Padre, Madre, yo sé que soy tu Hija amada en tu Hijo Amado, nuestro Señor Jesucristo, en el Espíritu Santo. Habiendo sido en calidad de tal que dije e hice todo cuanto dije e hice, digo, hago, diré y haré. Habiendo sido de hecho yo misma quien hiciera y pusiera por obra cuanto acabo de testimoniar en resumidas cuentas dijera e hiciera ante el Pueblo y Humanidad a la que a tal fin me enviaras.
Pero, diciéndolas y haciéndolas, no en mí misma, no en mi condición humana, sino en Vos, con Vos, por Vos y para Vos en mi condición Divina en Vos en el Espíritu Santo. Teniendo plena conciencia desde Ushuaia, pero más aún desde mediados del 2000 y principio del 2001 quién soy, de donde vengo, adónde voy y estoy llamada y enviada a volver en camino de regreso con todo este Amado Pueblo en la Humanidad entera que me enviaras y viniera a buscar en forma inclaudicable hasta finalmente encontrarlo.
Finalmente encontrarlo, desde nuestro encuentro final con vos, Daniel amado. En Jesús y María en vos y en mí, amor, en el Espíritu Santo. En representación vos en tu condición masculina de este Pueblo segundo de nuestro Padre Celestial en nuestro Señor Jesucristo que es la Iglesia Católica, fundada a su vez sobre la base de aquel otro primer Pueblo de nuestro Padre Celestial, el Pueblo de Israel. Y en representación en mí en mi condición femenina de todo este otro Pueblo de nuestro Padre Celestial constituido asimismo por toda la Restante Humanidad en su multiplicidad de credos y no credos.
Encuentro final de ambos en Dios Uno y Trino por medio del cual terminar de hacer así de toda la Humanidad un solo Pueblo. Una sola y misma Familia proveniente del mismo Padre y de la misma Madre en el Espíritu Santo a imagen del Hijo Único, Mayor y Primogénito, Jesucristo. Amén.
Pero, para que nuestro encuentro, amor, Daniel, Pueblo amado en la Iglesia Católica y en toda la Humanidad, llegara finalmente a ser posible tenía que volver a dejarte y alejarme de vos, amor, un breve tiempo más. Para terminar de hacer sola, aunque nunca sola, sino en todo momento unida a nuestro Padre Celestial, a nuestra Madre Celestial y a nuestro Hermano Mayor Celestial, Jesucristo, unida igualmente en todo tiempo a vos, Daniel amado, y a vos, Pueblo amado en la Iglesia Católica y en toda la Humanidad, en el Espíritu Santo.
Sabiéndome y sintiéndome en todo tiempo acompañada y fortalecida por tu oración, amado mío, pueblo mío en Cristo Jesús y María Santísima en el Espíritu Santo.
A fin de terminar de poner al descubierto todo el mal que existía y existe en dicho espíritu enemigo también dentro de nosotros, de todo ser humano, junto con todo el bien existente en Dios en nosotros en el Espíritu Santo. De manera tal de combatir y esforzarnos concientemente juntos en tratar de eliminar todo ese mal existente dentro de nosotros y de nuestro amor, amor, dejando solo lo bueno. Solo lo de Dios en nosotros, tal y como en el principio era y estábamos.
Y poniéndolo al descubierto, terminar de desatar al mismo tiempo, amor, todas las ataduras por medio de las cuales dicho espíritu enemigo tenía atado e imposibilitado nuestro amor haciéndolo ver y tener como malo y no querido por Dios en la concepción imperante dentro de este pueblo, y aún incluso en gran parte de la restante humanidad.
Para entonces sí, volver finalmente a vos, amor, en tu búsqueda y encuentro final. Viéndote y sabiéndote siempre allí, amor, Daniel, esperándome. Esperándome fielmente en Jesucristo y María Santísima. Por haberte pedido me esperaras firme, fiel e inquebrantablemente en el mismo lugar en el que dentro de Su viña nuestro Señor te pusiera. Que me esperaras, amor, Daniel, Pueblo mío, porque al final volvería por vos.
Cuando terminara de poner al descubierto todo esto malo que había y hay en dicho espíritu enemigo en todos nosotros, los hombres, para de ese modo terminarlo de vencer juntos, tomados nueva y definitivamente de la mano en el amor.
Para lo cual, fuera inexorable que al igual que nuestro Maestro y Señor Jesucristo hacía 2000 años hiciera, te desnudara amor, Daniel amado, Pueblo amado, y me desnudara ante toda la restante humanidad, exponiéndote como el pecador y la pecadora que al igual que toda la restante humanidad en nuestra humanidad seguimos siendo por mucho y más que por nuestra consagración en Cristo nos esforcemos el todo por el todo por llegar a ser santos y perfectos en el Espíritu Santo como el Padre, la Madre y el Hijo lo son.
Asumiendo desde toda la vida, pero más marcadamente aún desde Ushuaia, en lo personal, la misión y designio que el Padre, la Madre y el Hijo me encomendara y descubriera en el Espíritu Santo, desde la excelsa condición de santidad de nuestra Madre, María. Siendo así como inicialmente, desde la primera propuesta y manifestación directa de amor y desposorio que me acercara a realizarte en Dios Uno y Trino, Daniel, Pueblo amado, quería que fuera.
Queriendo que fuera así como me desposaras. Incluso, sin llegar a tener relaciones prematrimoniales. Guardada, como me guardara a tal fin hasta allí en castidad, al punto de recobrada virginidad, tras no volver a tener relaciones sexuales con ningún otro hombre luego de aquella mal tenida a los 23, ni volver a caer en debilidad durante mucho, mucho tiempo.
Sintiéndome y sabiéndome compartiendo ya la misma Santidad y Gloria del Padre, de la Madre y del Hijo, en el Espíritu Santo, tras el sí definitivo y sostenido dado en Ushuaia y desde Ushuaia hasta allí, fuera que me dirigiera a vos, Daniel amado, Iglesia amada, proponiéndote aceptaras desposarme a través de tu persona, Daniel amado. A fin de permitir la consumación en los hechos humanos del desposorio Celestial de Dios con su Amado Pueblo, con su Amada Humanidad, a través de nuestro desposorio. Tal como veía, entendía y sabía, a tal fin fuera enviada y viniera en el Espíritu Santo como la Novia en el Novio, en busca, encuentro y desposorio final de la Novia en el Novio.
Pero, siendo entonces vos, amor, Daniel, Pueblo amado, quién no me vieras, no me oyeras, no entendieras ni creyeras lo que te decía y hacía como proveniente de Dios en mí sino de mi propia humanidad. Cuando ya no vivía ni vivo yo. Sino que era y es Dios mismo quien vivía y vive en mí desde el sí final dado y sostenido desde Ushuaia en el Espíritu Santo.
Viendo y entendiendo, Daniel, Pueblo amado, que era con vos con quien estaba llamada finalmente a unirme en el amor, con el amor, por el amor y para el amor, para por medio de la fecundación de nuestro amor concebir y dar a luz a un nuevo hombre y a una nueva mujer desde la unión de nuestra carne en una sola carne en el Espíritu Santo del Amor de Dios querido derramar nuevamente así sobre su amada Humanidad en el mundo entero, si ante tu negativa no era así como habría finalmente de conseguirlo, sino solo por el camino de la mujer vista, tenida y considerada por la concepción imperante en la Iglesia como una pecadora, como una prostituta, tal y como se me hiciera ver y entender terminaba siendo vista, tenida y considerada por todos toda mujer que seducía y llevaba a apartar a un sacerdote de su sacerdocio, como la tentación, como el mal mismo encarnado en ella, pues bien, así me dispusiera y estaba dispuesta a terminarlo haciendo, siendo y pasando ante todos entonces. Como la peor de todas.
Cayó el manto y vestido de santidad y gloria en Jesús y en María en el Espíritu Santo tenido desde Ushuaia hasta allí a mis pies. Viendo y entendiendo ser necesario quedar expuesta de ahí en más totalmente al desnudo ante vos, Daniel, Pueblo amado, y toda la Humanidad.
En la plena confianza y esperanza en Dios en vos y en mí de que al final, con tu amoroso sí final, vencidos todos tus no iniciales como los de Pedro con mi extremo sacrificio de amor inspirado en el mismo extremo sacrificio de amor del Maestro Amado por su amado Pueblo en toda la Humanidad, a fin de cualquier manera hacerte ver, oír, entender y creer volviendo a conquistar tu corazón tras encontrarlo finalmente cerrado para mí, como decía en el libro de Oseas al final el Señor haría, llevándote al desierto, a la esterilidad junto conmigo, serías vos mismo en Jesús y en María quien volvería a recubrir mi desnudez con la manifestación final de tu amor.
Recubriéndome en tu amor, con tu mismo manto sacerdotal y apostólico recibido en el mismo Espíritu de nuestro Señor Jesucristo en el Espíritu Santo. Haciéndome tu esposa de manera similar a como Oseas hiciera con Gomer por voluntad Divina. Para de ese modo, terminar de hacer ver, entender y creer lo que en esta última hora de igual manera nuestro Padre Celestial habría de terminar de hacer y ya estaba haciendo en su amor respecto de su Pueblo en la Humanidad entera.
Aceptándola y tomándola igualmente, no obstante todo, como Su esposa, en su grandilocuente amor tenido hacia ella, desde la máxima condición de pecado y caída en el que llevándola a compartir en un primer momento Su misma Santidad y Gloria en el Reino de los Cielos, terminara cayendo bajo el poder de un espíritu enemigo introducido dentro de ella y adueñado de su corazón, sacándola de Él para traerla y mantenerla sometida aquí, lejos Suyo, como su esclava.
Desposándola igualmente al final de cualquier manera, desde la condición del ser humano caído en mayor desgracia de todos bajo el poder de dicho espíritu enemigo. Desde la condición de la mujer prostituida. De la prostituta usada por la inmensa mayoría de los hombres, purificada y levantada de tal situación de caída, salvo contadas excepciones, por nadie. Solo por Dios.
Siendo desde tal lugar común de máxima caída del género humano, desde donde terminara viendo y entendiendo conviniera terminara asumiendo y llevando a cabo todo esto.
Finalmente comprendí que desposados con Dios ambos, como por nuestra consagración en Cristo, con Cristo, por Cristo y para Cristo ya estábamos y estamos, constituyéndose y siendo a partir de ese momento solo Cristo ya no solo tu cabeza sino también la mía, para nosotros ya no era necesario desposarnos para que nuestra unión fuera vista y considerada como bendita ante Dios y ante los hombres.
Porque ya fuera que nos desposáramos o no para cumplir más un ritual humano que Divino, en Dios ya estábamos y habríamos de estar unidos en Cristo en el Espíritu Santo por toda la eternidad en el más puro y bello de los amores. En el mismo amor puesto y existente en el origen en y entre Adán y Eva en el Paraíso antes de la caída, sin un papel de por medio entre los dos para dar credibilidad y fortaleza Divina a su unión, bastando para ello solo con la palabra y mutua entrega pronunciada y realizada en Dios entre los dos, del uno al otro. Con, en, por, para y desde Dios en vos y Dios en mí en el Espíritu Santo.
Siendo nuestra unión final, Daniel, algo que, en definitiva, no terminado de ver y entender claramente nunca al final veía y entendía tenía que terminar dejando y confiando plenamente en tus manos y sabiduría Divina, Daniel, Pueblo amado, tenida en el Padre y en el Hijo en el Espíritu Santo por tu condición sacerdotal y conocimiento teológico mucho mayor al que personalmente tenía y tengo.
Viendo y entendiendo que lo único que tenía que saber hacer a tal fin cuando terminara de llevar a cabo todo este trabajo previo que viera y entendiera era perentorio previamente hiciera en el allanamiento y preparación del camino de nuestro encuentro final en el amor en Cristo Resucitado en el Espíritu Santo, era ir a vos, Daniel, Pueblo amado. Volver a vos, amor. Volver a tomarte de la mano.
A abandonarme en definitivo y total descanso entre tus cálidos, anhelados y amorosos brazos. Reparando todo el mal que viera y entendiera necesario hacerte, hacerme, hacernos, amor, en nuestro más basto conjunto en Cristo en el Espíritu Santo, para definitiva liberación no solo de nuestro amor sino de toda la humanidad y creación de debajo de dicho espíritu enemigo que hasta el momento lo mantenía atado a sí por algún lado, inundándote de besos, de caricias, de incesante amor...
Siendo en definitiva no vos, Daniel, Pueblo amado, sino yo quien tenía que volver a buscarte y encontrarte en Jesús Resucitado. Porque crucificado en la persona de Cristo como hacía 2000 años permitiera el Señor a dicho espíritu enemigo te dejara en Cristo, con Él, por Él y para Él, para Su liberación final de la cruz por medio de tu liberación final, por ende, la de todos los crucificados hasta el momento en Cristo por dicho espíritu enemigo, vos no podías ni podrías nunca venir por mí.
Porque, si bien durante los últimos cinco años y particularmente en este último testimonio, dado por medio de estos foros ante el Pueblo de Dios en la Humanidad entera, tuviera que hacerlo desde el lugar común de la condición de perdición, caída, pecado, destierro, salida y separación de la misma del seno y amor de Dios, de su lugar original en el Reino de los Cielos, manifestándote, implorándote y suplicándote desde el mismo lugar común de su mismo angustiado, desesperado, enamorado corazón implorando y suplicando la prometida venida final de nuestro Señor Jesucristo por ella, te pidiera, suplicara, implorara vinieras por mí en mi final búsqueda, rescate de todo este mal que me oprime el alma y encuentro, no sos vos, Daniel amor quien en Dios en el mismo Espíritu del Padre, de la Madre y del Hijo en el Espíritu Santo tiene que venir por mí, sino yo por vos.
Desde el asumir finalmente vos y no yo, ese mismo lugar común de la Humanidad asumido de mi parte en el testimonio vivenciado y presentado durante los últimos cinco años respecto de Dios en vos como sucesor directo de aquellos primeros Doce que fuera enviada a buscar y encontrar en primer lugar en Cristo, representante en tu humanidad y sacerdocio a todo el Pueblo de Dios que en la Humanidad fuera enviada a buscar y encontrar desde este pueblo primero de la Iglesia Católica que sacerdotalmente igualmente representas.
Siendo en tal sentido, por ende no vos sino yo quien fuera enviada en Jesús Resucitado en el Espíritu Santo, como la Novia en el Novio, la Esposa en el Esposo, la Hija en el Hijo, para desclavarte y bajarte en Gloria en Jesucristo de la cruz en el amor, amor, ante la visión y conocimiento no solo de este Pueblo sino del Pueblo de Dios en la Humanidad entera, para encontrarte finalmente en Dios en el abrazo, en el beso, en el amor.
Por lo que, voy a ir, amor. Volveré por vos como desde el 2001 te viniera prometiendo haría al final de este trabajo previo que veía, entendía y sentía fuera igualmente enviada y viniera en Dios Uno y Trino a realizar en la persona de Cristo, no solo en ambos sino en nuestro más basto conjunto, en el Espíritu Santo, haría, pidiéndote esperarme y no dejar de esperarme jamás como el amado a la amada, como la humanidad perdida y salida del Reino de los Cielos a Dios.
Pero, después de haber caído hasta lo más profundo, amor, del abismo, de la muerte y del sepulcro en carne viva, al ver y entender ser necesario dejar totalmente suelto dentro de mí a dicho espíritu enemigo que veía y entendía existía oculto dentro de todos los hombres, permitiéndole hacerme el más terrible de los males que ni vos ni nadie en este mundo puede llegarse a imaginar jamás en realidad padeciera, sumergida y bebiendo la peor de todas las angustias, amarguras, esterilidades, incomprensiones, injusticias, humillaciones, ofensas, insultos, agravios, burlas, juicios y condenaciones de todo tipo, hasta llegar a ser vista y sospechada como una ladrona cuando en mi vida robé ni siquiera un caramelo...habiendo sido mucho el mal que me inundara desde entonces, viéndome y sintiéndome como una muerte en vida, avinagrada el alma,,, necesito verme y sentirme primero totalmente liberada de tanto mal, de tantas enfermedad, locura y maldad, volviendo a tomar el absoluto control de todo mi ser en el Espíritu Santo.
Porque si volviese así ahora a vos, amor, Daniel, Pueblo amado, en tu largamente prometida búsqueda y encuentro final en el amor, volvería a dañarte, amor, como durante los últimos diez años hiciera. Y ya no quiero dañarte más, amor. No quiero. Nunca quise en realidad. ¿Cómo querer dañarte amándote como te amaba y amo?
Quiero que la próxima y definitiva vez que vuelva a vos, amor, en tu final búsqueda y encuentro en Dios Uno y Trino para terminarme de abrir y entregar plenamente en mi amor a tu amor, poniéndome total y definitivamente en tus manos, que son las mismas manos del Padre y del Hijo en vos para mí en el Espíritu Santo, como en mí para vos, solo sea para abrazarte, besarte, amarte. Para entregarte todo mi amor, y me entregues el tuyo. El que guardabas y guardas en Cristo en el Espíritu Santo para mí, y para vos de igual manera en Él guardaba y guardo. Como el amado para la amada y la amada para el amado mutuamente se guardaran.
Para lo cual, veo, entiendo y siento que aún primero, amor, tengo que volver a atar con mil cadenas y recluir a lo más profundo del abismo de mi ser a dicho espíritu enemigo con todos sus demonios que durante estos últimos cinco años dejara atormentarme de miles de manera y tormentos diferentes día y noche para mayor bien y liberación de toda la humanidad en Cristo, con Cristo, por Cristo y para Cristo.
Tengo y necesito imperiosamente volver a purificarme, permitiendo al Espíritu Santo ser el único que reine en mí llenándome nuevamente con todos sus dones. Sobretodo con el don de la sanidad, de la alegría, de la fe, de la esperanza, del amor, de la risa, del canto, de la danza, de fortaleza, de templanza, de felicidad infinita....
Recuperar la luz espiritual, la alegría, la ganas de vivir, amor, perdidas... La felicidad para hacerte feliz, amor.
No quiero volver a vos, amor, y volverte a causar otra vez el más mínimo dolor. Antes que ello, pido al Señor me quite de este mundo para siempre. Porque solo quiero verte y hacerte el hombre más dichoso de la tierra , del universo y del cielo entero en Jesús y en María en el Espíritu Santo que me sostiene. Amén.
Te pido que sigas rezando y no dejes de rezar no solo por mí, amor, sino por nosotros. Por nuestro amor. Como, tomando entre mis manos aquella diminuta imagencita de la Virgen de Luján que me dieras en el 2000 antes de irme a Chile con mamá, igualmente rezo y le pido a nuestro Padre y a nuestro Señor Jesucristo por nuestra Madre María en el Espíritu Santo. Para volver a vos, muy pronto, amor, según lo prometido y esperado en la misma Gloria del Padre y del Hijo en el Espíritu Santo en María Santísima nuevamente en mí, como en ambos. Amén.
Padre, Madre, glorifícanos en Vos en nuestro Señor Jesucristo en el Espíritu Santo para que con nuestra final glorificación en Vos de nuestro amor, seas Vos mismo, Padre, Jesús Amado, Madre, quien te glorifiques en los dos, con los dos y por los dos para glorificación asimismo de la Humanidad entera en Vos, y Tuya nuevamente en ella, por nuestro medio. Amén.
¡GLORIA A VOS PADRE, MADRE, HIJO EN EL ESPÍRITU SANTO, EN ESTA TU HIJA EN AMBOS COMO EN TODA LA HUMANIDAD FINALMENTE RESCATADA EN VOS, CON VOS, POR VOS Y PARA VOS EN EL ESPÍRITU SANTO, DE ESTE LUGAR DEL ABISMO Y DE LA MUERTE, POR LOS SIGLOS ETERNOS! AMÉN
Siempre fuiste y sos, Daniel, Pueblo amado en Jesucristo y en María Santísima en el Espíritu Santo, la razón de mi existir en toda la eternidad y en este mundo. Buscarte, esperarte y tratarte de encontrar fue y es mi misión. Porque te amo, y porque solo quiero todo lo mejor para vos, y no así lo peor. Solo lo bueno, y no así lo malo. Solo el bien y no el mal.
En dicha búsqueda y esperanza constante de finalmente encontrarte en Dios Uno y Trino en el amor, con el amor, por el amor y para el amor, tuve que causarte durante todo este tiempo de tu final búsqueda, encuentro y momentánea terminal separación mucho mal. Permitiéndole en Cristo a dicho espíritu enemigo de tu Terruño, mi Terruño, nuestro Terruño Celestial, el Reino de los Cielos, causártelo. Por medio del permitirle, al igual que hace 2000 años, causármelo en primer lugar.
Yo sé que es por vos, amor, Daniel, Pueblo amado en Jesucristo y en María Santísima no solo en el Pueblo de Israel y la Iglesia Católica sino en toda la Humanidad que soy, he venido y estoy aquí y ahora.
Sé igualmente que te amo con todo mi corazón. Que te amo con todo mi ser. Con todo lo que soy, con todo lo que fui, con todo lo que seré, con todo lo que dejé de ser por ser solo por vos y para vos, amor, en Jesucristo y en María Santísima. Amén.
Te amo, Daniel. Te amo, Pueblo amado.
No puedo separar en mi amor y en su identidad el uno del otro.
Yo he venido, por mi crucifixión primera en Cristo en el Espíritu Santo bajo el poder también en este mundo de dicho espíritu enemigo, como igualmente vos, Daniel amado, Pueblo de apóstoles en Cristo, a hacer la voluntad del Padre en el Hijo por María Santísima en el Espíritu Santo.
Hacer la voluntad del Padre en el Hijo por la Madre y la Hija en el Espíritu Santo.
Lo más importante de todo esto, Daniel, Pueblo amado de apóstoles, ha sido y es tu fidelidad. Fuiste y sos fiel. Porque no importó cuan grande fuera la tentación permitida recibir y padecer por parte de dicho espíritu enemigo no solo de mi parte si no también de tantas otras partes desde que fueras consagrado sacerdote, tuvieras la sabiduría, sensatez, prudencia, gracia de saberte mantener en la cruz aceptada y asumida en nuestro Señor Jesucristo hasta el glorioso día final en que prometiera volver y volviera en tu búsqueda y encuentro para llevarte y llevarme en Gloria en nuestro mutuo amor de regreso al camino de santidad del Reino de los Cielos en Jesús y en María Santísima en ambos. Amén. ¡Bendito seas una y mil veces Daniel, Pueblo amado!
Sé que nuestro amor, este amor, ha sido, es y será en principio y fin de Dios y en Dios en nosotros y con nosotros. Pero en su camino, en su medio, al igual que el amor entre Él y la Humanidad ha tenido que verse sometido y malogrado temporalmente bajo el querer y poder de dicho espíritu enemigo que lograra sacarlo de su total bendición original en Él. Como cuando de igual modo hasta el 2000 también yo estuviera, Daniel, Pueblo amado, en vos. Teniendo que asumir andar desde entonces dando tumbos de aquí para allá al igual que la humanidad sumergida hasta lo más profundo del valle de la Mala Suerte.
Solo por así convenir que fuera y sea para visión y entendimiento de lo que en Dios fuera enviada a decirte, Daniel, Pueblo amado de apóstoles en la Iglesia Católica y en la Humanidad entera. Para que vieras y entendieras que todo en mí fuera y es de Dios, por malo, contrapuesto, antagónico, totalmente el enemigo que en su ejecución final fuera y tuviera que parecer ser para terminarte de liberar de dicho espíritu enemigo de una vez y para siempre, desde el permitirle poseerle y liberarme en Cristo en el Espíritu Santo en Jesús y en María Santísima definitivamente del mismo para siempre. Amén.
Esta tarde, mientras dormía la siesta tuve un mal sueño que me inquietó y perturbó muchísimo. Soñé que caía en un lugar en donde había un hombre que tenía un lugar de juegos. Lo miraba bien, y veía que sobre su ropa común tenía puesta una vieja, roída y sucia vestimenta sacerdotal de cuando una vez fuera sacerdote. Vivía con una mujer y tenía hijos. Lo miraba vestido de esa manera en ese lugar y situación y me llenó de pena. Pues lucía totalmente ridículo ante todos.
Me desperté sobresaltada, inquieta y perturbada, pensando que ese hombre podías o podrías llegar a ser vos, Daniel, si dejabas la Iglesia para unirte a mí...sintiéndome al mismo tiempo fuertemente llamada a llamarte por teléfono...salí para hacerlo. Como en nuestro locutorio tenemos las cabinas bloqueadas me encaminé hacia el locutorio de la otra calle. Pero sus cabinas estaban ocupadas. Seguí caminando pensando en buscar otro locutorio, pero al mismo tiempo debatiéndome en mi interior con respecto a qué hacer: si llamarte o no. Pues no quería que por mi culpa terminaras como ese sacerdote del sueño que tuviera.
Llegué a la plaza, dejándome caer sobre uno de sus bancos, elevando la vista hacia el rojizo cielo del atardecer preguntándote, Señor, qué hacer...qué era lo que tenía que hacer...pues, por más que me moría de amor por vos, no queriendo ya otra cosa que estar a tu lado y que estés a mi lado para siempre, no quería que terminaras de ese modo por mi causa...por mi insistencia... por mi demanda... por mi necesidad.. por mi querer.... Diciéndote y repitiéndote, Padre, Jesús Amado en Vos, María amada, ser tu voluntad la que quería hacer y se llevara a cabo en un todo entre los dos, Daniel, Pueblo de apóstoles amado, y no la mía... musitando, Sabiduría Divina, Prudencia Divina, Sensatez Divina, Paz Divina ilumíname e inúndame con tu Luz... para que lo que haga o deje de hacer sea realmente lo mejor para Vos en los dos...Al término de media hora, sintiéndome interiormente aliviada, en paz, vi y entendí que lo mejor era no llamarte, amor, volver y comenzar a escribir esto.
Sabiduría Divina, Sensatez Divina, Prudencia Divina, Paz Divina Asísteme, lléname de Vos Amén
Sé que si te busco, amor, como al principio y como siempre tuviera que haber sido solo entre los dos, es en María Santísima que tengo que buscarte. Por supuesto, que sin olvidarme de mi condición de santidad solo alcanzada no al igual que Ella sino al igual que María Magdalena. Es decir, sin olvidarme jamás ser una mujer pecadora santificada al igual que ella solo por gracia Divina en nuestro Señor Jesucristo y en María Santísima por el Espíritu Santo del Amor. Debiendo buscarte en la santidad y no en el pecado. Como María Magdalena ya santificada por nuestro Señor Jesucristo en y desde María Santísima te buscaría. Para nuestra final unión y consumación de nuestro amor de la única manera en la que en Dios Uno y Trino podría y puedo llevarte, podrías y podes llevarme a un mayor estado de gracia y santidad en Dios Uno y Trino en ambos, y nunca así para llevarte y llevarme a caer por debajo del estado de gracia y santidad que en Dios Uno y Trino ambos tenemos.
En todo momento vi y entendí que nuestro amor era algo que tenía que ser llevado a su plenitud no fuera sino dentro de la Iglesia Católica, dentro de este Pueblo de apóstoles en Cristo al que fuera enviada y viniera originalmente a buscar y encontrar en Nombre de Nuestro Señor Jesucristo como Su Novia, Su Amada, Su Esposa en busca de Su Novio, Su Amado, Su Esposo en vos, Daniel, Pueblo amado de apóstoles en Cristo.
Pero, al mismo tiempo, en todo momento vi y entendí que toda la Humanidad tenía que terminar formando parte en la exactamente misma medida que la Iglesia Católica. Veía y entendía que en María Santísima había sido enviada para la búsqueda y encuentro en el amor de todos “mis hijos” espirituales en Ella, a los que tenía que terminar de dar a luz en ella en el Espíritu Santo. Hijos que veía y entendía era todo varón y mujer integrante del Pueblo Católico, como asimismo todo varón y mujer integrante de todos los restantes Pueblos creyentes y no creyentes de la Humanidad entera.
De ese modo, me sentía y siento constantemente jalada en la manifestación de mi amor hacia unos y hacia otros por los unos y los otros. Es decir, tirada desde el interior de la Iglesia para que me quedara y quede dentro de ella junto con todos los hijos e hijas adquiridos en y para María Santísima en Cristo en el Espíritu Santo junto con vos, Daniel, amor, y todos los apóstoles, dentro de ella.
Como, al mismo tiempo, tirada en mi amor y corazón desde el exterior de la Iglesia por todos los que no formando ni pudiendo llegar a formar parte de la misma jamás por no compartir su Doctrina ni encuadrar dentro de todas las condiciones impuestas por la misma para comulgar con Ella y ser considerado hijos e hijas Suyos. Sintiéndoles llamarme desde dentro de la Iglesia como desde fuera de la misma, unos y otros a que me termine quedando y estando finalmente con unos y no con los otros. Sintiéndoles llamarme desde lo más profundo de su inconsciente amor por Dios en mí, en su incesante búsqueda y espera de su encuentro final con Dios, de esta manera: “Señor, quédate con nosotros.” “Madre, quédate con nosotros.” Siendo eso, lo que más precisamente padeciera y sintiera entre junio y septiembre del año pasado.
¿Cómo elegir y quedarme con unos hijos y con otros no? No quería ni quiero quedarme con unos hijos e hijas en nuestro Señor Jesucristo y en María Santísima en el Espíritu Santo y con los otros no, sabiendo y sintiendo que absolutamente todo varón y mujer por sobre la faz de la tierra de todos los tiempos fuera, es y será en Cristo Jesús en Jesucristo y María Santísima en el Espíritu Santo mi hijo y mi hija muy amados. Viendo y entendiendo que lo mejor para Dios en todos era tener que hacerles ver, entender y creer que todos eran y son hijos e hijas de un mismo Padre, por ende de una misma Madre, Celestial en Cristo en el Espíritu Santo. Hacerles ver y entender que todos éramos y somos miembros de una misma y única Familia Divina en el mismo Espíritu Divino, Santo, existente en todos sin acepción de persona desde nuestra creación primera en nuestro Padre, y Madre, Celestial en Jesucristo en el Reino de los Cielos.
Viendo y entendiendo que solo así, si, a la luz de mi testimonio terminado de poner de manifiesto ante todo la humanidad, lograba finalmente hacerlos verse los unos con los otros como verdaderos hermanos y hermanas en Dios como en verdad eran y son, haciendo de todos los Pueblos un solo Pueblo de Dios, entonces, solo entonces, este amor, nuestro amor, Daniel, habría de llegar a ser enteramente posible solo como Dios desde siempre y para siempre lo concibiera, quisiera y predestinara desde el darnos a luz en Él en el principio en el mismo Reino de los Cielos. Habiendo de ser también solo entonces, como consecuencia de todo ello que la Humanidad entera constituida finalmente en un solo Pueblo en Dios en el Espíritu Santo como en el principio nuestro Padre Celestial lo concibiera, quisiera y predestinara habría de demostrar encontrarte lo necesariamente madura y preparada para emprender el regreso toda a una en Dios a su terruño Celestial natal en el Espíritu Santo. Amén.
No quiero la guerras, las envidias, los celos, las enemistades, las diferencias, las matanzas entre hermanos y hermanas. Entre mis hijos e hijas en Dios Uno y Trino. ¿Cómo puedo o podría llegar a ser feliz y estar dichosa mientras sepa que entre ellos prima el odio y no el amor? ¿Cómo, cuando por increíble que les parezca los amo a todos por igual, en todas sus razas, en todas sus lenguas, en todos sus credos, en todas sus ideologías, en todas fortalezas y debilidades, en toda su santidad y pecado, en toda su pobreza y riqueza?
¿Cómo es posible que los sienta como hijos e hijas? No lo sé. Solo sé que así los he sentido y siento si bien desde pequeña, principalmente desde fines del 2000? Sabía que si les decía que eran mis hijos e hijas y los llamaba como tales me iban a decir: “¿Vos nuestra madre? ¿Una prostituta, una pecadora como todos y peor que todos? Imposible. Inconcebible.” Sin embargo, sé que lo soy. Porque así los siento y llevo gravados a todos en mi corazón, doliéndome cada uno de sus dolores, alegrándome cada una de sus alegrías...viéndome y sintiéndome una con el ciego, con el sordo, con el encarcelado, con el libre, con el que ve, con el que oye, con el enfermo, con el sano, con el santo, con el prostituido, con el elevado, con el caído...
Queriendo estar y terminarme de hacer una con todos no desde afuera sino desde adentro, desde el mismo corazón en tu corazón, Daniel amado, de la Iglesia. Pero pesándome terriblemente muchas pesas puestas y dejadas poner sobre sí misma por querer y disposición humana, por ende de dicho espíritu enemigo existente también en ella, y no así Divina. De similar manera al Pueblo de Israel hacía 2000 años en la venida de nuestro Señor Jesucristo. No siendo desde afuera sino desde el mismo corazón y seno tuyo, Daniel, Pueblo de apóstoles amados en Cristo, que fuera enviada, viniera y quiero terminar de hacer de toda la Humanidad en el Espíritu Santo del amor, por medio de la final consumación de nuestro amor, un solo Pueblo.
De todos modos, viera y entendiera, veo y entiendo, estar solo en mí el hacerte este anuncio y propuesta de amor –como Rut respecto de Booz-, siendo en definitiva vos, Daniel, Pueblo amado de apóstoles en nuestro Señor Jesucristo y en María Santísima en el Espíritu Santo quien desde hacía y hace 2000 años tuvieras y tenes en tus manos, como sucesor directo de aquellos primeros Once sobre los que nuestro Señor dejara Su mismo Espíritu en el Espíritu Santo, la decisión y acción de cómo terminarlo de llevar a cabo en el Espíritu Santo desde el cimiento de nuestro amor. Como María a José, solo me correspondía y corresponde, amén de concebirlo en mi vientre y darlo a luz para gracia y gloria de toda la Humanidad en Dios Uno y Trino, el anunciártelo, amor.
Correspondiéndote a vos, Daniel amado, en comunión con todos los demás apóstoles de Cristo y en Cristo, el determinar en José cómo terminarlo de consumar y hacerlo posible en los hechos desde el seno de la Iglesia, como desde el seno del Pueblo de Israel fuera concebido y dado a luz nuestro Señor en María, no solo para el Pueblo de Israel, sino para la Humanidad entera. Amén. Por eso, en tu respuesta tanto de ayer como en la que cuando vuelva nuevamente a vos cuando termine de discernir, llevar a cabo previamente todo esto y renovarme en nuestro Señor Jesucristo y en María Santísima en el Espíritu Santo, Daniel, fuera y será la respuesta del Pueblo de Dios en Jesús y en María que fuera enviada a buscar la que recibiera y recibiré. No pudiendo dejar este mundo sin haberla finalmente encontrado en el Espíritu Santo. Amén.
Señor, haznos santos y perfectos, como Vos sos Santo y Perfecto Amén
Sabiduría Divina, Prudencia Divina, Sensatez Divina, Paz Divina Asísteme, lléname de Vos Amén
¡GLORIA A DIOS UNO Y TRINO POR LOS SIGLOS ETERNOS! AMÉN
….como la humanidad de vuelta a tu Casa Padre Eterno y Lugar preparado a tu lado, Jesús Amado, para ella en el Reino de los Cielos, hastiada, cansada, desencantada, en total estado de ruindad, miseria, abandono, pérdida, vergüenza, humillación, vacío, humildad... luego de salirse, irse y deambular en perdición y pecado lejos de vos, de tu amado lado, de tu amor, por esta tierra y desierto de destierro...vuelvo a tu seno Padre, amado Jesucristo, en el seno de la Iglesia Católica venido a representarlo, por mucho que en sí misma también se apartara y no guarda total reflejo aún del Reino de los Cielos ...sintiéndome en un todo como ella, como la hija pródiga en el hijo pródigo en toda la humanidad perdida originalmente de tu lado, viendo, entendiendo y siendo totalmente conciente de tener que dejar y desapegarme de muchas cosas -pensamientos, sentimientos, acciones- que soltara y se incrustaran en mi corazón durante todo el tiempo que estuviera separada de vos, amor, Amado, por sobretodo amado humano.
Cuesta...¡oh, cómo cuesta tomar tal decisión, amor! No porque no quiera estar a tu lado, que nada más ansío y anhelo que ello, Padre, Jesús, Daniel, Pueblo de Dios amado.
Si no porque te amo, Daniel. Te amo tanto y anhelo tanto amarte y ser amada finalmente por vos, como toda la vida lo viera y esperara al final de mi camino en Vos, Jesús Amado, en este mundo sería, más aún desde que en 1996 te conociera y desde 1997 me fuera enamorando de vos, Daniel, no viéndote y entendiéndote como aquel que todo la vida buscara y esperara en Vos, Jesús Amado, sino hasta el 2001, dada tu condición sacerdotal que por la concepción existente en la Iglesia me hacía verte y tenerte como un hombre prohibido y este amor como un amor imposible. Amor visto y entendido en un todo procedente de Vos, Señor. Al punto de terminar viendo y entendiendo haber sido llevada hasta vos, Daniel, por Vos, Jesús Amado, en y por tu mismo Espíritu en el Espíritu Santo, para que me enamorara de vos, y te enamoraras de mí, justamente sacerdote como para ello quisiera previamente constituirte, eras y sos.
Para la manifestación y consumación final de tu alianza de amor en lo humano con la Humanidad toda a través de la celebración final en los hechos humanos de tu alianza con ella, Jesús Amado, por medio de tu alianza por nuestro medio, Daniel, con este Pueblo al que en la Iglesia Católica me enviaras. Pueblo amado representado en lo particular y humano, terminara viendo y entendiendo, Daniel, en tanto varón y sacerdote por vos en Jesucristo y en María Santísima; como así mismo en mí, en el Espíritu Santo.
Pueblo constituido a su vez como imagen del Reino de los Cielos –no obstante todo lo erróneo existente aún en el mismo como en su momento lo existiera también en el Pueblo de Israel-, en representación de toda la Humanidad. De todos los pueblos componentes de la humanidad. Para en su sí final a diferencia del no que en el origen y hace 2000 años aquel otro Pueblo primero de Israel no supiera, quisiera ni pudiera darte, representar el sí final recibido nuevamente de toda la humanidad perdida y apartada en el principio de tu amor y del Reino de los cielos. Para con tal sí final, terminar de consumar su levantamiento y regreso en Gloria junto a Vos al Reino de los Cielos al lugar que allí le tenés preparado.
