o apartar de Vos, por no librarnos de todo el mal que no Vos sino él nos hace. Justamente, para volverte dudoso, en tela de juicio, ante los demás hombres que viéndonos crucificados, blanco de tantos males y padecimientos, no te ven hacer visiblemente nada para librarnos de todo ello.
Ídolos, dioses falsos. Tal como a los reyes, emperadores y señores de la tierra dicho espíritu enemigo al llevarlos e instalarlos en el centro de todo el poder y conocimiento de un pueblo, quisiera y llevara a hacerlos ver a sí mismos y de parte del pueblo carente de todo poder y conocimiento. Por medio de los cuales, y del uso de tal poder y conocimiento Divino mal habido en los mismos de parte de dicho espíritu enemigo, trataron y trataran de dominar toda la tierra inventando y usando armas tecnológicas y científicas cada vez más sofisticadas y de mayor alcance de destrucción total.
Ídolos, dioses falsos, puestos también de manifiesto desde los niveles más inferiores y reducidos, como el nucleamiento de una familia, hasta los niveles más superiores y de mayor amplitud, como el gobierno y presidencia de un país. Creando un poder de policía y ejércitos para terminar de establecerlo con mano de hierro. Llegando a cometerse injusticias y abusos tan terribles a través de los siglos y milenios, desde nuestra salida de Vos, Padre, que toda la tierra, Humanidad y Creación se encuentra dolida, sangrante, enferma, agonizante, llegando al punto último de su total y final devastación.
Viendo y entendiendo que fuera también eso lo que Satanás intentara hacer con Vos, Señor, Jesús Amado, de similar manera a como con la inmensa mayoría de todos los hombres soliera y suele hacerlo desde nuestra caída bajo su total sometimiento en este lugar del Abismo y de la Muerte, fuera del Reino de los Cielos, y vos rebatiéndoselo todo apoyado en la Palabra, en el Padre, en el único querer de hacer la voluntad de Aquel que te había enviado y no la suya por medio del terminar aceptando que el mismo te llevara a hacer la tuya, durante los cuarenta días que pasaras en el desierto.
Contrariedad total recibida de tu parte, Jesús Amado, como consecuencia de lo cual a partir de allí no parara en intentar todo tipo de maquinaciones y tenderte todo tipo de trampas para desacreditarte y extirparte de por sobre la faz de la tierra, si era como terminara viendo y entendiendo con todas tus negativas que no ibas a seguir ni caer en su juego -como con todos los demás hombres de una u otra manera lograba y lograra terminarlo siempre haciendo desde la caída inicial de Adán bajo su poder- viniendo para estar no con él sino contra él, para poner en tela de juicio y destruir todo su poder, conocimiento, gobierno y creencia lograda establecer sobre la faz de la tierra, humanidad y creación desde que lograra sacarla de Vos, Padre.
No descansando hasta darte muerte y verte muerto, totalmente desacreditado ante toda la restante humanidad, crucificándote de un madero para que nadie que se tuviese o quisiera ser tenido por sabio e inteligente de parte de los demás, se le ocurriera o pudiera llegar a creer “en semejante ser y mentira” venida a predicar del Reino de los Cielos para acabar con su imperio y dominio tenido y ejercido desde entonces sobre toda la humanidad. De manera tal que, no creyéndole a un Dios y Rey crucificado, fuese solo a él a quien la humanidad le siguiera creyendo, mantenida en su engaño y mentira.
“Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió de las orillas del Jordán y se dejó guiar por el Espíritu a través del desierto, donde estuvo cuarenta días y fue tentado por el diablo. En todos esos días no comió nada, y al fin tuvo hambre.
El diablo le dijo entonces: “Si eres Hijo de Dios manda a esta piedra que se convierta en pan.” Pero Jesús le contestó: “Dice la Escritura: El hombre no vive solo de pan.”
Después, el diablo lo llevó a un lugar más alto; en un instante le mostró todas las naciones del mundo, y le dijo: “Te daré poder sobre estos pueblos y te entregaré sus riquezas, porque me ha sido entregadas y las doy a quien quiero. Todo será tuyo si te arrodillas delante de mí.” Pero Jesús le replicó: “La Escritura dice: Adorarás al Señor, tu Dios, y a Él solo servirás.”
Entonces, lo llevó el diablo a Jerusalén, lo puso sobre la parte más alta del Templo y le dijo: “Si tú eres Hijo de Dios, tírate de aquí para abajo; porque dice la Escritura: Dios ordenará a sus ángeles que te protejan. Ellos te llevarán en sus manos para que no tropiecen tus pies en alguna piedra.” Pero Jesús le replicó: “Dice la Escritura: No tentarás al Señor tu Dios.”
Habiendo agotado todas las formas de tentación, el diablo se alejó de él, par volver en el momento oportuno.” (Lc. 4, 1-13)
Palabra de Dios
Introduciéndote en el desierto para terminar de discernir en qué y cómo pensaras, querías y predestinaras Vos, Padre, -según las Escrituras y anuncios manifestados por los profetas que te precedieran en esos novecientos años de la espera de tu venida- que terminaras llevando a cabo la misión que vinieras a consumar entre los hombres desde el Reino de los Cielos. Despojado de toda la Gloria, Poder y Conocimiento Divino tenido en la Persona del Hijo allí.
Para venir a nacer, crecer de la misma manera en la que todos viniéramos a hacerlo. Con la única y gran diferencia de no haber sido engendrado por varón sino por el mismo Espíritu del Padre en el Espíritu Santo en el vientre eternamente virginal de tu Madre, nuestra Madre, María.
Pero, a excepción de ello, haciéndote y siendo en nuestra lucha en este mundo contra dicho espíritu enemigo -existente si bien también fuera, en todos y todo lo demás desde nuestra posesión por el mismo, y caída del Reino de los Cielos, más poderosamente entronado y establecido en todos y cada uno de nosotros- totalmente igual a nosotros. Ni más ni menos. Sino hecho igual en todo con nosotros. hasta en las limitaciones y posesión de dicho espíritu enemigo dentro de nuestra humanidad, en la misma humanidad asumida en tu ser.
De manera tal que dicho espíritu enemigo no nos quisiera engañar y hacer caer nuevamente en la mentira de que Vos pudiste hacer todo lo que hicieras porque eras y sos Dios. No así nosotros, por no serlo; sino solo humanos.
Engaño y mentira vuelto a hacer creer si no a todos a la gran mayoría, por medio del cual nos refrenara el libre aleteo, vuelo y accionar de tu Espíritu en nuestro espíritu en el Espíritu Santo, impidiéndote hacer por nuestro medio y fe todas las maravillas que desde hacía 2000 años pensaras terminar de hacer por medio de todos y cada uno de nosotros vueltos a transformar y transfigurar en tu viva imagen y semejanza Divina en la tierra. Dotándonos de tu misma condición Divina, por sobre nuestra condición natural original humana, y por sobre la siguiente condición divina adquirida en dicho espíritu enemigo.
Te hiciste totalmente hombre en nosotros, para solo así podernos terminar de hacer totalmente Dios en Vos, con Vos, en el Espíritu Santo. Viendo y entendiendo finalmente así, que es en todos y cada uno de nosotros que está la Tercer Persona Divina. La Persona del Espíritu Santo. El Padre, el Hijo Vos, Jesús Amado, y el Espíritu Santo en todos y cada uno de nosotros: vueltos a convertir en morada, en tienda de campaña de tu viva Presencia Paterna y Filial Espiritual en medio de toda la restante creación.
De manera tal que habiendo sido los responsables de la perdición de nosotros mismos, de toda la creación y del mundo en dicho espíritu enemigo, en esta última hora seamos los responsables de la ganancia nuevamente de nosotros mismos, de toda la creación y del mundo en Vos para su y nuestra definitiva gloria en Vos en el Reino de los Cielos.
Por lo que, no queriendo estar en nada en ventaja en relación de nosotros, para poder llegar a ver, entender y conocer en el Espíritu Santo por dónde pasaba exactamente, Padre, tu voluntad y misión por la que quisieras enviarte a este lugar del Abismo y de la Muerte, me dieras a ver y entender tuviste necesariamente que pasar por todos los mismos estados de aprendizaje y discernimiento humano al que en un todo nos viéramos y vemos sometidos realizar con extremo esfuerzo de nuestro espíritu bajo el imperio de dicho espíritu enemigo sobre nuestra humanidad en este lugar.