Amor y alianza de amor querida terminar de consumar de lo Divino y Celestial en lo humano y terrenal en medio del seno de este pueblo al que en representación de todos los restantes pueblos de la tierra me enviaras y te constituyera sacerdotalmente en el mismo Espíritu de nuestro Señor Jesucristo en el Espíritu Santo nuestro Padre Celestial, Daniel.
Amor y alianza de amor que al ver y entender por la concepción imperante respecto al mismo hasta el 2001 en la Iglesia, que tanto la misma como vos, Daniel, no estaba ni estabas dispuesto en lo más mínimo a cambiar de visión, entendimiento y concepción respecto del celibato de los sacerdotes, ni a casarte conmigo, aceptara abrirme a la idea de dejar la misma para hacerlo posible fuera de ella. A sabiendas de no ser así, de este último modo como Dios en mí lo quería –no fuera de la Iglesia y sin consagración matrimonial ante el altar dentro de la misma-, viendo y entendiendo como en todo tiempo no dejara de ver y entender era y habría de ser la única en la que en principio y fin en Dios era y podía llegar al final ser posible.
Pero, amándote como te amaba y amo, no queriendo otra cosa que al final este amor y designio de amor y procreación Divina se terminara consumando en ambos, con vos, solo con vos, Daniel amado, me abrí a la idea y aceptación de que si dentro de la Iglesia al final no iba a ser posible por su total cerrazón respecto a hacer posible en su interior la plena consumación Divina en lo humano de la culminación del Plan de Salvación de esta manera, por medio de la final consumación y alianza de amor de nuestro amor en su interior como Vos, Jesús Amado lo querías y lo queres, que entonces lo fuera de cualquiera manera afuera de ella.
Lo cual veía y entendía habría de dejarla excluida de su consumación final, de similar manera a como hacía 2000 años también el pueblo de Israel terminara quedando fuera, excluido hasta el momento del Plan de Salvación por negarse a moverse un ápice en su parecer y creencia tenida hasta el momento respecto de todo lo nuevo que Vos, Jesús amado vinieras y querías terminar de sembrar y hacer crecer en su interior. Desde su seno para toda la restante humanidad. Convirtiéndose en un pueblo belicoso y destructor de la restante humanidad como se terminara convirtiendo por ejemplo en este momento respecto del pueblo del Líbano.
Pero, por más que desde el tomar tal decisión, apertura y salida fuera de la Iglesia hacia mediados del 2001 para la única consecución final de la consumación de este designio de amor y procreación con vos, Daniel amado, de cualquiera manera, si no era dentro de ella, fuera por voluntad de la misma, de ninguna manera llegara a ser posible fuera de su seno. Por no ser fuera sino dentro de la misma, como en Vos, Señor, fuera pensada, querida y predestinada su consumación final. No sin matrimonio sino con matrimonio.
Siendo necesario hacértelo ver y entender de igual manera no solo a vos, Daniel amado sino a toda la Iglesia y Humanidad entera. Para lo cual fuera necesario tener que pasar y hacerte pasar como hacerla pasar junto conmigo hasta el momento por todo cuanto pasara, te hiciera y la hiciera pasar. Para que vieran y entendieran lo que de otra manera hasta el 2001 viera y entendiera no pudiera ni podría hacerles ver y entender si no era por medio del hundirme, hundirte, hundirla en Cristo junto conmigo en el Espíritu Santo bajo el poder del maligno, del espíritu enemigo, hasta lo más profundo del abismo, de la enfermedad, de la muerte, del sepulcro y del infierno que en estos últimos cinco años desde entonces nos viéramos por tal razón de final visión, entendimiento y creencia generalizada llevados a descender.
Para que vieras y entendieras, viera y entendiera toda ella en su conjunto apostólico sacerdotal, que en un todo realmente fuera, era y es Dios Padre y Dios Hijo quien en Dios Espíritu Santo en mí hacia mediados del 2001 te propusiera, Daniel, y por tu sacerdotal medio, a toda la restante Iglesia, y por medio del sacerdotal medio de la Iglesia, a toda la restante Humanidad, quisieras y aceptaras ser mi esposo, su esposa para concebir y dar a luz al hombre y la mujer nueva querido, esperado y predestinado dar a luz en esta última hora del Plan de Salvación que también previamente en su momento, Daniel, Iglesia amada, te anunciara.
Viendo y entendiendo ir siendo ya hora de volver a insertarme nueva y definitivamente en tu seno, Pueblo amado, en Dios Padre y Dios Hijo en Dios Espíritu Santo, para como hace dos mil años le propusiera a María Santísima fuera Su Esposa y Madre de Su único Hijo en lo humano desde el Espíritu Santo, para esperar pacientemente tu sí final a la propuesta que hacia mediados del 2001 te hiciera, sabiendo que tu respuesta es y seguirá siendo siempre no. A no ser que en estos últimos cinco años de extrema violencia, pasión, crucifixión, sacrificio y muerte aceptada asumir a pleno a los fines de tu final visión, entendimiento y creencia conforme a la que en lo personal se me diera en el Espíritu Santo, llegaras dichosa y gloriosamente a ver, entender, creer y querer abrirte al sí tan largamente buscado, esperado y anhelado.
De todos modos, si no fuera así, si no importara el extremo mal que aceptara hacerme, hacerte, hacernos bajo el perverso poder de dicho espíritu enemigo para que vieras, entendieras, creyeras y quisieras, tu manera de pensar, sentir, ver, entender y creer sigue siendo la misma de mediados del 2001, entonces, es y será porque después de todo la equivocada de visión, entendimiento y creencia siempre fuera yo al querer hacer posible ante Dios y ante los hombres un amor que ante Dios y ante los hombres siempre fuera y habrá de ser imposible.
De ser así, siendo como en un todo siempre fuera y es tu voluntad, Padre Eterno, en tu voluntad, Jesús amado, a semejanza en un todo tuyo, María Santísima, la que en el Espíritu Santo solo y en un todo si bien toda la vida, más puntualmente desde Ushuaia me consagrara y quiero hacer se haga en mí y no la mía, menos aún la del enemigo, lo acepto y aceptaré en un todo, Señor, de tu parte, como el más imposible de los amores. Sabiendo que de haber sido y ser realmente Tuyo, Dios Uno y Trino, lo hubieras, lo harías y lo harás posible de cualquier manera sin importar nada ni nadie que intente interponerse o impedirlo. Por consiguiente, si no obstante todo, hiciera lo que hiciera y dijera lo que dijera tratando de hacerlo posible no permitieras que de ninguna manera lo fuera, aceptaré y acepto, Señor, la visión y entendimiento de que entonces no fuera, no es ni será posible.
Vuelvo finalmente a tu seno, Pueblo, Iglesia Amada, no solo como la humanidad e hija pródiga perdida y desterrada del Reino de los Cielos en el principio, sino como nuestro Señor Jesucristo viniera hace 2000 años al Pueblo de Israel, en cumplimiento de la promesa realizada a los apóstoles hace dos mil años por nuestro Señor de haber de volver al final en Gloria en su búsqueda y encuentro para llevarlo Consigo al lugar que subiera a prepararle junto al Padre en Él. Al mismo tiempo, como nuestro Señor Jesucristo regresando al Padre, al Reino de los Cielos para darle cuenta de la misión salida y descendido desde Él a venir a llevar a cabo entre los hombres para reabrirle el camino de su retorno al Reino de los Cielos, por adversa que fuera la respuesta encontrada por parte del pueblo amado venido a buscar en Su Nombre.
Aceptando la imposibilidad de la consumación definitiva de este amor, si por voluntad Divina de ese modo, Padre, Jesús Amado, en el Espíritu Santo, así es esperado finalmente que lo haga. Ya sea para hacerlo finalmente posible solo a tu lado, en medio de tu seno, o imposibilitado para siempre. Quita de mí y de este amor, Señor, todo lo que no es Tuyo. Amén.
Todo tiene un término. Para todo hay un tiempo bajo el sol. Siendo este el tiempo del regreso a Casa. Del regreso a la plenitud de tu amor, Señor, Amado nuestro Jesucristo. Del regreso a la gloria, a la felicidad eterna. Amén.
¡Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad! ¡Hágase en mí según tu voluntad! Amén.
Soy la sombra de lo que un día en Vos fui, Señor. Hazme santa y perfecta nuevamente en el espíritu en tu Espíritu en el Espíritu Santo, Señor, a tu lado. Glorifícame en Vos para gloria de tu Nombre. Amén.
¡BENDITO Y ALABADO SEAS POR SIEMPRE, SEÑOR Y DIOS NUESTRO! ¡QUE POR SIEMPRE SEAS BENDITO Y ALABADO! AMÉN.
Abba, nuestro Padre Celestial nos ama. Ama al hombre. Lo ha amado y ama tanto que no solo nunca quiso su salida, perdición y muerte fuera de Su voluntad y glorioso Plan concebido e implementado para llevarlo a su plenitud en tanto varón y mujer a Su lado en el mismo Reino de los Cielos. Sino que rebelándose contra Él y su querer para con el mismo, dejó toda la comodidad y majestuosidad de Su reino para venir a este mundo en su búsqueda como un mendigo, como un pordiosero, como un pecador sin serlo.
¿Por qué? Porque sabía que en el principio antes de que la bestia se desatara dentro de sí –del hombre- apoderándose casi a pleno hasta el momento del mismo, llenándolo de soberbia, orgullo, vanagloria, egoísmo, envidia, codicia, ambición desmedida, espíritu de discordia, rivalidad, enemistad, resentimiento, odio y venganza permanente, Él había sembrado, por ende, puesto muchas cosas buenas –Sus mismas virtudes y amor; su mismo espíritu de santidad en el Espíritu Santo- dentro de él. En su corazón.
Cosas buenas en virtud de las cuales antes de permitir que la bestia desatada dentro de sí lo terminara de poseer y absorber por completo –en carne, mente y espíritu- quisiera darle aún una nueva y última posibilidad de reivindicación. De conversión. De vuelta nuevamente a su amor, a su querer y Gobierno existente originalmente para el mismo a Su glorioso lado. No como esclavo y esclava, sino como Hijo e Hija en el Espíritu Santo.
Darle dicha oportunidad de similar manera a como en lo humano y existencia del hombre en el reducto de este limitado mundo según las leyes y juicios humanos y mundanos suele hacerse con un infractor, delincuente y asesino. No sentenciándolo y condenándolo directamente a la muerte eterna desde su rebelión, infracción y salida de las leyes Celestiales. Sino sentenciándolo en primera instancia a quedar cautivo bajo el poder de dicho poder enemigo. Privado de su libertad. De la plenitud de la libertad original que en el principio tenía en Su mismo Espíritu en su espíritu en el Espíritu Santo.
Privado de su libertad por propio querer, opción y decisión inicial tomada al salirse fuera de Su voluntad y Ley Celestial establecida para todos los moradores del Reino de los Cielos. Siendo también por propia voluntad que quedara sometido desde entonces en prisión y esclavitud bajo el poder y custodia permanente de dicho poder enemigo en este distante, apartado y tenebroso lugar de las tinieblas. De la más absoluta ceguera, sordera, mudez, parálisis, postración.
De similar manera a como en su momento, por ejemplo, en Argentina se hiciera con aquellos prisioneros considerados extremadamente peligrosos. Enviándoselos a quedar recluido en una tierra aún despoblada y muy distante de todo el resto de las zonas pobladas de Argentina de entonces. En Tierra del Fuego. En donde se construyera la denominada cárcel del Fin del Mundo.
De manera similar también a como en Inglaterra se hiciera también con los presos considerados más peligrosos siglos atrás. Enviándoselos a la isla que actualmente es Australia. Bien lejos del centro poblacional y urbano. A fin de preservar al resto de los pobladores del mal que los salidos fuera del código de convivencia establecidos para todos podían llegar a causarle.
Lo mismo sucedió con el hombre, con la humanidad en general respecto del Reino de los Cielos en el principio. Salido fuera del código de convivencia establecido en el Gobierno Celestial para regir la vida de todos los seres celestiales, tuviera que ser necesariamente desterrado de Allí, enviado y dejado prisionero víctima de su propia libre opción y decisión lo suficientemente lejos del Reino de los Cielos, del Paraíso como para que vuelto malo no comprometiera la paz, convivencia de los restantes seres celestiales.
Merecía la muerte eterna. Sin embargo, nuestro Padre Celestial no quiso condenarlo a muerte como consecuencia de la extrema gravedad de la rebelión y falta Celestial cometida. Siguiéndolo favoreciéndolo, no obstante todo, dándole una sentencia no terminal sino temporal. Confiando y esperando que aún podía ser rescatado de sí mismo. De debajo del poder de las tinieblas cernido desde entonces sobre el mismo y adueñado casi a pleno de su corazón.
Que podía ser rescatado de sí mismo por obra y gracia del Espíritu Santo vuelto a suscitar y encender dentro suyo removiendo en su corazón las cenizas a la que su hombre nuevo primero existente en Él quedara reducido. Volviendo a suscitar Su mismo Espíritu en su espíritu en el Espíritu Santo.
Para lo cual era preciso venir El mismo en la persona de Su Hijo muy Amado para volver a suscitar Su mismo Espíritu en su espíritu en el Espíritu Santo por sobre el bestial espíritu del enemigo suscitado y apoderado hasta el momento de su mente, corazón y voluntad, dándole ejemplo con su propio extremo sacrificio respecto a como tenía que volver a ser y obrar para lograr vencer a dicho espíritu enemigo dentro de sí de una vez y para siempre con la fuerza del Espíritu Santo nuevamente despertado y desarrollado a pleno dentro de sí.
Así lo hiciera. Dándole desde entonces tiempo más que suficiente como para aprender, querer, poder y saber imitarlo en un todo, llegando a convertirse a y en Su misma imagen y semejanza tal y como en el principio en el Espíritu Santo era y dejara de ser.
Pero, el hombre no quiere doblegar los instintos y sentidos bestiales desatados dentro de sí en y como consecuencia de aquella rebelión original, que los llevara y lleva a estar y permanecer en constante estado de guerra y homicidio unos con otros. Vuelto el más carnicero y asesino de los animales. La más insensible y despiadada máquina de matar, de asesinar a sus hermanos en la humanidad entera. Bajo todo tipo de “justos” pretextos, motivos o intereses.
¿LA PAZ? ¿QUIERE EL HOMBRE LA PAZ? ¿CÓMO PRETENDE QUE DIOS ESTABLEZCA LA PAZ EN EL MUNDO CUANDO EN VERDAD, EN VERDAD AUNQUE DIGA QUERERLA NO LA QUIERE POR AMAR MÁS LA GUERRA QUE LA PAZ? PORQUE SOLO LA GUERRA LE HA PERMITIDO, PERMITE Y PERMITIRÁ TOMAR Y TENER EL PODER, EL IMPERIO, LA FUERZA, EL CONOCIMIENTO, LAS RIQUEZAS PARA DOMINAR E IMPONERSE SIEMPRE SOBRE LOS DEMÁS.
IMPONERSE…. IMPONERSE….¡IMPONERSE! ¡QUE AFAN TAN NECIO EL DEL INSENSATO HOMBRE!
Porque en un abrir y cerrar de ojos todo se destruirá en un instante ante él concluida su sentencia temporal para dar paso a su sentencia eterna, no valiéndole de nada, sino totalmente en contra, el inútil e infructífero esfuerzo que toda su vida hiciera para dominar e imponerse sobre los demás.
“Si yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, y me faltara el amor, no sería más que bronce que resuena y campana que toca. Si yo tuviera el don de profecía, conociendo las cosas secretas con toda clase de conocimientos, y tuviera tanta fe como para trasladar los montes, pero me faltara el amor, nada soy. Si reparto todo lo que poseo a los pobres y si entrego hasta mi propio cuerpo, pero no por amor, sino para recibir alabanzas, de nada me sirve.
El amor es paciente, servicial y sin envidia. No quiere aparentar ni se hace el importante. No actúa con bajeza, ni busca su propio interés. El amor no se deja llevar por la ira, sino que olvida las ofensas y perdona. Nunca se alegra de algo injusto y siempre le agrada la verdad. El amor disculpa todo; todo lo cree, todo lo espera y todo lo soporta.
El amor nunca pasará. Pasarán las profecías, callarán las lenguas y se perderá el conocimiento. Porque el conocimiento, igual que las profecías, no son cosas acabadas. Y, cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba y razonaba como niño; pero, cuando ya fui hombre, dejé atrás las cosas del niño.
Del mismo modo, al presente vemos como en un mal espejo y en forma confusa, pero entonces será cara a cara. Ahora solamente conozco en parte, pero entonces le conoceré a él como él me conoce a mí. Ahora tenemos la fe, la esperanza y el amor, los tres. Pero el mayor de los tres es el amor.” (1 Cor. 13)
Palabra de Dios
El amor nunca pasará...
En un mundo dividido por tantos tipos de creencias, pensamientos, sentimientos e intereses distintos y contrapuestos, solo el amor es la clave para subsanarlo y volver a armonizarlo todo.
El aroma, el color, la melodía sumamente agradable a los sentidos de todos los hombres, capaz de llevar al entendimiento haciendo posible todo imposible.
El amor todo lo puede... El amor es siempre fiel.
El amor... El amor... El amor
La fuerza del amor, de este amor sentido por Vos, Jesús, y por vos, Daniel, me llevó y permitió ir más allá de toda concepción, entendimiento, creencia y posibilidad humana....
Me llevó a vencer casi toda limitación e impedimento encontrado e interpuesto en el camino que veía, sentía, sabía y entendía trataba de volver a separarme y desencontrarme una vez más con vos, luego de finalmente encontrarte.
Cuanto más trataba de alcanzarte al darme cuenta de que eras vos, mi amor, mi amado, el amado de mi corazón que toda la vida buscara y esperara, me debatía y hundía en la peor de las angustias y amarguras viendo como más y más te alejabas. Queriéndote retener. No queriendo dejarte ir. No queriendo que nada ni nadie nos separara ya más. Queriendo hacer posible lo que sabía era y habría de ser imposible de alcanzar y abrazar para mí.
Porque al igual que vos, Jesús Amado, y que vos, Daniel amado, veía, sentía, sabía, entendía y creía que habiendo sido concebida, creada y predestinada en este mundo para recorrer, Jesús amado, en tanto mujer el mismo camino doloroso que recorrieras y recorrías en el paso por el más injusto de los juicios y condenación de la muerte en cruz bajo el poder del amo de este mundo por amor a la voluntad del Padre y amor a la humanidad, el amor humano era y habría de ser siempre el mayor de los imposibles para mí, más aún para nosotros, Daniel amado, clavados en cruz con Vos, Jesús amado, como sabía cada uno de los dos estaba.
Que el amor humano era y habría de ser siempre para mí, por ende, para nosotros, Daniel, el mayor de los imposibles clavados en cruz en Cristo y con Cristo como nos encontrábamos.
Viéndonos y sintiéndonos llamados y enviados en Vos, Jesús Amado, a morir solos y separados cada uno por su parte en Vos en su cruz bajo el poder del mal para mayor bien de todo el pueblo al que a tal fin quisieras confiarnos consolar en tu mismo espíritu en nuestro espíritu en el Espíritu Santo.
Haber nacidos y estar ambos consagrados a morir irremediablemente en esta cruz de similar manera a como murieras por amor al pueblo al que el Padre desde la Madre en el Espíritu Santo te enviara a sacrificarte muriendo en la cruz bajo el poder del mal, así como por amor a toda la humanidad. Para morir los dos por amor al pueblo de la Iglesia Católica al que también a tal fin en el Espíritu Santo nos enviaras, como por amor por toda la humanidad.
Para al igual que Vos, a imitación Tuya, Jesús Amado, siendo plenamente libres en Vos, en tu mismo espíritu en nuestro espíritu en el Espíritu Santo, optar en uso pleno de tal libertad, por dejarnos encadenar, someter al más injusto de los juicios y condenar a morir crucificados junto con Vos, en Vos, por Vos y para Vos, bajo el poder del Amo de este mundo.
Para llegar al más extremo de los sacrificios como llegaras en medio del pueblo al que el Padre te enviara, dejándote aprender, enjuiciar injustamente, crucificar y morir en manos del Amo de este mundo, dominador en lo oculto del gobierno del corazón de dicho pueblo.
Dejándote hacer todo ello por amor. Para por tu extremo sacrificio, liberarlo de cualquier manera al final, de debajo del poder de las tinieblas cernidas y dominantes de su ciego, sordo y endurecido corazón por mucho y más que todos los demás creía que veía, oía, era justo y bueno.
Dejándonos de igual manera sacrificar y crucificar con Vos por este otro nuevo pueblo constituido a partir de allí por Vos, el de la Iglesia Católica e Iglesias Cristianas en general. Por tu parte, Daniel amado, cuando te ordenaras sacerdote. Por mi parte, cuando desde Ushuaia me llamaras y enviaras a entregarme como verdadero alimento y verdadera bebida en la hostia sagrada junto con Vos en el altar, durante la misa de envío que a tal fin le llevaras a celebrar al p. Ismael.
Para con dicho extremo sacrificio realizado también por amor, unido al de los millones de igualmente sacrificados por la consagración del bautismo, religiosa o sacerdotal, de cualquier manera al final liberarlo del poder del Amo de este mundo que viera y entendiera también en lo oculto llegara a tenerlo en cierta parte dominado bajo su poder, de manera similar a como desde hace más de dos mil años dominara al pueblo de Israel sin que el mismo se diera o quisiera darse cuenta.
Te entregaste al extremo por amor para final total liberación del pueblo al que el Padre te enviara. De igual manera nos llamaste y enviaste a entregarnos al extremo por amor para final total liberación también en Vos, en tu mismo y único sacrificio, del pueblo al que en tu mismo espíritu en mi espíritu en el Espíritu Santo nos llamaras y enviaras a crucificar junto con Vos.
Hasta que un día, el más gozoso y glorioso de los días vividos hasta aquí, quisieras revelarme en tal extremo padecimiento y agonía de cruz el doble sentido de la misma. El doble sentido de la cruz en nosotros, en nuestro amor, como en Vos y tu mismo amor en ambos no solo por el pueblo en particular al que tanto Vos entonces como nosotros ahora habías y habíamos sido enviados por el Padre en tu mismo espíritu Divino en nuestro espíritu en el Espíritu Santo.
El doble sentido de la cruz: el de la muerte y el de la resurrección por y en el amor por dicho pueblo en particular y por la humanidad en general.
El doble sentido de ver y entender gozosa que al tiempo de morir por y para un pueblo, en tu caso por y para el pueblo al que el Padre te enviara, el pueblo de Israel, nacías, volvías a nacer, resucitabas para dar origen a un nuevo pueblo desde el seno y caída en tierra de predestinados granos de trigo pertenecientes al mismo.
Doble sentido también, por ende, vi y entendí gozosa, Daniel amado, en nuestro caso, porque al tiempo de morir por y para el pueblo que en seguimiento y a total imitación Tuya aceptáramos crucificarnos, la Iglesia Católica, quisieras predestinarnos al mismo tiempo en el amor humano en Vos para mediante el previo paso por dicha bendita y gloriosa cruz resucitar, renacer desde tu mismo espíritu también resucitado en nuestro espíritu en el Espíritu Santo, junto con muchos otros varones y mujeres del mismo predestinados de igual manera, para dar origen a un nuevo pueblo desde el mismo seno y miembros del mismo.
Doble sentido de la misma extrema entrega de amor en Vos y en nosotros: muerte y resurrección.
Ser necesario morir para dar vida, para resucitar, renacer a una vida mucho mejor que la anterior no solo para nosotros sino para toda la restante humanidad. Morir a un pueblo llegado a su máximo punto de crecimiento en el espíritu encerrado dentro de sus propias leyes, doctrinas y tradiciones, para concebir, fecundar y dar a luz a todo un nuevo pueblo de cada vez mayor amplitud y apertura en la perfección del amor que el anterior.
Dolor...agudo dolor...tristeza... pena insondable... ver, sentir y saber ser imperioso tener que morir para un pueblo tan amado, tan arraigado en el corazón...por un lado.
Gozo...inmenso bienestar...alegría....felicidad infinita... ver, sentir y saber ser necesario morir para unos y por unos para dar vida a otros...por otro lado. Para dar vida a un nuevo pueblo. A un pueblo en el que el espíritu y la verdad puedan ir alcanzando un grado cada vez mayor de plena soltura, libertad, movimiento, capacidad, posibilidad en el corazón del hombre.
Hasta que pueda llegar a desarrollar y alcanzar en el mismo su máximo grado de acción, de libertad, de vuelo, de elevación, de purificación y santidad verdadera conforme a Dios y no a los hombres y este mundo.
Pueblo en el cual un día las religiones dejen de existir.
Porque las religiones crean odios, separaciones, divisiones, enfrentamientos, guerras, muertes. Siendo solo el Espíritu Santo del Amor quien lo puede conciliar y reconciliar todo. Llevando nuevamente a la comprensión, al diálogo, a la amistad, a la fraternidad, a la armonía, a la unión de todas las partes por muy disímiles y diversas que sean en un solo ser funcionando sincrónicamente como un solo cuerpo.
Trabajando y tirando todas juntas en una misma dirección de máximo crecimiento interior conjunto. En beneficio de todas por igual, y en detrimento o menoscabo de ninguna. En el más dilatado, profundo y auténtico de los amores. Amor sustentado en la auténtica paz. Auténtica paz nacida de la verdadera justicia. Verdadera justicia conforme a la cual todos los seres sean vistos, tenidos, tratados, considerados, valorados por igual sin diferencias ya de la más mínima índole.
¿Imposible? No con el amor y para el amor. Ya que el amor es la única fuerza que lo puede, eleva y nivela todo.
Así como el amor fuera la causa por la que vinieras y murieras en cruz, Jesús Amado, para dar vida a un nuevo pueblo, a una nueva humanidad, fuera también la causa por la que lograras traerme de vuelta de Ushuaia en 1991 para en 1996 terminarme llevando, Daniel amado, a comenzar a compartirte todo lo habido en mi corazón.
Misma causa por la que desde entonces, por mucho y más que todo y todos, tanto dentro como fuera de mi tratara de apartarme y llevarme lejos de vos, Daniel amado, por creer y hacérseme creer ser lo mejor para vos, por ende para Dios y Su pueblo, Vos, Señor, Jesús amado, en vos Daniel amado, con la fuerza del mismo amor nacido y llamándome a volver a vos desde tu amado corazón, volviera y vuelvo una y otra vez, año a año, permanentemente a vos hasta que llegue el glorioso día en el que madurado a pleno el grano de nuestro amor no exista fuerza en este mundo y fuera del mismo capaz de volverme a separar del amor. De vos. Amor.
Porque aunque nunca hasta aquí no nos lo declaráramos directa y abiertamente cara a cara, y tal vez, nunca no nos lo declaremos, vos me amas y yo te amo. ¿Cómo no hacerlo, cuando fuéramos concebidos, queridos y predestinados por el Padre en nuestro Señor Jesucristo y en María Santísima en el Espíritu Santo el uno para el otro? ¿En el amor y para el amor de los amores?
Los dos estamos enfermos. Vos sufrís hace muchos años del corazón, de asma y muchos otros dolores y enfermedades que a lo largo de los años se te han ido sumando desde que a muy temprana edad, según me contaras, el médico te pronosticara una esperanza de vida hasta los 30 años. Yo y el cáncer del que me operara en el 2001 con esta molestia constante en el pecho. Enfermedad que en mi familia fuera fulminante, no llegando a pasar de los seis años de vida como mucho luego de detectarse. En el peor de los casos, el de papá, tres meses. Hecho que hace que tampoco mi esperanza de vida sea a mucho más años.
De manera tal que, tanto vos y yo, Daniel amado, si aún vivimos es solo por gracia y voluntad Divina. Más aún, creo que por el mutuo amor que nos tenemos, nos fortalece y alienta en la esperanza de que al final toda promesa recibida y me viera y sintiera llevada a realizarte respecto a mi gloriosa vuelta final en Jesucristo Resucitado luego de este largo viaje lejos de vos emprendido para nuestro reencuentro final para la plena consumación y fructificación de nuestro amor, no obstante todo. No obstante todo mal y enfermedad interpuesta.
Que seguimos viviendo y estamos vivos luego de todo el mal y las enfermedades que hasta aquí pasáramos y soportáramos en Cristo por amor a la voluntad del Padre, de nuestro Señor Jesucristo, de la Madre, en el Espíritu Santo, solo porque así Dios lo pensara, quisiera y quiere y predestinara en ambos y para ambos en Jesús y en María.
Porque la plena realización final de nuestro amor es y será en el Señor un bálsamo para el mundo entero. Un renacer. El despertar de un nuevo día. La esperanza y certeza de un nuevo cielo y de una nueva tierra cuando todo se conmueve, oscurece y tambalea. Del advenimiento de un nuevo hombre. De una nueva mujer. De una nueva pareja humana en Dios en el amor. De una nueva humanidad. De una nueva vida. De una nueva creación. Amén.
Porque existe todo un mundo de cosas que aún tenemos que terminar de descubrir juntos desde la consumación final de nuestro amor. Desde el estar juntos, unidos en un solo ser en Dios como en el principio entre Adán y Eva antes de la caída y salida fuera de la voluntad de Dios era. Juntos como al principio. Como ni siquiera aún entonces llegáramos a estarlo. Tal como lo viera, veo y por consiguiente lo manifiesto.
Mundo de cosas que veo y entiendo esperan ser concebidas y dadas a luz a partir de nuestra nueva y perfecta comunión de la plenitud de nuestro ser en Dios, con Dios, por Dios y para Dios.
Para seguir creciendo ya no por separados, como hasta aquí el varón y la mujer lo hicieran. Sino descubriéndolo enamorados de ahí en más todo juntos. En el más perfecto amor, entendimiento, armonía como entre 1996 y el 2000 comenzáramos a hacerlo. Descreciendo y retrocediendo al separarnos. Como la humanidad descreciera en espíritu y en verdad al apartarse y cortarse sola lejos de Dios.
Al menos por mi parte, Daniel, descreciera y retrocediera. Por mucho y más que al apartarme de vos todos estos años viera, oyera, entendiera y conociera cosas que hasta aquí ningún otro ojo ha visto y ningún otro oído, oído. No dejando de ser una visión, audición, entendimiento y conocimiento a medias fuera de la plena vivencia del amor para el que fuéramos conjuntamente pensados como un solo ser en Dios.
Sintiéndome de igual viera y entendiera que lo experimentado por la humanidad al alejarse de su Amado. De la razón de su existencia, de quien y para quien fuera dada a luz, querida y predestinada, lejos y sin el amor del Amado, sin el amor causa de su ser y felicidad, desde que me alejara de vos, sea por la necesaria razón Divina por la que lo hiciera, me he sentido condenar, morir y estar muerta todos estos años. No solo yo. Sino atrayendo y sumergiendo junto conmigo en el seno de la muerte, del sepulcro, de la desgracia, a vos, a toda mi familia, a todos mis seres amados, amigos, a todos cuanto me rodearan. Como la humanidad causara también con la restante creación al salirse del amor y plan del Amado, de Dios tenido con ella.
Así me he sentido y siento, amor, amado mío, Daniel, desde que en el 2000 volviera a alejarme con mamá de vos, ciega, sorda y endurecida de corazón como con respecto a vos y a tu amor el enemigo me tenía y lograra mantenerme durante tanto tiempo. Siendo como siempre fuera Dios mismo, Jesús, el Amado en el amado predestinado y prometido quien en todo tiempo quisiera estar, estuviera y está en vos para mí.
Sabiéndolo en el saberte siempre allí al final de este viaje y de este interminable camino de búsqueda, yerros, descubrimientos, retroceso, avances....esperándome. Como el amado espera el regreso de la amada, o la amada al amado, tras el más largo de los viajes nunca antes emprendidos.
Siendo por ello que en todo tiempo me llamara a guardarme y esperarte desde pequeña como enviarme a ir a vos, a buscarte y encontrarte ya de adulta y madura en la misión encomendada dentro de Su misma misión, para que le buscara y encontrara al buscarte y encontrarte de la manera en la que hasta aquí lo hiciera.
Al igual que la humanidad perdida del Amado, me he sentido y me siento todos estos años sin vos. Separada de vos. Lejos de vos. Sin tu amor. Fuera de tu amor.
Buscándote equivocadamente y a tientas todos estos años de manera similar a como la humanidad desde su perdición del lado del Amado se encontrara y encuentra en este mundo. Por ser mi tierra prometida, siendo de igual manera la tuya.
Cansada, harta, hastiada, hostigada, aniquilada, destruida, asolada ya de peregrinar a tientas y sin rumbo de aquí para allá, por ser solo vos mi único rumbo certero, seguro, verdadero para mí, por pensado, querido y predestinado así por el Padre en nuestro Señor Jesucristo.
Queriendo, por ende, dar con vos, incesantemente, como de igual manera ella, por caminos equivocados. Según mi propia visión, audición, entendimiento y creencia de todas las cosas. Golpeándome y golpeándoseme muy dura y dolorosamente una y ciento de veces por tan solo querer encontrarte y abrazarme a vos para no volverte a soltar y dejar jamás.
Padeciendo las más horrorosos y mortales de las tribulaciones, torturas, desalientos, decepciones horas tras horas, días tras días, años tras años... Queriéndote alcanzar desesperada por ver, sentir y saber que solo al llegar y estar nuevamente en vos poder volver a entrar y estar en descanso, paz, alegría, felicidad... y no poder...
Queriendo volver a vos en todo tiempo. Y en todo tiempo viéndome impedida de cientos de maneras diferentes. Tanto desde dentro como desde fuera de mí. Hasta de vos mismo.
Por decírseme y torturarme en la creencia de que lo mejor para vos es que no esté cerca tuyo. Cuando, no obstante toda mi ceguera, sordera y dureza de corazón y entendimiento se me ha concedido la gracia Divina de ver, oír, entender, saber y creer que solo en vos en tanto ser y mujer en Dios encontré y encontraré la plenitud y perfección para la que en y por nuestro Padre Celestial fuera pensada, querida y predestinada. Como de igual manera vos en tanto ser y varón en Dios, la encontrarás en mí.
Alentándome solo la esperanza en la promesa sentida desde pequeña, llamándome a guardar y esperar, amor, para tu final venida en Jesús y en María a mi vida en el seguimiento de Sus mismas huellas, de que sostenida en dicha promesa al final, cuando el mar embravecido momentáneamente entre los dos volviera a calmarse y las aguas a trasparentarse volveríamos a encontrarnos, habiendo de ser esa vez para no volver a separar otra vez. Ya que ni la muerte habría de ser más fuerte entonces que la fuerza de nuestro amor.
Porque llegados a ese punto, nuestro amor sometido a las más violentas, dolorosas y extremas de las pruebas, tribulaciones y purificaciones en Cristo en ambos, se haría y sería más fuerte que todo en este mundo, hasta más fuerte que la muerte, vencida por nuestro Señor Jesucristo. Amén.
Me has concedido la inmensa gracia de poder ir mañana nuevamente a verte. De estar nuevamente en tu presencia. Estoy tan cansada amor, tan terriblemente cansada, que jamás te darás una idea de hasta qué punto lo estoy... Solo quiero dar con vos, otra vez. Solo volver a hacerlo.
Y no quiero volver a hacer el más mínimo gesto ni pronunciar la más mínima palabra que pueda volver a destruir esta nueva posibilidad del encuentro por la que he esperado desoladamente durante todo este año que luego de la última vez que nos sentáramos a hablar me concediera nuevamente el cielo de vos.
Si es necesario me mantendré callada. No pronunciaré palabra. Porque la torpeza en tal sentido en mí es tan grande que siempre lo termino malogrando y destruyendo todo.
No puedo estar sin vos. No puedo vivir sin vos ni lejos de vos. Sin vos me hundo cada vez más y más abajo. Sin vos no logro encontrar asidero por más que lo busque e intente de mil maneras distintas.
”Para que mi amor no sea un sentimiento, tan solo de deslumbramiento pasajero, para no gastar las palabras más mías, ni vaciar de contenidos mi te quiero.
Quiero hundir más hondo mi raíz en ti, y cimentar en solidez este afecto, pues mi corazón que es inquieto y es frágil solo acierta si se abraza a tu proyecto.
Más allá de mis miedos, más allá de mi inseguridad quiero darte mi respuesta. Aquí estoy para hacer tu voluntad. Para que mi amor sea decirte sí hasta el final.
Duermen en su sopor y temen en el huerto Ni sus amigos acompañan al Maestro Si es hora de cruz, es de fidelidades. Pero el mundo nunca quiere aceptar eso.
Dame comprender, Señor, tu amor tan puro. Amor que persevera en cruz, amor perfecto. Dame serte fiel cuando todo es oscuro. Para que mi amor no sea un sentimiento.
Más allá...
No es en las palabras ni es en las promesas donde la historia tiene su motor secreto. Solo es el amor en la cruz madurado, el amor que mueve a todo el universo.
Pongo mi pequeña vida hoy en tus manos Por sobre mis seguridades y mis miedos. Y para elegir tu querer y no el mío, hazme en Getsemaní fiel y despierto.
Más allá...
¡Dios, amor, es tan grande mi desconsuelo! ¡Y es tan grande mi vergüenza! Tengo el alma echa jirones. Trato de revivirla como con los electroshock dados al corazón colapsado, pero no puedo. Quiera el Señor que al volver a estar en tu presencia mi alma reviva. Amén.
Bendito y alabado sea, Dios Uno y Trino por la Inmaculada Concepción de María por los siglos de los siglos. Amén.
¡GLORIA A DIOS PADRE EN DIOS HIJO EN DIOS ESPÍRITU SANTO POR LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA! AMÉN.
Durante los últimos días le he pedido al Señor que me restituya su gracia, su bendición y el gozo de su salvación que durante los últimos cinco años he perdido, sintiendo solo pesadumbre. Una gran pesadumbre. En un camino de descenso cada vez mayor hacia lo más profundo del abismo y tinieblas de muerte. Padeciendo todos estos años como quien ve, se siente y sabe sumergida en un sepulcro, del que intenta salir y no puede hacerlo.
Antes de ayer fui por última vez en busca del Amado, nuestro Señor Jesucristo, y no lo encontré. Me dio su bendición, pero sin cabida en su corazón en el amor. Ello me llevó a seguir buscando y pidiendo al Señor la plena restitución de su gracia, de su bendición, del gozo de su salvación que me permitiera experimentar en un principio entre 1989 y el 2001.