Siendo por ello que te llevara tanto tiempo terminarlo de escudriñar del Espíritu del Padre en tu espíritu en el Espíritu Santo. Mientras tanto, nada de cuanto hasta allí, hasta los 30 años hicieras fuera sin sentido. Por el contrario.
Vi y entendí que desde que fueras concebido y dado a luz hasta el glorioso día de tu ascensión de vuelta al Padre, al Reino de los Cielos, una vez totalmente consumada tu misión entre los hombres, todos los años de tu infancia, adolescencia, juventud y adultez formara parte esencial de la misión que vinieras a cumplir de parte del Padre entre nosotros. Habiendo sido y siendo vital por tal razón el que lo hubiéramos y lleguemos a conocer todo, absolutamente todo de Vos.
Por ser justamente en el conocerlo todo de Vos, con todo aquello que quedara vedado a nuestro conocimiento respecto de tu infancia, adolescencia y juventud, de todo lo que tenía y tiene que ver con tu condición humana, y la posible condición de haber llegado a volverte un dios bajo el poder de dicho espíritu enemigo de haberlo escuchado y dejarte engañar por el mismo, en total contraposición con la condición de Dios habida en Vos por excelencia sobre nosotros, dada tu condición de Hijo Único de Dios en la forma en que fueras concebido a diferencia de nosotros, en donde residía, habría y habrá de residir tu triunfo total y final por sobre dicho espíritu enemigo.
Porque solo llegando a conocerte como en un todo fueras y sos, podemos terminarnos conociendo en un todo como somos. Y conociéndonos como somos, creyendo finalmente que siendo en un todo iguales a Vos –por así haberlo Vos querido hacer; habiendo de ser en ello en donde reposaría tu triunfo total sobre el enemigo desde todos y cada uno de nosotros declarados finalmente en total rebelión contra el mismo para adherirnos otra vez plena y definitivamente a tu voluntad para con nosotros-, creyendo que en verdad podemos hacer las mismas cosas que Vos hicieras e incluso cosas mayores mientras estemos en Vos en el Espíritu Santo, permitirte terminar de vencer definitivamente al enemigo desde nosotros mismos.
Habiendo de ser solo así como pensaras, queres y predestinaras terminarnos de sacar y levantar todos a uno, junto con toda la restante creación y tierra de este lugar de vuelta al Reino de los Cielos revestidos de gloria celestial, en tu misma gloria y condición Divina, por sobre la humana y divina, en el Espíritu Santo. Amén.
“Como no habían llegado los tiempos de la fe, la Ley nos guardaba en espera de la fe que se iba a revelar. Para nosotros, ella fue la sirvienta que lleva al niño a su maestro: nos conducía a Cristo y a la santidad por medio de la fe. Pero. Al llegar la fe, esa sirvienta no tiene ya autoridad sobre nosotros.
Por la fe en Cristo Jesús, todos ustedes son hijos de Dios. Todos ustedes, al ser bautizados en Cristo, se revistieron de Cristo. Ya no hay diferencia entre quien es judío y quien griego, entre quien es esclavo y quien hombre libre; no se hace diferencia entre hombre y mujer. Pues todos ustedes son uno solo en Cristo Jesús. Y, por ser de Cristo, son la descendencia de Abraham; ustedes son los herederos en los que se cumplen las promesas de Dios.
Pero, escúchenme: En una casa, el hijo ya es dueño de todo, pero mientras es niño, en nada se diferencia del esclavo. Está sometido a quienes lo cuidan y se encargan de sus asuntos hasta la fecha fijada por su padre. Lo mismo nosotros pasamos por una etapa de niñez y estuvimos sometidos a las fuerzas y principios que rigen al mundo. Pero, cuando llegó la plenitud de los tiempos, Dios envió a su Hijo, el cual nació de mujer y fue sometido a la Ley, con el fin de rescatar a los que estaban sometidos a la Ley, para que así llegáramos a ser hijos adoptivos de Dios. Ustedes ahora son hijos; por esta razón, Dios mandó a nuestros corazones el Espíritu de su propio Hijo, que clama al Padre: ¡Abba! o sea: ¡Papito!
Así, pues, ya no eres esclavo, sino hijo, y tuya es la herencia por gracia de Dios. En otros tiempos no conocían a Dios y sirvieron a los que no son dioses. Pero ahora que ustedes conocieron a Dios, o más bien, que él los ha conocido, ¿cómo pueden vivir a principios miserables y sin fuerza? ¿Otra vez quieren someterse a ellos? Ya que vuelven a observar días y meses y tiempos y años. Me hacen temer que me haya fatigado inútilmente.” (Gál. 3, 23 /4, 11)
Palabra de Dios
“Vean qué amor singular nos ha dado el Padre: que no solamente nos llamamos hijos de Dios, sino que lo somos, y por eso el mundo no nos conoce porque no lo conoció a él.
Amados, desde ya somos hijos de Dios, aunque no se ha manifestado lo que seremos al fin.
Pero ya lo sabemos: cuando él se manifieste en su Gloria seremos semejantes a él, porque lo veremos tal como es. Cuando uno funda en él esta esperanza, procura ser limpio como él es limpio.
En cambio, si uno peca, demuestra ser un rebelde: todo pecado es rebeldía. Ustedes saben que Jesucristo vino para quitar nuestros pecados: entonces en él no cabe el pecado, y quien en él permanece no peca; quien peca no lo ha visto ni conocido.” (1 Jn.3, 1-6)
Palabra de Dios
Por eso, vi y entendí, Señor, quisieras introducirte y pasar cuarenta días en el desierto. Para terminar de desentrañar los alcances de la misión que el Padre quisiera confiarte y enviarte a realizar dentro del Plan de Salvación trazado para sacar y restituir a la misma gloria del Reino de los Cielos tenida en el principio junto al Padre a toda la Humanidad, Creación y tierra caída en desgracia y maldición desde su salida del Lugar de la eterna Gracia y Bendición Divina.
Siendo entonces cuando también Satanás quisiera hacerse sentir, no desde fuera, sino desde sus dictados interiores trasmitidos a través de tu propia humanidad. Tentándote de la misma manera y con todo lo mismo con lo que suele tentar a todo hombre durante su paso por este mundo.
Cuanto más a quienes sabe han venido y sido enviados, por ende, están predestinados, en una predestinación de mayor orden e implicancia, que la misma predestinación habida y tenida en Vos, Padre, en el Espíritu Santo para con todos los hombres –ya que todos compartimos en principio, fin y esencia la misma predestinación Divina en el Espíritu Santo; tratándose de discernir en qué consiste la misma para cada uno de nosotros en particular-, a llevar a cabo una misión Divina de mayor exigencia, responsabilidad y trascendencia para todos los hombres.
Siendo así como sabiendo el mismo por qué habías venido y estabas aquí que sabiendo asimismo te encontrabas finalmente a punto en tu madurez Espiritual en el Espíritu Santo en lo humano para terminar de consumarlo en toda su plenitud, fuera que tratara de tentarte desde los dictados de tu mismo querer y voluntad a en lugar de hacer la voluntad del Padre, por ende, aquello por y para lo cual el Padre te enviara, hacer más bien la tuya.
Sabiendo que si así lo hacías, deponiendo hacer la voluntad del Padre con la que fueras enviado a este mundo, para escuchando sus propuestas hacer a partir de allí la suya en el hacer lo que a Vos más te gustase y placiera hacer, sabiendo tener todo el poder y conocimiento como para poder llegar a dominar y someter a todos los países y naciones de la tierra de similar manera a como los demás hombres lo deseaban y muchos llegaran a hacerlo...
... lleno de gloria, riquezas, lujos, placeres, teniendo y haciendo todo lo que quisieras sin que absolutamente nadie pudiera decir o prohibirte nada... sin tener que padecer ni sufrir por absolutamente nada en relación de los demás hombres, sabiendo que siendo el Hijo de Dios podías verte libre de todo mal y toda carencia, teniendo a tu servicio no solo a todos los hombres sino a todos los ángeles –cuando de hacer su voluntad y no la del Padre, los ángeles que habrían de venir a servirte serían aquellos que se rebelaran junto con él en el origen, que también servían engañosamente a los hombres en este lugar de acuerdo a sus propios intereses, haciéndoles creer ser de Dios que los servían dándole todo lo que les hiciera falta y quisieran...
Te hiciste totalmente humano, Señor, para comprender así de qué manera y hasta qué abismo había caído nuestra humanidad bajo el poder de dicho espíritu enemigo... Para saber cómo lograra y lograba el mismo ejercer su poder, conocimiento e imperio tomado de Vos sobre nosotros, desde lo más profundo, oculto y tenebroso de nuestro desconocido ser interior y corazón...en donde sabías el mismo terminara entronándose sobre nosotros desde que lograra sacarnos de Vos.
Por ello era y fuera perentorio que sin la más mínima necesidad de tener que pasar por todas las limitaciones, padecimientos, tormentos a los que dentro de nosotros mismos nos veíamos sometidos a vivir y padecer desde nuestra caída celestial el mismo infierno bajo el poder y tentaciones de Satanás dentro de nosotros mismos –sin que nos diéramos cuenta-, habiendo podido venir en toda tu Gloria Divina desde el comienzo mismo, para sacarnos y llevarnos de vuelta al Reino de los Cielos con Vos, vieras y entendieras era necesariamente inexorable entrar en nuestra propia estrechez carnal humana.
Habiendo de ser solo así, haciéndote uno en un todo con nosotros, haciéndonos uno en un todo con Vos, saber cómo pasáramos a pensar, sentir, ver, oír, querer, ser, creer, obrar, desde que dicho espíritu enemigo nos sacara de estar en Vos, solo y en tu mismo Espíritu, para desde entonces pasar a estar en él.
Era perentorio pasar por todos los tormentos a los que en nuestra humanidad quedáramos desde entonces sometidos bajo su poder.
Porque solo así, llegándonos a conocer en toda nuestra plenitud interior, en y con todo lo habido desde entonces en nuestra humanidad, conocimiento y unión total con nosotros, a partir de la cual, habrías de permitirnos asimismo conocerte tal como eras y sos, refrescando nuestra memoria, librándonos de la total amnesia respecto a Vos y al Reino de los Cielos en la que dicho espíritu enemigo nos insumiera, dejándonos como adormecidos y anestesiados bajo su aletargador y mortal poder, habrías de encontrar la forma de vencerlo definitivamente.
No desde fuera y en lo visible a los ojos y entendimiento carnal y racional de los hombres, sino desde adentro mismo de nuestro ser. Desde nuestro propio interior y corazón. Por ser en donde, desapercibidamente para nuestra visión y conocimiento humano, sabías estableciera desde entonces su morada, trono e imperio sobre toda nuestra existencia.
Desde nuestro interior. Siendo por ello que convenía y conviniera venirnos a redimir de nuestra original caída y a rescatar y liberar definitivamente de su imperio sobre nosotros, no majestuosamente desde afuera, sino desde el entrar en nuestra misma humanidad, para desde el interior de nuestra misma humanidad terminar de vencerlo.
Por más y mucho que pareciera ser él quien te terminara venciendo al permitirle solo a tal fin de total vencimiento interior, dándole totalmente muerte en el permitirle dar totalmente muerte a tu carne, a tu humanidad, a esa vestimenta y cuerpo exterior que te sirviera de morada en este lugar del Abismo y de la Muerte, desde donde el mismo imperaba en el hombre y tratara de imperar también en Vos y sobre Vos, que ante la visión y conocimiento de todos te terminara tomando preso, enjuiciando y condenando injustamente a muerte, crucificándote y exponiéndote humillantemente colgando de un madero.
Habiendo de ser solo así como, permitiéndole darte muerte en la carne, que le estarías dando total muerte al mismo y su poder sobre nosotros, habiendo de ser solo cuestión de un poco de tiempo más para su definitiva muerte y expulsión también de todos nosotros, como en Vos, por para todos, ese glorioso día de tu crucifixión le terminaras venciendo.
Poco tiempo más, que viera y entendiera habrían de ser y fueran estos dos mil años a la espera del definitivo vencimiento también del mismo desde tu mismo Espíritu en el Espíritu Santo en el espíritu de la mujer, así como entonces quisieras dejarlo definitivamente vencido en el espíritu del varón. Amén. ¡Bendito y alabado seas por siempre, Padre, Señor Jesucristo, en todos y cada uno de nosotros por los siglos eternos! Amén.
Concibiendo, queriendo y predestinando en esta hora terminarle de vencer en todos desde cada uno de nosotros en Cristo en el Espíritu Santo desde el terminar de concebir y dar a luz a todo esto que hacía 2000 años en tal sentido vinieras a decirnos y por el momento no pudieras terminarnos de revelar en toda su plenitud pero dejándolo desde entonces ya en el mundo en el Espíritu Santo para llamarme y enviarme en esta hora a terminarle de dar a luz para la humanidad entera. ¡GLORIA A VOS, SEÑOR JESÚS!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
¡Qué esperanza más grande es la nuestra! Y por eso andamos muy seguros; no hacemos como Moisés, quien se cubría el rostro con un velo, para que los israelitas no vieran apagarse un resplandor que no podía durar.
Con todo, ellos se volvieron ciegos. Hasta el día de hoy, el mismo velo quedó tendido mientras leen el Antiguo Testamento, y solamente con Cristo será corrido. Hasta el día de hoy, por más que leen a Moisés, el velo está tendido ante su entendimiento, pero al que se vuelve al Señor se le quitará el velo. El Señor es el espíritu y donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad.
Por eso todos nosotros andamos con el rostro descubierto, reflejando como un espejo la Gloria del Señor, y nos vamos transformando en imagen suya más y más resplandeciente, por la acción del Señor que es espíritu.
Ese es nuestro ministerio. Lo tenemos por pura misericordia de Dios y, por eso, no nos desanimamos. Repudiamos todo lo que no se puede confesar, no procedemos con astucia ni falsificamos el mensaje de Dios: manifestando la verdad, es como merecemos ante Dios que nos apruebe cualquier conciencia humana.
Es verdad que permanece oscuro el Evangelio que proclamamos, pero solamente para los que se pierden. El dios de este mundo los ha vuelto ciegos de entendimiento y se niegan a creer, de manera que no ven el resplandor del Evangelio glorioso de Cristo, que es imagen de Dios. A ese Cristo Jesús proclamamos como Señor: no nos pregonamos a nosotros mismos, servidores de ustedes por Jesús.
Ahora bien, Dios, que dijo: “Brille la luz en medio de las tinieblas”, es el que hizo brillar la luz en nuestros corazones, para que irradie y dé a conocer las Gloria de Dios, como brilla en el rostro de Cristo.
Con todo, llevamos este tesoro en vasos de barro para que esta fuerza soberana parezca cosa de Dios y no nuestra. Nos vienen pruebas de toda clase, pero no nos desanimamos. Andamos con grandes preocupaciones, pero no desesperamos, perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no aplastados. Por todas partes llevamos en nuestra persona la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra existencia mortal. Y, mientras obra la muerte en nosotros, a ustedes les llega la vida.
Tenemos el mismo don espiritual de fe por el que uno escribió: Creí y por eso hablé. También nosotros creemos, y por eso hablamos. Sabemos que Aquel que resucitó al Señor Jesús, nos resucitará también con Jesús, y nos pondrá cerca de él junto a ustedes. Finalmente, todo lo que nos ocurre es para bien de ustedes, para que la gracia les llegue más abundante y crezcan, y sean más numerosos los que den gracia para gloria de Dios.
Por eso no nos desanimamos. Al contrario, mientras nuestro exterior se va destruyendo, nuestro hombre interior se va renovando día a día. La prueba ligera y que pronto pasa, nos prepara para la eternidad una riqueza de gloria tan grande que no se puede comparar.
Nosotros, pues, no nos fijamos en lo que se ve, sino en lo invisible, ya que las cosas visibles duran un momento y las invisibles son para siempre.
Sabemos que , al destruirse la casa terrenal o, mejor dicho, nuestra tienda de campaña, Dios nos tiene reservado un edificio no levantado por mano de hombre, una casa para siempre en los cielos.
Eso mismo nos mantiene inquietos: anhelamos el día en que nos pondrán esa casa celestial por encima de la actual, pero ¿quién sabe si todavía vestiremos este cuerpo mortal, o si ya estaremos sin él?