Pidiéndole me llevara y lleve a ver, oír, entender y saber exactamente qué era lo que quería y quiere que haga, por ser solo Su voluntad y no la mía la que desde Ushuaia quisiera y quiero hacer.
Por ser al único cumplimiento en mi de Su voluntad, de la voluntad del Padre en la Suya, en la de Jesús, la que aceptara asumir y fuera desde el sí dado allí enviada a realizar en medio de los hombres y particularmente del pueblo al que a tal fin en la comunidad de San Antonio de Padua de Plottier de la Iglesia Católica. Para una vez en la misma, verme y saberme llamada y enviada más particularmente a ir y hablar, confiar y compartir todo lo puesto por Él en mí con el sacerdote en particular que me terminara llevando a ver era el padre Daniel, por ser con el que tenía puesto mas cerca mía que tenía que ir y cumplir dicho mandato. Siendo él que miré y vi estaba puesto junto a mí en la misma comunidad puesto por Él a su cargo.
Resistiéndome tenazmente a hacer tal cosa, sintiéndome acobardada por un temor inmenso, por ver y entender ser a Dios mismo en él y en la Iglesia con quien se me llamaba y enviaba a hablar, y en cierto modo veía y entendía, confrontar, con el compartir asiduo de varios años, su final docilidad, mansedumbre, disponibilidad, paciencia con la que también él, sintiéndole ser igualmente rebelde como yo inicialmente a la voluntad de Dios, escatimándome su tiempo y mostrándose no totalmente disponible a los requerimientos que no por propia voluntad tampoco sino de Aquel que veía, sentía y sabía también a mí tuviera que hacerme antes que a él gran violencia primero para terminarme haciendo lo que finalmente al ir y ponerme en su presencia le estaba pidiendo a durísimas penas se detuviera e hiciera, deteniéndose por gracia del Espíritu Santo finalmente para ver y escuchar lo que tenía para decirle, me terminara enamorando.
El error, la gran equivocación de mi parte fue haber creído que también él se había enamorado de mí. Más aún, que de los dos, a semejanza de Jesús por la humanidad, había sido él quien se enamorara primero. Siendo realmente como producto de ese amor visto, sentido, reconocido y creído equivocadamente en él que me terminara enamorando.
Reconocimiento de amor en virtud del cual traté por tres veces de escapar, siéndome al final una y otra vez imposible de lograr que dicha decisión fuera definitiva en mí, porque siempre estaba esa misma irresistible y poderosa fuerza que al final lograra traerme de vuelta de Ushuaia para llevarme a insertar en medio de este pueblo católico, de dicha comunidad parroquial, ante la presencia de dicho sacerdote, que me llevándome de vuelta me hacia terminar cayendo en medio de dicho pueblo, comunidad, ante dicho sacerdote a caer de rodillas para expresar: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad. Yo soy tu servidora. Yo soy tu esclava. Hágase en mí lo que quieras. Cómo quieras.”
No siendo ni a dicho pueblo, ni a dicha comunidad, ni a dicho sacerdote en particular ante quien y a quien terminaba manifestándole a semejanza de María Santísima tales cosas, por supuesto, sino al Padre en nuestro Señor Jesucristo, de Su mismo espíritu suscitado en mi espíritu en el Espíritu Santo desde el si final dado en Ushuaia.
Siendo en una de esas oportunidades, hacia mediados del 2001 que terminara viendo y entendiendo finalmente que no tenía ya que volver a irme de en medio de dicho pueblo, comunidad y sacerdote, sino contra Su voluntad, por ser para él para quien toda la vida me pensara, naciera y estaba aquí enviada en Su mismo espíritu en Cristo para hacer no mi voluntad sino la Suya en medio del mismo y junto al mismo, por ser además del sacerdote, él el varón en Él, en su mismo espíritu y corazón para el que toda la vida me tenía predestinada y me tuviera predestinado, siendo junto a él, por lo tanto, también en medio de dicha comunidad y pueblo en el que a tal fin me insertara en donde tenía que permanecer contra viento y marea, pasase lo que pasase, y me tentase el enemigo de la manera que le permitiera llegara a tentarme.
Viendo y entendiendo finalmente por esos días que Su querer para con ambos era que nos casáramos, por medio de lo cual, terminé viendo durante los últimos años quería terminar de restaurar el Reino de los Cielos en el corazón de los hombres. Desde el volver a hacer dócil, manso y humilde el corazón del hombre. Corazón que desde su caída y salida de Su voluntad en el Reino de los Cielos se volviera tan rebelde. Buscando y queriendo hacer en definitiva solo su voluntad y no la Suya.
Viendo y entendiendo que tanto el corazón de dicho sacerdote, comunidad y pueblo en particular como el mío, por mucho y más que estuviéramos consagrados por el bautismo, la confirmación, el orden sagrado a Su voluntad seguíamos siendo muy rebeldes, dejándonos llevar más por nuestra propia voluntad, visión, creencia, querer humano y mundano aún también muy poderoso en él, en dicha comunidad, pueblo y en mí como en toda la restante humanidad.
Siendo por ello que quería consumar nuestro final matrimonio. Para terminarnos de hacer entrar en docilidad, mansedumbre, humildad, obediencia y FIDELIDAD. Siendo el mayor impedimento encontrado para la concreción final de dicho matrimonio, su celibato.
Razón por la cual me llevara a ver y entender tenía que sumergirme hasta lo más profundo del abismo y de la muerte desde el terminar a asumir al extremo Su misma pasión, crucifixión y muerte, desde el mismo juicio venido a asumir y enfrentado de parte de las autoridades religiosas y de este mundo, para terminar de llevarlo todo en el amor al punto exacto en el que El quería volver a retomarlo todo en el Plan Original por medio de la final consumación en lo humano del Plan de Salvación, desde el reencuentro en el amor de la pareja humana, no fuera sino dentro del mismo orden sagrado recibido por parte de ambos, desde la misma comunidad y pueblo en el que a tal fin quisiera enviarnos y constituirnos como tales.
En pocas palabras veo y siento que fuera solo por la rebeldía, ceguera, sordera y dureza de corazón y entendimiento encontrada finalmente nuevamente en este Su pueblo al que me enviara, desde la manifestada en sus mismas autoridades, que fuera necesario sumergirme hasta lo más profundo pareciendo en Cristo haber perdido el rumbo. Para al final llevándome a retomarlo, sacando, volviendo a levantar a todo ese pueblo junto conmigo, desde su sí final a la manifestación y propuesta matrimonial que viniera a realizarle en Cristo en el Espíritu Santo, sin dejar él su sacerdote, sino llevándolo todo a su mayor perfección desde el mismo seno del mismo.
Tengo que muchas cosas que seguir orando y meditando. Tengo que seguirme refortaleciendo espiritualmente y aclarando interiormente nuevamente en el Señor como desde Ushuaia hasta el 2001 estuviera, muchas cosas. Por lo que con este mensaje, esta es la última vez que me comunico por medio de este foro, como por medio de todos los demás.
Tengo que retirarme a orar en silencio por todo el tiempo que así vea y entienda en el Señor ser necesario hacerlo. Llamándome de ahora en más al silencio en todo tipo de comunicación de este tipo. Para buscar, llamar, pedirle, y dejar que vuelva a ser solo Él quien vuelva a hablar y llenar a pleno mi corazón.
Tengo que volver a recuperar en un todo la docilidad, mansedumbre, humildad. Porque en verdad no sé nada, siendo el ser más ignorante y susceptible a yerro de toda la faz de la tierra.
“...Aunque repartiera todo lo que poseo e incluso sacrificara mi cuerpo, pero para recibir alabanzas y sin tener el amor, de nada me sirve.
El amor... Perdura a pesar de todo, lo cree todo, lo espera todo y lo soporta todo.
El amor nunca pasará...” (1 Cor. 13, 1-5)
Dije que me iba a llamar al silencio, concluyendo aquí la comunicación por medio de este foro. Pero, no he nacido para callar sino para compartir todo lo sentido de Dios y en Dios en mí.
Cada uno, y solo cada uno, sabe en su interior por qué ha nacido, por qué está en este mundo aquí y ahora, y nadie más lo sabe o puede llegar a saberlo por uno. Porque Dios habla a nuestra corazón. Dios está en y con nosotros. Dios late, palpita, vibra, aletea, nos habla en nuestro propio corazón respecto al proyecto que pensara, tiene y predestinara para nosotros. Instruyéndonos a cada uno en el corazón por medio de Su Espíritu en nuestro espíritu en el Espíritu Santo.
Su Espíritu en nuestro espíritu que nos llama, abre, mueve y lleva a hacer grandes maravillas en nuestra vida y a nuestro alrededor. Su Espíritu en nuestro espíritu, por ende en nuestro ser quien nos lleva a hacer posible todo los imposibles. A alcanzar lo inalcanzable. A llenarnos y llenarlo todo de amor a nuestro alrededor. O, por el contrario, de odio. Si no es a Dios a quien queremos y dejamos transparentar en nosotros teniendo su mismo corazón, sino a nosotros mismos.
Nacemos, crecemos y vivimos inmersos dentro de un sistema determinado en este mundo, en el que desde todos lados, desde lo familiar, religioso, político, social, económico, legal...se nos dice cómo tenemos que ser, pensar, sentir, querer, obrar, comportarnos, adaptarnos, ajustarnos ... si queremos ser aceptados y no rechazados, aplaudidos y no abucheados, alabados, vanagloriados y no despreciados, menoscabados, incluidos y no excluidos, premiados y no castigados...
Llevándosenos así a nacer, crecer e insertarnos en dicho sistema conforme a los distintos aspectos de aceptación establecidos en el mismo desde los distintos grupos y poderes que lo conforman, bajo un constante estado de temor, por un lado, y de consideración y estima de parte de los demás, por otro lado, por sobre lo que interiormente uno ve, oye, siente, entiende, cree es y se siente llamado a ser, decir y hacer en Dios, por sobre la concepción, el parecer, los miramientos y aprecio de los demás.
Siendo así, en todo su conjunto, como me viera y sintiera toda la vida.
Sintiendo ser y estar Dios en y conmigo desde incluso antes de tener uso de razón, desde el mismo seno materno, y aún desde mucho antes de ello, desde toda la eternidad y para toda la eternidad. Pero al mismo tiempo sintiéndome dominada por otra fuerza contraria a la Suya que me oprimía, atemorizaba, paralizaba, amedrentaba, amenazaba, hostigaba, hacia huir. Ambas estaban en mi humanidad.
Una gloriosa, levantándome, liberándome, dándome seguridad, sabiéndome y sintiéndome constantemente socorrida y refugiada en Dios. Y la otra monstruosa, hundiéndome, abatiéndome, oprimiéndome, paralizando, manteniéndome con la cabeza contra el suelo con su pata sobre mi nuca...
Debatiéndome constantemente contra esta última. Anhelando y procurando con todo mi ser estar y permanecer siempre en el triunfo redentor de la primera, que era la vida, por sobre la segunda, que era la muerte. Viéndome y sintiéndome estar y disputarse mi ser entre el cielo y el infierno. Entre Dios que quería y me hacía sentir en la paz del mayor de los bienes y bienaventuranza, y una fuerza adversaria que quería y me hacía sentir en la angustia, amargura del peor de los males, malestares y desgracias que sintiera jamás. . Dios siempre queriendo mi felicidad, mi dicha, mi plenitud en el Espíritu Santo de Su amor en mí. El adversario queriendo mi infelicidad, desdicha y encadenamiento a todos los juicios, dictados, leyes, disposiciones, reglas, concepciones, limitaciones humanas y de este mundo.
Dios queriéndome dar total plenitud en el amor en Su Espíritu en mi espíritu. El adversario queriendo oprimir y reducir a su mínima expresión la plenitud del amor del Espíritu de Dios en mi espíritu. Haciéndome ver, sentir y tener por malo y mal todo lo relacionado justamente con el amor y con el sexo, llevándome a tener todo tipo de experiencias sinsabores, desagradables con respecto a ambos, de manera tal que nunca pudiera atreverme a amar y ser amada, aceptando ser eso lo que al final Dios pensara y quería para mí.
Que me crucificase para el amor humano, viéndolo y teniéndolo como malo y no querido por Dios para mí. Cuando en lo más profundo de mis fueros y entrañas en todo tiempo viera, sintiera, supiera y creyera ser justamente para el encuentro del amor en un varón en particular para el que me tenía predestinada, por ende predestinado, que sentía había nacido y estaba en el mundo.
Viéndome y sintiéndome así llamada en todo tiempo por un lado a la crucifixión a imitación de nuestro Señor Jesucristo, en Cristo, bajo el poder del mismo común enemigo, y por otro lado al glorioso triunfo final del encuentro de dicho varón amado para amarlo y ser amada por él de una manera que escapaba a toda comprensión y descripción humana.
No pudiendo ver sino hasta el 2002 como podía ser posible llegar a coincidir y conciliar ambas visiones en Dios, viéndolas y entendiéndolas totalmente contrapuestas como en Cristo Jesús eran.
Viendo y entendiendo finalmente que para poder llegar a la rosa que era el encuentro y goce final de dicho amor en Dios con dicho varón predestinado, primero tenía que pasar por todo el espinoso tallo. Es decir, a semejanza de nuestro Señor Jesucristo, en Cristo y con Cristo tenía que pasar por todo lo mismo que Él pasara. Por el encadenamiento, el más injusto de los juicios, la condenación a muerte, la crucifixión, la muerte y el sepulcro.
Teniendo que pasar por todo ello junto con el amor que dicho varón en particular en Cristo sentía para terminar de liberar al amor entre el varón y la mujer de todas las ataduras y oposiciones caídas sobre el mismo desde que ambos se salieran del plan de amor trazado en el origen por nuestro Padre Celestial para de ahí en más pasar a quedar uno sometido bajo el otro, en permanente estado de desigualdad, enemistad y confrontación por mucho y más que llegaran a constituirse igualmente en pareja.
Siendo por ello, viera y entendiera hacia principio del 2002, que desde que tuviera uso de razón me había visto, sentido, sabido y creía llamada en esa unión e indisolubilidad sentida tener con el Espíritu de Dios, hablándome, protegiéndome y guiándome en mi interior, a la búsqueda y encuentro del amor. Del Amor, con mayúscula.
Del Amor del Amado. Es decir, de Dios, de Jesús, en un varón en particular que veía, sentía, entendía, sabía y creía tenía que preservarme solo para él en su constante búsqueda por los caminos de este mundo. Viéndolo aparecer hacia el final de mi caminar en Dios. Es decir siguiendo esos dictados de Dios en mi corazón hasta el final. Esperando en estado de vigilia constante por haber de aparecer siendo traído por Él a mi vida en cualquier momento.
Siendo así como toda la vida viera, oyera, sintiera, supiera y creyera en Dios que había nacido y estaba en este mundo para el Amor. Para la búsqueda y encuentro del verdadero amor en Dios en dicho varón en particular que me tenía predestinado.
Varón que veía, sentía y creía al final reconocería quién era por reconocer en él los mismos signos puestos y existentes en mí en Dios. Por tener los dos el mismo corazón en Jesús y en María.
Lo cual no podía ver ni entender cómo podía ser posible. Siendo en tal punto en el que no obstante creerlo, me costaba creer que fuese un verdadero querer de Dios para conmigo y no así un creer procedente de mi propio querer.
Porque, ¿cómo podía ser posible encontrar un varón con el mismo corazón de Jesús y de María cuando yo misma me sabía muy lejos de tener un corazón como Ambos, siendo conciente de mi condición de debilidad y de pecado desde la más temprana adolescencia?
No podía verlo y entenderlo entonces porque lo que entonces no sabía era que tanto el corazón de dicho varón como el mío, siendo corazones humanos los de ambos a diferencia del corazón de Jesús, por ende corazones débiles, pecadores, rebeldes semejantes en un todo a los de todos los demás varones y mujeres de la tierra, por ser ambos tan humanos como cualquier otro ser humano, eran corazones llamados, por consiguiente, consagrados, a ser como el de Jesús y el de María, sin llegar a serlo en un todo en este mundo.
Porque el corazón de Jesús y el de María, eran únicos. Enteramente perfectos y santos. No siéndolo ni llegándolo a ser así ni el de dicho varón ni el mío, por ser seres iguales de santos y pecadores que todos los demás hombres y mujeres sobre la faz de la tierra.
Pero remotamente lejos me encontraba de poder llegar a ver y entender esto hasta el 2000. En que aún pensaba y creía que el corazón del varón que buscaba, por ende, dicho varón en la integridad de su ser, tenía que ser en un todo como Jesús mismo. Al tiempo de exigirme ser al extremo como María Santísima, cuando sabía y recontrasabía por mi siempre conciente condición de pecador que por mi parte jamás llegaría a ser como Ella por mucho y más que me hiciera extrema violencia para exigirme al extremo llegar al menos al ruedo de su vestido en pureza, santidad y perfección.
Hoy veo y entiendo que en mi extrema ceguera, sordera y dureza de corazón y entendimiento padecida incluso hasta este preciso momento en mucho de todo esto llegara a ser tan ciega, sorda, dura de corazón y entendimiento, no dicho varón sino yo, que me convirtiera hasta el momento en la peor enemiga de este grandilocuente y extraordinario amor.
Hasta el punto de ser yo misma quien pusiera pesadas cadenas, sometiendo al peor y más injusto de los juicios, condenas, crucifixión, muerte y sepulcro a un amor que en Dios desde fines de 1997 mismo hubiera podido comenzar a ser como el más santo, bendito, puro y grandioso de los amores en Jesús y en María en ambos.
Llegándole a echar encima en Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo entre el 2000 y el 2001 la más pesadas de las moles e impedimentos como para que pudiera llegar a ser posible algún día entre los dos jamás. La del querer que se llegara a concretar solo y como condición sine qua non bajo previo matrimonio sin relaciones prematrimoniales. Anteponiéndole incluso otra propuesta matrimonial de la misma índole realizada a otro varón creído hasta aquel momento ser el que en Dios era y tenía que ser. Cuando en realidad fuera a mí misma a quien se me ocurriera en un todo fuera y que así tenía que ser en función de la propia concepción tenida y forjada a fuego en mi interior.
En lugar de abrirme y permitirle al Señor lo llevara a su total final consumación desde aquel mismo momento de fines de 1997 que me condujera de vuelta de la congregación a Plottier a tal fin, de la manera en solo Él lo tuviera pensado, lo quería y predestinara fuera.
Dejándolo seguir llevando libremente adelante en el libre soplo de Su Espíritu en nuestro espíritu, de la misma manera en la que hasta allí los dos se lo habíamos permitido hacerlo. En un primer momento, desde el lograr traerme de Ushuaia en 1991, para en un segundo momento, llevarme a ir y entrar a compartir en confesión todo esto con aquel varón que a tal fin tenía predestinado le terminara abriendo plenamente mi corazón instituido a la vez en Su mismo Espíritu como sacerdote para que en Él fuese también no solo el amado, sino el amigo, el consejero, el guía, el hermano y compañero.
Varón que desde el vamos tendría que haber sabido ver, oír y reconocer como aquel que toda la vida buscara y esperara si lo hubiera sabido buscar y esperar toda la vida en Dios no desde un equivocado ideal de varón, sino desde la más pura realidad en la que veía y entendía los hombres estábamos inmersos.
Por ende, en un varón como cualquier otro, con la única salvedad de que dicho varón era sacerdote. Siendo solo en tal condición sacerdotal que estaba contenido el corazón en Jesús y en María que en él tenía que buscar y encontrar. Siendo en todo lo demás, igual a los demás hombres. Tan santo y tan pecador como todos ellos. Tan perfecto en Cristo e imperfecto humanamente. Como tan perfecta era igualmente en Cristo e imperfecta humanamente.
De ese modo, fui yo misma, desde toda mi ceguera, sordera, dureza de corazón y entendimiento quien viéndolo y creyéndolo imposible en Dios y en medio de los hombres, queriéndolo convertir finalmente de imposible en posible, terminara convirtiendo en Dios y en medio de los hombres en imposible un amor que en principio era totalmente posible en Dios y entre los hombres, tal y como en un primer momento hacia principio del 2001, por medio de dicho varón amado, fuera Dios mismo quien en su condición sacerdotal quisiera manifestarme y manifestara ser posible. Estando en mí toda posibilidad de hacer posible todo imposible.
Siendo así que creo que en un primer tiempo dicho varón y sacerdote predestinado me amaba. Estaba enamorado de mí. Siendo, por ende, este amor entre los dos entre 1997 y el 2001, en Dios y entre los hombres, por consiguiente, totalmente posible. Habiendo sido yo quien queriéndolo hacer posible conforme a como yo creía y quería que en Dios tenía que ser en medio de la Iglesia, lo terminara haciendo imposible de la libre y santa manera original en la que Dios lo quería, terminándolo hacer viendo como algo malo y no querido por Dios. Cuando desde el vamos en todo tiempo en Él este amor siempre fuera el más posible y dichosos de los amores.
Si me permitiese el Señor volver el tiempo atrás desde esta visión y comprensión, le pediría me permitiese volverlo, para asumirlo dichosa todo libremente en el Espíritu Santo en ambos desde una concepción totalmente distinta. Atreviéndome a pedírselo.
Sin embargo, de todos modos creo que conviniera dentro de la voluntad y planes del Señor que todo terminara resultando como resultara por adverso que hoy por hoy terminara resultando todo en este amor entre los dos.
Hasta hoy he antepuesto a este amor el deber y la obligación que desde Ushuaia sintiera en Dios tenía primero con la voluntad de Dios respecto a la consideración de lo que en la creencia inculcada se me hiciera ver y entender era y es lo mejor en primer lugar para toda la Iglesia. Haciéndoseme ver y creer que este amor era algo que iba contra ello y ella.
Mientras que hoy terminara viendo, sintiendo, entendiendo y creyendo a la luz de la palabra de Pablo de la primera carta a los corintios con cuya cita comenzara esta manifestación que el amor es lo más importante de todo. Que el amor es más importante que cualquier deber y tener que...al que hasta aquí me viese y sintiese comprometida en Cristo en primer lugar con respecto a lo inculcado como lo que en el amor hacia un sacerdote es considerado lo mejor para el mismo y para todo el pueblo de Dios a su cargo: renunciar a dicho amor.
Cuando en realidad el amor, este amor que Dios me llevara a buscar y esperar encontrar en dicho varón sacerdote predestinado en Él, en y con Su mismo espíritu y corazón, por totalmente imperfecto y pecador que en su humanidad dicho varón amado pudiera llegar a ser al igual que yo lo era y lo soy, en Dios, no solo para con ambos, sino para con toda la humanidad en el Espíritu Santo, este amor lo fuera y lo es todo. Es lo más importante de todo.
Más importante que el que me hubiere querido dar y tenido el don de profecías, de conocimiento, de sabiduría, de entregar y perder todo lo que poseía, hasta entregar mi propio cuerpo a las llamas. Por ser en la real consumación final de dicho encuentro de amor entre dicho varón predestinado y yo en donde residía y reside el secreto y misterio de todo lo nuevo que Dios pensara, quisiera y predestinara comenzar a llevar a cabo a partir de este momento para toda la humanidad, volviéndola a repensar, recrear a Su imagen y semejanza Divina de Su Espíritu en nuestro espíritu en el Espíritu Santo.
El que pueda creer que crea y el que pueda entender que entienda.
DEFINITIVAMENTE OPTO POR EL AMOR, PORQUE ES EN DIOS PARA LO QUE HE NACIDO Y ESTOY AQUÍ. OPTO POR ESTE AMOR QUE NACIO Y CRECIO EN MI POR VOS AMOR, CON EL COMPARTIR PERIÓDICO DE AÑOS DE ACERCAMIENTO Y CONOCIMIENTO PROPICIADOS SOLO Y EN UN TODO POR EL ESPIRITU DE DIOS.
SI HASTA AQUÍ ESTUVE CONFUNDIDA Y FUI COBARDE, YA NO MÁS. ME ENTREGO Y JUEGO ENTERA POR EL TRIUNFO FINAL DEL AMOR POR SOBRE TODO OTRO CARISMA Y CONDICIONAMIENTO IMPUESTO Y OPUESTO EN ESTE MUNDO CONTRA EL MISMO.
ES LA RAZÓN DE MI EXISTENCIA. MI PRINCIPIO Y FIN. LO QUE EN UN TODO ME DEFINE Y HACE DICHOSA EN DIOS COMO SÉ QUE ÉL ME QUIERE. A FIN DE QUE SIENDO DICHOSA PUEDA SEGUIR HACIENDO MARAVILLAS EN ÉL Y PARA ÉL DESDE EL AMOR EN EL MUNDO PARA TODA LA HUMANIDAD. AMEN. ¡VIVA EL AMOR!
Pero, si después de haberlo destruido, aniquilado, destrozado, abatido, aplastado, asolado, crucificado y dado muerte como le diera, el amor inicial que él hubiera podido llegar a sentir por mí se perdió, no pudiéndolo finalmente resucitar tal y como hacia mediados del 2001 veía y creía al final de cualquier manera en Dios en el Espíritu Santo con solo volver a manifestarlo, pedirlo y quererlo en la oración echa con fe, al final lo resucitaría, ¿qué más puedo decir y hacer para resucitarlo y hacerlo posible, cuando absolutamente nada de cuanto dijera e hiciera hasta aquí con tal único propósito en estos últimos dos años diera resultado?
¿Qué más puedo hacer que terminar de ofrendar este amor sobre el altar, dándolo totalmente por perdido, por imposible, aceptándolo dejar así, Señor, como tu voluntad, para volver a retomar el ejercicio de mi profesión y de mi vida en el punto exacto en el que al decirte sí, Señor, en 1997 para irme a la congregación lo dejara todo?
Retomar los libros, actualizarme, seguirme capacitando para en algún momento como Daniel me sugiriera volver a dar clases, sabiendo que el amor en mí por vos, amor, no pasará jamás. Amén. “Hágase en mí, Señor, según tu palabra, Según tu voluntad.”
Inmaculada Concepción de María pongo todo este amor en tus manos. Ayúdame, Madre querida, te lo pido, a terminar de entregarlo, aceptarlo, superarlo todo, renovando mi corazón en la misma gracia y bendición que en tu momento recibieras del Señor. Amén. Amén. Amén.
GLORIA A VOS, PADRE ETERNO Y A VOS, SEÑOR JESUCRISTO, POR LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARIA EN EL ESPÍRITU SANTO POR LOS SIGLOS ETERNOS. AMÉN!.
Quiso el Señor que viniera a nacer en un tiempo y lugar determinado de este mundo. Sin embargo, sintiéndome en todo tiempo una con Él desde que tuviera uso de razón, y de mucho antes, desde el mismo vientre materno, y más aún desde toda la eternidad y para toda la eternidad, siento que aunque haya nacido en un tiempo y lugar determinado, no tengo tiempo ni lugar en el mundo. Porque todo tiempo y lugar en el mismo es uno solo en Dios para mí.
Creo que así como nací argentina en cuanto a nacionalidad política y católica en cuanto a religión, hubiera nacido en cualquier otro país de América, de África, de Asía, de Europa, de Oceanía. Que mi piel hubiera sido negra, blanca, roja, amarilla, azul, violeta o del color que fuese. Que hubiera sido judía, evangélica, musulmana, budista,,, de cualquiera otra de las distintas religiones existentes en el mundo. Que hubiera sido de cualquier clase social: rica, pobre... De cualquiera de los sexos habidos y por haber... Sin que ninguna de esas más diversas variables hubiera llegado a definir mi condición de ser ante Dios. sin duda la hubiera cambiado ante los hombres.
Porque los seres humanos estamos acostumbrados por aprendizaje trasmitido por nuestros padres, adultos en general implicados en el proceso de sociabilización en el que al nacer nos vemos obligatoriamente inmersos y condicionados, a hacer y acentuar las diferencias entre unos y otros. Pero, Dios no. Para Dios, según la idea de Dios que se me hubiera inculcado según la religión dentro de la que según cual hubiere sido mi lugar de nacimiento hubiera llegado a profesar de haber nacido en otro lugar, y hasta en otro tiempo de este mundo, yo hubiera sido la misma, o el mismo. Si hubiera nacido varón. Dios me hubiera amado, sintiéndome amada o amado por Dios de la misma manera en la que habiendo nacido católica me sintiera y siento.
Porque cualquiera sea nuestra fe, nuestro lugar y tiempo de nacimiento, aunque ello y en función de tal determinantes también nuestro ser exterior o interior hubiere sido diferente, Dios, el Creador de todo lo existe no solo sobre la faz de la tierra sino sobre el universo entero es uno solo e inmutable. No amándome por ende más o menos por haber llegado a nacer blanca, negra, amarilla, azul, roja o del color que fuera. Porque Él hubiera estado de igual manera enraizado en mi corazón de la manera en la que hoy se encuentra de haber nacido en cualquier otra fe, lugar o tiempo de este mundo. Lo único que importa es nuestro corazón. El amor puesto por Dios en nuestro corazón.
El amor. Creo que el amor que sienten los judíos, musulmanes, budistas...los hombres y mujeres de cualquier otra religión por sus seres y pueblo amado, es el mismo amor que los católicos sentimos en Dios por los nuestros y nuestro pueblo.
Amor que al ser conciente pertenecer a una familia, pueblo, nación determinada tiene una frontera. Un límite. Hasta los límites de las fronteras religiosas, políticas, sociales, familiares de los que consideramos son de los “nuestros”, “iguales a nosotros”.
Cuando en verdad, por un lado, no existe ser humano sobre la faz de la tierra que sea igual a ningún otro sobre la misma por muy consanguíneo y cercano a sí que otros seres humanos sean o estén. Y, por otro lado, cuando en nuestro ser todos humanos, por ende iguales en nuestra humanidad por sobre las diversas diferencias políticas, ideológicas, sociales, de piel, de religión que...que en este mundo nos dividen y separan.
No queremos que se mate o lastime a nuestros hermanos de nacionalidad, de religión, de clase social, de familia...pero ardemos en ira por matar y derramar sangre de otros hermanos humanos. Llegando a ser en tal sentido el hombre el más depredador, carnívoro, destructor de todos los animales. Matando y teniendo ansia de sangre de sus propios hermanos y hermanas, padres y madres en cientos, miles y millones de otros seres humanos iguales a él o ella pertenecientes a otros países, religiones, clases sociales, ideologías...
Llegando a ser en verdad nosotros, los seres humanos, el peor de todos los animales. Al tiempo de poder llegar a ser el mejor de todos ellos si expandiendo nuestra mirada más allá de las fronteras de nuestras naciones, clases, religiones, países, familias, viéramos y descubriéramos un gozoso día que en nuestra humanidad todos somos iguales. Por ende, hermanos.
Siendo el único animal, por ende, dotado por gracia Divina de la capacidad de desarrollar sentimientos no solo malos, destructores, de guerra y de muerte, sino buenos, constructores, de paz y de vida dentro de sí. El único animal capaz de además de hacer uso de la razón para llegar a tal entendimiento, capaz de sentir y hacer crecer el amor en su corazón a límites insospechados. A límites sin límites. Dejando expandir su corazón para incluir y abrazar dentro del mismo a toda la humanidad sin distinción de ninguna índole. En vez de tenerlo y seguirlo contrayendo siempre más y más para incluir solo a los suyos y más cercanos.
Siendo, por consiguiente, el único ser creado y existente sobre la faz de la tierra capaz de colaborar con nuestro Creador en nuestra propia recreación y reedificación constante y conjunta hacia niveles cada vez más elevados de amor que le permitan terminar incluyendo en su corazón a todos por igual sin exclusión de nadie.
¿Imposible? No es imposible. Porque es lo que hubo y hay en el corazón de nuestro Señor Jesucristo y de María Santísima. Como asimismo, por gracia Divina, igualmente en mi corazón. Siendo por ello que en un primer momento, hacia el término de la búsqueda y encuentro del varón amado prometido y predestinado por Dios, según tal sentir desde niña en mi corazón, tras ver y comprender en el 2001 haber llegado finalmente a encontrarlo en la persona del hombre que desde 1997 fuera temiendo comenzara a despertar y aletear un amor inconfesable, incomprensible, por consiguiente, imposible, dada su condición sacerdotal, en todo mi ser, que dicho hombre no era un sueño sino el más real y amado de los hombres que hasta allí y aquí amara, teniendo la constatación de su existencia, viera y entendiera ser perentorio dentro de la plenitud del amor puesto por Dios en mi corazón y designio que en este mundo, por consiguiente, hasta allí me fuera definiendo cada vez con mayor precisión, tener que soltarlo y soltarme en Dios momentáneamente de su mano para antes de abrazarlo finalmente a él en el amor, hacer entrar en dicho mutuo abrazo final a toda la humanidad. Desde la más lejana a la más cercana en el mundo entero sin distinciones de ninguna índole.
Por amor, todo por amor.
Por supuesto que me dolió horrores soltarme de su mano y soltarlo, para dejarme llevar una vez más lejos de él por un camino que a partir de allí veía y entendía se habría también en Dios delante de mí para ir en búsqueda y encuentro en esta manifestación de Dios a la humanidad de todos los hombres y mujeres del mundo entero.
Porque, aunque tratara de explicarle veía, sentía y sabía que en ese momento inicial de nuestra necesaria separación no lo entendería. Porque tampoco yo aún me encontraba preparada ni lo entendía en toda su extensión y comprensión como para poder explicárselo.
Diciéndole que si creía en su corazón, como en el mío creía, que desde entonces este amor, mi amor, ya lo tenía, como sentía igualmente tenía el suyo, al final el Señor nos permitiría conseguir la plena consumación de nuestro amor.
Volver a encontrarnos, abrazarnos. Para entregarnos mutuamente al amor tan largamente buscado, pospuesto y sacrificado por hacer prevalecer momentáneamente el amor sentido al mismo tiempo en Dios por toda la humanidad. En cuya búsqueda y encuentro viera y entendiera también fuera enviada en Cristo Jesús y estaba en el mundo, por ende, tenía que también terminar yendo para darles a conocer esto nuevo que Dios en Su Espíritu, en el Espíritu del amor, ya estaba terminando de hacer en el mundo, antes de que ocurriera. Para que cuando ocurriera creyeran por haber sucedió conforme se los había anunciado antes de que ocurriera.
Al final, Cuando primero se lo compartiera también a toda la restante humanidad. A todos los hombres. ¿Compartirles qué cosa? Que veía y entendía que se acercaba un tiempo final en el que todo el mundo iba a ser violentado, conmovido. La lucha y destrucción por materia de fe de dos de las más poderosas y determinantes religiones de la tierra. La destrucción del Vaticano hasta ser reducido a escombros a semejanza como en su momento lo fueran las torres gemelas. La más sangrienta de las muertes de millones de mártires en el mundo entero sin sentido. Sin sentido. Por pura necedad de los hombres, haciendo priorizar las diferencias en vez de las igualdades entre unos y otros.
En medio de todo lo cual el amor y el derramamiento del Espíritu Santo del Amor sobre toda la faz de la tierra en el corazón de todos los hombres vendría a ser como un renacer, la más grande de las gracias y bendiciones. La más fuerte y mayor de todas las esperanzas de que lo bueno de Dios puesto por Él en el corazón de todos los hombres terminara triunfando por sobre lo malo existente de igual manera en el corazón no solo de algunos sino de todos los hombres.
Viendo y entendiendo haber visto todo lo que viera, sintiera y entendiera para dárselo a conocer no solo a los miembros de la Iglesia Católica, para que fueran los primeros en estar preparados para ello, sino a toa la humanidad.
Anuncio hecho en primer lugar a la Iglesia Católica. Por medio de cuadernos que le fuera entregando por medio del padre Daniel, entre el 2000 y el 2001. Publicándolo de igual manera luego para conocimiento también de todos los laicos católicos y de todos los hombres en el mundo entero que llegaran a tomar conocimiento de todo ello por ese medio entre el 2002 y 2004. Página llamada “No hay mayor amor que dar la vida por los amigos.”
Viendo y entendiendo que solo luego de haber ido, dicho y hecho todo esto vía internet de una sola vez para conocimiento de todos los hombres en el mundo entero, como relámpago que aparece por occidente y llega a verse hasta oriente, volvería nueva y finalmente en busca y encuentro de aquel varón amado, prometido, predestinado y existente para mí como yo para él en la persona del padre Daniel.
Pero, el irme de su lado tanto tiempo, veía y entendía como viera y entendiera luego de ir y volver terminara realmente sucediendo, habría de matar el amor. Ese grandioso amor que hasta el 2001 había logrado ser suscitado, alimentado y fortalecido por Dios en el Espíritu Santo por el mutuo compartir de tantos años de la más íntima y confiada confesión en el corazón de ambos.
Principalmente, como consecuencia de lo que veía y entendía en ese separarme de su lado para ir y terminar de hacer esta manifestación entre lo hombres, veía y entendía tendría necesariamente que hacerle junto con a toda mi familia, comunidad de San Antonio de Padua e Iglesia Católica en general en el mundo entero. Matarlo. Ser yo misma quien tenía que tomarlos todos a uno conmigo como bautizados y consagrados en Cristo que eran para clavarlos en cruz conmigo junto con este amor. Con nuestro grandioso amor.
Ello a fin de hacerles ver lo que en todo nuestro conjunto estábamos llamados finalmente a volver a pasar a semejanza de cómo sucediera durante los primeros trescientos años del génesis cristiano con todos los mártires que siguieran en la imitación de Su extrema entrega por amor a nuestro Señor Jesucristo. Sin uso de armas humanas de ninguna índole. Dejándonos clavar y morir en cruz a semejanza Suya por amor a la voluntad del Padre y amor a toda la humanidad.
Para que se fueran abriendo a la idea de lo que en todo nuestro más basto conjunto estábamos llamados a tener que soportar una vez más a imitación de Cristo. En Cristo. Siendo la pregunta, ¿si estaríamos dispuestos a soportarlo hasta la muerte y muerte en cruz en el amor sin uso de ninguna arma tecnológica humana para impedirlo, como ni Él ni los primeros mártires cristianos no usaran ninguna. Siendo Su únicas armas las del Espíritu Santo. Por ende, las nuestras. Sin responder con violencia en lo más mínimo a la violencia. Sino afrontarlo todo desde la misma fe, esperanza y amor venida a demostrar y dejar como ejemplo justamente para esta hora final para todos nosotros por el Amado. Mansos como corderos.
Respondiendo al odio y a la violencia con amor. Con amor. Solo con amor.