Si mientras estamos en la tienda de campaña, gemimos por nuestra dura suerte, pues no quisiéramos que se nos quitara este vestido; nos gustaría más ponernos el otro encima y que el cuerpo mortal fuera absorbido por la vida verdadera. Esta es la que Dios nos destinó, y nos dio el Espíritu como un anticipo de lo que hemos de recibir.
Así, pues, nos sentimos seguros en cualquier circunstancia. Sabemos que mientras vivamos en el cuerpo, estamos aún fuera de casa, o sea, lejos del Señor; pues caminamos por fe, sin ver todavía.
Pero nos sentimos seguros y nos gustaría más salir de ese cuerpo para ir a vivir junto al Señor. Pues todos hemos de comparecer a descubierto ante el tribunal de Cristo, para recibir cada cual lo que mereció en la presente vida por sus obras buenas o malas.
(2 Cor. 4, 5, 1-10)
PALABRA DE DIOS
¡GLORIA A VOS, SEÑOR JESÚS!
(sigue en la respuesta siguiente)
Los abrazo en Jesús y en María en el Espíritu Santo.
Pero aún por aquellos meses de fines del 2001 y comienzos del 2002 no podía ver y entender todo esto con total claridad, sino todavía medio difuso. Como sumida en la más densa de las nieblas interiores.
¿Condición Divina? ¿Cómo podía ser posible, Señor, que hubiere también en nosotros una condición Divina semejante a la Tuya, siendo así como éramos? ¿Tan imperfectos, tan defectuosos, tan corruptibles, tan débiles, tan fáciles de arrastrar por toda y cualquier tipo de corriente, tan llenos de maldad, tan falsos, tan fáciles de engañar y ser engañados, tan arraigados a este mundo y sus criterios, tan materialistas, con tantos dobleces y tantos rostros diferentes, con tantos temores, con tantos pecados…?
Viendo y entendiendo todo esto no solo en consideración de lo que viera y entendiera fuera y era el destructor y asesino accionar del hombre a través de los tiempos, odiándose y matándose unos a otros como Caín a Abel, siendo como era que todos los hombres salidos de Vos, Padre, éramos y somos hermanos, sino en función de todo lo malo –contrario a Vos, Señor- que veía, entendía, sentía y sabía había también en mí como en todo ser humano.
Viéndome y sintiéndome en función de todo ello como una mezcla de cosas, de pensamientos, sentimientos, sensaciones, visiones, audiciones, entendimientos, creencias, supersticiones, temores... totalmente contrapuestos y antagónicos entre sí.
Mezcolanza en consideración y función de la cual, no obstante saber ser en la Verdad, en Vos, Padre e Hijo en el Espíritu Santo que sobretodo desde Ushuaia estaba, estoy y soy, me veía y sentía constantemente acusada, oprimida y flagelada –tanto desde afuera, desde los demás, como desde mi propia humanidad- por una voz enemiga sentida surgir y levantarse en todo tiempo contra mí y contra todo esto que en Vos, Cristo Amado, me encontraba realizando, tratando de desestabilizarme, debilitarme e impedirme seguir adelante en todo ello.
Cuestionándome ¿cómo podía creer que en realidad había sido enviada en nombre de la Verdad, es decir de Vos, Padre y Jesús Amado en el Espíritu Santo, para terminar de hacer entrar a los hombres en la verdad total, llamándolos a amar y abrazar la verdad y odiar y rechazar la mentira cuando yo misma estaba llena de cosas ocultas, aparentando ser una, cuando en lo más oscuro e íntimo de mi ser era otra?
¿Siendo llamada farolito, falsa e hipócrita, incluso por miembros de la propia comunidad por la que encontrándome en Ushuaia me viera y sintiera llamada a imitación Tuya a dar la vida hasta la muerte y muerte en cruz por amor a ella, a todo el pueblo al que la misma pertenecía y toda la humanidad? De modo que, pensándose de mí de esa manera, si terminaba manifestándome en tu mismo Espíritu en mi espíritu en el Espíritu Santo como me sentía y sabía llamada y enviada a hacer en la persona de Cristo en tanto mujer, ¿quién me creería?
¿Quién me creería cuando en el juicio de quienes más amara en su momento era vista y tenida no como verdadera, sino como falsa e hipócrita, y no como un farol o lámpara puesta bien en alto para iluminar a todos los de la casa o del pueblo, sino como un farolito trasmisor de una luz falsa, mortecina, propicia para fraguar y hacer el mal y cometer pecado, más que el bien y llevar a los hombres a la verdad, seguridad y santidad?
Juicio manifestado finalmente a través de los demás ante el cual sintiéndome debilitada y desalentada, terminaba viendo, entendiendo y sintiendo que no podía seguir avanzando en el sentido en el que desde Ushuaia viera y entendiera, Señor, me enviaras a hacerlo y serlo. Sintiéndome llamada y enviada a venir a ser en Vos, Padre, Jesús Amado, en el Espíritu Santo, la luz en tu misma Luz no solo ante y para vos, Daniel, Pueblo amado en la Iglesia Católica, sino ante y para toda la Humanidad.
Porque, ¿qué luz para guía tuya, Daniel –en representación no solo del amado sino de todos los apóstoles de Cristo, enviada primero y principalmente a buscar y encontrar en Él, con Él, por Él y para Él-, Pueblo, Humanidad amada, podía trasmitir un farolito?
Entonces viera y entendiera que no tenía por qué preocuparme en lo más mínimo por el juicio que el enemigo le llevara a hacer de mí a los demás llevándolos a caer en la creencia de todo tipo de mentiras y trampas tendidas en mi contra, de similar manera a como hacía 2000 años intentara y le permitieras hacerlo con Vos, para que en un todo, tanto entonces en Vos, como ahora en el Espíritu Santo también en mí, se verificasen las Escrituras, para final apertura de la visión, audición, entendimiento y fe, de los que así se encontrasen llamados a ver, oír, entender y creer en todo cuanto me llamaras y enviaras a decir y hacer también en medio de este pueblo, de similar manera a como aquellos primeros once apóstoles hicieran por increíble e inconcebible que les resultara.
Viendo y entendiendo así, que a semejanza también de lo acontecido entonces con Judas, alguien que compartiera el pan con mi familia y conmigo durante muchos años, se terminara levantando contra mí, no habiendo de ser contra mí en mí misma sino contra Vos en mí que lo estaría haciendo siendo como era en Vos que me encontraba diciendo y haciendo todo cuanto en medio de este pueblo me encontraba diciendo y haciendo también en la persona de Cristo en el Espíritu Santo. Y no así por iniciativa propia. Porque si hubiera sido, Vos, sabes muy bien, Señor, por mí nunca hubiera dejado Ushuaia ni mi profesión para volver a Plottier a terminar haciendo en medio de esta comunidad en total esterilidad e incomprensión de parte de los demás todo esto que haciéndome terrible violencia interior estaba haciendo.
“No me refiero a todos ustedes, pues conozco a los que he escogido, y tiene que cumplirse lo que dice la Escritura: El que compartía mi pan se ha levantado contra mí. Se lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, crean que Yo Soy.” (Jn. 13, 18-19) Palabra de Dios
Viendo y entendiendo finalmente haber sido por tal fin, de repetición de lo sucedido con Vos hacia 2000 años, y consecuente verificación de las Escrituras también hoy no solo en mí sino en todo nuestro conjunto en Cristo hoy en día, que quisieras permitir la introducción de esa persona en medio de la comunidad a la que desde allí me llamaras a reinsertar para en su seno volver a pasar de parte de sus miembros por toda la extrema amargura y dolor de lo mismo que hacía 2000 años pasaras de parte de las autoridades y miembros de aquella otra comunidad de Jerusalén a la que tampoco por iniciativa propia sino por voluntad del Padre dejaras todo en el Reino de los Cielos asumiendo nuestra misma humanidad para pasar por toda la copa de la amargura de lo que sabías una vez aquí y en medio de la misma fueras enviado a beber hasta la última gota.
Doliéndote horrores todo el final desamor encontrado de parte de Jerusalén. Cuando desde el vamos no quisieras hacer otra cosa con ella que abrazarla, reuniendo a todos sus hijos en tu abrazo y amor de manera similar a como la gallina hacia, reuniendo a todos los polluelos bajo sus maternales alas.
“¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos como la gallina reúne a sus polluelos debajo de sus alas, y tú no has querido! Por eso se van a quedar con su Templo vacío y no me volverán a ver hasta que llegue el tiempo en que ustedes digan: ¡Bendito sea el que viene en Nombre del Señor!” (Lc. 13, 34-35)
Palabra de Dios
Como horrores me doliera, dolía, y dolería todo el mal que veía y entendía aún tenía que esperar recibir de esta comunidad y pueblo en particular al que a semejanza de aquella y aquel otro de hacía dos mil años hoy me enviaras en el Espíritu Santo para caer y pasar en manos de la misma y del mismo por todo lo mismo que entonces Vos, Jesús Amado, convenía igualmente cayeras y pasaras en manos de Jerusalén y el Pueblo de Israel.
Aprestándome a esperar terminar recibiendo al igual que Vos, Jesús Amado, lo peor de lo peor, de la comunidad de San Antonio de Padua, del pueblo de Plottier en sí mismo como representación de la Jerusalén de aquel tiempo, y la Iglesia Católica, como representación del Pueblo de Israel. A partir de ver y entender cómo todo en su interior terminara siendo vuelto contra mí, a raíz de la introducción de un espíritu enemigo permitido introducir en ella durante 1999.
Siendo de hecho no contra mí, que en todo esto siempre fuera, soy y seré, Amado de mi alma, Jesucristo, solo tu fiel amada servidora, si no contra Vos, Padre, Jesús Amado. Por ser no por cuenta ni iniciativa propia que estaba haciendo cuanto viera y entendiera me llamaras desde los confines de la tierra para volver a pasar y soportar en Cristo en el Espíritu Santo por todo lo mismo que hacía 2000 años pasaras y soportaras en tanto varón, solo por amor a vos, Daniel, comunidad, pueblo, humanidad amado y amada.
No obstante haber querido y querer obtener solo de vos, amor, Daniel, comunidad, pueblo, humanidad, toda lo mejor de lo mejor. Solo cosas buenas.
Pero veía y entendía que si bien estaba aquí en la persona de Cristo en el Espíritu Santo para al final darte y recibir de tu parte todo el amor que inicialmente, amado mío, Daniel, comunidad, pueblo, humanidad amado y amada, no solo a mí sino igualmente a Vos, Amado nuestro Jesucristo, también aquel otro hombre, ciudad, pueblo y humanidad amado y amada de hacía 2000 años te y me negaras, hasta tanto no terminara de llevar a cabo lo que previamente veía y entendía en tal sentido de total negación, rechazo, expulsión, muerte y abandono previa de tu conjunta parte amado y amada, conforme también decía la Escritura tenía que esperar recibir de vos solo frutos amargos.
No obstante proceder la cepa sembrada en tu corazón de la más dulce y exquisita de las uvas, con la total apertura y entrega de todo mi corazón. Finalmente, de todo mi amor.
“Déjenme cantar, en nombre de mi amigo, la canción de mi amigo por su viña. Una viña tenía mi amigo en una loma fértil.
La cavó quitando las piedras y plantó cepas escogidas. En medio de ella construyó una torre y también cavó un lagar. Él esperaba que produjera uvas, pero sólo le dio racimos amargos.
Acérquense, habitantes de Jerusalén, y hombres de Judá. Juzguen ahora entre mi viña y yo. ¿Qué otra cosa pude hacer a mi viña que no se lo hice? ¿por qué esperando que diera uvas, solo ha dado racimos amargos?
Déjenme que les diga lo que voy a hacer con mi viña: le quitaré la cerca, para que puedan saquear: se convertirá en maleza para el fuego;
derribaré el muro, y será pisoteada. Ya no la cuidaré en adelante, no se podará ni se limpiará más, sino que crecerán en ella la zarza y el espino, y les mandaré a las nubes que no dejen caer más lluvia sobre ella.
La viña de Yavé Sabaot es el pueblo de Israel, y los hombres de Judá, su cepa escogida. Él esperaba rectitud, y va creciendo el mal; Esperaba justicia, y sólo se oye el grito de los oprimidos.
¡Pobres de ustedes que compran todas las casas y van juntando campo a campo! ¿Así, que no quedará más lugar y sólo quedarán ustedes en este país? En mis oídos ha resonado la palabra de Yavé de los Ejércitos: “Han de quedar en ruinas muchas casas grandes y hermosas, y no habrá quién las habite. Diez cuadra de viña apenas darán un barril de vino, y un quintal de semilla sólo dará un puñado.” ¡Pobres de aquellos que se levantan muy temprano en busca de aguardiente y hasta muy entrada la noche continúan su borrachera!
Hay cítaras, panderetas, arpas, Flautas y vino en su banquete, pero no ven la obra de Yavé ni entienden lo que él está preparando. A mi pueblo le falta inteligencia, por eso será desterrado. Sus nobles morirán de hambre, y su pueblo perecerá de sed.
Por esto la Muerte ensancha su garganta y abre su enorme hocico, allí baja el esplendor de Sión: con toda la bulla de su gente alegre. El mortal será doblegado, y cada cual humillado.
Yavé Sabaot será grande en el Juicio, el Dios Santo al juzgar, mostrará su santidad. Los corderos pastarán en sus campos desolados y las manadas vivirán en medio de los escombros. Desgraciados de aquellos que arrastran su maldad con la cuerda de sus engaños, y arrastran el pecado como los tiros de un carro. De aquellos que dicen: “¡Rápido! Que Yavé haga sus cosas y que las veamos. ¡Que se cumpla el proyecto del Santo de Israel, Que venga para que lo conozcamos!”
¡Ay de aquellos que llaman bien al mal y mal al bien, que cambian las tinieblas en luz y la luz en tinieblas, que dan lo amargo por dulce y lo dulce por amargo! ¡Ay de los que se creen sabios y se consideran inteligentes! ¡Pobres de los que son valientes para beber vino, y campeones para mezclar bebidas fuertes, pero que perdonan al culpable por dinero, y privan al justo de sus derechos!
Así como las llamas queman el rastrojo y como el pasto seco se consume en el fuego, así se pudrirá su raíz y el viento se llevará su flor junto con el polvo. Pues han rechazad la ley de Yavé Sabaot y han despreciado la palabra del Señor de Israel. Por esto Yavé se enojó con su pueblo y levantó su mano para pegarle; los cerros se estremecieron y los cadáveres quedaron tirados esparcidos como la basura en las calles.
Pero no se le pasó el enojo, pues siguió con su mano levantada. Le hace señas a una nación lejana y le pega un silbido desde el fin del mundo; ella ligerito llega con rapidez. Nadie de los suyos se debilita o se cansa, ni se queda dormido o se pone a cabecear, ninguno se suelta los cordones de su zapato. Sus flechas son muy puntiagudas, todos sus arcos estirados, los cascos de sus caballos son como de piedra, las ruedas de sus carros igual que el huracán.
Tiene un rugido como de leona, ruge como un cachorro de león, gruñe y atrapa su presa, se la lleva y nadie se la quita. Rugirá contra él, en ese día, como el bramido del mar. Al mirar el país sólo se verán tinieblas, angustia, y luz que desaparece entre las sombras.” (Is. 5)
¡Bendito y alabado seas, Señor, Padre, Hijo y Espíritu Santo, por siempre! Amén. Amén. Amén.
Palabra de Dios
El que pueda ver que vea, el que pueda oír que oiga, el que pueda entender que entienda y el que pueda creer que crea.
(Sigue en la siguiente respuesta)
Los abrazo en Jesús y en María en el Espíritu Santo.
Viendo, entendiendo y sintiendo en ese momento, Daniel, pueblo amado en Cristo Jesús, aunque no hubiere sido así como vos lo pensaras y lo llevaras a cabo-, viendo y entendiendo haber sido enviada para dar cuenta de lo que en lo personal se me permitiera ver y entender sucediera respecto a todo cuanto como consecuencia del sí dado en Ushuaia en el Espíritu Santo se me llevara a vivir, que al igual que los sacerdotes y maestros de la Ley del pueblo de Israel de entonces, lo que esa noche sucediera e hicieras fue algo totalmente preparado con el mismo fin que aquellos otros sacerdotes de entonces, planearan para darte, Señor, lección y demostración pública de desamor tal que olvidándote de tu Amada Humanidad y de tu viña para siempre no volvieras en su búsqueda nunca más.
Viendo y entendiendo que al principio, vos, también, Daniel, al igual que nuestro Señor Jesucristo con la Humanidad, lo único que querías conmigo y tenías para mí era amarme y puro amor.