Por eso veía y entendía era vital que llegáramos a desarrollar el amor a pleno en nuestro corazón. El amor. Solo el amor.
¿Seríamos capaces de morir por Él? ¿Moriríamos por Cristo como Cristo? ¿Cómo Cristo? Para que solo así al final volviera a terminar de triunfar e imponerse por sobre el mal, el odio y la violencia solo el Amor.
Viendo y entendiendo que luego de decir y hacer todo esto ante la humanidad entera, volvía, por ende, volvería en busca y encuentro del Amado en el amado. De dicho varón amado y predestinado en Cristo, en nuestro Señor Jesucristo, en Jesús y en María en dicho varón amado. Pero, veía y entendía que después de todo el mal que necesariamente en Cristo tenía igualmente que hacerle junto conmigo, con mi familia y este pueblo, hasta tanto no lograra explicarle por qué dijera e hiciera todo lo que dijera e hiciera en función siempre de algo que veía y entendía habría de suceder después de anunciarlo y explicárselo, el amor no sería amado.
Que sufriríamos mucho. Que habríamos de sufrir necesariamente en Cristo mucho no solo los dos sino, junto con todos cuanto en la plena realización de este designio nos rodeasen, empezando por nuestros seres amados y terminando con toda la Iglesia Católica en su conjunto.
Veía y entendía que sería difícil que entendiera mis necesarias razones en Cristo para decir y hacer todo ello. Porque de hecho, desde el vamos tampoco yo podía entender lo que estaba haciendo en toda su implicancia. Solo veía, entendía, sentía, sabía y creía era lo que convenía decir y hacer para hacerles ver, entender, saber, creer y abrirse a la fe, preparación y espera de lo que les decía habría de ocurrir para que no los tomara por sorpresa.
Peor aún, temía dejarnos caer en dicho abismo, infierno, pasión, crucifixión, muerte y sepulcro, como quien se deja adentrar temeroso en una oscura cueva en la que sabe habita el más horrendo de los monstruos, esperándole y acechándole todo tipo de peligros y seres enemigos, y quedar apresados, muertos, enterrados en medio de la misma, sin volver a salir a la luz y al estado de gracia inicial en el que nuestro amor y nosotros nos encontrábamos en Dios antes de aceptar emprender tal caída.
Viendo y entendiendo tener que hacer lo que veía y entendía también en tal sentido fuera enviada a hacer en Dios Uno y Trino, confiando y esperando en Dios que al final volvería a restaurarnos y restablecer nuestro amor a un estado de gracia y de bendición mucho mayor al que antes de caer hasta lo más profundo se encontraba. Liberándolo de todas las cosas humanas y mundanas que por lo general llevaban a terminar haciendo morir el amor en una pareja por las más diversas causas.
Pero sumida en la mayor de las tinieblas dentro de dicho abismo e infierno en el que a tal fin y de ese modo aceptara dejarnos caer, para que al final este amor pudiera llegar a ser de cualquier manera en Dios tal y como Él lo pensara, quería y predestinara para ambos, no obstante su condición sacerdotal y mi condición de igualmente consagrada en cuerpo y alma a Cristo, por muchas y más imposibilidades que veía y entendía pesaban sobre el mismo dentro del pueblo al que en su búsqueda y encuentro final fuera enviada, ignorante de la inmensa mayoría de las cosas en Dios, en mi extrema ceguera y sordera humana hiciera caer sobre este amor pesadas cargas.
Aciertos y equivocaciones, luz y tinieblas, visión y ceguera, audición y sordera, dureza y blandeza de corazón y entendimiento, bien y mal, en cuanto dijera e hiciera. Teniendo plena conciencia y creyendo ser solo y en un todo la voluntad de Dios y no la mía la que de principio a fin en todo ello me propusiera y exigiera al extremo llevar a cabo y llevara. Por equivocada que en mucho de todo lo realizado estuviera. Como sin duda en mucho lo estuviera. Con el único propósito de sacar de todo ello al final lo que viese y entendiese en Dios era y habría de ser lo mejor de lo mejor para todos por igual sin supremacía ni inferioridad de ningún ser humano ya por sobre o bajo los restantes.
No por triunfalismo final personal. Sino por triunfo final del amor y de todo lo que era y es solo de Dios en nosotros y con nosotros, por sobre el odio y todo lo que no era ni es de Dios en nuestra humanidad y en la humanidad.
Por la resurrección final del amor entre los dos. En un amor también totalmente renovado conforme en un todo al mismo amor de Jesús y de María por la voluntad del Padre y por toda la humanidad en el uno hacia el otro. En el amor de pareja. Para demostrar que Dios es Dios y su poder está por sobre todo poder el mal, de las tinieblas y de la muerte en este mundo y en nuestros corazones.
Por amor y por el amor. Por amor a la voluntad del Padre, al Reino de los Cielos, a Su restauración en el corazón de la humanidad, al varón amado y predestinado, a mi familia, a toda la comunidad de San Antonio de Padua de Plottier, a todo Plottier, a toda la Iglesia Católica, a todos los pueblos, religiones, hombres y mujeres de la tierra.
Desde el glorioso triunfo final del amor en la pareja humana, por ende de nuestro amor, para terminar de superar y aniquilar de una vez y para siempre así en Jesucristo toda diferencia existente hasta el momento entre el varón y la mujer, llevándolos a volver a ser uno en y por el amor los dos en Dios, tal y como en el principio antes de la caída y destierro del Reino de los Cielos nuestro Padre Celestial lo pensara, quisiera y predestinara para la pareja humana en la más perfecta unidad en el más perfecto y santo de los amores.
Desde el glorioso triunfo final del amor en cada uno de nosotros desde la perfecta unión y complementación de nuestras tres partes constitutivas: nuestro espíritu, nuestra razón, nuestra carne.
Desde el amor descubierto, sentido y aceptado en mí por el varón amado, por mi familia y por toda la humanidad, en un nivel puramente espiritual, como tampoco puramente racional, o carnal, sino desde su más perfecta, plena y sana expresión desde la amalgama de lo sentido espiritual, racional y carnalmente por él, por mi familia y por toda la humanidad.
Siendo por ende este el amor que he venido a buscar, encontrar y manifestar sin el más mínimo empacho ni vergüenza al mundo entero por Dios en toda la humanidad desde la plenitud del amor sentida en la integridad de mi ser, en m espíritu, en mi razón, en mi carne por Daniel, el sacerdote y varón amado por sobre todo otro varón amado en este mundo. Amén.
Para hacer saltar todos los grilletes y romper todos los esquemas, contenciones, estructuras, disposiciones, consideraciones predominantes respecto a mesura con la que un hombre o mujer considerado y tendido como santo, o un cristiano, debe manifestar su amor. Esto es sin hacer entrar a tomar parte a la carne en tal expresión. Como si fuéramos solo espíritu, o solo razón y no carne. Cuando en realidad somos la sumatoria de la perfecta integración y comprensión de esas tres partes constituyentes.
No somos solo seres espirituales. Ni somos solo seres racionales. Ni somos solos seres carnales. Sino seres espirituales, racionales y carnales al mismo tiempo. Por ende cuando amamos, amamos con el compromiso en tal manifestación de amor de esas tres partes constitutivas. Amamos con nuestro espíritu, con nuestra razón y con nuestra carne. Amamos, por ende, con todo nuestro ser. Con toda la fuerza de nuestro ser.
Así es como amara y amo a Daniel. Así como en su momento también amara a Gustavo, a Daniel Ri y Daniel Ro. Aunque de los cuatro al que más amara así, con la integridad de la plenitud de todo mi ser llevado a su máxima expresión y sentimiento, fuera y es a Daniel. Al padre Daniel, mi amado por sobretodo otro amado humano en Jesucristo en este mundo. Siendo en cierto modo él quien me enseñara a amarlo así. Aunque nunca llegáramos a amarnos ni a manifestarme abierta y directamente amor. Siendo algo que intuyera de su corazón, espíritu, razón y carne en la mía.
Amándolo en la contemplación y atenta escucha de su persona. En su mirada, en su sonrisa, en el timbre de su voz, en el toque de sus dedos, en la calidez de su mano y de sus beso en mi mejilla o del mío en la suya. En su paciencia, en su disponibilidad, en el poder compartir juntos la palabra de Dios en Su Escritura y en sus dictados interiores en nuestro corazón y en nuestras vidas.
En su prepararme y cebarme mate durante más de una hora cuando iba a verlo y compartirle todo lo habido en Dios en mi corazón. En el descubrimiento de su persona, en la entrada, conocimiento y aroma de todas sus pertenencias. En su particular fragancia. En su inteligencia, en sus inducciones y deducciones, en sus expresiones. En su certeza. En el ardor sentido en nuestra piel ante la proximidad del otro, aunque nunca llegaran a fundirse nuestras hogueras en la más vehemente hoguera del más embriagador de los amores.
Todo esto es lo que soy. Todo esto es lo que siento y mucho, mucho más, al igual que todos los demás seres humanos de la tierra. Todo esto es lo que me define.
Todo eso y mucho más es lo que su tan solo recuerdo suscita en mí cada vez que leo la palabra de Dios, medito sobre todo lo vivido y compartido juntos en el pasado, escucho uno u otro tema religioso o melódico por igual. Como por ejemplo estas cancines de Cristian Castro que comenzara a escuchar por él. Sintiéndome identifica en la mayor parte de lo expresado en las mismas.
Volver a amar
“Tras el umbral de mis temores, de mis errores y mis fracasos, tras las heridas del pasado, y los amores ya olvidados.
Tras la inocencia que hubo un día, tras la ironía de aquellos años Sólo ha quedado un frío inmenso, la espina cruel del desengaño.
Y llegas a mi vida como un sol, como la suave transparencia del amor como el aroma de la brisa en la mañana, borrando para siempre mi dolor.
Volver a amar una vez más, nacer de nuevo en ti, en tu mirar, llenando con tu luz las sombras de mi soledad.
Tras la inocencia que hubo un día, tras la ironía de aquellos años solo ha quedado un frío inmenso, la espina cruel del desengaño.
Y llegas a mi vida como un sol, como la suave trasparencia del amor, como el aroma de la brisa en la mañana, borrando para siempre mi dolor.
Volver a amar una vez más, nacer de nuevo en ti, en tu mirar, llenando con tu luz las sombras de mi soledad. Volver a sentir que ya te quedas junto a mí que no me dejaras, y así poder vivir el dulce amor que tú me das.”
Mi vida sin tu amor
“Mi vida sin tu amor será un camino que no sabe a donde va, solo un recuerdo del pasado, una historia que ha llegado a su final.
Mi vida sin tu amor será la de un amante con un roto corazón. Mi vida sin tu amor es barco en alta mar sin puerto ni ilusión.
Mi vida sin tu amor no es más que el crudo invierno de mi soledad en el silencio de la inmensidad, un alma que no encuentra su lugar.
Mi vida sin tu amor no es más que un tibio abrazo que no volverá. Será la soledad de estar sin ti. Yo sin tu amor, yo sin tu amor no sé vivir.
Mi vida sin tu amor será un enigma que no tiene solución. Mi vida sin tu amor es nube que se va, tu adiós se la llevó.
Mi vida sin tu amor no es más que el crudo invierno de mi soledad...
Por amarte así
“Siempre serás el niño que me llena el alma, como un mar inquieto como un mar en calma siempre tan lejano como el horizonte.
Gritando en el silencio tu nombre mis labios, solo queda el eco de mi desengaño, sigo aquí en mi sueño de seguirte amando.
Será, será como tu quieras pero así será. Si aún tengo que esperarte siete vidas más, me quedará colgada de este sentimiento.
Por amarte así, es esa mi fortuna, es ese mi castigo. Será que tanto amor acaso está prohibido y sigo aquí muriendo por estar contigo.
Por amarte así a un paso de tu boca y sin poder besarla. Tan cerca de tu piel y sin poder tocarla, ardiendo de deseos con cada mirada. Por amarte así, por amarte así, por amarte.
Así voy caminando en esta cuerda floja por ir tras de tu huella convertida en sombra, presa del amor que me negaste un día.
Contando los segundos que pasan por verte, haciéndote culpable de mi propia suerte. Soñando hasta despierta con hacerte mío.
Será. Será como tu quieras pero así será...
Por amarte así, por amarte así, por amarte.”
Todo esto es el compendio de lo que soy y siento por él. ¿Qué con cuarenta y cuatro años que cumpliré en unos días soy o parezco cursi? No me importa. A esta altura de mi vida y de mi andar por los caminos de Dios en este mundo me tiene totalmente sin cuidado lo que se pueda llegar a pensar o decir de mí.
Creo que el haberme enamorado, y haberme enamorado de un sacerdote, al contrario de lo pensado y creído en un primer momento, además de ser la mayor de las gracias que el Señor quiso concederme –correspondido o no-, es lo más maravilloso y extraordinario que me ha pasado en este mundo. Vivir enamorada es glorioso, porque el amor y estar enamorados nos permite ver todo desde otra óptica. Desde la óptica de la fe y de la esperanza suscitada y sustentada sobre ese amor.
Siendo lo que le falta al mundo locura de amor. Por lo que para contagiarle mi locura, quiero gritar al mundo y grito a los cuatro vientos que estoy enamorada. A fin de que todos lo sepan y se comuniquen el fuego de este amor unos a otros. Amén.
“Tengo que gritar, tengo que arriesgar ¡Ay de mí si no lo hago! ¿Cómo escapar de ti? ¿Cómo no hablar, si tu voz me quema dentro?
Tengo que andar, tengo que luchar. ¡Ay de mí! si no lo hago. ¿Cómo escapar de Ti? ¿Cómo no hablar, si tu voz me quema dentro?
Antes que te formaras dentro del vientre de tu madre, antes que tu nacieras, te conocía y te consagré Para ser mi profeta en las naciones Yo te elegí. Irás donde te envíe y lo que mande proclamarás.
Tengo que gritar, tengo que arriesgar…
No temas arriesgarte porque contigo yo estaré. No temas anunciarme porque en tu boca yo hablaré. Te encargo hoy mi pueblo, para arrancar y derribar. Para edificar, destruirás y plantarás. Nada traigas contigo, porque a tu lado yo estaré, es hora de luchar porque mi pueblo sufriendo está.
Tengo que gritar, tengo que arriesgar…”
Difícilmente, muy difícilmente, como lo fuera en mi caso, llegamos a ver, entender y creer que por el bautismo recibido en Cristo, más aún todo hombre y mujer sobre la faz de la tierra, está llamado a ser sacerdote, profeta y rey.
Esto, según lo que personalmente viera y entendiera.
Sacerdote, como vivo reflejo, imagen de Dios vivo en el Espíritu Santo en este mundo en medio de los demás hombres.
Profeta, para prestar un oído y ojo interior constantemente atento al querer Divino para nuestra vida en directa y total relación con la de todos los demás hombres y criaturas existentes en este mundo. Audición y visión recibida llamada a poner y hacer de público conocimiento de todos los hombres. No siendo algo que uno pueda guardarse para sí solo, siendo como es de interés e implicancia para todos.
Rey, o reina, en el aprender y saber conocernos íntegramente en la integridad de nuestras tres partes constitutivas. Esto es, en nuestro espíritu, en nuestra razón y en nuestra carne. Conocer quiénes somos, cómo somos, por qué o para qué existimos, qué pensamos, qué sentimos, qué queremos, qué soñamos, qué deseamos... Todo lo bueno y todo lo malo contenido en la integridad de nuestro ser: en nuestros sentimientos, pensamientos, acciones.
Todo lo que es edificante, beneficioso y saludable para la plena realización y gozo de nuestro ser en Dios, pensado, creado y predestinado para la felicidad y unión con los demás en los más diversos aspectos del amor de pareja, maternal, paternal, filial, fraternal. Y todo lo que es desedificante, perjudicial y enfermizo para sentirnos y sabernos plenamente realizados y satisfechos en la paz de nuestro ser todo en Dios.
A fin de conociéndonos al dedillo tal como somos, sincerándonos en un todo con nosotros mismos, con todo lo habido en nuestro ser, por mucho o mas que no nos guste o no lo queramos ver y reconocer, aceptándonos y amándonos en primer lugar a nosotros mismos tal como somos, con todas nuestras virtudes y todos nuestros defectos, con todas nuestras fortalezas y todas nuestras debilidades, con todas nuestras cosas agradables y desagradables, pasar y llegar a tener total dominio de nuestra persona. De nuestro ser. De nuestra voluntad.
Pasar y llegar a ser los únicos imperantes, amos y señores de nuestro propio ser, no desde los demás ni desde nosotros mismos, sino desde el centrarnos y apoyar todo nuestro ser, nuestro espíritu, nuestra razón y nuestra carne en la esencia original y final de nuestro ser en Dios en el Espíritu Santo. Unidos por sobre todas las cosas y por sobre nuestro propio y humano querer al querer, al proyecto que Él pensara, quisiera y predestinara para nosotros. Siendo así y solo así como habremos de sentirnos seres totalmente realizados, satisfechos, felices, plenos en este mundo y allende el mismo.
Tener total dominio en Dios en el Espíritu Santo de la integridad de nuestro ser. Liberando nuestro espíritu, nuestra razón y nuestra carne hasta el punto exacto en el que veamos, sintamos y sepamos no afectará ni perjudicara la edificante expresión y realización de nuestras otras dos partes restantes como la de los demás seres vivientes en nuestro entorno y sobre la faz de la tierra. Dejando que nuestro espíritu, nuestra razón y nuestra carne lleguen al punto de su plena manifestación en nuestro ser según lo pensado, querido y predestinado originalmente por Dios y en Dios para nosotros desde la constitución y perfecta realización, entendimiento, complementación y sincronización de esas tres partes constituyentes y definitorias de nuestro ser.
Siendo de las tres la más importante el espíritu. Por ende la que es preciso esté por encima de las otras dos. Por ser la que nos permite mantenernos conectados por un lazo espiritual invisible a nuestro origen y fin en Dios. A nuestra Alfa y a nuestra Omega en el paso por este mundo.
Siendo de las tres la espiritual la más importante y esencial. Porque es la que aunque naveguemos en mares de tinieblas, de sombras y muerte en la concepción y alumbramiento de nuestra razón y nuestra carne en este mundo, la que nos permitirá mantenernos asidos en la oscuridad a nuestro origen, a la esencia de nuestra vida que comunicándonos su misma vida –como un bebe que es alimentado en el seno materno por el padre desde la madre a través del cordón umbilical, sin que de ello llegue a tener la más mínima conciencia, se de cuenta- nos mantiene unidos a Él no obstante toda rebeldía, ceguera, sordera y dureza de corazón y entendimiento llegada a experimentar por nuestra razón o nuestra carne en determinados tramos de nuestra vida.
Siendo vital que así como alimentamos nuestro carne y nuestra razón, estemos alimentando constantemente nuestro espíritu. Para que sea y se mantenga fuerte y robusto, soportándolo y venciéndolo todo desde Dios y en Dios, desde Su Espíritu en nuestro espíritu en el Espíritu Santo, en la hora de las pruebas, tribulaciones, de extravío y oscuridad de nuestro ser en distintos pasos y tramos de la evolución o involución de nuestra carne y nuestra razón que tienden a llevarnos por caminos de extrema ceguera, sordera, falta de entendimiento, por ende, de perdición del rumbo de nuestro camino inicial y final en Dios.
Todos estamos llamados a ser profetas con nuestra propia vida. En primer lugar, en relación de nosotros mismos, para encaminar nuestra existencia hacia lo que vemos, oímos, sentimos y sabemos interiormente en Dios en el Espíritu Santo habrá de hacernos más dichosos y plenos en salud integral de nuestro ser en esta vida y en la vida eterna.
En segundo lugar, serlo, para ayudar a alumbrar y espantar las tinieblas imperantes a nuestro alrededor. En tanto estemos y nos mantengamos en la luz interior. Iluminados y no oscurecidos nosotros mismos, si no estamos fortalecidos en el espíritu por sobre todo constante mayor crecimiento y fortaleza de nuestra razón y de nuestra carne.
A veces, Dios nos pide iluminar con la luz que de ese modo ha querido y le permitimos trasmitirnos, poner en nuestro ser, a todo el restante pueblo. E incluso, más aún, a toda la restante humanidad que de ese modo nos lleva a ver, sentir, entender y creer expectante y anhelante, se encuentra esperándola. Se encuentra esperando su llegada. Esperando ese repentino alumbramiento universal en Él, desde Él, por sobre toda la faz de la tierra.
Eso fue lo que en Ushuaia y desde Ushuaia, aunque desde la más temprana edad, viera y sintiera estaba llamada a ser con toda esa luz que veía, sentía y sabía Dios había querido poner en mi interior desde la comunicación, por ende, iluminación de Su mismo Espíritu en mi espíritu en el Espíritu Santo desde siempre y para siempre en mi interior. Desde el mismo vientre materno. E incluso desde mucho antes aún. Desde toda la eternidad. Para toda la eternidad.
Razón por la cual veía, entendía y sabía que esa luz e iluminación no me pertenecía. Que no me la había querido dar solo para mí misma. Para que me la atesorara y guardara solo para mí misma. Habiéndose solo de apolillar, enmohecer y perder inútilmente si así lo hacía. Sino que me la comunicara poniéndola en mí desde antes de ser en lo humano, para que con la irradiación de la misma en todas direcciones iluminara hasta los confines de la tierra. Dispersando las tinieblas que amenazaban mortalmente con terminar de cubrirlo, ahogarlo, destruirlo y exterminarlo todo.
Pero, veía, sentía y sabía que junto con esa potentísima Luz Divina puesta de ese modo y a tal fin en mi interior para que la comunicara a los hombres, habían también en mí profundas, escabrosas y tenebrosas tinieblas. Tinieblas tan grandes, tan espantosas e igualmente poderosas, que viera, sintiera y supiera en todo tiempo estuvieran intentando también tener y tomar total dominio de mi voluntad, por ende de mi ser. Desde el tomar dominio de todo mi ser, en la medida en la que permitiéndoselo, le permitiera terminar imponiendo el querer de mi carne, o el de mi razón, o peor aún, de mi carne y de mi razón, por sobre el querer de mi espíritu, que veía y entendía era el mismo querer de Dios en mí.
Teniendo miedo, por ende, de que al llegar el tiempo de tener que hacer a imitación de nuestro Señor Jesucristo, lo mismo que al igual que Él en tanto mujer, veía y entendía estaba llamada y enviada a hacer respecto a la final total comunicación de dicha luz por sobre dichas tinieblas a toda la restante humanidad, al intentar comunicar dicha luz a todos los hombres de la tierra por medio del testimonio y manifestación que con el tiempo me viera y sintiera llamada hasta aquí en consecuencia a realizar, también dichas tinieblas lograran filtrarse.
Que también dichas tinieblas lograran hacerse y abrirse paso desde lo más profundo de mi ser por sobre dicha luz de Dios en mí para dejarse ver y escuchar por todos los hombres de la tierra. Peor aún, que terminaran siendo tan poderosas en mí por sobre la luz, que venciéndolas e imponiéndose por sobre las mismas, fueran las tinieblas y no la luz la que finalmente terminara comunicando y expandiendo desde mi ser, por mi medio, hasta los confines de la tierra.
Llenando de mayores tinieblas las densas tinieblas que por sobre toda ella veía y entendía ya existían, esparciéndose lentamente y cada vez en mayor medida. Llegándole a causar con tal comunicación por consiguiente un mal, y más mal aún a la humanidad, que un bien. Que solo el bien que quería hacerle. Prefiriendo de lo contrario, quedarme callada, no llegando nunca a comunicar nada desde mí a nadie.
No siendo mal lo que en lo más mínimo quería hacerle a la humanidad y al mundo. Sino solo bien. El mayor de los bienes desde el mismo Espíritu del Padre y de la Madre en nuestro Señor Jesucristo en el Espíritu Santo que por el bautismo veía, sabía y sentía igualmente me sostenía, guardaba, guiaba e iluminaba. Prefiriendo antes enfermarme de la peor de las enfermedades y morir en Cristo, para de ese modo de cualquier manera comunicarles al igual que Él con mi enfermedad y muerte aceptada asumir y soportar así por todos, dicha luz se terminara comunicando venciendo definitivamente por sobre las densas tinieblas habidas en mí y en la humanidad entera.
Cuando un ser humano se ve y siente llamado a ser profeta de las naciones, es decir un profeta público, de todo el Pueblo de Dios en la humanidad entera, ve y siente ser un llamado y envío recibido para realizar durante un determinado período de tiempo, o bien para toda la vida. Por el tiempo que Dios así lo necesite.
Por el tiempo que Dios le da a ver y entender necesita deje todo lo demás para poniéndose por completo a su servicio, en espíritu, razón y carne, se consagre y aboque de lleno a tratar de escudriñar por detrás y sobre dichas densas tinieblas interiores de nuestro ser dicha luz habida también en Él en nosotros en nuestro espíritu para una vez alcanzada y poseída, verterla hacia fuera, para trasmitirla a los demás. Para iluminar con dicha luz lograda aprender con tremendo esfuerzo y alumbramiento interior de en medio de esas tinieblas, todo a su alrededor, hasta donde Dios quiera con dicha luz le permita llegar.
Entonces, dicho ser humano concediéndosele la gracia de llegar a ver y entender que contra el propio querer que prefiere la tranquilidad, la despreocupación, la felicidad, el bienestar, el mínimo sacrificio, el vivir y hacer solo su vida, disfrutar, gozar, comprende que no se trata de lo que uno quiera, o de pensar solo en sí mismo y para sí y los suyos.
Sino de la más extrema de las situaciones en las que el Señor ha querido llamarlo y enviarlo a implicar. Jugándose y entregándose el todo por el todo para evitar la caída del mayor de los males no solo sobre nosotros y nuestros seres amados sino sobre toda la faz de la tierra.
Ante tal final total comprensión, su humanidad trata aún de oponerse y rebelarse un poco tiempo más. Porque ve y entiende que no solo es muy extremo, sino que supera todo lo imaginable, lo aceptado, lo capaz de llegar a realizarse dentro de sus débiles, pobres y extremos limites humanos. Ve y entiende al mismo tiempo que si acepta hacer lo que terminara de mostrársele en toda su plenitud Dios está esperando terminar de llevar a buen término por medio de su inexorable sí, tendrá que olvidarse de su casa, de su padre, de su madre, de sus hermanos, de su familia, de sus amigos, de su amado o amada, de sus planes y proyectos personales tenidos hasta allí...absolutamente de todo..
Que no tendrá tiempo ya para nada, porque a partir de dar el sí no puede disponer de nada por sí mismo ya en este mundo. El tiempo, su tiempo, no le pertenece. Le pertenece ya a Dios. Le pertenece en Dios a toda la humanidad. A toda la creación. A toda la tierra. La cual pasa a ser a partir de allí su familia, su padre, su madre, su hermano, su hermana, su casa, su razón de ser en este mundo.
Dándose cuenta al mismo tiempo de ¡tantas otras cosas! Es conciente plenamente de lo que habrá de esperarle y le pasará a partir de allí a partir del momento de decir que sí, Porque una vez que diga que sí, que se introduzca y comience a dar los primeros pasos en el sentido indicado y aceptado dejarse ir, ya no podrá volver atrás. Sino que tendrá que ir y llegar hasta el final del camino señalado.
Quien se siente llamado así a levantar la voz entre sus demás hermanos, los hombres, se da cuenta así mismo que ya nada en este mundo le pertenece o le puede pertenecer. Ni siquiera su propia persona. Porque al lograr llegar a tener y pasar a tener total dominio de sí mismo, de su propio ser y voluntad en el espíritu, ya no es uno sino Dios en uno, de Su Espíritu en su espíritu en el Espíritu Santo, quien ha pasado a tener y tomar total dominio de su mismo ser.
No por apropiación de su persona de parte de Dios contra nuestra voluntad. Sino por total previo libre consentimiento de su parte a de ese modo irse dejando tomar por completo por Él. Al dejar finalmente un buen día de andar tratando de escapar de aquí para allá de la llamada y envío escuchada realizarle durante tan largo tiempo hablando en su corazón, y tan largo tiempo tratándolo de eludir prestando oídos sordos a la escucha de Su voz quemándole dentro.
Para detenerse y cansado ya de andarle rehuyendo, luego de caer rendido de amor a Sus amados pies, comenzar a abrirse plena y dócilmente a su atenta y confiada escucha como ante el más amado de los amigos o amadas de las amigas, para ver y escuchar el sueño, por ende, el plan trazado para toda la humanidad por medio del cual se ha propuesto y propone llevarlo a cabo. Para cuya concreta implementación de lo soñado, planificado y palabra a los hechos quiere y necesita contar primero imperiosamente con él o ella, con su sí, con su final total aceptación y adhesión a Su querer. Para y por ser por medio de su incondicionalmente previa entregada y totalmente dispuesta humanidad y voluntad adherida y echa una con la Suya que pensara, por ende, necesita llevarlo a cabo.
Viendo y entendiendo finalmente que si eso es lo que Él pensara para toda la humanidad como para él o ella, requiriendo contar con su total colaboración para realizarlo de lo Divino y Celestial en lo humano y mundano, quién es uno, quién el hombre, para que Él siendo Todopoderoso como Es, pudiéndolo, por ende, ejecutar igualmente de cualquier otra manera sin necesidad siquiera de requerir de ningún ser humano para hacerlo, quisiera y decidiera realizarlo por medio de la plena y voluntaria disposición de nuestra humanidad a su entero servicio contra todo proyecto humano y personal fijado y tratado de alcanzar hasta allí, ¿cómo seguirse negando a decirle que sí?
¿Cómo seguirle diciendo que no cuando siendo el ser humano en realidad nada en comparación con Él, quisiera y quiere demostrarle que no obstante toda su rebeldía, desobediencia y desamor puesta de manifiesto hacia Él desde su original salida de Su amor, voluntad, confianza, seguía enamorado de la humanidad, del hombre, queriendo volver a confiarle la administración y realización de todas Sus cosas y obras en representación de Su persona en medio de la restante creación, confiando en la final fructificación de todo lo bueno y amor puesto en él, en ella, por encima de todo lo malo y desamor desatado igualmente dentro de sí?
Más aún, ¿cómo seguirle diciendo que no cuando se termina viendo, oyendo, entendiendo y sabiendo directamente de Él que es justamente por su medio que pensara, lo quiere y necesita imperiosamente llevarlo a cabo en Su mismo Espíritu en su espíritu en el Espíritu Santo puesto en él o ella desde incluso antes de su concepción en lo humano en el vientre materno? Siendo por ende para lo que naciera y está aquí.
¿Cómo seguirle diciendo que no, sabiéndose y considerándose nada entre los demás hombres como se sabe y considera, como para que Él quisiera tener tanto amor y delicadeza con él o ella para confiarle algo que lo mire por donde lo mire sabe escapa a sus acotados límites y capacidades humanas, superándolo por todos lados?
¿Cómo seguirse rehusando y escapando al loco amor y voluntad que quería demostrarle le seguía teniendo a toda la humanidad como a él o ella desde toda la eternidad y para toda la eternidad, no obstante su extrema condición de caída y pecado fuera de Su amor y voluntad, luego de ver, oír, entender y creer lo que quisiera terminar de revelarle tenía pensado para toda ella en su conjunto por medio de su previa total e incondicional entrega?
¿Cómo decirle que no al Amor? ¿Al Amado? ¿Cómo seguirle rehuyendo y rehusando la demostración de Su grandilocuente amor seguido teniendo aún no obstante todo hacia la humanidad incluso luego de haberlo vuelto a rechazar y darle muerte ésta al venir en su rescate, búsqueda y encuentro, apresándolo, sometiéndolo al peor y más injusto de los juicios, condenaciones y muertes, humanos y de este mundo, cuando como hasta allí la humanidad y él o ella se comportara con Él no merecía que Él la y lo o la siguiera teniendo en cuenta en la constante manifestación y confianza de Su amor en lo más mínimo?
¿Cómo seguirle diciendo que no, luego de ver y entender no claudicar Él en lo más mínimo en tal búsqueda y encuentro de igual correspondencia y manifestación de amor de parte de la humanidad en general, y particularmente de la suya en lo que quisiera terminarle de compartir y confiar, buscándolo durante tanto tiempo con tanto ahínco sin claudicar en su amor y búsqueda de la correspondencia por igual de la suya?
Tiempo previo, prolongado tiempo previo inicial al sí quiero final, durante el cual estuviera rechazando Su propuesta y proyecto pensado y querido para con la humanidad, por ende, para con él o ella. No por simple rebeldía y capricho nada más. Sino por sentirse en todo tiempo embargado por un espantoso e indescriptible temor. Por un pánico de muerte. Al vislumbrar y presentir ser algo que escapaba a sus disminuidas limitaciones humanas..
Al ser plenamente conciente de la debilidad, incapacidad y limitaciones de su humanidad, por una parte, como de lo desmesurado y trascendental del proyecto que le sintiera querer irle compartiendo de camino durante todos los años de su vida previa. Desde que tuviera uso de razón, y aún incluso desde mucho antes. Desde el mismo vientre materno. Y aún incluso desde mucho antes de ello. Desde toda la eternidad.
Proyecto para el cual requería contar con su total e indeclinable compromiso y colaboración previa para ayudarlo a llevarlo a cabo hasta sus últimas consecuencias en y para la humanidad.
Negándose inicialmente, por ende, por ver y entender “ser un proyecto, visión, sueño” demasiado loco. Fuera de toda lógica y sentido común humano. Algo absurdo como para ser verdad. Tomándolo mas bien como un raye, un pire, una imaginación personal. Una tentación de su propio ambiciosa humanidad queriéndolo engañar y embarcar en algo sin pies ni cabezas. Haciéndole creer como verdad y procedente de Dios algo que en realidad sentía y sabía por toda lógica humana no lo era.
Hasta que finalmente, después de tanto negarse, resistirse e intentar escapar e irse de Su alcance e implicancia, de ser posible hasta los confines de la tierra escondiéndose en el más remoto de los sitios, como quien trata de esconderse dentro del más desconocido y oculto de los agujeros en lo más profundo de la tierra en donde nunca jamás nadie lo vuelva a encontrar, termina siendo Él el vencedor. Su amor el que vence por sobre su pavoroso temor y su no querer comprometerse más allá de lo mínimo querido y permitido por su propio querer humano.
Dejándose finalmente encontrar, abrazar y hacer uno o una con Él en Su amor, querer y planes para con toda la humanidad desde el amor, querer y plan primero manifestado tenido para él o ella con Él. Manifestándole: “Esta bien, Señor. Si eso es lo que queres de mí, es lo que haré. Que se haga en mí conforme lo amas, queres y necesitas que sea para demostración de la igualdad de tu amor, querer y plan tenido por y para toda la humanidad.
Llegándose a ver, sentir y saber finalmente seducido y seducida, conquistado y conquistada hasta sus fibras más íntimas y más externas por su amor y proyecto a semejanza a como Jeremías manifestara de sí mismo. De tal manera que profundamente enamorado o enamorada de Él, no le nace y quiere otra cosa ya que entregarse una y otra vez al Amado, manifestándole asiduamente lo mismo. Esto es: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad. Habla, Señor, que tu siervo, tu sierva escucha.” a imitación Suya, de nuestro Señor Jesucristo, como de María Santísima.
Siendo el Espíritu Santo en él o ella quien lo y la termina seduciendo y conquistando a tal punto como en Él mismo, Jesús, y María hiciera, viendo, sintiendo y sabiendo ya no poder ser ni vivir para nadie fuera de tan solo para Él en el único y total anhelo y auto exigencia de hacer hasta lo humanamente imposible por mantenerse y llevar a cabo en toda Su plenitud la voluntad, el designio, el proyecto que pensara para él o ella, profundamente enamorado, enamorada de Su amor.
Siendo así como la grandilocuencia e infinitud de Su grandilocuente locura y proyecto de inconcebible amor humanamente tenido para con él o ella, para con toda la humanidad, después de tan insistente y perseverante búsqueda de Su parte y tanta resistencia y oposición de quien se siente de este modo llamado y amado a dejarse abrazar y abrasar en y por Su amor y voluntad para consigo, le termina convenciendo de ser verdad. De ser todo verdad.
Es decir, que no se lo imaginara ni surgiera de sí, sino procedente de Dios la visión y sueño de inconmensurable amor habido y sentido en todo tiempo en él o ella, cosquillándole el corazón. Seduciéndolo y conquistándolo a tal punto que imposible y necio de él o ella seguirse resistiendo y no responder al amor con amor.
Dios es así. Al menos, así fue y es como personalmente se me terminó de revelar, conquistar y seducir mi corazón y ser todo en dos momentos distintos. Momentos que fundidos en uno solo en Él se trataran de la misma revelación, conquista y seducción de mi amor y corazón por el Suyo.
El primer momento, acontecido en Ushuaia, entre marzo de 1989 y abril de 1991. El segundo momento, acontecido entre Plottier y Senillosa, entre 1996 y mediados del 2001. Más bien diré, hasta el presente. Revelándoseme, conquistándome y seduciéndome en un primer momento en Él mismo en el Espíritu Santo en toda la humanidad, y en un segundo momento, también en Él mismo pero en la persona y humanidad en particular de aquel varón amado, llamado y enviado igualmente en el mismo designio para venir a representarlo, no solo en espíritu sino en carne y huesos.
Convenciéndome, conquistándome y enamorándome tras la más prolongada y resistente de las batallas que tanto en la primera como en la segunda oportunidad rebelde y neciamente le opusiera.
Oponiéndome de tal manera, no porque no lo amara ni quisiera entregarme por entero a su extraordinario y grandilocuente amor, sino por costarme horrores llegar a creer que conociéndome como me conocía Él en realidad hubiera llegado a tener pensado, querido y predestinado semejante proyecto para mí. Pensando que manifestación de amor tan grande no podía ser que pudiera ser para mí. Para cualquier otra persona sobre la faz de la tierra, sí. Pero, no para mí. Sintiéndome y sabiéndome no amada y no correspondida como toda la vida me sintiera y supiera en el amor más buscado, anhelado y esperado toda la vida.
¿Más aún un amor así? ¿Un amor Divino en lo humano como lo sabía era tanto el amor de Jesucristo mismo como el amor de Él en un sacerdote consagrado y guardado en celibato solo para Él? ¡¡¡DIOS!!! No podía ser posible para mí, sabiéndolo un amor tan santo para alguien tan pecadora.
¿Cómo podía ser posible que conociéndome como me conocía Él pudiese llegar a pensar y querer manifestarme y confiarme amor gran grande, tan inconmensurable, que escapaba y superaba toda lógica y buen juicio humano?
“¿Por qué yo? ¿Por qué a mí?”, era lo que en tal incomprensión e incredulidad le gritaba junto al mar y desde las laderas de las montañas que circundaban Ushuaia, aquella primera vez, como igualmente la segunda, con los ojos enrojecidos por el llanto y el corazón dolido por amor y designio de amor tan grande imposible de contener y de realizar en mí. Por medio de canal tan deficiente y defectuoso como sintiera y supiera toda la vida los hombres y el mundo me llevaran a sentir, pensar y creer que era.
Sentimiento, pensamiento y creencia que durante todo ese tiempo previo llegara a ser más fuerte en mí que la voz y amor de Dios en mi corazón llamándome permanentemente a dejarme cautivar y entregar por completo a Su amor, que fuera en definitiva lo que me llevara a ponerle tantas trabas, impedimentos, obstáculos, dificultades, cerrándome y negándome al gozo del más grandioso y extraordinario de los amores que imaginara jamás.
Cerrándome a su amor de tal manera, que luego de buscarme insistentemente en un primer tiempo y yo negarme por no creerle, viera y sintiera fuera Él quien como luego igualmente él, se terminara cerrando a mi final llamada, búsqueda y encuentro cuando finalmente fuera, oyera, entendiera y creyera que siendo posible para cualquier otro ser humano sobre la faz de la tierra, podía igualmente ser posible para mí.
Claudicación y silencio final en su insistente inicial llamada, búsqueda y encuentro ante mi cerrazón y negación total, que me llevara a terminar cayendo en el más vacío, estéril y mortal de los estados interiores, imposible de volver a llenar con nada sino solo con Él. Por ende, igualmente con él.
Punto extremo de vacío, esterilidad y malestar integral de mi ser, ante el cual, comprendiendo ser Él, como él, quien me faltaba, que era su total ausencia, silencio y distanciamiento en mi vida y en mi persona lo que me estaba enfermando y matando de esterilidad. Viéndome y sintiéndome impelida a ser entonces yo quien comenzara a llamarlo, buscarlo y tratar de encontrarlo a como diese a lugar, porque sin Él, luego, sin él, me moría y muero de inanición.
Queriendo ver, oír, saber qué era lo que Él pensara y quería conmigo. Con mi amor y total gozosa entrega de mi corazón a la plenitud de su amor en la plenitud del mío, para con toda la humanidad.
Diciéndome y abriéndome finalmente así a la posibilidad de, ¿por qué no yo? ¿por qué no a mí? Pues si bien era verdad que más que santa me veía, sentía y sabía pecadora, débil, ignorante de las cosas de nuestro Padre Celestial, además mujer, sabiendo como sabía que cosas como esas Dios soliera y solía confiársela solo a varones santos, fuertes, sabios y conocedores de Su palabra y voluntad, terminé diciéndome que si conociéndome mejor que nadie como sabía Dios me conocía había pensado, querido y predestinara lo que en todo tiempo pasado le había sentido estarme buscando y proponiendo asumir, ¿quién era yo para negarme, más aún para poner en tela de juicio Su decisión? Sería porque era así como Dios me quería y de ninguna otra manera.
Comenzando a abrirme así al cuestionamiento incesante respecto a qué era exactamente lo que Él quería que hiciera. ¿Qué era lo que quería que dijera e hiciera ante el sacerdote y el obispo al que sentía, veía, entendía y creía finalmente quería enviarme y me enviaba como con una manifestación de Su parte?
¿Qué manifestación era esa? No lo sabía. No sabía ni alcanzaba ver y comprender con total claridad y certeza en que consistía exactamente lo que durante tanto tiempo me estuviera buscando para proponerme esperando finalmente que le dijera como acababa de decírselo durante la vigilia de la noche pasada en oración con Él durante esa noche de abril de 1991 en Ushuaia.
En principio veía y entendía que eso de ir y hablar con el sacerdote y el obispo a cargo de la comunidad parroquial de San Antonio de Padua de Plottier era la única consigna precisa con la que Divinamente volvía, no teniendo la más mínima idea respecto a qué era exactamente lo que se suponía tenía que ir y decirles una vez que estuviese finalmente puesta ante ellos.
Creía ver y entender sobre qué era enviada a hablar con ambos. Pero no así, qué era lo que tenía que decirles, ni cómo tenía que hacerlo. Viendo y entendiendo ser algo que se me terminaría de revelar, de ver y entender una vez que estuviese en el lugar dando inicial cumplimiento a lo que veía y entendía se me mandaba.
¿Sobre qué? Intuía que como dicha parroquia había estado cerrada durante más de diez años, generándose a raíz de ello enorme malestar para miles de creyentes que durante dicho tiempo se vieran y sintieran como expulsados en medio del más prolongado e inhóspito de los desiertos, sin la más mínima reserva de agua y alimento espiritual, para pedirles levantaran la sentencia impuesta sobre la misma durante todos esos años porque así el Señor lo quería y me mandaba a comunicárselos.
Para lo cual, sentía tenía que ir y dejarme llevar por el soplo del Espíritu Santo como una hostia viva puesta, por ende, consagrada a tal fin sobre el altar a imitación Suya, dejándome caer presa, crucificar y morir en un todo a mí misma y a mi voluntad para que a partir de allí ya no fuera yo sino Él mismo en mí en su misma donación de hacía 2000 años para alimento y bebida de dicha comunidad, pueblo, arrojado al desierto durante los últimos diez años.
Sintiéndome llamada y enviada en tal sentido y a tal fin, a donarme nuevamente en cruz como Él mismo, el amor, el Amado, nuestro Señor Jesucristo, lo hiciera. Siendo quien en Su mismo espíritu desde el Padre en el Espíritu Santo de ese modo me enviaba para volver a abrir todas las puertas que hasta allí quisiera permitir permanecieran cerradas a la escucha y conversión en la decisión tomada en tal sendito durante el tiempo que de ese modo quisiera permitir lo hicieran.
Permitiéndolo solo a tal fin. A fin de llegado ese tiempo terminar haciendo todo eso que desde el llamarme y enviarme de allí ya estaba haciendo. Más aún, que ya estaba haciendo desde que la humanidad se saliera de Él en el principio buscando la manera de reencaminarla nuevamente hacia el Reino de los Cielos en amor, obediencia, humildad y docilidad vencida toda rebeldía suscitada en ella.
Permitiendo que durante los últimos años con respecto a la comunidad de San Antonio de Padua todo terminara sucediendo como sucediera, para por medio de esta manifestación final que desde los confines de la tierra quisiera llamarme y enviarme a realizarles vieran y entendieran que era Él quien obraba, pasaba y estaba de vuelta en Su mismo Espíritu en el Espíritu Santo en todo nuestro conjunto conforme hacía dos mil años lo prometiera.
Por lo que, al mismo tiempo intuía ser entonces también cuando tenía que comenzar a dejar salir esa gran luz que en todo tiempo pasado viera y entendiera en Dios existía en mí. No como la Luz en sí misma, que era y es solo Él, nuestro Señor Jesucristo, sino como una lámpara que sin la luz dentro de ella, apagada, no sirve para nada, sirviendo solo en la medida en que esté prendida iluminando a todos los de la casa.
Viéndome, sintiéndome y sabiéndome fuera de Su progresiva Luz querida ir encendiendo y expandiendo en mi interior para comunicársela a toda la restante humanidad, como la más opaca de las lámparas, oscurecida interiormente, sumergida y rodeada al igual que todos por la más densa de las tinieblas que tienen sumergidas bajo su poder a la humanidad y creación toda en este lugar del abismo y de la muerte.
Siendo y no dejando de ser nunca conciente de ser en mí misma la más opaca de las lámparas. Agraciada solo con Su Luz Divina dentro de ella. Lámpara que necesita ser pulida y repulida al mismo tiempo constantemente, para que el polvo y mugre del entorno no la termine cubriendo tampoco exteriormente con las sucesivas manchas vertidas sobre ella, a fin de no dejar de trasparentar nunca la bendita luz contenida en su interior para iluminación y seguridad de todos.
Bastándome con saberme a partir de allí en la plena gracia de Dios, pasara lo que pasara y me viera sometida a lo que me viera sometida en este mundo como consecuencia del envío recibido y aceptado desde el Padre y el Hijo en el Espíritu Santo que me quemaba en mi interior purificándome y dándome seguridad plena. Viéndome y sintiéndome ser en la misma Gloria del Padre en el Hijo en el Espíritu Santo que iba y ya estaba ahí diciendo y poniendo por obra todo cuanto me mandara.
Viendo, sintiendo, entendiendo y sabiendo que no tenía que temerle a los hombres. Que los hombres ya no me podrían hacer nada como represalia de lo que fuese que fuere que Él quisiera llevarme a decir y hacer ante ellos que contrario a sus creencias, pensamientos, sentimientos y manera de obrar no les agradase en lo más mínimo. Porque siendo Dios quien estaba conmigo, quién iba a estar contra mí. Siendo contra Dios mismo en mí contra quien se declaraba y estaba, por ende, si así lo hacía.
Me vi y sentí puesta definitivamente así a partir de allí al único y pleno servicio del Señor en mis entrañas. Solo de Dios. Como una guerrera espiritual que acaba de ser constituida como tal revestida con toda Su gracia y armas espirituales. De todas las cuales la más importante era el amor.
Enviada para ser puesta como tal de allí en más en medio de los hombres. No para luchar contra los hombres, sino con las tinieblas que veía y entendía estaban tanto en ellos como en mí, amenazando con terminarlos de poseer por completo, si con la plenitud de Su luz puesta también en todos los hombres, no se lo terminábamos impidiendo.
¿Durante cuanto tiempo iba a estar de ese modo y a tal fin bajo su único e incondicional servicio para decir y hacer todo lo que fuese que me mandase decir y hacer en medio de la humanidad? Eso no lo sabía. Pero durante más de un año sin duda.
Más de un año como le dijera al padre Ismael al sugerirme no renunciar a los trabajos que tenía en Ushuaia sino pedir licencia sin goce de haberes por un año para ir, hacer en Plottier lo que le entendiera a Dios pedirme ir y hacer, y volver nuevamente a Ushuaia teniendo ambos trabajos asegurados.
Respondiéndole decididamente que no. Porque según lo que veía, veía que lo que Dios me demandaba y demandaría realizar en Plottier me iba a tomar más de un año. Mucho más de un año. Tal vez tres. O tal vez más, viendo como la visión de lo que iba a realizar a allí se perdía en el tiempo mucho más allá del primer, incluso del segundo y tercer año de envío en Cristo.
Viendo y entendiendo que el viaje que acababa de aceptar emprender de allí en más por este mundo al servicio pleno del Señor era y habría de ser en todo tiempo un viaje sin regreso luego de cada nuevo paso aceptado dar en su ejecución Divina.
¿Serían tal vez siete? ¿O no mas bien por el resto de mi vida? Eso solo nuestro Padre Celestial y nuestro Señor Jesucristo que en el Espíritu Santo me enviaba lo sabía.
Una vez de vuelta ya en Plottier en cumplimiento del envío realizado, me encontré con la dichosa noticia de que hacía una semana se había designado un nuevo sacerdote para la comunidad de San Antonio de Padua. Con lo cual la parroquia se terminara reabriendo y reconstruyendo sin que en los hechos tuviera que ir y hablar con el sacerdote y el obispo a su cargo ni una palabra.
Es decir, hasta mi regreso, suponía que la razón por la que el Señor me había querido llamar y enviar a dejarlo todo en Ushuaia para abocarme de lleno a la misión que a partir de allí quería confiarme, consistía con ir y hablar con el sacerdote y obispo respecto a la reapertura y reconstrucción de dicha parroquia. Pero si antes de que llegara ello ya era un hecho, ¿de qué se suponía entonces que tenía que ir y hablar con el sacerdote y el obispo?
Pasé cinco años sumida en tal profundo y constante discernimiento. Porque, que había regresado para ir y hablar con ellos era incuestionable e indudable. Pasando a ser desde entonces la pregunta, ¿respecto a qué quería Dios que fuera y hablara con ambos? ¿Para manifestarles entonces qué cosa de parte de Él?
Porque si el Señor se había tomado tanto trabajo y años persiguiéndome para que le dijera que sí enviándome como me enviara tenía que ser por algo muy importante que con respecto a ellos y a la Iglesia en su conjunto quería que dijera e hiciera, pero, ¿qué cosa tenía que decirles?
¿Sería realmente así? ¿O ese llamado y envío a ir y hablar con el sacerdote y el obispo sentido desde los 16 años, vislumbrando en cierto modo haciéndolo, no era más que un dictado interior que no tenía nada que ver con Dios? ¿Serían solo figuraciones mías?
Me sentí sumida en la realización de dicho constante cuestionamiento, tratando de ver y oír, de recibir una manifestación visible y audible de Dios en tal sentido, sin recibir nunca ninguna de esa manera. Sin que nunca se me apareciera de golpe y de pronto para decirme: “Mirá, Gladys, quiero que hagas esto y esto...”. No. Nada. Sequedad, soledad, esterilidad en tal sentido.
Yendo viendo, entendiendo y comprendiendo de ese modo que no era fuera de mí en donde tenía que esperar y habría de manifestárseme sino como hasta allí en todos los años previos hiciera: en mi interior. Hablando en mi corazón. Hablando en mis sentimientos, en mis sensaciones, pensamientos, en mis anhelos, sueños, deseos, en mi ser todo.
¿Cómo saber a ciencia cierta entonces que parte de esos pensamientos, sentimientos, sensaciones, anhelos, sueños, deseos en mí eran Suyos y cuáles míos, exclusivos de mi propio querer y humanidad? ¿Cómo saberlo con total certeza y precisión para no equivocarme y llevar a equivocar a los demás con un solo paso dado fuera de Sus huellas y querer en total contrasentido?
Estaba dentro de mí. Al punto de ver, sentir, entender y saber ser Él y yo uno solo. Su voluntad y la mía, una sola. ¿Cómo saber sin lugar a yerro dónde comenzaba la Suya y terminaba la mía para no equivocarme y llevar a equivocar a los que me enviara, de ser la mía y no la Suya la que terminaba realizando?
Con el tiempo, solo con el tiempo, terminé viendo y entendiendo que desde que terminara adhiriéndome por completo a Él y Su voluntad en Ushuaia, haciendo entrar por completo la mía en la Suya, Su voluntad y la mía no eran distintas sino la misma. Es decir, que dijese lo que dijese e hiciese lo que hiciese a partir del sí dado en Ushuaia, mi querer era Su querer, mi palabra Su palabra, mi obrar el Suyo en el Espíritu Santo que en Él y con Él desde Ushuaia terminara haciéndome una.
De manera tal que por malo que fuese o pareciera ser para mí misma como para los demás cualquier cosa que dijese e hiciese a partir del sí dado en Ushuaia, todo era y formaba parte de Su exacta voluntad dentro del designio que necesitaba se llevara a cabo de la manera exacta en la que necesitaba se llevara a cabo para hacer la demostración que necesitaba terminar de hacer ante la humanidad respecto a Su existencia no fuera sino dentro del corazón de todo ser humano. Hablándole y queriéndola llevar de regreso a Si por el camino que sabía era el único y mejor de todos los caminos que habría de llevarla a retornar totalmente a salvo a Él. Al Reino de los Cielos.
Durante los primeros cinco años de mi regreso de Ushuaia, nos vimos sumidos junto con toda mi familia a pasar por una experiencia de tribulaciones semejante a la que terminara recayendo sobre Job, toda su familia y bienes.
Creyendo ser en definitiva en eso en lo que consistía aquello a lo que desde Ushuaia el Señor había querido llamarme y enviarme a volver a Plottier para asumir, a fin de purificarnos junto con todo nuestros seres amados de nuestros pecados, sosteniéndonos en la fe, en la esperanza y amor constante en Él al paso por la más ardiente de las pruebas a las que viera y sintiera quisiera permitir fuéramos sometidos desde el permitirle permitirlo así con el sí dado en Ushuaia a que se hiciera no solo en mí sino en mis seres amados Su voluntad y no la nuestra, hacia fines de 1995 y principio de 1996 le supliqué en oración constante que por favor pusiera ya fin a tanto mal, enfermedad, muerte y ruina desatada sobre nosotros, con mi muerte.
Que me diera muerte, a fin de liberar a mi familia de todo lo malo que aceptara hacer caer sobre ella desde el sí dado en Ushuaia a dejarle hacer conmigo y con los mismos todo lo que quisiera y necesitase hacer para mayor bien de la comunidad de San Antonio de Padua de Plottier, la Iglesia y humanidad entera. Para que pudiera demostrar a partir del hacernos pasar por todo ello, lo mismo que por medio de Job quisiera demostrar a todo Su Pueblo. Esto es, que Él es Dios.
Que su poder está por encima de todo poder del mal, en este mundo y fuera del mismos. Lo cual habría de demostrar permitiendo que primero fuera descargado sobre nosotros todo tipo de males. A semejanza a como con Job y su familia lo permitiera, para al final, luego del paso por todo ello, a través del mantenimiento y fortalecimiento de la fe de Job no obstante todo lo malo que El permitiera se desencadenase sobre él y los suyos para probarlo y fortalecerlo, mejorarlo mucho más aún en su fe demostrada tener hasta allí.
Para finalmente, con la demostración de la perseverancia en la fe de Job, sacarlo y liberarlo de todo lo malo, volviéndolo a levantar y restaurar en gracia y bendición ante Él y ante su restante pueblo para gloria de Su Nombre, de igual manera habría de hacer al final con toda mi familia, seres amados y conmigo.
Habiéndonos de volver a restaurar Su gracia y bendición inicial, a un grado mucho mayor al que aún entonces teníamos en Él, liberándonos de todo mal, volviéndonos a levantar en admiración de todos los restantes miembros de su pueblo para que Su Pueblo en la humanidad entera comprendiera de una vez por todas que Él era y es el mismo de ayer y de siempre. Que solo en Él y para Él es toda la Gloria. Restaurándonos al final de igual manera que restaurara a Job.
Tal fuera así que, luego de cinco años al paso de las más violentas de las pruebas junto con toda mi familia, llegando a un punto en el que también al igual que Job ni ellos ni yo podíamos seguir soportando tanto mal sin fin, comencé a suplicarle al Señor que ya le pusiera punto y final a todo eso.
A tanto errado juicio tenido que soportar de parte de los demás –como Job de sus amigos y pueblo-, quienes pensaban y ya estaban diciendo que Él nos estaba castigando por nuestros pecados. Cuando yo sabía que si bien sin duda teníamos pecados, y muchos, lo que nos estaba pasando era de Dios sin duda, pero no como castigo. Sino porque fuera yo misma quien con mi sí final dado en Ushuaia para asumir y soportar todo cuanto a partir de allí quería que dijera, hiciera y mandarnos junto con mis seres amados.
Para que por medio de nuestros padecimientos, de igual manera como por medio de Job al final hiciera, pudiera terminarse de gloriar en nuestro Señor Jesucristo en el Espíritu Santo ante todos los hombres. Para que todos los hombres vieran y entendieran que Él era y es Dios, al dar testimonio público luego de todo lo sucedido y soportado junto con mis seres amados desde el sí final dado en Ushuaia a entrar y asumir en un todo Su voluntad y plan trazado no solo para nosotros sino para toda la humanidad.
Para que no solo Su Pueblo en la Iglesia Católica sino Su Pueblo en toda la Humanidad viera, oyera, entendiera, creyera, por consiguiente, recordara quien era y es Él. Dios. El único y verdadero Dios, que está por sobre todo poder en este mundo y fuera del mismo. Quien todo lo que dice lo hace. Demostrando que Su palabra es viva y eficaz. Porque de igual manera que durante esos cinco años quisiera hacerlo con nosotros al final haría también en esta hora final no solo con la Iglesia Católica sino con toda la humanidad.
Para reinsersión del corazón del hombre en el Suyo y el Suyo en el del hombre. Para restauración del Reino de los Cielos, que es el Reino del Amor, Él mismo, en el corazón del hombre. Y, por consiguiente, restauración del corazón del hombre en el Reino de los Cielos, en el Reino del Amor, en Dios mismo en él, en tanto varón y mujer, sin distinciones de ninguna índole..
Suplicándole que si tal y como hasta allí lo viera y lo entendía lo que Él quería hacer con todo cuanto durante los últimos cinco años nos había llevado a vivir con mi familia era terminar de manifestar toda Su Gloria sobre la humanidad entera, que entonces lo hiciera ya, por medio de mi muerte.
Creyendo que así era y tenía que ser, porque así fuera como hacía dos mil años se había terminado Gloriando ante Su nuevo pueblo en Él mismo, nuestro Señor Jesucristo, tras el necesario previo paso por el siendo totalmente libre dejarse encadenar, esclavizar, para dejarse someter al más injusto de los juicios, condenación, pasión, crucifixión y muerte de parte de los amados miembros de su pueblo y de su amada humanidad.
De manera tal que, pensaba y creía, que si luego de esos cinco años de encadenamiento, esclavitud, aprisionamiento, sometida junto con mi familia al más injusto de los juicios, condenas, pasión, crucifixión y muerte, no de Su parte, sino del mundo y de los hombres, al igual que hacía dos mil años Él necesitaba entonces contar también con mi muerte, estaba dispuesta y quería que esa hora también para mí ya llegara en ese momento.
Que me concediese la gracia y gozo de poder compartir también Su misma muerte, de similar manera a como hasta allí me había querido permitir compartir Su misma prisión, enjuiciamiento, pasión y cruz, para poder compartir luego de igual modo Su misma triunfal resurrección no solo en mí sino también en todos mis seres amados.
Quería enfermarme y morir de cáncer ya. Cuanto antes. Ya no podía ni quería retardar más mi partida de este mundo, para de ese modo poder POR FIN entrar a vivir con Él de una vez y para siempre en el Reino de los Cielos gloriosamente resucitada, para gloria de Su Nombre y del Reino de los Cielos.
Esto porque hacia el año 2003 había tenido un sueño en el que veía que estábamos con mi papá en la azotea de casa. Cuando sentíamos que una voz potente como proveniente del cielo nos decía: “Agáchense y no miren.” Obedeciendo, nos agachábamos y no mirábamos, sintiendo el ruido impresionante de algo que era como un viento huracanado que pasaba con toda su violencia desatada.
Luego de pasar, al sentir volver a quedar todo en calma, abrí los ojos y me levanté. Mi papá ya no estaba junto a mí. Se lo había llevado. Miré en todas direcciones y vi que todo a nuestro alrededor había sido destruido casi por completo, reinando una desolación muy grande. Elevé los ojos hacia el cielo y vi en medio del más intensamente azul de los cielos tres nubes con figuras de jabalí entrelazados entre sí, tomados los dos de atrás por el hocico de la cola del que estaba adelante.
Siempre había tenido al jabalí como un animal mortalmente asesino. Por lo que al ver ese signo en el cielo se me atenazó el corazón llevándoseme a presagiar en nuestras vidas mayor mal mortal similar al que entre 1991 e inicio de ese año, 1993, padeciera mi hermano mayor, Héctor, por causa del cáncer que lo terminara llevando a la muerte.
Vi y entendí a raíz de tal sueño que él había sido el primero de tres seres amados que habrían de pasar y morir de la misma manera. De cáncer. Con el corazón oprimido, doliéndome horrores mucho mayores aún por lo que veía y entendía aún estábamos llamados a tener que pasar y soportar con toda mi familia, me horrorizaba pensar en que aún dos más de mis seres amados morirían de lo mismo.
Pidiendo, suplicando constantemente al Señor lo mismo que al enterarnos de la enfermedad y al ver enfermo Héctor, por dos años le pidiera. Que, por favor, si alguien tenía necesariamente que morir a raíz de lo que Él quería volver a hacer y terminar de hacer por medio de nuestros sufrimientos para la humanidad entera, que en lugar de él o de cualquier otro de mis seres amados, que ese alguien fuese yo y no así ni uno solo de entre todos ellos. Que me enfermase y muriese de cáncer yo antes que él y cualquier otro de mis seres amados.
Sin embargo, veía que por más que le suplicara y así lo quisiera, ese alguien no podía ni habría de ser yo. Porque en toda esta historia Divina que quería terminar de escribir en lo humano, de lo celestial en lo terrenal, fuera enviada y venía a ser como Job. Por ende, quien tenía que padecer en mi propia humanidad todo el horror de ver sometidos y pasar a todos mis seres amados por el mayor de los infiernos, males y tormentos como consecuencia del sí que en Ushuaia había dado. Atormentándome y carcomiéndome la culpa, viéndome y sintiéndome culpable de todo el mal aceptado hacer caer sobre todos ellos junto conmigo, por consiguiente, de sus enfermedades y muertes, por haber dicho que sí en Ushuaia en lugar de haber dicho que no a lo que Dios me proponía para seguir con mi propia vida.
Y como si tal aceptación asumida y permitida en Ushuaia fuera poca, hacia fines de 1991 al confirmarse que mi hermano tenía cáncer, había reafirmado el sí dado en Ushuaia en tal sentido, al verme y sentirme llevada a la disyuntiva de tener que elegir entre el sacrificio de mi familia o el sacrificio de todo el pueblo de la recientemente vuelta a abrir y reflorescente comunidad de San Antonio de Padua.
Fue realmente todo otro viaje, similar al recorrido hasta Ushuaia, el llegar a creer que realmente podía ser de Dios eso que acababa de ver y entender. Que no moriría sino que viviría para poder también amar y ser amada no solo en lo Divino sino en lo humano por Él en un varón que asimismo toda la vida viera y sintiera decirme al corazón me estaba predestinado y para el que estaba predestinada en este mundo. Teniendo por ende que saber guardarme solo para él, esperarlo y buscarlo como solo para Él desde Ushuaia hasta ese momento me guardara, esperando y buscando finalmente hacerme plenamente una con él en Él en cuerpo y alma.
Pero, cómo creer que realmente era y habría de ser finalmente así, que dicho amor y varón humano sentido toda la vida en el corazón esperaba en algún lugar del mundo en Jesús que lo encontrara existía, cuando era plenamente conciente que con el sí que terminara dándole en Ushuaia había renunciado y entregado por completo a toda posibilidad de llegar a amar y ser amada, tener una pareja, formar una familia y tener hijos en lo humano como cualquiera otra mujer.
Todo lo cual luego del sí dado en Ushuaia para hacerme una en el paso por la misma pasión, crucifixión y muerte de Cristo, en Cristo, con Cristo, por y para Cristo, me terminara pareciendo vanidad de vanidades en comparación con el inconmensurable amor sentido por nuestro Señor Jesucristo a partir de allí.
Hasta que solo desde cuanto comenzara a ver y entender en Dios en 25 de Mayo a partir del 2000, tuviera la inmensa gracia de ver y comprender que realmente en Dios no era así. Que el amor humano, el tener una pareja, tener hijos, formar un hogar no era vanidad de vanidades en lo más mínimo. Sino el principio, fin y centro del Plan Original de Creación del Padre Celestial trazado para con toda la humanidad querida hacer a Su imagen y semejanza desde el amor en sus más variadas manifestaciones de lo Divino en lo humano.
Siendo el amor humano entre un varón y una mujer, al contrario de lo que hasta allí se me inculcara y por ende creyera, en la que la manifestación de amor de Dios por la humanidad alcanzaba su máxima perfección y plenitud entre los hombres y el proyecto que pensara para el mismo. Siendo y llamado a ser el amor nacido, crecido, alimentado entre un varón y una mujer vivo reflejo de Su amor manifestado en lo humano. Amor entregado por Él al varón y a la mujer, como la mayor de las bendiciones y realizaciones Divinas con la que quisiera y reconfortara a sumo agrado coronar toda Su obra creadora.
Pero, lejos, remotísimamente lejos me encontraba allá por mediados de 1996 poder llegar a ver, comprender y creer todo esto. Viendo y entendiendo al amor humano entre el varón y la mujer, más aún entre un sacerdote y una mujer no como el más bello y maravilloso querer de Dios para con ambos y en ambos. Sino como algo malo. Más aún al amor entre un sacerdote y una laica. Visto y tenido como la peor de las tentaciones y de los pecados en la y el que no tenía que permitir llegáramos a vernos enfrentado ni caer jamás.
Ello, conforme a la concepción inculcada y tenida como miembro del pueblo al que de Dios y en Dios fuera enviada a formar parte para concebir y dar a luz a este misterioso plan pensado por nadie más que por Dios desde que decidiera crear al hombre, varón y mujer, no para que estuviéramos solos sino para que nos amáramos. Siendo en esa mutua manifestación de amor en la que Él quería que el varón y la mujer llegaran a ser en el amor a Su imagen y semejanza.
Por lo que, fue entonces que, viéndome y sintiéndome totalmente confundida, no pudiendo ver ni entender cómo podía ser posible que luego de haber renunciado desde Ushuaia a todo afecto y posesión en este mundo que pudiera apartarme de Dios, incluso y sobretodo al amor humano, visto y tenido en todo tiempo como el mayor de los impedimentos en el cumplimiento de la voluntad de Dios, para hacerme una en un todo con Cristo, en Cristo, por Cristo y para Cristo en el paso por Su misma pasión, crucifixión y muerte por amor a la voluntad del Padre y amor a toda la humanidad, el amor humano podía llegar a ser también posible dentro del proyecto que en Ushuaia viera y entendiera Dios quería terminar de llevar a cabo para toda la humanidad desde el llamarme y enviarme a hacer de allí en más solo y en un todo Su voluntad y no la mía.
Viendo y entendiendo al mismo tiempo que seguir teniendo guardado todo esto en mi corazón era demasiado para mí, fue entonces que me sintiera apremiada a buscar a alguien que me ayudara a ver y comprender cómo podía ser posible todo esto. Alguien que en las cosas de Dios lo tuviera todo mucho más claro y sabido. Considerándome como hasta allí me sabía y consideraba, la mayor de todas las ignorantes respecto de las cosas de Dios.
Viendo y entendiendo que ese alguien no podía ser otro que un sacerdote. Y de entre todos ellos aquel que por disposición Divina, puesta de manifiesto a través de la Iglesia, tuviese a su cargo la jurisdicción del lugar en el que la comunidad de San Antonio de Padua de Plottier se encontraba localizada.
Comprendiendo finalmente así, ser para todo ello en su conjunto que el Señor quisiera mandarme de vuelta desde Ushuaia a Plottier. Por un lado, para ir y hablar con el sacerdote y el obispo a cargo jerárquicamente de dicha comunidad parroquial sobre todo lo visto y entendido Dios quisiera comenzar a hacer de nuevo para toda la Iglesia a partir de lo acontecido y cambios obrados en la parroquia de San Antonio de Padua durante los últimos quince años.
Mandato que me resistiera tenazmente a llevar a cabo durante los cinco primeros años de vuelta de Ushuaia. En principio por no tenerlo aún muy claro. No tener muy en claro aún qué era lo que en Dios tenía que ir y decirles a las autoridades eclesiales respecto a lo que veía y entendía El estaba haciendo ya de vuelta según lo prometido hacía dos mil años a Sus apóstoles desde la reconstrucción de la parroquia de San Antonio de Padua de Plottier para toda la Iglesia. Resistiéndome asimismo, porque aunque confiase, sentía que como mujer que era no podía confiar por completo y hablar de igual a igual con las autoridades de la Iglesia que eran todos varones.
No viendo ni entendiendo qué cosa podía ir a decirles de Dios y de Su voluntad para con nosotros que ya ellos no supieran mucho mejor que yo. Siendo tan solo una laica como en su consideración sabía que era. Y peor aún, una laica con casi total desconocimiento de las cosas de Dios, del Reino de los Cielos y de la Iglesia en comparación de muchos otros mejor formados y versados sobre el tema.
Por otro lado, temía que si iba y comenzaba a hablar con ese sacerdote dispuesto así por el Señor de entre todos los demás, que terminara mirando y viendo era el p. Daniel de la parroquia de la Medalla Milagrosa de Senillosa, puesto recientemente también a cargo de la comunidad de San Antonio de Padua de Plottier, podría acontecer en los hechos la tenue visión que también desde hacía mucho, mucho tiempo, viera y me inquietara el corazón sucedería en mi vida.
Visión conforme a la cual me veía encontrarme en el amor ante, con y por un sacerdote en la misma situación en la que muchas otras mujeres se vieran a lo largo de los siglos. Siendo acusadas y condenadas a muerte muchas de ellas, junto con ellos, por considerarse tal amor la mayor y peor de las tentaciones, pecados y caídas fuera de la voluntad y gracia de Dios.
Viéndome encontrarme en la mayor de las disyuntivas que en mi vida me encontrara y encontraría jamás, junto con un sacerdote, o con un varón que se encontraba a un paso de ordenarse como tal. No alcanzando a ver más allá del encontrarnos juntos en el inicio del gran dilema respecto a qué hacer con todo ese amor que sentíamos. No pudiendo ver en qué terminaba el mismo.
Si al igual que muchos otros sacerdotes y laicas hicieran nos entregábamos al amor, terminando, por ende, juntos por el resto de nuestra vida, o bien, si lo sacrificábamos en aras de lo que viéramos y entendiéramos era lo mejor no solo para los dos sino para todos.
Hoy por hoy, 28 de septiembre de 2006, después de la rotación de 360 grados que el Señor me llevara a realizar en mis antiguas concepciones y creencias tenidas por aquel entonces –siendo mi visión, audición, comprensión y entendimiento tenido hasta allí como el de quien se encuentra enterrada en un pozo bajo muchos metros de tierra- mi decisión es por la primera opción de las dos.
Es decir, por el amor con el sacerdote así predestinado por Dios. Con el p. Daniel. Por terminar viendo, entendiendo, sabiendo y creyendo que solo en él y la consumación final del encuentro en el amor de los dos es en donde Dios ha querido y quiere terminar de realizar lo mejor no solo para los dos, sino para todo el pueblo que en la humanidad entera me enviara a buscar y encontrar en el amor del amado en el Amado. El que pueda entender que entienda y el que pueda creer que crea.
Pero, por aquellos años de profundas tinieblas y oscuridad interior, lejos me encontraba de pensar siquiera que algún día llegaría a expresar tales palabras.
Temiendo por ende que si iba a hablar con el padre Daniel eso era lo que iba a terminar sucediendo. Es decir, que habríamos de terminarnos enamorando.
Porque según lo que también toda la vida sintiera latir en mi corazón estaba llamado a ser y a suceder en mi vida, estaba predestinada en Dios a encontrarme finalmente en el cumplimiento del proyecto que pensara para mí con un varón que me tenía predestinado.
El cual habría de enamorarse de mí, por consiguiente, igualmente yo de él, al terminarme conquistando y robarme por completo el corazón, al verme, sentirme y saberme amada por él, de igual manera que por Jesús, de una manera en la que nunca antes y nunca después varón alguno me amara ni me amaría, no por como era físicamente, o por sentirse primeramente atraído sexualmente por mí, sino por lo que alcanzara a ver y conocer pusiera Dios en mi corazón a semejanza del Suyo y de lo puesto del Suyo en el suyo.
Varón que veía y entendía habría de ser el primero que llegara a descubrirme en Dios, a conocerme y amarme de esa manera.
Habiendo de ser en ello que lo reconocería. En el sentir latir al unísono nuestros corazones el uno por el otro dentro del mismo sentir del corazón de Jesús por mí, y en mí por él. Saltando mi corazón de gozo en el momento de su final encuentro en Jesús desde el mismo Espíritu de Dios en ambos, de manera similar a como Juan Bautista saltara de gozo en el vientre de Isabel ante la llegada y saludo de María, portadora del Amado, de nuestro Señor Jesucristo en el suyo.
Siendo por tal razón que temía tanto que si iba a él nos termináramos enamorando como también toda la vida temiera sucedería en mi vida respecto de un sacerdote.
Porque en el pueblo al que en Dios fuera enviada no podía llegar a existir nunca nada entre un sacerdote y una laica. ¿Cómo ir entonces y comenzarle a confiar todo lo habido de Dios en mi corazón, cuando de movida sabía que si así lo hacía, siendo el primer varón que llegara a conocerme tal como era en mi corazón en Dios, sería él y no otro quien terminara enamorándose de mí, y yo de él, sabiendo que por mucho y más que llegáramos a enamorarnos un amor así nunca podría llegar a ser dentro del pueblo al que fuéramos enviados y pertenecíamos?
A menos que Dios cambiara finalmente todas las cosas, disponiendo todo lo contrario. O yendo contra todo lo establecido en este mundo. Como sabía cientos, y tal vez, miles de sacerdotes y laicas habían hecho hasta el momento antes que nosotros, de llegar a suceder tal y como temía.
Pero, no. Pensaba que eso nunca podría llegar a hacerlo, permitirlo ni imaginármelo siquiera. Porque tal y como sabía estaba establecida tal situación dentro de la Iglesia algo así era y habría de ser siempre visto como pecado. Como el mayor de los pecados. Siendo por ende un amor así sentenciado y condenado de movida al fuego del infierno.
Encontrándome durante unos días más sin saber que hacer. Sintiendo, por un lado, la fuerte e irresistible violencia interior entendía de Dios mandándome y queriéndome llevar a poner ya en confesión plena con él de todo lo puesto por Él en mi corazón, y por otro lado, mi total temor y negativa a terminar yendo a hacer algo que presentía podría terminar acabando en la peor de todas las situaciones de tentación y pecado a la que él y yo pudiéramos llegarnos a ver expuestos jamás.
Pero, viendo y entendiendo finalmente que si había sido para ir y hablar con el padre Daniel sobre todo eso que sentía y sabía había puesto Dios en mi corazón para que llegada esa hora lo terminara compartiendo todo con él para que me ayudara a ver, entender y saber cómo entenderlo y permitirle al Señor lo siguiera llevando a cabo, después de haberle dicho que sí en Ushuaia, que aceptaba volver a Plottier para una vez allí hacer todo cuanto me siguiese mandando, no podía ni quería seguirme resistiendo a ir y hacer lo que fuese que Dios tuviera pensado, querido y predestinado hacer a partir de dicho encuentro y confesión final mantenida con el p. Daniel. Para por su medio dárselo a conocer de igual manera al obispo y por su medio al Papa. A toda la Iglesia y Pueblo de Dios que veía y entendía representaba.