Lo mismo que Vos, Padre, pensaras, querías y predestinaras para con Ella en el principio. Habiendo sido ella misma quien te obligara a terminarla tratando como la trataras, obligándote a sentenciarla al destierro de tu lado, de seguir compartiendo tu misma Gloria, como te vieras obligado, por mucho y más que desde el vamos nunca quisieras ni querías que ella se separara y alejara un solo paso de vos.
Como de igual manera, Daniel amado, viera y entendiera fuera también en tu amor para conmigo, a semejanza del mismo amor del Padre y del Hijo por su Amada Humanidad. No queriendo al principio, cuando me fuera a la Congregación en 1997, como a Chile en 1998, 1999 y el 2000, que me fuera de tu lado ni volviera a alejarme ya más.
Viendo y entendiendo haber sido yo misma, por mi incomprensible e irresistible proceder con vos, de los últimos siete meses, quien aquella noche te obligara a terminarme tratando de la manera en que me trataras. De una manera que resultándome extremadamente cruel y dolorosa, proviniendo de vos, del amado de mi corazón, más aún de quien veía y entendía estaba en el mundo para ser fiel imagen de Jesús, me pareció inconcebible. Como inconcebible pueda llega a parecernos muchas veces que si nos amabas como nos amabas, Padre, terminaras desterrándonos del Reino de los Cielos.
Cuando, en verdad lo que entonces hicieras, fue dejarnos hacer y seguir viviendo conforme a nuestra propia voluntad, visión, entendimiento lejos de tu lado y de tu amor –como el hijo pródigo- fuera del Reino de los Cielos si así queríamos hacerlo. Conforme a nuestro libre albedrío. Pero, teniendo al final que hacernos igualmente cargo del destino último que nos termine mereciendo optar por obrar conforme a nuestra voluntad –por ende, a la del enemigo- por sobre la Tuya tenida para con nosotros como hijos e hijas muy amados en el Espíritu Santo.
Con el correr de los siguientes días, meses y años, no dejando de meditar y orar en ningún momento sobre todo lo acontecido, quisieras, Padre, Jesús Amado, igualmente darme a luz en la visión y entendimiento de que por doloroso que para los dos todo ello y lo que como consecuencia de lo mismo los siguientes años habría de desencadenarse entre ambos, sobre ambos, fuera y habría de ser -como sabía y entendía también para vos, amor, implicara hacerte extrema violencia interior, causándote pena de mí, verte obligado a echarme de tu lado como un perro apaleado, peor aún como una perra apaleada, por así haberte dicho viera y entendiera a los exactos fines del Plan de Salvación trazado por vos, Padre, para toda la Humanidad convenía que lo hicieras- por mucho del espíritu del enemigo en ambos que todo ello tuviera y tendría, todo fuera, era y seguiría siendo Tuyo en, con, por y para toda la Humanidad por medio de ambos.
Parte de tu voluntad no solo para con nosotros, sino para con toda la Humanidad, necesitada terminar de llevar a cabo de igual manera en un todo como hacía 2000 años cuando vinieras y estuvieras en medio nuestro permitieras sucediera entre Vos y tu Amada Humanidad conforme a la respuesta de los hombres del pueblo de Israel y de la restante humanidad de entonces. Esta final vez por medio del necesario voluntario y enamorado sacrificio no de un solo hombre por todo el pueblo, sino de todo un pueblo por todo tu Pueblo en dicho pueblo y en todos los demás pueblos de la restante humanidad.
Más bien, vi y entendí, que cuando vinieras hacía 2000 años antes de ir al propio, voluntario y enamorado sacrificio por mayor amor a la voluntad del Padre y mayor amor al Reino de los Cielos y a toda la Humanidad, lo hicieras viendo y entendiendo que la única manera de terminar sacando a toda la Humanidad de aquí, de debajo del poder de dicho espíritu enemigo que desde su caída la dejara y tenía sumida en la peor de las cegueras, sorderas, dureza de corazón y entendimiento interior, era contando con todo un pueblo constituido en tu mismo Espíritu. En y con el mismo Espíritu del Padre y del Hijo en el Espíritu Santo. En y con el mismo espíritu de Cristo.
Con millones y millones de hombres y mujeres esparcidos por sobre toda la faz de la tierra hasta los confines del mundo que creyendo en Vos, en el Padre, en el Reino de los Cielos, en ser a Allí a adónde pertenecíamos y pertenecemos en toda la humanidad y creación y no a este lugar del Abismo y de la Muerte, en y con tu mismo Espíritu en su espíritu en el Espíritu Santo en todos y cada uno de ellos estuvieran dispuestos a hacer exactamente lo mismo que Vos como nuestro Maestro, Rey, Señor y Amado quisieras venir desde Allí a enseñarnos a hacer e hicieras hasta las últimas consecuencias.
Haciéndote y dejándote hacer sin decir nada, la más extrema de las violencias y maldades de parte de dicho espíritu enemigo introducido y entronado a fondo dentro del corazón del hombre por sobre Vos y el Reino de los Cielos en el mismo.
Millones de hombres y mujeres vueltos a transformar en tu viva imagen y semejanza nuevamente en el mundo, por sobre su desfiguración en imagen y semejanza de dicho espíritu enemigo introducido en su corazón como desde entonces la misma quedara convertida, desfigurada respecto del rostro inicial tenido solo en Vos, Padre, en el Espíritu Santo.
Millones de hombres y mujeres convertidos nuevamente en Vos y hacia Vos. Hacia el Reino de los Cielos.
Es decir, cuando el hombre dejó y se marchó del Reino de los Cielos para venir a este lugar del Abismo y de la Muerte para hacer su propio mundo, su propio imperio del mal por sobre el bien, existente en él en el origen, dándote la espalda quedó desde entonces vuelto de espaldas a Vos y al Reino de los Cielos, de cara a Satanás y al Infierno. Siendo esta solo una instancia intermedia de definición final eterna respecto hacia cual de ambos lados queremos terminar inclinándonos y siendo destinados y confinados eternamente: hacia el lado de la vida eterna, o hacia el lado de la muerte eterna.
Viniendo entonces para hacerle una señal al hombre a que dejara de estar de espaldas a Vos y al Reino de los Cielos, y de cara a Satanás y al Infierno, encaminando cada vez más y más sus últimos pasos con sus pensamientos, sentimientos, manera de ser, acciones hacia allí, para convertir, “con-verter”, es decir, girar sobre sí mismo y los pasos dados desde su caída y destierro del Paraíso en cada vez mayor alejamiento de Vos y del Reino de los Cielos, por ende, de su condición Divina primera tenida en Vos en el Espíritu Santo.
Para terminándose poniendo nuevamente por propia, libre, amorosa y sabía decisión de cara a Vos y al Reino de los Cielos, y de espalda a dicho espíritu enemigo y al Infierno, de similar manera a como el hijo pródigo finalmente terminara viendo y entendiendo hiciera, deshaciendo todo el camino de alejamiento de Vos recorrido hasta allí, comenzara a encaminar decidida y definitivamente sus pasos en camino de regreso a Vos, al Reino de los Cielos, a tu Amor.
“Jesús puso otro ejemplo: “Un hombre tenía dos hijos. El menor dijo a su padre: Padre, dame la parte de la propiedad que me corresponde. Y el padre la repartió entre ellos.
Pocos días después, el hijo menor reunió todo lo que tenía, partió a un lugar lejano y, allí, malgastó su dinero en una vida desordenada. Cuando lo gastó todo, sobrevino en esa región una escasez grande y comenzó a pasar necesidad. Entonces fue a buscar trabajo y se puso al servicio de un habitante de ese lugar que lo envió a sus campos a cuidar cerdos. Hubiera deseado llenarse el estómago con la comida que daban a los cerdos, pero nadie le daba nada.
Fue entonces cuando entró en sí: “¡Cuántos trabajadores de mi padre tienen pan de sobra, y yo aquí me muero de hambre! ¿Por qué no me levanto? Volveré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra Dios y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo, trátame como a uno de tus siervos.
Partió, pues, de vuelta donde su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y sintió compasión, corrió a echarse a su cuello y lo abrazó. Entonces el hijo le habló: Padre, pequé contra Dios y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo. Pero el padre dijo a sus servidores: Rápido, tráiganle la mejor ropa y póngansela, colóquenle un anillo en el dedo y zapatos en los pies. Traigan el ternero más gordo y mátenlo, comamos y alegrémonos, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo he encontrado. Y se pusieron a celebrar la fiesta.
El hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver llegó cerca de la casa, oyó la música y el baile. Llamando a uno de los sirvientes, le preguntó qué significaba todo eso. Este le dijo: Tu hermano está de vuelta y tu padre mandó matar el ternero gordo, por haberlo recobrado con buena salud. El hijo mayor se enojó y no quiso entrar.
Entonces el padre salió a rogarle. Pero él le contestó: Hace tantos años que te sirvo sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y a mí nunca me has dado un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos; pero llega ese hijo tuyo, después de haber gastado tu dinero con prostitutas, y para él haces matar el ternero gordo.
El padre le respondió: Hijo, tú estás siempre conmigo y todo lo mío es tuyo. Pero había que hacer fiesta y alegrarse, puesto que tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado.” (Lc. 15, 11-32)
Palabra e Dios
Millones y millones de hombres y mujeres que salidos de la terrible inconsciencia en la que desde el origen de nuestra caída fuera del Reino de los Cielos quedáramos insumidos en dicho espíritu enemigo, vueltos a tomar y ser conscientes por obra y gracia del Espíritu Santo suscitado y trabajando nuevamente en Cristo en nuestro ser de quienes éramos y somos en verdad en relación del Reino de los Cielos y de este mundo, tras malgastar todos los dones recibidos en el principio en el Padre y en el Hijo en el Espíritu Santo desperdiciándolos de tantas maneras inútiles en este lugar del Abismo y de la Muerte, sabiéndote escuchar como el Hijo y Hermano Mayor del Padre venido desde Él y desde Allí en nuestra búsqueda y rescate –del Hijo y Hermano Menor del Padre y Tuyo- con una actitud totalmente diferente al hijo mayor de dicha parábola, no lleno de odio, celos, egoísmo, envidia y resentimiento sino lleno de auténtico amor por el Hijo y Hermano Menor, para mostrarnos y señalarnos con tu propia entrega y sangre en cruz el camino de regreso a Casa, quisieran y supieran seguirte en el ejemplo a tal fin venido a dar.
Millones de hombres y mujeres vueltos a convertir a tu imagen y semejanza en tu viva imagen y semejanza Divina en el Espíritu Santo en este mundo y en cualquier otro lugar del universo y cosmos entero en el que nos encontráramos.
Millones de hombres y mujeres capaces de saber renunciar a sí mismos como a todo en este mundo, si así llegara a ser necesario llegar a hacerlo, empezando con saber renunciar a su propia voluntad y querer para consagrarse en Cristo, a total imagen y semejanza Tuya en su espíritu, convertidos así en Cristo en el Espíritu Santo al único cumplimiento en ellos de la voluntad del Padre y del Hijo en el Espíritu Santo.
Para tomar la cruz de lo que fuese que el Padre tuviera pensado, querido y predestinado lograr por medio de todos y cada uno de ellos para la restante Humanidad y Creación entera dentro de tu misma y única misión de nuestra total conciente liberación de debajo de dicho espíritu enemigo, aprendiéramos a saber seguirte fiel, firme e inquebrantablemente hasta el fin en la manifestación de tu grandilocuente amor por toda la humanidad y creación hasta llegar a dar igualmente nuestra vida si de parte del enemigo así se nos impusiera y obligara a tener que aceptar hacerlo, en su querer llevarnos a claudicar y renegar de Vos, en nosotros, Cristo Amado.
Porque, ¿cuándo llegar a renegar de Cristo, convertidos finalmente nosotros mismos en Cristo en el Espíritu Santo por voluntad del Padre y del Hijo para con todos nosotros, siendo por ello para lo que también vinieras: para abrirnos y encabezar el camino de regreso a la Casa del Padre, a nuestra Patria original Celestial, para ser en tal apertura, sacrificio y regreso el Primogénito de toda una multitud de Hijos e Hijas del Padre en Cristo en el Espíritu Santo? Sería renegar de quienes en verdad somos para terminar siendo otra vez, quienes en verdad no somos.
De manera tal que por medio de un pueblo de millones y millones de Cristo vivo en el Espíritu Santo, entonces sí quedar el Reino de los Cielos restaurado nuevamente en el corazón del hombre y en el mundo, como para terminar de librar batalla contra dicho espíritu enemigo y vencerlo en Cristo en el Espíritu Santo definitivamente, echándolo fuera de nosotros y de la tierra, con todos quienes por libre y conciente voluntad así quisieran finalmente acompañarlo en su expulsión y destino final de condenación y muerte eterna respecto del Reino de los Cielos y de la verdadera Vida.
Terminar de luchar contra el mismo en nuestro interior y vencerlo, no por medio de las armas tecnológicas ni psicológicas humanas, sino de la misma y única manera concebida, querida y predestinada por el Padre para con todos nosotros a imitación Tuya, Jesús Amado. Por medio de la cruz. Por medio nuestra enamorada, humilde, dócil, obediente, conciente, libre, voluntaria propia crucifixión en Cristo, con Cristo, por Cristo y para Cristo en el Espíritu Santo, de similar manera a como en Ushuaia viera y entendiera quisieras llamarme y enviarme de igual manera que vos, Amado nuestro hacer, para en esta hora venir desde y en el mismo Espíritu del Padre y del Hijo en el Espíritu Santo a darles testimonio de ello, llamándolos y enviándolos en Cristo, en el Padre y en el Hijo en el Espíritu Santo a hacer lo mismo.
Sabiendo renunciar en un todo a nuestra propia voluntad y querer, como a la de cualquier otro ser humano sobre la faz de la tierra, para entregarnos y disponernos por completo a la única consumación también en nosotros de tu voluntad, Padre, tenida en todos y cada uno de nosotros, en tu misma y única voluntad tenida en Vos, Jesús Amado, en el Hijo, aprendiendo a ser nuevamente Hijos e Hijas muy amados en el Hijo Amado, Jesús, y en la Hija Amada, María.
Sabiéndonos hacer constantemente violencia interior –no exterior- a nosotros mismos, para que solo sea siempre el querer del Padre y del Reino de los Cielos el que se imponga en nosotros y no así el del enemigo y el de este lugar del Abismo y de la Muerte en el nuestro.
Siendo también por ello que en visión y espera de la preparación y expansión de dicho necesario nuevo pueblo constituido en Cristo, en y con tu mismo Espíritu en su espíritu en el Espíritu Santo, por medio de su final entrega en renuncia y sacrificio total en Cristo terminar de lograr la preparación y constitución final de toda la Humanidad, terminada de liberar así de una vez y para siempre de dicho espíritu enemigo.
Sacándola de la inconsciencia en la que hasta el momento el mismo la siguiera teniendo insumida, haciéndola tomar justa conciencia de quién era, es y está llamada a ser en Dios, toda a Una, en el Espíritu Santo, como la Novia y Esposa Amada que salida en un principio de Vos, volviendo a encaminar sus pasos nuevamente hacia Vos, vieras y entendieras conviniera dejarte caer, enjuiciar, condenar a muerte, crucificar y morir en manos del enemigo.
Llevándome a hacer lo mismo en Vos en el Espíritu Santo. Sobretodo en esa hora a raíz de lo que también a tal único fin quisieras permitir terminara sucediendo esa noche, Daniel, entre vos y yo. Permitiendo al Padre en el Hijo y en la Hija, en Jesús y en María, en Cristo en ambos, que siguiera haciendo Su obra de Salvación para toda la Humanidad por medio de nuestra total consagración y sacrificio en Cristo a dejar se hiciera tu voluntad, Padre, Jesús Amado, tal y como se me diera a ver y entender, Señor, lo querías, llevándoseme a hacértelo saber, Daniel, de igual manera, para que terminaras negándome, rechazándome y expulsándome de tu lado como esa noche necesariamente hicieras.
Vi y entendí, que tanto hacía 2000 años, Jesús Amado, con tu crucifixión, y esa noche del 8 de febrero del 2002 con nuestra final crucifixión, con la final crucifixión de ese modo también de nuestro amor, Daniel amado, en Cristo, con Cristo, por Cristo y para Cristo en ambos para toda la Humanidad, habiendo sido eso lo que esa noche ambos termináramos haciendo: entregándote este amor, Jesús Amado, para permitirte que tanto entonces como esa noche le permitieras al enemigo encadenarte, enjuiciarte y condenarte a muerte injustamente, crucificándote y levantándote en cruz en pública vergonzosa, afrentosa y humillante exposición pública ante todo el pueblo y humanidad.