¿Y si con hacer tal cosa terminaba sucediendo entre los dos lo que tanto temía? Eso era y habría de ser algo que veía y entendía tenía que confiar y dejar enteramente en las manos de Dios. Siendo por mi parte un riesgo que veía y entendía tenía que aceptar asumir y asumirlo, dejándolo llegar todo hasta donde en Dios fuera necesario que llegara para mayor bien no solo nuestro ni de toda la Iglesia sino de toda la humanidad.
Contra lo cual, por mi parte, veía y entendía, tenía que luchar y tratar de impedir que sucediera. Porque nada quería menos que llevar a caer en una situación de tentación y pecado a ningún ser humano sobre la faz de la tierra. ¡Cuánto menos a un sacerdote, representante de nuestro Señor Jesucristo entre los hombres como veía y entendía también él era!
Además, por esos días, luego de la revelación recibida durante domingo de Ramos respecto a que a partir de allí sería el amor tan largamente prometido y esperado el que finalmente vendría a mi vida, me sentía confundida con respecto a lo que había comenzado a sentir por esos mismo días por dos varones y amigos catequistas acabados de llegar juntos por esos días de Buenos Aires para dar inicio a un nuevo grupo dentro de la parroquia de San Antonio de Padua. Gustavo y Daniel.
Pensando, viendo, entendiendo y creyendo que uno de ellos era aquel del que toda la vida y para Domingo de Ramos el corazón –Dios en mi corazón- me hablara de su venida final a mi vida. Hacia el término de mi entero caminar en Su voluntad y no en la mía. Pero, no llegando a discernir con total claridad cuál de ellos dos era, si era que también alguno de ellos dos sentía también algo por mi desde que en Dios nos viéramos por primera vez.
Siendo por eso, para eso, veía y entendía, para lo que era vital comenzara a animarme a ir a hablar con el padre Daniel sobre todo ello, para que me ayudara a ver y entender en Dios que si uno de ellos dos era aquel varón anunciado, cuál de los dos era.
Naciéndome poner e interponer de ese modo desde el vamos entre los dos el amor que sentía por Gustavo y por Daniel. Pensando, como en verdad pensaba, que uno de los dos era el que toda la vida en Dios esperara. A quienes en verdad también amara. Siendo totalmente sincera la búsqueda y encuentro del amor enviada a buscar y encontrar en Jesucristo que en relación de los dos realizara durante los siguientes cinco años.
Costándome también al principio mucho hacer que el p. Daniel, teniendo tantas responsabilidades a su cargo como con dos comunidades a su cargo tenía, y aún incluso más de dos comunidades, terminara aceptando comenzar a sentarse y pasar largas horas escuchando todo esto que decía en Dios desde Ushuaia me sucedía. Necesitando que me ayudara a concebirlo y darlo a luz desde Jesús en él. A saber que era de Dios y que del enemigo o mío en todo ello.
Creía que cuando el amor llegaba, por ende que cuando el amor tan largamente buscado y esperado en Dios en mi vida finalmente llegase habría de darme cuenta enseguida.
Comprendiendo tarde, muy tardíamente que el amor, el verdadero amor, cuando llega no avisa. Sino que casi imperceptiblemente llega y se nos mete en el corazón sin decirnos nada, o diciéndonos, pero no pudiéndolo ver ni entender su accionar sino hasta que ya está totalmente enraizado y adueñado de nuestro corazón y ser por completo.
Naciendo, creciendo y alimentándose segundo a segundo, día a día, mes a mes, año a año compartido en confidencia con el mejor y más amado de los amigos, sin que nos demos cuenta si no hasta que de pronto nos vemos y descubrimos profundamente enamorados a niveles hasta allí inimaginables.
El amor, el verdadero amor, el amor nacido cien por ciento de Dios y no así de nosotros mismos, viene y se adueña de nuestro corazón y ser todo sin pedirnos permiso. Sin que exista realmente nada ni nadie en este mundo que le impida ser y hacer lo que en sí mismo tiene pensado y querido ser y hacer en nuestros corazones y desde nuestros corazones no solo para nosotros sino para expandirlo e impregnado todo a nuestro alrededor desde su total fusión total en uno solo. En un mismo sentir. En un mismo amor. En un mismo corazón..
Y no era que yo quisiera luchar y oponerle feroz batalla y resistencia justamente al amor tan largamente buscado, esperado y anhelado encontrar y abrazar dichosamente al final toda la vida. Cuando de igual manera en total contrasentido toda la vida no hiciera otra cosa que guardarme para su final llegada a mi puerta, no dejándolo de buscar y esperar con ahínco y gran ansia todos los días de mi vida. Manteniéndome día y noche alerta, despierta y en vigilia a su espera, a fin de que no fuera a ser cosa de que cuando finalmente llegara después de tanto esperarlo, me encontrara dormida.
Solo que, enviada a buscarlo y encontrarlo en Dios a un pueblo en el que el amor entre un sacerdote y una laica era visto, considerado, juzgado y condenado como el peor de los pecados, ¿cuándo me iba a imaginar que sería justamente en un sacerdote en el que el amor tan largamente buscado, y esperada su final llegada en Jesús a mi vida, alcanzaría realmente en Dios su plenitud, perfección y consumación total?
De haber sabido esto desde el vamos, en 1991 en Ushuaia, o allá por 1995, 1996, y haber tenido la nueva mirada, audición, entendimiento y creencia desarrollada por el Espíritu Santo en mi corazón desde el mismo Espíritu y Plan Original de Creación pensado por nuestro Padre Celestial y nuestro Señor Jesucristo para la humanidad sé que todo hubiera sido diferente entre los dos.
Totalmente diferente. Pues, creo que no teniendo la cabeza, cerrazón, ceguera, sordera, dureza de corazón y entendimiento tenida entonces me hubiera abierto y entregado gozosa a su grandioso y bendito amor ante la primera señal manifestada de nuestro Señor Jesucristo en el Espíritu Santo también en él. Primera señal que creo fue aquel 02 de noviembre de 1997.
Pero, tuve que andar, más bien tuvimos que andar y padecer muchísimo desde entonces. Tuvimos que sumergirnos juntos, aunque manteniéndonos separados, hasta lo más profundo del abismo y de los infiernos durante estos últimos diez años, para recién entonces, al golpe de las pruebas, de los dolores, de las esterilidades, de los fracasos, del tener que vivir padeciendo noche y día el más extremo de los males hasta el momento por no verlo, oírlo, entenderlo y creerlo así, lo cual me llevara a alejarme de su lado, de su amor, que era y es la vida en y desde Jesucristo para mí. El amor prometido toda la vida por Él.
De similar manera a como a la humanidad le pasara y pasa en el desierto de este mundo luego de haberse alejado del Amado, de Dios, del Reino de los Cielos, saliéndose del Plan trazado para ella junto con Él en la misma y permanente gloria de Dios.
Todo hubiera sido diferente desde el primer momento en el que Señor lograra llevarme finalmente a él, a ponerme en su presencia, a hablar con él, y que él también terminara aceptando finalmente dedicarme mayor tiempo de su preciado tiempo para ver y escuchar qué era eso tan importante que venía y tenía en Dios para decirle. ¿Qué era eso? Todavía por aquel entonces tampoco yo lo sabía, sino hasta durante estos últimos años. ¿Qué era? Todo esto: el amor. Que él era el amor que Dios me enviara a buscar y encontrar toda la vida. Que había nacido, venido al mundo, y enviada finalmente desde Ushuaia por él. Solo por él. Por su final búsqueda y encuentro en Dios. Dado que encontrándolo finalmente a él hubiera encontrado con él el verdadero pueblo y humanidad nueva que en nuestro Señor Jesucristo en el Espíritu Santo fuera en él enviada a buscar.
Lo cual voy a relatar con mayor detalle más adelante. . Por otro lado, tampoco hasta allí se me había dado de su parte la más mínima certeza respecto a sus verdaderos sentimientos hacia mí. O si lo había hecho, Dios no había querido permitir que aún hasta allí lo llegara a ver y creer con certeza plena. Cuando en realidad hasta aquí no llegara a recibir nunca tal certeza plena de su parte. Sino pareciendo ser pero no sabiendo a ciencia cierta si en verdad también en él así era.
Siendo tal amor, algo que solo intuyera y me latiera en el corazón. Del contacto y encuentro de su corazón con el mío cada vez que nos encontrábamos a hablar sobre lo que veía y entendía Dios pusiera en mi corazón. Como del cosquilleo sentido también en mi corazón desde el suyo por medio del encuentro de nuestras miradas, de la calidez de su mano, de su paciencia, dulzura y espera infinita... Como de tantas, de tantas otras cosas más.
Me enamoré de él así. Sin darme cuenta, y dándomela al mismo tiempo desde el principio mismo. Desde antes de terminar aceptando ir a hablar con él de todo esto. Temiendo llegar a enamorarme de él. Que él pudiera llegar a ser al final dicho varón toda la vida buscado y esperado en Jesús. Y al mismo tiempo anhelándolo con todas las fuerzas de mi ser desde el vamos que pudiera llegar a ser él cuando sabía que eclesialmente él no podía ser.
Y creyéndolo enamorado igualmente de mí –solo creyéndolo y así anhelándolo llegara a ser fervientemente en mi corazón, por parecerme imposible amor más grandilocuente, perfecto y Divino que un amor así, entre los dos-, viéndolo y entendiéndolo al mismo tiempo un amor prohibido ante Dios dentro del pueblo al que quisiera enviarme a asumir y consumar hasta el final la que fuese que terminara viendo y entendiendo era Su voluntad para mí, para mayor bien de todo ese pueblo y de toda la humanidad, comencé a tomar distancia de su lado.
No queriendo caer ni hacerlo caer en tentación y pecado ante Dios y ante los hombres si eso era lo que él, la Iglesia y todo el pueblo al que había sido enviada creía. Por consiguiente, también yo. Al tiempo de igualmente verme, sentirme y saberme también enamorada de Gustavo, así como también de Daniel, el otro amigo catequista venido junto con él de Buenos Aires, y de otro varón que por esos días de 1998 llegara igualmente llevado por Dios a mi vida. Llamado también Daniel.
Llegando así a un punto en que todo se revolviera dentro de mí. Creyendo ser de las tinieblas de las que estaba terminando de salir por esos días para entrar total y definitivamente en la plenitud de la luz. Cuando en verdad era y habría de ser del estar en la luz, en medio y rodeada de la luz junto a él, que al irme de su lado salía para ir entrando lentamente en la más densa y prolongada de las oscuridades que en mi vida me cubrieran jamás. Rompiendo el diálogo, el entendimiento, el amor inconfesado que como el más bello de los romances iniciales hasta allí nos uniera.
Pero antes de partir, vi y entendí no poder hacerlo sin dejar totalmente cerrado lo que durante los últimos cinco años previos viera y entendiera Dios me llamara y enviara a hacer desde el llamarme y enviarme a comprometerme a partir de allí por entero al único cumplimiento de Su voluntad y no la mía.
Contando, dando testimonio, de cómo fuera que me sentí llamada y enviada por Él, de todo lo que tuviéramos que pasar desde entonces con toda mi familia a semejanza de Job, y de la última revelación recibida para Domingo de Ramos de 1996, de ser para la búsqueda y encuentro del amor en un varón predestinado que luego del paso por todo ello en Cristo había también nacido y estaba aquí en Dios, con Dios, por Dios y para Dios en el Espíritu Santo.
No pudiéndome ir, sin saber haber dejado totalmente por concluido lo que desde Ushuaia me viera y sintiera llamada y enviada a pasar en cruz junto con toda mi familia a fin de permitir al Espíritu Santo llevar a cabo la obra pensada y querida realizar para toda la Iglesia desde la reconstrucción y reflorecimiento de la comunidad de San Antonio de Padua de Plottier, sin que llegase a encontrar el más mínimo impedimento en tal ejecución, aceptando dejar caer y absorber sobre mi familia y yo todo mal que hubiera podido llegar a obstruir su proyecto.
Siendo en consecuencia así como lo hiciera. No yéndome con mamá a Chile sino hasta dar totalmente por concluido la entrega requerida hacer en Dios junto con toda mi familia hasta allí, para libre reconstrucción y reflorecimiento de la espiritualidad de la parroquia de San Antonio de Padua, depositando en manos de las autoridades de la Iglesia dicho testimonio escrito en cuestión. Pudiendo solo entonces volver a respirar tranquila después del sí dado en Ushuaia, para abrirme a partir de allí al encuentro del amor y varón humano prometido que creía ser algo que ya estaba ahí. Aguardándome a la puerta.
Y sin duda lo estaba. Lo había estado durante los últimos tres años en la persona del p. Daniel y no lo sabía. Más bien, sabiéndolo me encontraba cerrada para verlo, oírlo, entenderlo y creerlo sino hasta muchos años después. . Señor, derrama sobre nosotros y este designio de amor y procreación toda tu bendición. Porque has sido en Vos, en tu Espíritu Santo y por tu Espíritu Santo, en el Padre y el Hijo, desde la Inmaculada Concepción de María que ha sido concebido, fecundado, sacado a la luz y quiere ser realizado en toda su plenitud. Amén.
Partí finalmente rumbo a Chile con mamá aquel 08 de septiembre de 1998, creyendo que con terminar de poner por escrito y entregar en manos de las autoridades y miembros laicos de la Iglesia Católica dicho testimonio dando cuenta de todo cuanto viera y entendiera el Señor quisiera comenzar a terminar de hacer en el Espíritu Santo desde la comunidad de San Antonio de Padua para la Iglesia y humanidad entera, concluía el envío recibido en Ushuaia de parte de Dios.
Pensando que a partir de allí, dejándome nuevamente en total libertad de acción personal, podría comenzar a planificar mi vida junto al amor de aquel varón amado y predestinado, del que también toda la vida me hablara al corazón y para Domingo de Ramos de 1996 me terminara de confirmar su final venida según lo prometido de igual manera a mi vida.
Preguntándome y tratando de definir cuál de los tres varones que desde ese año trajera a mi vida era aquel del que me hablara. Porque el cuarto, que a la vez también siempre fuera el primero en Dios en lo más secreto de mi corazón, aunque en mi nivel conciente hasta el 2001 ignorara que así lo fuera en Dios para mí, como yo para él, era un amor inconfesable dada su condición sacerdotal.
Por lo que, sintiéndome más confundida que nunca con respecto al amor sentido y amalgamado en mi corazón por esos cuatro varones, creyendo concluido el tiempo de pasión, crucifixión y muerte al que en Cristo Jesús en Ushuaia me viera y sintiera llamada para por medio del mismo permitirle al Señor apoyar sobre los más crudos de los hechos nuevamente en Cristo lo que en la palabra testimonial quería manifestarle a las autoridades y miembros del pueblo al que me enviara, pude volver a respirar tranquila, al menos por un breve tiempo de respiro, creyendo haber terminado con ello lo encomendado por Dios en Ushuaia.
Viéndome y sintiéndome como el empleado o la empleada que sabiendo haber consumado hasta el fin la tarea que su jefe, patrón o gerente le ha querido en lo particular confiar, delegando por completo sobre él o ella todo el peso de su total ejecución, se dispone y prepara para comenzar a disfrutar a partir de allí del más merecido de los descansos como fruto de dicho trabajo.
Pero, que al ir a presentarse ante su jefe para darle un pormenorizado informe sobre la realización del trabajo encomendado, ahí mismo, éste, en ese mismo momento le vuelve a confiar otra tarea de mucha mayor envergadura, responsabilidad e implicancia aún que la que le confiara primero..
Informe que en mi caso fuera el testimonio escrito y presentado a las autoridades y miembros de la Iglesia al término de lo que creía marcaba el fin del envío recibido en Ushuaia.
Siendo exactamente eso lo que vivencié durante los tres meses de descanso que pasáramos con mamá yendo por los caminos y lugares de Chile. Caminos y lugares, en cuyo recorrido y estancia no dejara de seguir estando constantemente ante la presencia del Señor.
Recibiendo y manteniéndome constantemente abierta a la percepción y recepción de todo signo y señal que de Su Espíritu a mi espíritu en el Espíritu Santo seguía manteniendo inquieto mi corazón impidiendo que me quedara tranquila. Siendo Su voz y entera fidelidad al proyecto que pensara para mí dentro del plan trazado para toda la humanidad, ya no como un canal sino como un río dentro de mí imposible de retener o bloquear ya sus disposiciones con más nada. Ni queriendo ya realmente detenerlo o bloquearlo. Por saber ser para dejarlo fluir dentro y desde mí hacia los cuatro extremos de la tierra que en Ushuaia lo había comenzado a dejar correr por el inicial canalito que de Su Espíritu a mi espíritu en el Espíritu Santo desde mi “hágase” le abriera no pudiéndole cerrar ya más.
Viendo y entendiendo que en realidad no había concluido nada. Sino acabado de comenzarlo, al empezar a poner en el conocimiento del pueblo y humanidad a la que a tal fin me enviara, todo esto cuanto conforme a lo prometido ya estaba haciendo de vuelta en medio de los hombres en el Espíritu Santo.
Comprendiendo que al haber demostrado ser fiel en lo poco que en Ushuaia había querido encomendarme, a partir de allí quería encomendarme mucho más. Demostrar ser fiel hasta el fin en lo poco que hasta ese momento me confiara, como seguir siendo fiel a Sus mandatos y dictados, por poco o nada que haya sido lo recibido en contrapartida.
Tal fuera así, que cuando pensaba y anhelaba ardientemente que luego de acompañar a mamá a visitar y recorrer nuevamente su amada tierra natal, fuera realmente el abrazo del amado, de dicho varón amado, tan largamente esperado, buscado y anhelado encontrar en Él toda la vida lo que en verdad finalmente me aguardara, fue una mayor amplitud en la visión, misión y envió recibido en Ushuaia lo que realmente recibiera y encontrara.
Implicándome ya no solo a mí, sino en igual manera y medida a dicho varón amado y predestinado que para Domingo de Ramos de 1996 me terminara de anunciar realmente existía y ya estaba ahí también en Él en mi vida.
Es decir. Sentí, vi y entendí que si bien también el amor humano formaba parte del mismo plan trazado para con toda la humanidad que en Ushuaia quisiera confiarme y enviarme para permitirle terminarlo de llevar todo a cabo en Él en ella desde el seno del pueblo al que me enviara, dicho amor estaba también llamado y enviado a realizarse conforme en un todo a los fines de dicho plan. Llamados a tener en la manifestación final de nuestro amor un hijo. Niño, que habría de ser concebido y dado a luz para entera gloria del Padre en nuestro Señor Jesucristo en el Espíritu Santo. Desde Su mismo Espíritu en nuestro espíritu en el Espíritu Santo del amor, triunfalmente manifestado en nuestro encuentro final de amor.
Si me costó horrores terminar de creer lo que en Ushuaia viera y entendiera quería y quisiera confiarme, ¡cuánto más me costó terminar creyendo esto nuevo y último que sentía, veía y entendía desde el llevarnos y manifestarme tal cosa en Puerto Montt, quería confiarnos con ese varón predestinado, a partir del día en que pudiera llegar a compartírselo de mi corazón al suyo. Pareciéndome algo imposible de llegar a compartirle jamás. Porque costándome tanto para creerlo como me costaba, cuanto menos lo creería él si algún día me animaba a compartírselo.
Como veía y entendía era perentorio que antes de que nuestro encuentro de amor final llegara a producirse, él tenía que estarlo sabiendo y aceptando plenamente de igual manera que yo. Siendo totalmente conciente de a qué decía que sí el día en que aceptara recibirme y entregarse para consumar nuestro amor.
Pensando como hasta allí pensaba y creía que dicho varón era Gustavo. A quien no había vuelto a ver desde que el 22 de diciembre de 1996 se había despedido de mí junto a la puerta del gimnasio municipal luego de la misa de Confirmaciones..
Quedándome esperando desde entonces hasta principios del 2001 su regreso. Regreso que al final no se produjera jamás. Al menos, no para mí.
¿Por qué lo esperé durante tanto tiempo si él nunca diera muestras de sentir nada por mí, y mucho menos, por ende, amarme?
Porque desde que supiera de él por primera vez, todos los signos me decían ser él. Aunque en lo más profundo de mi esencia en Dios, el corazón me hablara siempre en otro sentido. En otra dirección. En ser otro dicho varón. Voz que tratara de ahogar dentro de mí por parecerme increíble e imposible que pudiera llegar a ser en y con ese otro varón en Dios dada su condición de total consagración a Él.
Mientras que compartiendo junto con Gustavo la formación de un grupo misionero dentro de la parroquia de San Antonio de Padua, durante ese primer año de reinicio de la búsqueda y encuentro de ese varón prometido, terminara creyendo ser él aquel que en Dios toda la vida esperara y buscara y para Domingo de Ramos se me anunciara que vendría. No obstante ser del otro catequista amigo, también llamado Daniel, a quien primero viera y me sintiera cautivada en un amor a primera vista. Pensando luego no poder ser él al saber estar de novio y a punto de casarse.
Como consecuencia de lo cual, enamorándome de él como me enamorara con el compartir misionero de todos esos años, creyendo ser sin duda él por compartir en el mismo corazón de Jesús y de María la vocación a la misión, a la santidad y al martirio en la que desde Ushuaia me encontraba comprometida para el único cumplimiento de la voluntad trazada por Dios para mí en un todo y en nada más ya de la mía, me sentí llevada a escribirle una carta manifestándole estar enamorada de él. Dándole la palabra de que lo habría de amar y de esperar eternamente.
Haciendo tal cosa inconscientemente A fin de sentirme al mismo también más segura de que mientras lo amase y esperase solo a él toda la vida habría de fortalecerme a tal punto en mi fidelidad que por mucho que quisiera y me muriera de amor por ese otro varón del que mi corazón me hablaba en lo más profundo y secreto de sus más intensos latidos, nunca llegara a consentir en lo que el corazón me dictaba, viéndolo con otros ojos que solo como hasta allí lo viera. Con los ojos de una laica hacia su guía espiritual o mejor de los amigos con el que no podía llegar a tener ningún otro tipo de relación jamás.
Sincerándome completamente conmigo misma, por ende, con los demás, sé que esa fuera la razón inconsciente en mi ser por la que un buen día tomara papel y lapicera y me pusiera a escribir dicha carta. Es decir, concientemente por aquellos días me sabía enamorada de Gustavo. Estaba enamorada de él. Manteniéndome en dicho sentimiento hasta fines del 2000 y principios del 2001.
Pero al escribir dicha carta, sabía estar obrando en forma alocada y apresurada, sintiendo que con lo que le decía me estaba atando a él y lo estaba atando a mí, por ser algo que tendría que cumplir hasta el fin por mucho y más que con el tiempo tal palabra pudiera terminarme pesando. ¡Cómo me pesara!
Por ser en el mismo Espíritu Santo de Dios en el que desde Ushuaia fuera llamada y enviada que estaba escribiendo dicha carta. Como palabra de Dios que tendría que saber observar fielmente hasta el final por ser en representación Suya que había sido enviada, por ende estaba en medio de este pueblo y humanidad. No pudiendo por ende luego llegar desdecir lo dicho en la medida en que no la cumpliese.
Es decir, vi y entendí que no habría de poder dejar de cumplir la palabra dada. Porque lo escrito, escrito estaba, y tal y como lo escribiera debía cumplirlo por mucho y más que finalmente pudiera terminarme pesando. Como finalmente me pesara horrores, al verme y saberme enamorada como nunca antes y nunca después de aquel otro varón que era el que en realidad Dios predestinara para mí, predestinándome para él, sobre el que desde el que me llamara, enviara y lograra llevarme finalmente a él el corazón en todo tiempo me hablara, no queriéndolo escuchar yo por temer ser esa voz no la voz de Dios en mi corazón sino la del enemigo intentando y queriéndome engañar.
Carta y palabra de amor eterno dada que me terminara pesando, no solo a mí, sino también a ese otro varón del que Dios en mi corazón como en el suyo por todos los signos que también desde él en tal sentido en el Espíritu Santo sentía, procuraba romper mi sordera y ceguera diciéndome en todo momento ser él, el padre Daniel, ese varón prometido y no otro.
Pesándome más aún, al recibir como única respuesta a la misma que él no me amaba. Empeñándome de ahí en más en no dejar de creer hasta el fin todo lo contrario. Diciéndome que sí me amaba. Solo que él no lo sabía. Pero que cuando lo supiese, y se enterase al mismo tiempo por medio de la persona del p. Daniel de todo cuanto lo amara fielmente hasta el fin, él me amaría. Gustavo se enamoraría de mí por la grandeza y fidelidad de mi amor por él Como sabía sucediera y sucedía con la humanidad respecto de su amor hacia Dios. Hacia nuestro Señor Jesucristo.
No obstante ello, no podía dejar se sentir y saber en lo humano que era la cosa más absurda que estuviese enamorada y esperara toda la vida a alguien que no me amaba ni quisiera volver a ver ni saber más nadad de mí. Mientras Dios había querido poner junto a mí a un hombre, a otro hombre, al más bendito y amado de todos los hombres que durante los años siguientes fuera viendo y entendiendo me amaba, estaba enamorado de mí, a quien amaba, habiéndome enamorado de él, que no podía amar ni amarme por su condición sacerdotal y mi condición de prometida de Cristo, en Cristo, con Cristo, por Cristo y para Cristo.
Como, por causa así mismo de dicha carta y palabra de amor eterno dada a Gustavo que veía y entendía me cerraban e impedían poder llegar a amar y entregarme a cualquier otro hombre que no fuera a partir de lo expresado en dicha carta solo Gustavo, por mucho y más que en Dios pudiera entregarme a ese otro hombre.
A quien veía y entendía por tal palabra dada tenía que esperar hasta el fin, a semejanza a como el padre misericordioso de la parábola del hijo pródigo esperara al hijo menor que se fuera de su lado y al final por entera gracia Divina volviera. Por mucho y más que todo dentro y fuera de mí me siguiera diciendo que ya nunca volvería.
Lo más grave del caso, era sentir la imperiosa necesidad de compartir asiduamente todas las idas y venidas de este amor no correspondido y largamente esperado que sentía principalmente por Gustavo con él. Con el padre Daniel. Quien con admirable y constante paciencia me escuchaba y toleraba todo. Como quien cuenta a un amigo y escucha de una amiga sus penas de amor, sin poder hacer nada por consolarla y ayudarla. Más que seguirla escuchando, aconsejando y recibiendo en sus incesantes confesiones.
No obstante sentir y saber poder estarlo doliendo con mis confesiones. No al principio. Sino después de aquel 02 de noviembre de 1997 al día siguiente de volver de la Congregación Religiosa en que creyera por primera vez que era amor eso que por primera vez viera en su mirada al encuentro de la mía.
No solo por la imperiosa necesidad de poder compartir todo esto con un amigo, que se seguía mostrando siempre abierto y bien predispuesto a mi recepción y escucha cada vez que le decía que necesitaba hablar con él, sino por verme y sentirme unida cada vez más fuerte a él, como atraída por un gran poder del que no podía ni me quería ya separar que me agradaba y atemorizaba al mismo tiempo en sumo grado.
Para pasar una u otras dos horas más hablándole y escuchándome hablar siempre de lo mismo, aunque con nuevas luces y tinieblas dentro del largo discernimiento de la voluntad de Dios que me encontraba realizando.
Sintiendo convertirse como en una necesidad cada vez más imperiosa el ir a él. El llamarlo para pedirle me dejara ir en su constante encuentro y confesión. ¡Me sentía tan bien con él! ¡Me sentía tan a gusto! Como con ningún otro varón me sintiera antes ni después en toda mi vida jamás. Como nunca imaginara podría llegar a sentirme junto a un hombre. Compartiéndolo todo de mi corazón al suyo. Animándome a hacerlo, diciéndome no ser a un hombre, sino a Dios mismo, nuestro Señor Jesucristo mismo en él en el Espíritu Santo, a quien lo hacía.
Por mucho y más que durante la mayor parte de mi vida me costara ver, escuchar y creer ser Dios quien estaba en los sacerdotes, no pudiéndolos dejar de ver como simples hombres iguales a todos los demás, con sus mismas virtudes y pecados.
Dándome el padre Daniel finalmente la confianza que tanto buscaba y necesitaba para animarme a compartirle todo esto a aquel que de entre ellos viera y entendiera el Señor predestinara igualmente a su vez para darlo a conocer a todos los sacerdotes restantes en representación de Cristo, de nuestro Señor Jesucristo, en el mundo entero. Siendo también de nuestro Señor Jesucristo, de Cristo, en Cristo, que traía todo este mensaje dentro de mí para comunicarles.
Y, dándome finalmente el p. Daniel tal confianza, por haber tomado conocimiento de los distintos signos y señales que el Espíritu Santo del Señor le llevara a realziar en Plottier desde Senillosa durante el tiempo que la parroquia de San Antonio de Padua estuviera aún cerrada, dando los sacramentos a todo aquel o aquella que se acercase a él a pedírselo, como acercándoselo con su propia persona a los que no se animaban a acercarse ya a pedirlos. Tal y como veía y entendía solo Jesucristo, quien estuviese y tuviese Su mismo corazón y espíritu podría llegar a hacer, compadeciéndose de las multitudes hambrientas y sedientas de Él en medio del más prolongado y adverso de los desiertos.
Llegando a confiar y a verme y sentirme tan a gusto a su lado, hablando con él de todo lo visto, oído, entendido y creído de Dios en mi corazón para que llegada esa hora se lo compartiese a toda la Iglesia por su medio, que cuanto más estaba a su lado, hablaba y compartía con él, más quería estarlo, hablar y compartirlo todo de mi ser con él.
Muy al contrario, de lo que durante los años y meses previos al bendito y dichoso día en que dejándome de negar y resistir al constante mandato de Dios en mi corazón, (llamándome y enviándome durante años a ir a él, a buscarlo y encontrarlo para hablar de todo esto que había querido poner también de Su corazón en el mío para que llegado ese momento se lo entregara todo sin reservas de la más mínima índole) volviera a dosificarme como María Santísima terminándome de hacer entrar totalmente en Su voluntad y no la mía, temiera horrores ir a él, al sacerdote, como luego también al varón, por el santo temor que Dios en él me causaba, viéndome, sintiéndome y sabiéndome tan pecadora e incapaz de todo.
Hasta que estando en Chile, sintiéndome invadida y llevada por esta inusitada sensación y estado de bienestar y paz que me producía el estar con él, el estar a su lado, frente a él, en su compañía, me atreví a manifestar por primera vez en voz alta, más bien exteriorizar el anhelo cada vez más fuerte sentido en mi corazón de que ojalá ese varón amado y predestinado por Dios que toda la vida y para Domingo de Ramos de 1996 me anunciara, pudiera ser él. Manifestándoselo así por carta.
Como igualmente por carta desde Puerto Montt me viera y sintiera llamada y enviada a compartir con él el primero, el nuevo anuncio de estar llamados a tener un hijo con ese varón predestinado, que para Domingo de Ramos de 1996 me terminara dictando el corazón realmente existía, que ya venía y estaba ahí en Jesucristo. Del que desde entonces en todo tiempo buscara su confesión para ir a hablarle de él. Siendo de él mismo de quien iría e iba, por ende, a hablarle.
Para hablarle del envío sentido para Domingo de Ramos de ir en su final búsqueda y encuentro, sintiéndome llamada al mismo tiempo de ir para ello en su búsqueda personal. En búsqueda del sacerdote puesto asimismo por Dios más cercano para ir a hablarle de esa búsqueda del varón amado y predestinado por Dios en el amor.
Sin saber yo, sin ser conciente, por aquel tiempo, pero sí sabiéndolo y siéndolo mi corazón en lo más secreto y misterioso de su profunda unión y enraizamiento en Dios (secreto que por aquel entonces no me quisiera revelar ni a mí) que al enviarme a ir en búsqueda y encuentro final de la guía espiritual del sacerdote predestinado también dentro del mismo designio para ayudarme a concebir y dar a luz a ese misterio habido en mi corazón, Dios estaba ya cumpliendo Su promesa y anuncio de la ya llegada y encuentro final también del amor humano tan largamente esperado y buscado. Por ser en él en quien dicho varón amado, prometido, predestinado y buscado toda la vida, se encontraba. Sin que por aquel entonces pudiera llegar a imaginármelo siquiera.
Imaginarme, que el sacerdote y el varón enviada a buscar y encontrar desde la más temprana edad, eran y habrían de ser en Dios uno solo. El mismo. Queriendo Dios que primero se enamorara de mí y yo de él en el más grandioso, bendito y extraordinario de los amores. Por medio de su constante búsqueda y encuentro periódico de años. Llevándome a compartirle y verter todo lo habido en mi corazón en el suyo para que fuera así de los dos el primero que se enamorara.
Aunque creo que también a mí me fuera llevando a enamorarme al mismo tiempo que él desde el primer día en que terminara aceptando ir en su final búsqueda y encuentro. Y aún antes, desde mucho antes. Desde toda la vida que pasara guardándome solo para él, esperándolo y buscándolo sin claudicar en la fe, esperanza y amor de que algún día al final de mi vida lo encontraría. Como le sucediera a la humanidad con nuestro Señor Jesucristo. No siendo ella conciente de ser a él a quien amaba, buscaba y esperara toda la vida sino hasta luego de haberle dado muerte y haberse por ende ido Él de su lado.
En un todo, viera y entendiera finalmente, como de igual manera sucediera en el amor de Dios en nuestro Señor Jesucristo por la Humanidad. Siendo Jesús, el Amado, quien se enamora primero de la Humanidad, la Amada. Y no así a la inversa. Siendo como fuera que a causa de la profunda ceguera, sordera, dureza de corazón y entendimiento en el que la misma cayera y se encontraba, siendo Él asimismo el primero que saliera en su búsqueda y encuentro por medio de su predicación, tuviera que terminarse sacrificando en el amor que le tenía. Muriendo en la cruz por ella.
Para que por el no querido pero necesario paso por la cruz, finalmente viera, oyera, entendiera y creyera que era Él, su Amado, largamente prometido y esperado al que no correspondiéndole con sus dichos y hechos enjuiciaba y condenaba injustamente al punto de ser ella misma quien con su desamor lo clavaba y daba muerte en cruz. Teniendo necesariamente que pasar previamente por todo ello para que su amada pudiera reconocerlo y corresponderle en el amor en igual medida hasta el fin.
Siendo así él el primer y único varón amado hasta el 2000, a quien de ese modo –sin ser totalmente conciente yo de dicho obrar Divino aún por aquel tiempo en mí- el Espíritu de Dios quisiera llevarme a compartirle el anuncio de concepción y alumbramiento acabado de recibir, no tan solo por ser el amigo y guía espiritual de mayor confianza, sino por ser también el varón predestinado por Él para compartir juntos el mismo designio de amor y procreación que por esos días en Puerto Montt quisiera terminarnos de anunciar.
Sin embargo, esto fue algo que no pude ver, entender y creer de esa manera sino progresivamente a partir del 2001. Luego de ver y entender haber querido Dios llevarme a ir y poner en su presencia desde Ushuaia, más aún desde toda la eternidad, no solo por ser el sacerdote que quisiera predestinar para que en Él, en Jesucristo me ayudara a concebir y dar a luz a este misterio que dormía en mi corazón, sino por ser asimismo dicho varón amado, prometido y predestinado del que toda la vida me hablara y para Domingo de Ramos de 1996 me confirmara existía y ya estaba ahí.
Y a tal punto estaba ahí, que por esos mismos días quisiera terminarme llevando a él para comenzar a compartirle y anunciarle todo esto en la misma persona del sacerdote en cuya búsqueda y encuentro final fuera e iba asiduamente. ¡BENDITO Y ALABADO SEA DIOS, QUE POR SIEMPRE SEA BENDITO Y ALABADO! ¡GLORIA A DIOS!
Pero, no pudiendo ver, oír, entender ni mucho menos poder llegar a creer todo esto si por aquel entonces el Señor me lo hubiera dicho, concientemente me vi y sentí llamada y llevada a compartirle casi simultáneamente tal anuncio por carta a como lo recibiera, con la intención de que si él hablaba con Gustavo, fuese Gustavo por su medio quien lo recibiera.
Cuando, terminara viendo y entendiendo años más tarde, que si de Su mismo Espíritu en mi espíritu en el Espíritu Santo, por los mismos días en que estando en Puerto Montt recibiera tal anuncio me llevara simultáneamente a animarme a compartírselo por ser el guía espiritual que también a tal fin predestinada junto con dicho varón y conmigo dentro de este designio de amor y procreación cuyos alcances e implicancias me estaba terminando de revelar, no fuera solo por ser el sacerdote predestinado en el mismo designio para ayudarme a concebirlo y darlo a luz en lo espiritual de mi ser, sino por ser al mismo tiempo el varón predestinado para ayudarme a concebirlo y darlo a luz en lo carnal, en lo humano de su total consumación en los hechos.
Anunciándoselo simultáneamente no para que como guía espiritual predestinado junto con dicho varón y conmigo en este designio fuera él quien se lo dijera a Gustavo, sino por ser a la vez del guía espiritual el varón predestinado a ayudarme a traerlo en toda su plenitud al mundo. Amén. ¡GLORIA A DIOS!
Todo esto y mucho más fue lo que vi y entendí durante todos estos años. Y tal como lo viera y entendiera se lo termino de compartir ahora al mundo entero, para que absolutamente nadie se encuentre ajeno a su realización en los hechos. Amén.
Veo, oigo, siento, entendiendo, creo y sé, que durante los últimos años el Espíritu Santo me ha querido dar un crecimiento mucho mayor al imaginado llegar a alcanzar jamás en lo humano. Crecimiento, en cuya cada vez mayor amplitud veo, entiendo, sé, creo y quiero seguirme manteniendo permanentemente abierta hasta el final. Sin trabas, sin temores, sin tabúes, sin prejuicios, sin nada propio de la humanidad y del mundo que vuelva a refrenar mi vuelo espiritual en la plena realización y manifestación del amor en la integridad de mi ser..
Seguir siempre hacia delante y hacia arriba es mi llamado y envío. No impedir la libre acción del Espíritu Santo, como en mayor o menor medida durante los cuarenta y cuatro años de mi vida mi humanidad y los criterios del mundo intentaran impedírselo. Llenándome de temores, tabúes, limitaciones, durezas, cegueras, sorderas, prejuicios, nefastas concepciones. El Espíritu de Dios es el Espíritu Libre. Es la auténtica libertad en Sí mismo.
Por ello, no cadenas, no esposas, no ataduras, no sacrificios sin amor, no muerte ni sepultura. Libertad, Vida, Amor, Paz para toda la humanidad por toda la eternidad. Amén.
Dejar que todo fluya hasta donde el Espíritu de Dios lo quiera hacer llegar sin reservas, sin límites ni medidas. Amén.
Pero, para llegar a la amplitud actual que la plena libertad del soplo del Espíritu hasta aquí me ha querido y podido dar –amplitud que sigue siendo aún muy estrecha en relación con la amplitud infinita que es Dios-, teniendo para ello primero que terminar de vencer todas las tinieblas que aún siguen nublando en mucho mi ojo interior, fue necesario dejarme tomar y abrir sin límites ni reservas a su total accionar dentro de mí.
Dejarlo obrar libremente dentro de mí. Sobretodo durante estos últimos cinco años. Cinco años durante los cuales solté todas las cadenas y ataduras interiores que me tenían sumida en medio de las peores de las tinieblas, para que lidiando más sangrientamente que nunca dentro de mí con la Luz de Cristo en mí, fuera la Luz la que al final terminaran poniendo totalmente al descubierto todos mis pensamientos, sentimientos, manera de ser, querer, obrar más tenebroso, más oculto, por ver y entender haber de ser solo así como habría de vencer la Luz todas las tinieblas imperantes en mi interior.
Permitiéndole poner al descubierto y arrancar y destruir con mi propio total consentimiento y colaboración todo lo viejo sentido y sabido habido también en mí desde que fuera concebida en el vientre materno. Porque solo así habría de ser posible que pudiera dar nacimiento a un nuevo ser en mí desde mi total renacimiento de Su Espíritu en mi espíritu en el Espíritu Santo.
Haciendo morir todo lo propio de la mujer vieja en la integridad de mi ser. Para que solo así luego de ello pudiera volver a plantar y construir un nuevo ser, una nueva mujer, una nueva humanidad centrada única e íntegramente en el Espíritu Santo que manteniendo unido todo mi ser al Suyo pudiera permitirle llevarme a ser a Su imagen y semejanza Divina en el Espíritu Santo como desde el origen de nuestra misma concepción, creación y predestinación en Él lo pensara y quisiera para nosotros. Para todo el género humano.
Espíritu Santo por medio del cual vencer toda enfermedad, toda opresión, todo temor, todo signo de muerte en mí.
Para lo cual fue necesario lanzarme y dejarme caer en caída libre hasta lo más hondo del abismo, de las tinieblas, del valle de la muerte y de la mala suerte. En el mismo seno de la desgracia, de la maldición cernida en el origen sobre toda la humanidad al apartarse del Plan Original de Creación que nuestro Padre Celestial pensara para ella. Para pasando por el más ardiente, intenso y prolongado de los fuegos, como oro en el crisol, permitirle al Espíritu Santo purificar todo mi ser. Eliminar todo lo de la mujer vieja en mí. Para dar origen desde Jesús y María a una mujer totalmente nueva en mi humanidad.
Sumergirme en el seno de la muerte en Cristo para volver a nacer en espíritu y en verdad, dejando de ahí en más que fuese y sea solo el Espíritu Santo quien siga construyendo la morada de Dios, del Padre y del Hijo en la Madre dentro de mi corazón. Poniendo un corazón totalmente nuevo en Su mismo corazón Divino en mí.
Todo lo cual, obviamente, no fuera ni es algo que veía y entendía habría de producirse, se produjera y produce de la noche a la mañana. Sino que lleva su tiempo. Días, meses, años. Teniendo que ayudar al Espíritu Santo a hacer todo esto comprometiéndome a hacer y haciendo el máximo esfuerzo de mi parte por cambiar, por convertirme, por permitirle llevarme a alcanzar el máximo punto de espiritualidad según Su concepción y querer, desde la total integridad y armónica realización de mis tres partes constitutivas, y no así desde solo una de ellas: la espiritual.
Por ser el resultado de la sumatoria de todas mis partes. Y no así, el aislamiento y cerrazón dentro de una sola de las tres, en detrimento de las dos restantes. Por ende, en detrimento, de la plena realización pensada, querida y predestinada en Dios llegara a ser en Él, en lo que no solo en una parte sino en el todo que en Él soy: mente, espíritu y carne.
Lejos, muy lejos me encontraba aún de poder llegar a alcanzar esta apertura aún, de alcanzar el mayor vuelo espiritual que en lo humano es posible llegar a alcanzar, por aquellos días de mi estadía con mamá en Puerto Montt y de nuestro regreso a Plottier tras la ampliación de la visión acabada de tener por esos días.
Me veía, sentía y sabía inundada aún por las más densas de las tinieblas sustentadas en los más mortales de los temores que me paralizaban, llevándome a seguirme resistiendo, negando, poniéndole todo tipo de frenos al soplo y libre aleteo querido llevarle a dar a mi ser por el Espíritu Santo. Dificultándoselo todo.
Cuando Dios es simple. Es muy simple, claro, fácil y sencillo de realización en todas Sus obras en su única obra creadora. Como muchas veces oyera que por medio del padre Daniel, que Él era al escucharle decir como él era y quería que fueran todas las cosas.
Yo en cambio era y soy compleja, difícil, muy difícil, muy entreverada, muy atravesada...tal y como por lo general en un todo nuestra humanidad lo es. Comprendiendo finalmente, ser ella la causa de por qué el Plan trazado por nuestro Padre Celestial en nuestro Señor Jesucristo en el Espíritu Santo demorara y demora aún tanto por terminar de consumarse, permitiéndole el levantamiento y regreso conjunto nuevamente de toda la humanidad y creación al Gobierno de los Cielos de donde por su tremenda complejidad al igual que yo en estos últimos siete años principalmente, se saliera de órbita.
Quiero aprender y tener la misma sencillez, facilidad, simpleza, claridad de Dios, en Dios, para decir y hacer todas las cosas. Esperando ahora, en este nuevo y último tiempo de mi vida que se inicia que el Señor por medio del amor del amado me ayude a llegar a serlo.
De todos modos, nada de lo experimentado hasta aquí durante estos últimos siete, más aún diez años, retardando la plena y simple consumación del designio de amor y procreación anunciado, ha carecido y carece de sentido a los exactos fines del Plan de Salvación trazado en nuestro Señor Jesucristo.
Porque por medio del llevarme a experimentar y dar testimonio de todo lo que no procediera ni procede de la simplicidad de Dios, desde el sí y envío recibido en Ushuaia, Dios ha querido y quiere hacerme tomar justa conciencia de que Su Plan de Salvación, por ende, de Amor trazado para toda la humanidad, siempre fuera y es la cosa más sencilla de todas: amarnos. El amor. Pasando cien por ciento por el amor en sus mas variados aspectos y manifestaciones.
Siendo nosotros, los hombres, quienes queriendo ejecutar la visión Divina que se nos ha dado conforme a nuestra propia manera de ver, oír, pensar, sentir, querer, entender y creer todas las cosas, quienes tornamos en imposible la realización de dicha visión, por ende, plan de Dios en nosotros y para nosotros, por medio del cual solo quisiera y quiere nuestra simple felicidad, queriéndolo hacer a nuestra manera, acorde a nuestra voluntad y no a la Suya..
Siendo eso lo que terminara viendo y entendiendo personalmente hiciera desde que en 1996 sintiera manifestarle en mi corazón que no moriría sino que viviría para el amor. Para amar y ser amada por un varón que me tenía predestinado como predestinada para él en el mismo corazón, Su corazón en ambos, en el Espíritu Santo, nos tenía. Habiendo de llegar a ser solo dichosa con él. Si lo encontraba a él. Llamándome a ir y dejándome llevar por consiguiente en el soplo interior de Su Espíritu en mi corazón hacia dicho varón y sacerdote predestinado en él para que me ayudara a ver, oír, entender, creer y llevar a su plena realización todo esto.
¡Todo era tan fácil, tan simple, tan sencillo! Como por medio de Daniel, del p. Daniel, me decía que era. Convirtiéndolo mi humanidad en algo que hasta el día de hoy en algo complejo, aparatoso, difícil, muy difícil, por no decir imposible, de realización. Por no saber escuchar la voz de Dios en otra voz que no fuese solo mi propia voz que era en la que creía hablaba realmente Dios por sobre su también voz en las voces de todos los demás. Soberbia y ambición desmedida en tal sentido, sin duda.
De todos modos, Dios necesitó y se valió de mi extrema complejidad para ponerla de manifiesto no solo en mí sino en todo ser humano. Para de ese modo terminar de inundar con Su luz todas nuestras tinieblas humanas. Permitiéndonos conocernos tal y como somos: seres imperfectos en nuestra humanidad, por muy perfectos que nos creamos y sintamos. .
Todo fue aprendizaje. El más duro de los aprendizajes, pero a la vez el más luminoso y perdurable. Porque por medio de todas mis cegueras, sorderas, durezas de corazón y de entendimiento, confusiones, equivocaciones, dolores, tribulaciones que me llevaran a hundirme hasta lo más profunda de las mismas durante estos últimos cinco años, hasta tocar fondo en su fondo, para al final verme no solo yo libres de las mismas de una vez y para siempre, sino con su posterior testimonio ayudar a la restante humanidad a dejarse liberar igualmente de las mismas si querían así permitirlo.
Por ejemplo, con respecto a este amor humano prometido y tan buscado.
Enamorada finalmente de cuatro varones en el último tramo de su búsqueda y anhelado final encuentro, terminara debatiéndome entre 1998 y el 2001 entre dos grandes amores. Entre el amor del p. Daniel y el amor de Gustavo. Entre un amor y otro, sin tener ninguna directa y abierta manifestación de amor en tal sentido ni del uno ni del otro. Sino siguiendo solo los dictados y latidos de mi propio corazón, así como de lo sentido manifestar por el de cada uno de ellos en su momento en el más silencioso de los lenguajes.
Siendo, por ende, no porque supiese a ciencia cierta que también ellos me amasen, sino por sentirlo y creerlo solo en el Espíritu Santo que era así. Conviniendo creerlo así, porque solo de ese modo habría de permitirle al Señor hacerle saber a la humanidad todo cuanto la amara, ama y seguirá amando desde siempre y para siempre no obstante todo, por medio de todos mis amores no correspondidos y descorazonamientos amorosas.
Tal fuera así como terminara viendo, entendiendo y creyendo entre el 2001 y 2002 que no solo uno de dichos amores era de Dios y el otro no, sino que los dos lo eran. Queriendo representar en ambos amores, en ambos varones amados, de la palabra en los hechos, la parábola del padre misericordioso o del hijo pródigo.
La parábola del amor de Dios por toda la humanidad, simbolizado en el amor por ambos varones, por ambos hijos por igual, al mismo tiempo. Por ende, por todos Sus hijos e hijas en el mundo entero sin tener en cuenta en lo más mínimo cuanto de correspondido tuviera y tuviese el amor de estos respecto del Suyo por ellos.
Amor que quisiera sembrar, regar y hacer crecer en mi corazón por los dos en mayor medida, aunque también por otros dos varones amados. A los que por encima del amor humano de mujer, amara más bien como hermanos hijos todos del mismo Padre y de la misma Madre en nuestro Señor Jesucristo en el Espíritu Santo.
Amor por ambos varones a través del cual quería representar el amor del Padre y de la Madre en el Espíritu Santo por toda la humanidad. Viniendo a representar el p. Daniel a la parte de la humanidad que habiéndolo ya encontrado, conociendo y aceptando Su voluntad, Su amor para con ella, se encontraba consagrada ya a Él en orden sagrado. Por muy pecadora que no obstante ello también dicha parte de la humanidad siguiera siendo en mucho o en algo de su ser por su condición humana.
Mientras que, vi y entendí, en el amor que no obstante no amarme le seguía teniendo y tendría hasta el fin a Gustavo, venía a representar a la parte de la humanidad que encontrándose sometida toda su vida a un proceso de constante búsqueda de la verdad, que solo es Dios, por ende de Su voluntad y amor para con ella, no estaba consagrada a Él y a Su voluntad. Sino aún a sí mismos y a la procura de su propia voluntad. Parte de la humanidad en la que también, no obstante todo, Dios seguía teniendo puesta todo su amor, confianza y esperanza de que al igual que el hijo pródigo un día, el más glorioso y dichoso de los días terminaría por encontrarlo y volver a su amor como dicho hijo hiciera.
Teniendo un mismo proyecto y designio en su amor para con ambos hijos. Como en lo personal quisiera llevarme igualmente a ver, entender y creer finalmente que también con respecto a ambos en mi amor por ambos lo tenía.
Que tal era y es así, que, por un lado, en ese amor puesto, nacido, alimentado por medio del constante contacto con el hijo fiel y obediente al amor del padre, que se quedara y permaneciera en todo tiempo con él, junto a él, consagrado a hacer en un todo su voluntad y no la suya, que veía y entendía en este designio de amor y procreación era el p. Daniel, estábamos llamados a concebir y dar a luz en un primer momento al niño que estando en Puerto Montt viera y entendiera estábamos llamados a tener como fruto de la final manifestación de nuestro amor con el varón igualmente predestinado para ello cuando finalmente reconociendo quién era nos termináramos encontrando en ese mismo amor, Su amor, puesto en el corazón de ambos.
Y, por otro lado, en ese amor puesto, nacido, alimentado también en mi corazón por el hijo que se había ido hacía mucho tiempo de mi lado, dando muestras con su manifestación, partida, silencio y ausencia de tanto tiempo no volver jamás ni querer saber más nada de mí ni de mi amor por él, llegando a dar su amor como finalmente por perdido y muerto en mi corazón, por ende su persona, aceptando que si estaba perdido y muerto nunca habría de volver, amor que veía y entendía en este designio de amor y procreación en relación con la parábola del hijo pródigo era Gustavo, luego de tener aquel niño con el p. Daniel, en otro momento en el tiempo, estábamos llamados a tener una niña.
Esto último, conforme a un sueño tenido hacia febrero de 1999 tras mi regreso de Puerto Montt y enterarme que lejos, muy lejos de mi corazón, de mi amor, por ende de querer tener y tomar parte en este designio estaba el corazón y amor de Gustavo por mí.
Conocimiento ante el cual caí de rodillas preguntándole al Señor cómo iba a ser entonces posible lo que en Puerto Montt le sintiera terminarme de manifestar al corazón si el varón con el que hasta allí pensaba y creía estaba llamada a tenerlo se encontraba remotamente lejos de poder llegar a querer saber nada de ello y mucho menos aceptar entrar a tomar parte en algo que a cualquier otro varón y ser humano podría llegar a parecerle la cosa más descabellada que escuchara jamás.
En una actitud semejante a la que originalmente tuviera José al saber que María estaba embarazada. Buscando como consecuencia de ello desentenderse de ella, hasta que fuera el mismo Espíritu del Señor por medio de un sueño quien le mandara hacerse cargo de su compromiso con María, porque lo que ella llevaba en su vientre no procedía de obrar humano sino de Dios.
Oración ante la cual sintiera en mi corazón que habría de ser posible pero no con él. Sino con ese otro varón, hijo, amado, que incluso desde antes del llevarme a enamorar de Gustavo y darle aquella palabra de amor y fidelidad eterna por medio de la carta que me sintiera llevada a escribirle en febrero de 1997, había querido y logrado llevarme a ir y ponerme en su presencia en la confesión periódica.
Para llevarme de ese modo a compartirle solo a él desde entonces, en lo secreto y misterioso de este designio, todo lo habido en mi corazón con el suyo. Llevándonos de ese modo a entrar en perfecta comunión de amor de Su mismo Espíritu en nuestros mutuos espíritu Santo por medio de ese constante compartir realizado de ese modo de lo Divino en lo humano. Es decir, que habría de ser posible con p. Daniel.
Confirmándomelo durante el jueves previo de Semana Santa de ese año encontrándonos en confesión sentados el uno junto al otro frente al Sagrario. Constatación espiritual ante la cual mi corazón saltara de gozo por amarle como le amaba, pero que me costara horrores terminar creyendo como querer de Dios dada su consagración sacerdotal que le prohibía mantener ningún tipo de relación con mujer alguna por los votos de castidad y celibato realizados al ordenarse como tal.
Hecho ante el cual, en lugar de creerle a Dios en mi corazón, de su corazón al mío en el Espíritu Santo, prefiriendo creer a todo aquello que en medio del pueblo al que me enviara lo prohibía, impedía y hacia ver y considerar como algo malo, pecaminoso y no proveniente de Dios, comencé a lanzarme con mucha más razón que antes a la huida y separación definitiva de su amado lado.
Hasta que el Señor supo como cortarme nuevamente la huida, para llamarme, mandarme y llevarme una y otra vez, interminables veces, a volver a él, a buscarlo y tratar de encontrarlo finalmente en la plenitud de Su amor, en la mutua docilidad, humildad, mansedumbre, entrega y disposición a la escucha y aceptación del accionar de Dios en ambos por parte de ambos. Por haber de ser solo así, como y cuando, lo que en Puerto Montt me llevara a ver y entender con dicho varón amado estábamos predestinados habría de terminarse produciendo de visión a la palabra y de la palabra en los hechos. Siendo como era que no podía volver a Él sin haber llevado a cabo todo cuanto me llamara y enviara desde toda la eternidad en lo Divino y desde Ushuaia en lo humano en nuestro Señor Jesucristo por María Santísima en el Espíritu Santo a terminar de permitirle llevar a cabo desde el seno del pueblo al que a tal fin me enviara para toda la humanidad.
Siendo de ese modo como quería terminar de hacer de toda la humanidad un solo pueblo unido en el Espíritu Santo del amor puesto y habido en el corazón de todos los hombres, pueblos y religiones de la tierra por sobre todas sus diferencias humanas que los llevaban a separar, desunir y mantener confrontados.
Pero, al mismo tiempo, durante la noche siguiente del día que cayera de rodillas para suplicarle al Señor me manifestara cómo podía llegar a ser posible entonces lo que en Puerto Montt me anunciara cuando según la última noticia que acababa de tener de Gustavo, con quién era el único que pensaba y creía por todos los signos dados y el amor que tratara de mantener vivo en mi corazón todos esos años a la espera de su prometido final regreso también a mi vida a semejanza a como el hijo pródigo al final volviera al amor y lado del padre, tuviera un sueño.
Soñara que luego de cierto tiempo, al final Gustavo volvía a semejanza del hijo pródigo en total manifestación y correspondencia de amor. Viéndonos unidos viviendo juntos como pareja –suponía que casados, porque por aquel entonces me era inconcebible poder llegar a unirme a un hombre si no era previo matrimonio-, con una hija fruto de ese amor. Viendo y sintiendo haber también en mi seno, en mi vida, en mi corazón el constante amor por un hijo que antes que dicha hija tuviera, pero que ya no estaba conmigo. Como tampoco el varón con quien lo tuviera. Encontrándose ambos en el seno de Dios. Aunque de maneras diferentes. Niño que seguía creciendo en porte y sabiduría pero no a mi lado. El que pueda entender que entienda.
Todo lo que a partir de allí siguiera viendo, entendiendo, experimentado y llevando a cabo en seno de todos los seres amados y del pueblo al que a tal fin en nuestro Señor Jesucristo y en María Santísima en el Espíritu Santo fuera enviada, es mucho más arduo y largo de relatar.
Y realmente ya me siento muy cansada, terriblemente cansada de seguir soportando tanto y solo mal sobre mí y todos mis seres amados durante estos últimos quince años. Por lo que esta tarde le he manifestado al Señor permitirme cortar este relato y todo este testimonio público universal aquí.
Ya no resisto más tanto asfixiante mal. Ya no lo puedo seguir soportando y combatiendo sola contra todo ello.
Como también le he pedido, le he suplicado que si al final ninguno de ambos amores iba a terminarse consumando en los hechos como en la visión y entendimiento que quisiera permitirme tener aquí durante todos estos años de búsqueda y encuentro de ese amor humano amado, prometido y predestinado tan incansablemente buscado, esperado y anhelado encontrar al final de todo este suplicio aceptado soportar y soportado en Cristo, que por favor, se compadeciera de mí interminable agonía y me diera muerte ahora. Que venga y me lleve con Él en la plena correspondencia de Su amor, tal y como en Ushuaia me diera a ver y entender también al final del camino emprendido en Él y con Él sería.
En todos estos años no me he atrevido a pedirle directa y abiertamente la final realización de este designio de amor y procreación que de ese modo quisiera irme y terminarme de hacer ver, entender y creer sería de Su corazón al mío en el Espíritu Santo del amor que nos mantenía y mantiene no obstante todo sólidamente unidos en un mismo Ser, Espíritu y Amor.
Porque cuando Él me pidiera seguirlo y yo aceptara allí en Ushuaia no me prometiera llegar a encontrar amor humano, por ende dicha y felicidad plena en tal sentido en este mundo si aceptaba hacer lo que me estaba pidiendo. Esto es, seguir sus mismas huellas, esperando recibir y encontrar al término de tal aceptación y seguimiento extremo, solo lo mismo que hacía dos mil años Él recibiera de parte del pueblo y de la humanidad a la que en su momento el Padre de igual modo lo enviara en el Espíritu Santo.
Y ya saben que fuera lo único que por hacer la voluntad del Padre entonces Él encontrara. Solo incomprensión, final rechazo, negación, injusto enjuiciamiento, condenación y muerte en cruz de la más brutal de las maneras. Recibiendo y soportando sobre sí la descarga de todo el mal y todo lo malo habido en el corazón de los hombres no solo de su amado pueblo al que en lo particular de buenas a primeras el Padre le enviara a buscar, sino igualmente de la restante humanidad representada en aquella instancia por el pueblo romano y sus autoridades.
Siendo, por ende, solo eso lo que durante la noche final de su propuesta de amor invitándome a beber hasta el fin de la misma amarga copa que Él bebiera hacía dos mil años, me prometiera haber de recibir hasta el fin en el total cumplimiento de lo que a partir de allí aceptaba y me enviaba a hacer. A recibir y soportar sobre mí, mis seres amados, comunidad y pueblo que me enviaba todo el mal y lo malo contenido aún en el corazón de todos los miembros de este pueblo y de la humanidad.
Y no así amor en ninguna de sus manifestaciones humanas, Cuanto menos amor de pareja. Cuanto menos concebir y dar a luz a un hijo. Cuanto menos a dos. A un hijo y a una hija. Y cuanto menos que iba a tener cada uno de esos hijos no con el mismo y único varón amado, prometido y predestinado sino con dos varones diferentes, amados, prometidos y predestinados de igual manera por Él dentro del mismo y único designio de amor y procreación trazado no solo para con nosotros ni para el pueblo del pueblo al que a tal fin en Cristo me enviaba, la Iglesia Católica, sino para todos los pueblos, naciones y religiones, hombres existentes sobre la faz de la tierra. No solo del presente, sino de todos los tiempos.
No teniendo que esperar recibir, por lo tanto, correspondencia de amor alguna en este mundo. Como Él no la encontrara. Ni de parte de los miembros del pueblo al que me enviaba, ni de parte de los miembros de toda la restante humanidad.
No teniendo que esperar ninguna correspondencia de amor, sino lo mismo que Él recibiera, por la total correspondencia de amor que a su amor de mi amor en esa vigilia en Ushuaia me pedía le hiciera en representación de toda la restante humanidad.
Viendo y entendiendo ser necesario darle muestras de esa total correspondencia final de amor encontrada en mí, por ende en la humanidad, por el mismo amor venido a demostrar por toda ella, por ende, por mí, hacía dos mil años, al extremo de morir de amor por ella, por ende por mí, vi y entendí, como el peor de todos los hombres pendiendo de un madero, por medio del terminar aceptando entregarme y entregarme en cuerpo y alma sobre el altar a total imitación Suya, por amor a la voluntad del Padre, al Reino de los Cielos y a toda la humanidad.
Proponiéndome lo que quería y necesitaba terminantemente proponerme ya sin mayor prórroga ni pérdida de tiempo, queriendo que supiera y fuera totalmente conciente desde el vamos que en todo cuanto hiciese a partir de allí al igual que Él tenía que saber darlo todo de mí, hasta el extremo de la muerte y del sepulcro, sin esperar recibir nada a cambio por ello en este mundo de parte de la restante humanidad. Sino solo de Él.
Me ofreció su misma cruz de no correspondido amor de parte de la humanidad. Yo la acepté hasta el fin, hasta la muerte y muerte en la misma por amor a Él y a toda la humanidad. No obstante ello, un par de días después quiso hacerme saber de parte de un servidor también Suyo, un catequista carcelario, que por haber aceptado hacer lo que nuestro Señor Jesucristo me propusiera y enviara a hacer iba a recibir todo tipo de bendiciones y gracias de Su parte. No solo en la vida eterna, sino desde esta misma vida. Acentuando y repitiendo más de una vez la palabra: todo, todo. Incluso cosas que jamás me imaginase.
Sin embargo, nunca me atreví a creer totalmente en esta última manifestación vista y entendida recibida también de Su parte por medio de dicho querido amigo y servidor de nuestro Señor Jesucristo. Porque durante la noche de vigilia durante la cual el Señor me propusiera solo el paso por Su misma pasión, juicio, crucifixión, muerte y final triunfal resurrección en ningún momento me había prometido darme en este mundo, sino solo en la vida eterna, nada más fuera de tan solo ello.
Que de por sí, veía y entendía era la mayor de las bendiciones y gracias que había querido concederme y confiarme. La de llamarme y enviarme a asumir Su misma misión y cruz tratando de hacer entrar a partir de allí todas y cada una de mis huellas en Sus mismas huellas dadas hacía dos mil años en medio del pueblo y humanidad a los que fuera enviado desde y por el Padre en Su mismo Espíritu en su Espíritu en el Espíritu Santo.
Siendo por la misma razón que no obstante haber visto, entendido y creído todo cuanto luego del sí dado en Ushuaia quisiera llevarme a seguirme manteniendo cada vez más abierta y receptiva a la plenitud de la visión y entendimiento que a partir de allí quería seguirme dando a luz desde lo más escabroso y tenebroso de mi ser interior para el pueblo y humanidad a la que de ese modo quisiera y quería enviarme en Su mismo Espíritu, del Padre y del Hijo, en el mismo dócil espíritu de María en el Espíritu Santo, nunca me atreví ni me atreveré a pedirle directa y abiertamente la consumación plena de dicho designio de amor y procreación dado a luz luego del sí dado en Ushuaia en respuesta a la limitada visión que entonces me diera que veía y entendía concluía en el paso por su misma muerte y final triunfal resurrección.
Creyendo que si en un todo es así también de Su exacta voluntad para conmigo este amor humano del que tanto les he hablado, será Él mismo quien lo terminara haciendo posible por imposible que lo terminara tornando y entreverando todo desde mi compleja humanidad, sin que me atreva a pedírselo. Sino porque solo así le agrade finalmente concedérnoslo. Conociendo como conoce todo lo existente y más secreta y fervientemente anhelado en nuestro corazón, por nuestro corazón. Que por no querer pedirle nada que no forme parte de Su exacto querer para nosotros, no nos atrevemos a pedírselo..
Porque solo así y entonces sabremos que ha sido Él quien por entera gracia de Su parte de ese modo nos lo ha querido terminar concediendo por no ir contra si no, por el contrario, por formar parte de lo que también Él pensara, quisiera y predestinara dentro de Su voluntad y proyecto Divino para nosotros. No solo para dichos varones amados y para mí, obviamente cada uno en su momento, sino para todo el amado pueblo y la amada humanidad, querido representar todo y toda a una en la consumación final de este designio de amor y procreación trazado originalmente para toda ella en su conjunto sin diferencias de ninguna índole.
Sé que sobretodo desde el sí dado en Ushuaia al Señor todo ha sido y es de Dios en mí. Que fuera Su voluntad la que de principio a fin en el más absoluto de los todos intentara hacer e hiciera. Incluso cuando me permitiera estar ciega, sorda, dura de corazón y entendimiento en todas las cosas y circunstancias que lo permitiera y aún pueda llegarlo a permitirlo.
Él me dio una visión. Y tal como la recibí quise poder llegárselas a compartir por este deficiente medio en un todo. Por ver y entender ser una visión y entendimiento que no me pertenecía sino que me fuera dada para dársela a mi vez a todos los hombres de la tierra que así quisieran recibirla y dejarla entrar en su corazón.
Tal vez fue y sea una visión muy ambiciosa. Una visión desmedida. Por ende, una ambición desmedida. Pero solo por ser la única manera en la que concibiera y diera a luz Dios quería y podía volver a hacer entrar y abrazar a toda la humanidad, a todos los pueblos, naciones, religiones y hombres del pasado, presente y futuro, desde el abrazo final entre el amado y la amada, entre el varón y la mujer, en un canto de amor nacido y fundamentado en un todo en el mismo canto de amor del Cantar de los Cantares.
No quiero morir, ni estar enferma. Como tampoco nunca quise ni quiero la soledad, el ejecutar la voluntad de Dios en solitario.
Solo quiero la salud, la vida y la más perfecta unidad en el amor. Porque sé que eso es lo que nuestro Padre Celestial como nuestro Señor Jesucristo, por ende nuestra Madre, siempre ha querido y quiere para todos los hombres.
Pero en un todo le digo al Señor: “Hágase en mí según tu voluntad y no la mía. He aquí a tu enamorada sierva, he aquí a tu amada esclava.” Amén
BENDITO Y ALABADO SEA DIOS, QUE POR SIEMPRE SEA BENDITO Y ALABADO! AMÉN.
El hombre que amo, el p. Daniel, está enfermo. Sí. Es cierto que también yo estoy enferma. Pero, hoy más que nunca temo por él. Ofrendándole al Señor lo mucho o poco de vida que pueda quedarme en este mundo para que él se mejore, para que él esté bien.
Hace una hora al enterarme que se estaba realizando unos estudios, sabiendo que desde hace casi tres meses que no anda muy bien de salud, pensé en hacer el más extremo de los sacrificios y penitencias, volverme a encadenar y clavar en cruz todo lo que fuese necesario volver a encadenarme y clavar por su recuperación. En dejarme someter nuevamente a la disposición de los hombres sobre mí tal como nuestro Amado Jesucristo hiciera y en Ushuaia aquella noche de vigilia me llamara a hacer e hiciera hasta el extremo.
Pensando que si en definitiva era eso lo que el Señor quería que finalmente terminara sucediendo entre los dos, eso y mucho más estaba y estoy dispuesta a hacer por la total recuperación de su salud y bienestar integral. Incluso, el dejarme encerrar y enclaustrar en una celda haciendo la promesa de no volver a verlo ni llamarlo nunca más, si el hacerlo solo terminaba haciéndole mal y enfermarlo más de lo que está, estaba dispuesta a aceptar si así Él me manifestaba que era eso lo que quería que hiciera.
Pensé e intenté borrar todo esto respecto a este amor que desde marzo del presente año comenzara a compartir con todos los hombres y mujeres del mundo entero que quisieran saber de ello en distintos foros. Llegando incluso a borrar este tema de foroaforo por el pleno restablecimiento de su salud.
Al volver a casa, orando de rodillas una vez más ante el Señor le supliqué que por favor me hiciera ver claro qué era exactamente lo que Él quería que hiciera con respecto a todo esto. Que volviera atrás luego de haber puesto la mano en el arado de esta nueva tierra que viera y entendiera de esta manera quisiera llamarme y enviarme a arar y volver a arar una y otra vez para volver a sembrar sobre su antigua esterilidad el amor humano entre el varón y la mujer perdido en el origen desde su salida de Su Casa Celestial, haciendo todo lo posible y hasta lo imposible para que él mismo pudiera volver a germinar, echara nuevamente brotes y frutos en medio de un mundo cada vez más falto del verdadero amor, o bien, volver a dejarme enterrar enterrándome con este amor sin que llegara a germinar, brotar y fructificar jamás.
Sentí que al igual a como en todos estos años previos me dejara llevar hasta aquí, que para conocer Su respuesta tenía que dejarme guiar siempre y solo por el corazón. Por lo que Su voz en los latidos de mi corazón y mi amor por el p. Daniel me decían.
¿Qué me decían y dicen esos latidos de mi corazón conforme a este amor que desde hace tantos años sintiera y siento por el p. Daniel sintiendo y sabiendo que si me falta él, siendo como sé que es Dios mismo, Jesucristo mismo, el Amado en él, es el aire, el sol, el agua, el alimento, todo en este mundo, lo que me falta? Me decía y dice que no me detenga.
Que siga adelante. Que siga adelante en el camino que desde aquel no querido momento en el que viera y entendiera convenía necesariamente soltarme de su amada mano en el 2001 para comenzar a abrir aparentemente sola, aunque no y nunca sola sino siempre, en todo momento con él, con mi corazón puesto a partir de ese momento enteramente en él, en el recuerdo y en la esperanza de saber que él estaba y estaría siempre allí esperándome al final de este camino así comenzado a abrir y recorrer de la mano de su amor en lo espiritual, aunque físicamente desde entonces tuviéramos que estar separados.
Camino que era preciso soltarme momentáneamente de su amada mano que era y es el mismo camino venido a abrir hacía dos mil años por nuestro Señor Jesucristo. Comenzado a abrir inicialmente por Él, en tanto varón, desde la visión masculina, que a partir del 2001 quería terminara de abrir y completar desde la visión femenina, para al final volvernos a encontrar haciendo de la misma visión masculina de nuestro Señor Jesucristo puesta en él, en el padre Daniel como varón y sacerdote enviado y predestinado a venir a representarlo en un todo en este designio de amor y procreación que me anunciara, con la visión femenina, puesta en mí como mujer y laica, enviada y predestinada a venir a representar en un todo en este designio de amor y procreación a María Santísima, no obstante nuestra condición de igualmente pecadores, en una sola y misma visión de lo Divino en lo humano.
Por lo que, vi y entendí que con lo que sucediera durante aquella noche de vigilia en Ushuaia cuando Él me propusiera lo que me propusiera, esto es: dejarme esclavizar y encadenar al igual a como Él hacía 2000 años había hecho para ser sometida al mismo juicio, condena, pasión, crucifixión y muerte, por ende resurrección por la que Él pasara, y el nuevo y final anuncio que quisiera hacerme llegar también de Su Espíritu en su espíritu en el Espíritu Santo por medio de aquel otro hermano catequista carcelario, no era que por hacer lo que me pedía hacer a imitación Suya no tenía que esperar encontrar igual correspondencia de amor en lo humano fuera de Su única correspondencia en lo Divino.
Si no que, esperando esta vez –a diferencia de lo sucedido con Él mismo cuando hacía dos mil años viniera- sí encontrar plena correspondencia de amor no solo en lo Divino sino también en lo humano de parte de Su amado pueblo y humanidad al que a tal fin quisiera enviarme, tenía que hacer lo que me envía a hacer, esperando haber de recibir y encontrar del pueblo y humanidad a la que me enviaba solo lo mismo que hacía dos mil años al venir Él encontrara.
Y tal era y es así, que a diferencia de lo que hacía dos mil años sucediera al enviarme a hacer lo que llegado este último tiempo me enviaba a hacer en Su mismo Espíritu y humanidad en el Espíritu Santo, esta vez no solo esperaba encontrar plena correspondencia de amor de Su pueblo, del pueblo al que justamente en búsqueda y encuentro final de tan anhelada y largamente esperada total correspondencia de amor no solo en lo Divino sino también en lo humano del mismo me enviaba, que para asegurarse de que al final fuera así, fuera que quisiera dejarse matar de amor hacía dos mil años en búsqueda y encuentro de tal total correspondencia de amor de Su amado pueblo.
Dejando de ese modo Su mismo amor Divino y humano en el corazón de dicho nuevo pueblo constituido a tal fin al pie de la cruz en un número determinado de varones predestinados por el Padre también para ello. De manera tal que Su mismo amor Divino y humano, su mismo corazón, fuera pasando de esos varones a otros, como así mismo también a sus hermanas: las mujeres, de generación en generación.
Para que cuando llegado este último tiempo de plena maduración de la visión de la mujer respecto también de las cosas de Dios, del Reino de los Cielos, de la plena obediencia al único cumplimiento en ella de la voluntad del Padre por amor a Él y a toda la humanidad, al suscitar en una de ellas Su mismo espíritu, enviándola en busca y encuentro final de la plena correspondencia y manifestación de amor de dicho nuevo pueblo que buscado y esperado encontrar en el primero por el Padre no encontrara, esta vez sí lo encontrara.
Esta vez sí encontrara en la humanidad un corazón latiendo al mismo ritmo del Suyo en el mío en el del pueblo, varón, amado al que a tal fin quisiera terminarme enviando.
Pueblo, varón amado que viera y entendiera era y es el padre Daniel.
En quien, a decir toda la verdad de cuanto viera, entendiera, sintiera y supiera desde que el Señor quisiera terminarme enviando a venir en su constante búsqueda y encuentro final en Su mismo Espíritu en mi espíritu y humanidad en el Espíritu Santo, SÍ encontrara total correspondencia de amor. Aunque nunca llegáramos hasta el momento a manifestárnoslo directa y abiertamente.
Siendo, de hecho, que desde el 02 de noviembre de 1997 viera, entendiera y sintiera de su corazón al mío, de su mirada a la mía, de su espíritu al mío en el Espíritu Santo, que nuestros corazones latían al unísono juntos, por ende, que existía tal correspondencia, que al saber hacia mediados del 2001 que él era ese varón y pueblo que el Padre y el Hijo en el Espíritu Santo me enviaran a buscar y encontrar en y con el mismo corazón también de María Santísima, que al soltarme de su mano en aquel momento, me soltara con la PLENA SEGURIDAD en el Señor de que él varón que el Señor me enviara a buscar por amado, prometido y predestinado desde siempre y para siempre realmente existía.
Que me amaba y lo amaba, en y con un amor tan grande, tan grande, que tuviéramos que pasar separados a partir de allí todo el tiempo que tuviéramos pasar separados y tuviéramos que pasar por las más tremendas y terribles de las pruebas por las que tuviéramos que pasar para total purificación de nuestro amor en nuestro Señor Jesucristo y en María Santísima, al final del camino y viaje llamada y enviada a emprender a partir de aquel momento, al final el mismo Espíritu de Dios que un día nos unió y en ese momento permitía nuestra momentánea separación y desunión, nos volvería a unir en un amor tan grande que jamás nada ni nadie volvería a desunir, a separar.