Por ende, permitirle al enemigo de igual manera esa noche encadenarnos, enjuiciarnos y condenarnos a muerte injustamente, crucificándonos y levantándonos en cruz con nuestro mutuo amor, como dos corazones entrelazados clavados por amor a Vos, al Reino de los Cielos y a toda la Humanidad, por sobre a nosotros mismos.
Expuestos así no solo esa noche ante los demás miembros de la comunidad que fueran testigos de lo acontecido, sino por medio del testimonio que de todo ello viera y entendiera estaba igualmente llamada y enviada a dar en su momento, para conocimiento no solo de este pueblo, de la Iglesia Católica, a la que a tal fin a ambos nos dieras pertenecer sino en esta última hora también ante toda la restante humanidad.
Siendo como fuera por toda Ella, y no solo por este pueblo, siendo solo este pueblo el medio, puente, por el cual querías y necesitabas terminar haciendo esto para toda Ella, que vinieras e hicieras y estabas haciendo lo que hace dos mil años y ahora estabas terminando de hacer por nuestro medio en el Espíritu Santo.
Razón por la cual, viera y entendiera que todo esto no habría de quedar totalmente consumado en Vos, Cristo Amado, en el Espíritu Santo, hasta tanto no tener la plena certeza de haber abierto el conocimiento y participación en este designo de amor y procreación que estabas terminando de llevar a cabo no solo para nosotros sino para todo hombre y mujer, por ende, pareja, por sobre la faz de la tierra, por medio de su pública difusión universal en un solo acto, de una sola vez a todos los hombres y mujeres en el mundo entero.
Tal y como finalmente estoy manifestando y poniendo por obra igualmente en Cristo en el Espíritu Santo. Porque cuando hicieras lo que hacía 2000 años terminaras haciendo no solo fueron partícipes de ello los apóstoles, los sacerdotes, autoridades y pueblo laico de Israel, sino toda la Humanidad. Representada por el pueblo romano, como por los griegos, y todos los hombres que procedentes de distintas partes subieran por esos días a Jerusalén para participar de las fiestas de la Pascua Hebrea.
Por ende, viera y entendiera que, no siendo eso lo querido para Vos, Jesús Amado, hacía 2000 años, como tampoco para nosotros, Daniel amado, por el Padre, el que fueras y fuéramos crucificados con nuestro amor por el Reino de los Cielos y por toda la Humanidad, sino que al final te permitiéramos terminar consumando tu mismo Amor por toda tu Amada Humanidad, por medio de la final liberación en Cristo en el Espíritu Santo de nuestro amor de la cruz en la que también de ese modo quisieras permitirle al enemigo esa noche lo clavara para su consumación final, así convenía momentáneamente que sucediera.
Hasta tanto primero terminara de llevar a cabo lo que también en ese sentido y a tal fin dentro del mismo designio de amor y procreación en el que nos encontrábamos desde el testimonio comenzado a dar ante la Iglesia Católica en 1998 hacer de público conocimiento este testimonio para conocimiento de toda la humanidad que se sienta llamada a conocerlo y quiera conocerlo y ser partícipe de lo que estabas y estás terminando de hacer, Señor, para sacarnos todos a uno de aquí en el Espíritu Santo, convenía dejarte y dejarnos hacer por el maligno tanto lo que hacía 2000 años le permitieras hacerte, y lo que esa noche del 08 de febrero te permitiéramos volver a permitirle hacerte por medio de la crucifixión de nuestro, corazón, ser, amor.
Conviniéndole permitírselo hacerlo así, para haciéndolo caer y mantener víctima de su propio engaño querido hacer caer y mantener sobre los hombres y este mundo, distraerlo y hacer que se quedara tranquilo en la falsa creencia de haberte vencido, como habiéndonos esa noche vencido en Vos, Jesús Amado, en ambos, en el Espíritu Santo, terminándote exponiendo y exponiéndonos en esta hora crucificados ante todos los hombres en el mundo entero.
A fin de que mientras tanto dicho pueblo, como este designio de amor y procreación, pensado y necesitado terminar de constituir para tu nuevo final sacrificio por su total medio en el Espíritu Santo para enfrentarlo y vencerlo definitivamente, no afuera sino dentro del corazón del hombre, llegara a ser tan numeroso sobre la faz de la tierra, como universalmente público el conocimiento de este designio, que terminado de suscitar todo a uno nuevamente en tu mismo Espíritu en su espíritu en el Espíritu Santo, llegara a ser el Ejército Espiritual del Reino de los Cielos constituido en este lugar del Abismo y de la Muerte asistido en todo espiritualmente por los Ejércitos Celestiales de nuestro Padre, más numeroso e invencible que ser humano imaginara ni existiera jamás sobre la faz de la misma.
Ejército Espiritual constituido, revestido y fortalecido solo por armas espirituales en el Espíritu Santo. Dotando del mismo poder demostrado hacía dos mil años en el Espíritu Santo por medio del cual sin armas humanas y sin violencia física ni psicológica de la más mínima orden con una sola señal y palabra pronunciada en Vos en el Espíritu Santo terminar de liberarnos a nosotros mismos en Cristo de dicho espíritu enemigo.
Ayudando a aprender hacer lo mismo a los demás consigo mismo si así querían hacerlo, por ser un poder querido venir a dar nuevamente a todo varón y mujer por sobre la faz de la tierra sin acepción de persona de la más mínima índole. Para que ya no volviera a haber ni ser nunca más en Vos en el Espíritu Santo en este mundo el gobierno, poder y conocimiento de unos sobre otros. Como en el poder y conocimiento que quitado de vos, Padre, y del Reino de los Cielos por el hombre instigado por dicho espíritu enemigo llevaba a establecer y mantener al mundo y a los hombres sometidos bajo dicho espíritu a toda clase de sometimientos, esclavitudes e injusticias, de unos sobre otros, cuando en Vos todos éramos y somos iguales. Llamados a ser todos en Cristo en el Espíritu Santo reflejo de tu Viva Persona en todos y cada uno de nosotros. Amén.
“Cuando venga el Protector que les enviaré desde el Padre, por ser él el Espíritu de verdad que procede del Padre, dará testimonio de mí. Y ustedes también darán testimonio de mí, pues han estado conmigo desde el principio.
Les hablo de todo esto para que no se vayan a tambalear. Serán expulsados de las comunidades judías; más aún, se acerca el tiempo en que cualquiera que los mate pensará que está sirviendo a Dios. Y actuarán así porque no conocen ni al Padre ni a mí. Se lo advierto de antemano, para que cuando llegue la hora, recuerden que se lo había dicho.
No les hablé de esto al principio porque estaba con ustedes. Pero ahora me voy adonde Aquel que me envió, y ninguno de ustedes m pregunta adónde voy. Se han llenado de tristeza al oír lo que les dije, pero es verdad lo que les digo: les conviene que yo me vaya, porque mientras yo no me vaya, el Protector no vendrá a ustedes. Yo me voy, y es para enviárselo.
Cuando venga él, rebatirá al mundo en lo que toca al pecado, al camino de justicia y al juicio. ¿Qué pecado? Que no creyeron en mí. ¿Qué camino de justicia? Mi partida hacia el Padre, y ustedes ya no me verán. ¿Qué juicio? El del gobernador de este mundo: ya ha sido condenado.
Aún tengo muchas cosas que decirles, pero es demasiado para ustedes por ahora. Y cuando venga él, el Espíritu de la Verdad, los guiará en todos los caminos de la verdad.
Él no viene con un mensaje propio, sino que les dirá lo que escuchó y les anunciará lo que ha de venir. Él tomará de lo mío para revelárselo a ustedes, y yo seré glorificado por él. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso les he dicho que tomará de lo mío para revelárselo a ustedes.”
Dentro de poco ya no me verán, pero después de otro poco me volverán a ver.” (Jn. 15, 26-27 / 16, 1-16)
Palabra de Dios
(Sigue en la respuesta siguiente)
PENTECOSTÉS ES Y TIENEN QUE SER TODOS LOS DÍAS DE NUESTRA VIDA.
Los abrazo en Jesús y en María en el Espíritu Santo.