Siendo por ello, en tal creencia, que en todo tiempo desde entonces, durante los últimos cinco años, desde aquel día en que nuestras manos se separaron, volviera a buscarlo, tratándolo de encontrar una y otra vez. De maneras y caminos equivocados, sin duda.
Intentándolo una y otra vez hasta el final confiando y esperando solo en el Señor de que al final, volvería a ser Su mismo Espíritu el que me permitiría dar con la manera y el camino exacto de volver en su final búsqueda y encuentro en el Espíritu Santo. De manera similar también a como con el hijo pródigo de la parábola del hijo pródigo o padre misericordioso al final el Espíritu Santo en el amor que lo mantenía unido al amor fiel de su padre lo hiciera.
Confiando y esperando siempre y solo en el Señor de que al final en nuestra historia de amor nacida, alimentada, fortalecida y fundada en la misma historia de amor de Dios por la humanidad, y la misma historia del amado y la amada del Cantar de los Cantares, el amor podría más que toda fuerza enemiga que se le intentara oponer y se le opusiera.
De manera tal que no obstante saber que el amor, que el amado tan largamente amado, prometido y predestinado, por ende buscado y esperado encontrar al final de este total caminar en la voluntad de Aquel que desde toda la eternidad en lo Divino y desde lo humano en Ushuaia me llamara y enviara a ir en la final búsqueda y encuentro de ese pueblo nuevo que en su amada persona sacerdotal quedara esperando desde hace dos mil años por Él enviándome a venir en tal prometida búsqueda y encuentro final, está enfermo, debo seguirlo buscando y esperándolo encontrar hasta el final. Por saber ser en tal encuentro que está la total recuperación de su salud como la mía, en y por el amor. Amén.
Viendo y entendiendo tener que seguir recorriendo los últimos tramos del camino que veo, siento y entiendo me llevaran y llevarán a su encuentro final, contra toda esperanza.
Confía y espera en el Señor, alma mía. Solo confía y espera en el Señor hasta el fin y no serás defraudada. Amén.
¡BENDITO Y ALABADO SEA EL SEÑOR, QUE POR SIEMPRE SEA BENDITO Y ALABADO!.
Más tu voz, Señor, Padre, Jesucristo Amado, me siguió y sigue hablando al corazón en un sentido puedo decir casi totalmente contrario. Voz y sentido no dejado de escuchar en ningún momento tampoco durante estos últimos cinco años que me resistía a escuchar y dejarse imponer definitivamente en mi corazón por sobre la voz de mi propio querer latiendo también en él. Por saber que si la dejaba intensificarse e imponerse en mi corazón, esta vez sí tendría que estar dispuesta y saber renunciar definitivamente a todo este amor habido en mi corazón por el hombre amado que por prometido y predestinado tratara de alcanzar y encontrar desaforadamente en el abrazo de amor tan largamente esperado y pospuesto jamás dado.
Como ya hacia principios del 2002, Padre, Jesús Amado, me pidieras hacer con él. Tras saber que el sacerdote que amaba era aquel que toda la vida me llamaras a guardar, buscar y esperar encontrar en el amor hacia el final del recorrido de mi camino llevado totalmente en el Tuyo. Pidiendo hacer con él, con el padre Daniel, estando en Piedra del Águila en febrero del 2002 que te lo entregara sobre el altar junto con todo este amor habido en mi corazón de manera similar a como en su momento le pidieras a Abraham entregarte, sacrificarte a su hijo de la promesa de descendencia tan largamente esperado y amorosamente crecido junto a sí todos esos años previos. Esperando el día en que encontrándose en edad de llegarse a unir con la mujer que le tenías predestinada igualmente para ello, le permitiera tener la numerosa descendencia, Señor, que le prometieras.
Siendo eso lo que durante las últimas horas del día de ayer –más fuerte, claro y terminantemente que nunca antes- viera, entendiera y sintiera en los latidos de mi corazón me pedías, Padre, Jesucristo Amado, que con él hiciera. Que lo entregue. Que te lo entregue de la misma manera en la que en febrero del 2002 a semejanza de a Abraham respecto a Isaac me pidieras. Que así como a él le pidieras que te entregara en sacrificio al hijo y descendencia de la promesa, me pedías que si realmente lo amaba con toda la fuerza de mi corazón y de mi ser como manifestaba que lo amaba, que entonces te lo entregara.
Que esta vez sí supiera renunciar terminante y definitivamente a él y a este inconmensurable amor por él, como, por consiguiente, a la descendencia también anunciada en Puerto Montt, por ende prometida y esperada alcanzar en Vos, Señor, a partir de nuestro final encuentro y unión con él en Vos, esperada y espero sobre todo durante estos últimos cinco años, desde que quisieras revelarme que él era el varón que toda la vida me habías llamado y enviado a buscar y encontrar por los caminos de este mundo.
Que esta vez sí supiera entregártelo terminantemente en sacrificio de amor eterno, a diferencia de lo que en el 2002 conviniera aún permitirme hacer –seguirlo reteniendo en lo espiritual a la espera de la promesa que toda la vida y entre 1996, 1998 y el 2001 me hicieras junto a él- a los únicos fines del Plan de Salvación trazado para restauración del Reino de los Cielos en el corazón del hombre para su consecuente restauración junto con toda la creación nuevamente en el Mismo, en Vos, en tu corazón.
Llevándome y permitiéndome sumergirme en Vos, en Jesucristo en el Espíritu Santo, junto con él y este amor que le tenía y tengo hasta lo más profundo de los abismos, tinieblas y seno de la muerte, para juntos con ambos luego, con nuestro final rescate y levantamiento desde tocar fondo en su más hondo trasfondo, permitirte terminar de rescatar y levantar en el Espíritu Santo a toda la humanidad y creación de vuelta junto con Vos en el Reino de los Cielos, perdida y salida originalmente del Plan Original de Creación que tenías y tienes para toda ella..
¿Qué queres que te diga, Señor? ¿Qué queres que te responda ante lo que terminantemente me pedís? Me destrozas el corazón con tu pedido, Señor. Me trituras el alma. Porque después de todo lo vivido, anhelado y esperado disfrutar dichosamente junto a él, en la mutua entrega de tan largamente prometido, esperado y pospuesto amor, toda la vida, más aún durante los últimos quince años y más aún en el más ardiente de los hornos durante los últimos cinco años, es pedirme quitarme y que te dé otra vez mi corazón con todo este amor esperado finalmente encontrar y gustar finalmente de sus delicias como el amado y la amada del Cantar de los Cantares. Señor mío y Dios mío, me estás matando con esto, me estás terminando de triturar todo el ser. Pero, ¿qué te diré, mi Señor, Padre, Amado mío Jesucristo? ¿Qué te diré, si antes que todo y nada en este mundo y en lo humano, desde siempre y para siempre yo soy tu sierva, yo soy tu amada esclava?
Si he sido concebida, fecundada en el vientre materno y dada a luz para venir a este mundo y vivir en lo humano entre los demás hombres para ejecutar de principio a fin en mi paso por el mismo y entre ellos solo tu voluntad y no la mía en tu mismo Espíritu en mi espíritu en el Espíritu Santo, habiendo sido y siendo solo Tu voluntad y no la mía, no la humana ni la de este mundo, la que por sobre todas las cosas amo hacer, no me nace, no puedo ni quiero decirte ya otra cosa que: “Hágase en mí, Señor, según tu voluntad.”
Más aún porque veo, siento, entiendo y sé en mi corazón que si en verdad, en verdad quiero lo mejor de lo mejor para el p. Daniel, como para mi familia, para todos los varones que amara en este mundo, para todo el pueblo que en la Iglesia Católica y en la Humanidad entera me enviaste a buscar, lo mejor de lo mejor no solo para él sino para todos es que te lo entregue. No solo a él y este amor que me estalla en el corazón, sino que te entregue poniendo totalmente en tus amadas manos, Padre, Jesús Amado, todo esto. Este designio de amor y procreación. Todo.
Que luego de haber ido, dicho y hecho todo cuanto hasta aquí me mandaras a hacer, que ahora lo ponga todo en tus manos. Que te lo entregue todo. A semejanza más aún Tuya, Padre Eterno, que a semejanza de Abraham. Que entregaste a tu único Hijo, en Quien estaba toda la descendencia humana que confiabas y esperabas rescatar de este lugar del abismo y de la muerte para la Gloria del Reino de los Cielos nuevamente junto a Vos.
Que te lo entregue todo sin esperar ahora absolutamente nada de nada. Sino solo el vacío en el cerrar y apretón de mis brazos.
Que te lo entregue todo como quien sabe debe soltar y dejar ir de su mano, de su abrazo, de su lado, de su amor, de su corazón a un ser amado, al más amado de sus seres, que sabe tras su entrega y paso por la muerte no volverá a ver, a hablar ni estar cerca de él o de ella nunca más. Al menos no en esta vida.
No quiero decir con esto que la enfermedad por la que en este momento está atravesando el p. Daniel, si bien por lo que él me dijera puede llegar a ser de muerte, que en este momento lo sea.
Sino que debo dejar de estar empeñada en conseguir su amor de la manera en la que durante los últimos cinco años tratara de conseguirlo de cualquier manera sabiendo que él era el hombre del que Vos, Señor, toda la vida me hablaras y me terminaras revelando ser el que toda la vida buscara y para el que toda la vida me llamaras a guardarme y esperar su encuentro final en Vos, como quien sabe tiene que entregar y olvidarse para siempre de volver a ver, oír, reír, estar físicamente cerca de alguien que ya no está ni por más que lo busque volverá a encontrar en este mundo.
Lo amo más que a mi vida. Es el hombre para el que toda la vida me guardara, esperara y buscara tratándome de no quedarme dormida. Sino siempre en vigilia a fin de que no fuera a ser cosa que después de tanto guardarme para él como las vírgenes a la espera del novio, por quedarme dormida, o por acabárseme el aceite de mi lámpara que veía y entendía en tal sentido tenía que tratar de mantener encendida hasta el fin, en medio de tantas y terribles tinieblas que en todo tiempo y momento trataran y trataban de cubrirme y devorarme por todos lados, tanto interior como exteriormente, llegara, pasara de largo junto a mí sin que lo viese o por la poca luz de mi lámpara no lo llegase a reconocer, habiéndome quedado esperándolo, por ende, inútilmente toda la vida.
Él es en Vos mismo, Jesús Amado, el novio no solo de la promesa que en tal sentido toda la vida hicieras latir y mantener constante y ardiente en mi corazón, sino el novio de esa parábola. Novio que a la vez sos, Jesús Amado, Vos mismo. Siendo por ello que hace dos mil dejaras tu mismo corazón y espíritu sobre aquellos once primeros apóstoles, constituidos así en sacerdotes, en representación Tuya entre los hombres, en este mundo. Llamando a las vírgenes a esperarte con sus lámparas encendidas. Entre las cuales toda la vida me viera y sintiera llamada a esperarte en un hombre que en tal sentido me tenías predestinado y para el que me tenías predestinado con tu mismo corazón y espíritu.
Es él. Sos Vos, en él, Señor, Jesús Amado. Mi Amado y Adorado Jesucristo. El Novio tan largamente buscado y esperado finalmente encontrar y abrazar sin que ya nada ni nadie nos pudiera volver a separar jamás.
Es él. Sos Vos, Amado mío. ¿Y me pides ahora que te lo entregue? ¿Qué te entregue, que te suelte, que te deje ir, Amor, Amado mío, sin haberte llegado a abrazar en él ni siquiera una sola vez? ¿Ni acariciar, ni besar, ni amar como tanto esperaba y anhelaba al final nos permitieras, Señor, llegar a hacerlo bajo tu entera gracia y bendición en el más grandilocuente y santos de los amores?
¡ES TERRIBLE, SEÑOR, LO QUE ME PIDES! ¡HABERME PROMETIDO, HECHO GUARDAR, ESPERAR Y BUSCAR TANTO ESTE AMOR, PARA AL FINAL TERMINARME PIDIENDO QUE TE LO ENTREGUE Y ME OLVIDE Y DESENTIENDA DE ÉL PARA SIEMPRE!
PERO, ¡VOS SOS DIOS! VOS SOS, EL SEÑOR. ¿QUIÉN PUEDE OPONERSE, PADRE, JESÚS AMADO, A TUS MANDATOS? NADIE. YO SOY TU SERVIDORA. YO SOY TU ESCLAVA, PADRE, JESUCRISTO AMADO POR SOBRETODO AMADO HUMANO EN ESTE MUNDO! ¡YO SOY TUYA, TE PERTENEZCO Y QUIERO SERLO Y PERTENECERTE POR SIEMPRE, SEÑOR AMADO! COMO SÉ QUE TAMBIÉN ÉL, EL P. DANIEL, ES TUYO, TE PERTENECE!
Veo, entiendo, siento y sé, aquí, Señor, en mi corazón, que eso es y será lo mejor de lo mejor para el restablecimiento integral de la salud y vida no solo de los dos, sino también de toda mi familia, de toda la comunidad de San Antonio de Padua de Plottier, de toda la Iglesia, de toda la Humanidad.
Veo, siento, entiendo y sé que este nuevo y mismo sacrificio de 1991 en tu mismo sacrificio que hoy me pides, en Cristo, es y será lo mejor para permitirte terminar de abrazar en el abrazo de nuestro eterno amor a todos los hombres, pueblos, naciones y religiones de la tierra.
Me enviaste en tu amor, Señor, en busca y encuentro de tu mismo amor. Me enviaste en tu corazón en busca y encuentro de tu corazón. Habiendo de ser así como habría finalmente de reconocerlo y lo reconociera en el p. Daniel. Por sentir en su corazón el eco del mío. Así como en mi corazón el eco del suyo. ¿Por qué? ¿Cómo podía ser ello posible? Por ser tu mismo corazón en uno reconociendo tu mismo corazón en el otro.
Yo no sé ni entiendo nada, Señor. Pero, si esto que me pides es lo que en verdad quieres y necesitas que en este momento haga de una vez por todas no solo por él y por mí, por nuestro amor, sino por tu amor por toda la humanidad y creación, es decir, por todo hombre y mujer, pueblo, nación, religión de todos los tiempos sobre la faz de la tierra, entonces, Señor, mi respuesta definitiva es esta: “¡Que así sea, Señor! ¡Que sea como quieres y necesitas que para mayor bien de todos sea!” Amén.
Quiero, Padre, Jesús Amado, abrazar con esta entrega y llevar en este final abrazo de amor hecho hacia todo hombre, mujer y criatura sobre la faz de la tierra, con la entrega de este amor por el amado humano, llevarlos a todos conmigo de vuelta a tu lado, a tu amor, a tu gloria, cuando me llames finalmente de esta vida y de este mundo para volverme a presentar y estar presente junto a Vos, Amor, Amado, por toda la eternidad en el Cielo.
Quiero llevar en mi abrazo en Jesucristo en el Espíritu Santo a todos los hombres y mujeres de la tierra. De toda raza, lengua, nacionalidad, color, credo, ideología, condición de santidad y de pecado en este mundo. Del pasado, del presente y del futuro.
¡Abre, Señor, ábrenos nueva y definitivamente la puerta de los Cielos, porque mira que aquí vamos con todos mis hermanos y hermanas, los hombres y mujeres de todo pueblo, nación y religión existente sobre la faz de la tierra!
Me enviaste a buscarlos y aquí vamos, Señor, a tu amado y final encuentro y abrazo.
Son todos los que encontré en este largo viaje y caminar que me enviaste a iniciar aquella noche de abril allí en Ushuaia, Señor. Más aún, los que encontrara en mi caminar por este mundo durante todo el tiempo de mi paso por el mismo.
¿Quiénes son? Los hombres y mujeres de todas las demás religiones existentes sobre la faz de la tierra. Los budistas. Los musulmanes. Los cristianos en general. Los judíos. Los católicos.
Todos los hombres y mujeres de la tierra. Desde los más pobres a los más ricos. Desde los tenidos y considerados como más pecadores a los tenidos y considerados como más santos.
Los pobres, enfermos y pecadores en primer lugar. Porque bien dijiste Vos, Amado de mi alma, que los últimos en este mundo iban a ser los primeros, y los primeros los últimos.
Los pobres, los enfermos, los sometidos a todo tipo de injusticias, los homosexuales y lesbianas, las prostitutas, los asesinos, los delincuentes, los ciegos, los sordos, los duro de corazón y entendimiento, los borrachos, los drogadictos, los videntes, los oyentes, los blandos de corazón y entendimiento, los tenidos y los encontrados realmente santos, vírgenes, castos y puros entre los hombres. Puestos estos últimos al final para proteger y resguardar del poder de las tinieblas, hasta con su propia vida conservada así en santidad, a todos los demás, a fin de que al final podamos volver a salir todos de este abismo de una vez y para siempre.
Me enviaste a buscarlos e invitarlos a todos a ir con nosotros, en este amor, de vuelta a Vos, Señor Amado, sin abrir ningún tipo de juicio con respecto a ni un solo de todos ellos y ellas sobre la faz de la tierra. Siendo tal juicio algo que solo habría y habrá de corresponderte realizar a Vos una vez que estando de vueltas en las puertas del Cielo determines respecto de cada uno lo que quieras determinar.
Por mi parte mi misión ha sido y es abrirme al extremo sin extremo de volver a hacer entrar en tu encuentro y abrazo de amor final absolutamente a todo el género humano de todos los tiempos junto con toda la creación.
Si todo esto que veo, entiendo, siento y creo en mi corazón, Señor, es lo que quieres, que así sea entonces, Señor. Que así sea.
Recíbelo. Recíbeme. Te lo entrego todo, Padre, Jesús Amado, por medio de la Inmaculada Concepción de María Santísima, nuestra Madre, mi Madre, te lo entrego todo. Te entrego este abrazo y todo este amor habido y esperado dar al amado, al p. Daniel, existente en mi corazón. Amén.
Hazme santa y perfecta, Señor, como Vos, Padre, Jesús Amado, sos santo y perfecto, llamándonos a serlo para llegar a convertirnos en un todo a tu imagen y semejanza,
Hazme santa y perfecta en este amor, Señor, para mayor bien de toda la humanidad y creación entera. Amén.
Haznos santos y perfectos en tu amor y corazón, Amado de mi alma.
Acepto, quiero dejarme crucificar nuevamente con Vos, Jesús Amado, como en Ushuaia me pidieras e hiciera, para que en un todo se siga realizando en nosotros, en toda la humanidad y creación, solo y en un todo hasta las últimas consecuencias tu voluntad y no la mía. Amén.
Quiero ser luz, tu luz, Señor, solo Luz, en medio de tantas tinieblas. Para alumbrar a todos impidiendo la perdida de ni uno solo de los hombres y mujeres de la tierra, mis hermanos y hermanas en Vos. El que quiera ver que vea y el que quiera oír que oiga.
Quiero que vuelvas a ser Vos, Jesucristo Amado, en el Reino de los Cielos, toda la humanidad y creación mi único centro. El único centro de mi corazón, de todas mis horas, días y años que aún necesites seguirme manteniendo en esta vida y este mundo, para Gloria de tu Nombre sobretodo nombre. Amén
Gracias, Señor, por todo cuanto me has dado. Gracias por haber estado y estar siempre conmigo como en Ushuaia dijeras que estarías, hasta el final.
Perdóname por todas mis cegueras, sorderas, tozudez, rebeldía, caprichos, obsesiones, yerros...por toda la pérdida de tiempo, por todo el cansancio, por todo el dolor y daño que te causara con el querer hacerlo todo conforme a mi propia visión, audición, entendimiento, sentimiento, creencia de cómo creía que tenían que ser en Vos todas las cosas.
¡Aquí me tienes, Señor! ¡Haz conmigo como mejor sepas que convenga y necesites hacer, Señor, a los únicos fines del Plan de Salvación trazado para restitución de toda la humanidad y creación salida originalmente de tu amor al Reino de los Cielos!
Soy tuya, Señor, soy toda tuya.
¡BENDITO Y ALABADO SEAS POR SIEMPRE, SEÑOR, QUE POR SIEMPRE SEAS BENDITO Y ALABADO POR PODERLO TODO EN MÍ!
¡VEN, SEÑOR JESÚS, VEN!
¡VEN, AMADO DE MI ALMA Y CORAZÓN, VEN!
Y COLMA CON LA PLENITUD DE NUESTRO AMOR
TODA LA FAZ DE LA TIERRA
¡GLORIA A VOS, SEÑOR JESÚS, POR LOS SIGLOS ETERNOS!
Ya estoy nuevamente aquí, Padre, Madre, Jesús Amado en medio del corazón de la humanidad como hasta aquí igualmente estuviera durante los últimos cinco años, pero desde el volver a entrar y centrarme nuevamente en el corazón de este Pueblo, tu Pueblo amado, Señor, al que desde Ushuaia me llamaras y enviaras particularmente a venir e insertar en el Espíritu Santo hasta llegarnos a hacer uno en Vos: la Iglesia Católica.
Luego de andar y desandar caminos, siempre en tu mismo y único camino igualmente trazado en tus mismas huellas, fuera y lejos del mismo, aunque sin dejar de sentirme y saberme sólidamente unida a él en lo espiritual de tu mismo Santo Espíritu, Señor, en ambos, me costó volver a llegar, entrar y asentarme nuevamente en él con total seguridad de ser exactamente tu voluntad la que estaba y estoy haciendo al volver a entrar y asentarme en él.
Llevándome más de dos años volver a tomar confianza, acercarme, ver, oír, entender y creer ser realmente esto lo que desde el 2004 estaba verdaderamente llamada a hacer en tu Espíritu para terminar de llevar a cabo el designio asumido en Ushuaia no desde afuera sino desde adentro. Desde el volver a insertarme y asentarme decididamente en el corazón y seno nuevamente de este pueblo, tu pueblo, mi pueblo en Vos, Jesucristo, Amado mío.
Para desde su interior, resguardada, protegida y fundada por y sobre el mismo, con su mancomunada ayuda en la oración constante, terminar de escribir y publicar el libro comenzado a escribir y hacer de público conocimiento por medio de estos foros cibernéticos, que diera en titular: Amado y Amada.
Hasta hace un par de días atrás no tenía en claro para nada todo esto. Veía, entendía, sentía y creía, Señor, querías que llegado este tiempo de consumación del designio en el que junto con este pueblo en particular en principio y con toda la humanidad en general nos encontramos, volviera a entrar y establecer la paz con el mismo a través del hacerlo por medio del volver a hablar y darnos la paz con el p. Daniel. Como varón y pastor sacerdotal representante del mismo predestinado en un todo junto conmigo para ayudarme en representación de dicho pueblo a desentrañar este misterio y llevarlo a su total consumación en lo humano.
Siendo lo que en definitiva hiciera. Volviendo a encontrar en él gracias a Vos, Señor, a tu Espíritu Santo en él, un corazón abierto y bien dispuesto al perdón, a la bendición y a la escucha.
Aunque viéndolo y encontrándolo cansado. Muy cansado y enfermo.
Hecho ante el cual sentía había llegado al final sintiéndome terriblemente decepcionada por no poder ver ni entender para qué. Doliéndome horrores su dolor, su sufrimiento. Por no poder hacer nada por aliviar su malestar, sus llagas, sus terribles heridas causadas y aumentadas en mucho por mí misma durante estos últimos diez años clavándolo y dejándolo mucho más clavado aún en la cruz de lo que al verlo por primera vez estaba y lo encontrara.
Queriéndolo amar, aliviar sus dolores, sus heridas, sus enfermedades con mis cuidados, con mis caricias, con mis besos, con mi más bendita, santa y renovadora manifestación de amor en Vos, Jesús Amado. Más, oprimiéndome el pecho, con los puños apretados, viendo y entendiendo que por más que intentara acercarme a él a tal fin, seguía habiendo un fuerte impedimento invisible de por medio entre los dos. Como una muralla que tratada de derribar y salvar durante estos últimos cinco años para hacer posible lo imposible, me impidiera e impide acercarme a él con tal propósito manteniéndome limitada en tal obrar.
Hecho ante el cual viera y entendiera no me quedaba otra que terminártelo de entregar y deponer todo en tus manos, Señor. Todo este amor, toda esta esperanza tratada de mantener viva contra toda esperanza a semejanza de Abraham durante todos estos años de mi necesaria momentánea separación de su lado.
Caí de rodillas y te lo entregué, Señor. Viendo y entendiendo no poder hacer otra cosa más que entregártelo, junto con este amor y cuanto durante estos últimos quince años desde el sí dado en Ushuaia viera y entendiera me llamaras y enviaras a decir y hacer en medio de este pueblo y de la humanidad. Viendo y entendiendo que lo único y mejor que podía hacer por él era entregártelo y orar para que en un todo fuera tu voluntad la que con respecto a nosotros y este amor se cumpliera y no la mía.
Oré intensamente durante estos dos días. Como hacía mucho tiempo no lo hacía. Preguntándote y no dejándote de preguntar cosas. Tratando de ver y de entender. Suplicándote, implorándote no abandonaras la obra de tus manos. Dado que habías sido Vos, Señor, y no yo quien encontrándome en Ushuaia haciendo tranquilamente mi vida, llevando a cabo el proyecto personal y laborar que desde que me graduara de la universidad un par de años atrás comenzara a trazarme, no quisieras dejarme tranquila.
Buscándome, llamándome y tratándome de encontrar como durante los últimos años y días hiciera con el p. Daniel, mandándome y enviándome finalmente a dejarlo todo allí para embarcarme a partir de ese momento en el proyecto que tenías pensado y querías llevar a cabo por medio de mi total e incondicional disponibilidad y entrega.
Habías sido Vos quien tomaras la iniciativa. Vos, Señor, quien me llamaras y enviaras a embarcarme ciegamente en la fe en el proyecto que a partir de allí me proponías. Siendo, por ende, en un todo tu obra y no la mía la que había hecho durante estos últimos quince años, para que todo terminara acabando y quedando como al final acabara y quedara.
No podía ser posible que me te empeñaras tanto en perseguirme hasta el cansancio para que terminara aceptando llevar a cabo el proyecto que me proponías, y que desde que finalmente te dijera sí nos llevaras a someternos no solo junto con mi familia y comunidad parroquial, sino particularmente con el p. Daniel en tanto varón y sacerdote visto y entendido predestinado también junto conmigo en dicho proyecto. Como asimismo, junto con la comunidad de San Antonio de Padua de Plottier y todo este Pueblo de la Iglesia Católica en el mundo entero, para al final terminar acabando todo de esta totalmente inconclusa manera.
No podía ser que me hubieras llevado a causarle tanto mal y daño no solo a mi familia y comunidad de San Antonio de Padua así porque sí nada más. Menos aún a Daniel, al p. Daniel. Como sabía terriblemente fuera conveniente en Cristo que se lo causara para mayor bien final de todo tu Pueblo en la Iglesia y Humanidad entera a la luz de la publicación universal para conocimiento de todos de este testimonio de amor padecido por Cristo, en Cristo, con Cristo, para Cristo en nuestro más basto conjunto.
Siendo en Cristo en ambos, como en este Pueblo en todo su conjunto, que me enviaras a realizarle todo ese mal previo. Enviándome a semejanza de Jeremías a destruir y arrancar del corazón del mismo como de mí, del varón y de la mujer, de todo tu Pueblo, todo lo que no era ni es Tuyo sino de un espíritu enemigo de rebeldía introducido en el principio en el corazón de la humanidad llevándola a apartar de Vos.
Habiéndome de enviar finalmente luego de ello, al igual también que a Jeremías, a edificar y plantar en lugar de todo lo destruido y arrancado algo mucho mejor. Viendo y entendiendo que me habrías de permitir y llevar a hacer tal cosa finalmente, por medio del llevarme a reparar, resarcir todo el daño y dolor que le causara, ungiendo con mis besos, caricias y amor todas sus heridas y llagas. Como el más Divino de los ungüentos y perfumes.
¿Cómo podía ser entonces posible que todo terminara acabando como acabara? ¿Qué destruyera, arrancara y aniquilara, Señor, como me mandaras, para finalmente dejar y quedar todo como arrasado, desolado, quemado, humeante, devastado, en medio del más hondo e incomprensible de los silencios...sin señales de poder volver a brotar nada nuevo allí, sino peor aún concluir con los signos de muerte provenientes de su enfermedad y la mía, terminar quedando todo estéril? ¿Ibas a permitir, Señor, que muriéramos sin que en nuestra así arrasada tierra el amor volviera a germinar y dar los exquisitos frutos que tanto me prometieras y llevaras a prometerle daría tras su necesario previo extremo desmelazamiento y preparación?
¿No ibas a cumplir, Señor, Vos tus promesas cuando no podía ser que la palabra salida de Vos volviera a Vos sin haber hecho lo que dijera? ¿Cómo podía ser posible cuando por mi parte había hecho hasta el extremo de los imposibles absolutamente todo, TODO, cuanto me habías pedido?
¡No! ¡No podía ser posible! Porque Vos siempre cumplieras y cumplías todo lo que decías. Porque solo Vos eras y sos Dios, para quien todo es posible. Y quien es el único fiel.
Sabía que esta enfermedad que él tenía no era por ahora de muerte. Pero me había dicho que el médico le había dicho que podía llegar a serlo. Y el día anterior me había dicho que había vuelto a sentirse en un momento muy mal. ¿Ibas a permitir, Señor, que muriera? ¿Y tu Plan, Señor, dónde había quedado e iba a quedar todo el Plan que me mostraras al final tenías a partir del llevar a cabo previamente todo cuanto hasta aquí me llevaras?
¿Ibas a dejar que muriera clavado en cruz, en medio de todos esos padecimientos sin el más mínimo alivio, sin hacer nada para evitarlo, atándome también de pies y manos para poder ayudarlo?
Cristo en la cruz. El novio en la cruz. Jesucristo en el p. Daniel en la cruz.
Dos mil años atrás. La misma cruz. La misma situación. El Amado en la cruz. El pueblo y la humanidad esperaban expectante que Dios, el Padre, acudiera en su socorro, enviando un ejército celestial para liberarlo bajándolo poderosa y milagrosamente de la misma. Por su parte, Dios, el Padre, confiando en la humanidad, en el hombre, desde que lo creara y quisiera terminar asumiendo su misma estrechez para darle amplitud Divina, esperando que fuera la misma la que saliera en su defensa, ayuda y liberación oponiéndose al espíritu y gobierno enemigo que desde el corazón y mente de todos terminara llevándolo a juicio, condenación y muerte tan oprobiosa.
¿Cómo la humanidad, qué se suponía que podía hacer, Señor, para evitarlo, no teniendo poder como el que Vos tenías y tenes, Señor, para impedirlo?
¿No lo tenía? ¿Tenía terrible poder para destruir pero no en igual o mayor medida para construir incluso cosas mucho mayores que las que con el mal uso de dicho poder destruyeras? ¡Sí que lo tenía! De manera tal que si en vez de haber usado tan terriblemente mal entonces dicho poder para decidir y determinar su condenación y muerte, lo hubiera sabido usar bien, oponiéndose y exigiendo a las autoridades a dejarlo libre por ser inocente de toda causa contra Él.
De ese modo, si el pueblo y humanidad de entonces, por ende, la de ahora, hubiera usado todo el poder que demostrara tener para terminarlo condenando a muerte y matándolo, para exigir su liberación, hace 2000 años no se hubiera matado al Rey de la Gloria. Nunca hubiera tenido que llegar a pasar, padecer, ser crucificado y morir en la cruz como por usar dicho poder en su contra en vez de en su favor solo por tal causa tuviera que terminar su paso por este mundo de entonces. No en Gloria en medio de todo el pueblo y humanidad, sino en cruz y muerte. Quedando así hasta que Su Pueblo y Humanidad llegara a ser lo suficientemente maduro en las cosas del Reino de los Cielos y del Espíritu como para comprendiendo esto terminarlo liberando del paso por tan injusto juicio, condenación y muerte colgando en un madero.
Eso fue lo que viera y entendiera con mayor profusión también cuando hacia abril y mayo de este año me viera y sintiera llevada a comenzar a volcar y dar a conocer esta historia de amor de Dios con la humanidad a partir de esta historia de amor entre un sacerdote y una laica, bajo el título Amado y Amada, Resumido.
Sintiéndome llevada a comenzar a realizar tal relato y difusión mundial para presentación justamente de tal defensa judicial. Para presentar la defensa de la causa de nuestro Señor Jesucristo en el Espíritu Santo no solo ante el pueblo Católico y de Israel sino ante toda la humanidad, para que toda ella vea, entienda, crea y proclame que JESUCRISTO ES EL SEÑOR PARA GLORIA DE DIOS PADRE.
Viendo y entendiendo así que lo que Vos, Señor, querías, confiabas y esperabas terminara de hacer en este momento era terminar de presentar tal defensa en el Espíritu Santo ante todas las naciones de la tierra. Tu defensa, Señor Jesucristo. Que hace dos mil años en aquel otro injusto juicio y condenación nadie presentara. Viéndote representado hoy más que nunca para ello, Amado mío Jesucristo en esta hora en la persona del p. Daniel. Viendo y entiendo que la enfermedad que en estos últimos dos meses lo ha tenido y tiene a mal traer ha sido y es para terminarme de llevar a ver y entender todo esto.
Viéndolo clavado en cruz, apremiada por todos lados por terminar de hacer lo que fuera enviada a terminar de hacer en tal sentido, viendo y sintiendo su vida cada vez más débil y frágil, amenazando con poder acabarse en cualquier momento. Como finalmente también tu vida humana, Amado nuestro Jesucristo, terminara apagándose sin que al final la humanidad hiciera nada por declararse en tu favor, liberándote y salvándote de tal oprobiosa condenación y muerte mientras aún pudiera hacerlo.
Vi y entendí entonces que tenía que terminar de concluir la historia de amor que comenzara a narrar hacia abril o mayo de este año y en cierto modo terminara suspendiendo, por dejarla inconclusa en su redacción y publicación editorial. Teniendo que depurarla al extremo. Quitándole mucho de lo que luego le fuera agregando. Retomando el hilo conductor inicial de los primeros tres capítulos.
Siendo por ello y para ello que viera y entendiera, Señor, quisieras que volviera a entrar y establecer mi morada nuevamente en medio del corazón y perfecta comunión con el pueblo al que para concebirla y darla a luz de principio a fin, me enviaras.
Aconteciendo en un todo como viera sucedía en aquel último sueño tenido en el 2001 estando con mamá en 25 de Mayo, La Pampa.
Por esos meses previos había comenzado a escribir respecto de lo que veía y entendía nuestro Padre Celestial en nuestro Señor Jesucristo en el Espíritu Santo había querido comenzarme a hacer ver, oír y entender respecto a como fuera nuestro origen, de dónde veníamos y adónde estábamos llamados a volver al salir de este lugar del Abismo y de la Muerte.
La revelación que estaba recibiendo era tan grande que llegó un momento en el que me vi y sentí apoderada por un pánico como de muerte.
Soñando esa noche que caída enferma de muerte, era sacada sobre la palma de una mano amiga poderosa del lugar en el que me encontraba y depositada dentro de otra parte, como en medio de la nada del más solitario e inhóspito de los desiertos.
Depositada de bruces casi sin fuerzas sobre el suelo. Trataba de articular palabra para pedir ayuda pero casi no podía hacerlo. Pidiéndole socorro al Señor veía entonces que comenzaban a venir como desde todos los rincones de la tierra innumerables seres pequeñitos. Como copos de algodón.. Los que colocándose protectoramente entorno a mí, entrelazándose entre sí terminaban conformando a mi alrededor como una especie de campana o iglú. Recibiendo sobre sí todo el impacto del mal que hasta aquel momento tuviera que recibir y soportar todo sola sobre mí, permitiéndome irme recuperando saludablemente en su interior, permitiéndome de ese modo concluir con la escritura y trabajo iniciado y llevado a cabo hasta que cayera enferma, gracias a la ayuda y protección de todos.
Viendo y entiendo que si bien en varias oportunidades anteriores también, es ahora cuando dicho sueño terminara de alcanzar su realización total.
Es decir, vi y entendí que tal y como en dicho sueño sucedía, comencé la escritura de este libro pendiente de publicación sobre esta historia de amor que es la misma historia de amor de Dios con la humanidad, no aquí, dentro de la Iglesia, sino en otro lugar, fuera de la misma.
Que herida también de enfermedad mortal, por el cáncer que estando por esos días del 2001 en 25 de Mayo se me detectara, y por terminar teniendo también mi espíritu muy enfermo, sumergido hasta aquí durante estos últimos años en medio de las más densas de las tinieblas, quiso la mano poderosa mano amiga de Dios sacarme de allí para volverme a depositar dentro del corazón del pueblo en cuya búsqueda y encuentro final me enviara: La Iglesia Católica.
Viendo y entendiendo haber sido principalmente para esto, y para la llegada de esta última hora de su amorosa búsqueda y encuentro en el Señor, que hacía dos mil años había querido constituir este nuevo pueblo desde el pueblo de Israel desde los pies de la cruz, al darnos a María como Madre y darnos en Juan como sus hijos e hijas. Para que en esta hora este pueblo me sirviera entera e incondicionalmente como refugio construido a tal fin por Él para esta última hora, para en medio de su amor llevarme a terminar de poner por escrito, publicar y consumar todo esto. Amén.
De modo que amparada y protegida por sus constantes oraciones elevadas al Señor desde todos los rincones de la tierra por todos sus miembros, como cadenas de oración entrelazadas unas con otras, este pueblo le permita al Señor permitirme terminar de llevar a cabo desde la plena seguridad de mi final morada en su corazón, en la plenitud de su más correspondido amor, recibiendo sobre toda ella en su conjunto el mal que hasta aquí recibiera solo sobre mí, me haga posible terminarlo de consumar todo en Cristo en el Espíritu Santo. Con su ayuda, desde la más perfecta comunión final lograda entre este amado pueblo y su servidora. Amén.
¡GLORIA A DIOS!
¡JESUCRISTO ES EL SEÑOR PARA GLORIA DE DIOS PADRE EN EL ESPÍRITU SANTO POR LOS SIGLOS ETERNOS!
Quiero irles compartiendo algunos de los tramos del testimonio de esta historia de amor que estoy terminando de escribir para su final publicación.
"...¡Qué terrible ver y entender a qué extremo grado nuestra extrema ceguera, sordera, dureza de corazón y entendimiento, nuestra extrema rebeldía humana puede permitirle o impedirle a Dios hacer en nosotros y desde nosotros todas las maravillas que se propone y quiere hacer para mayor bien no solo nuestro sino de todos! ¡Para hacer un mundo mejor no por arte de magia, sino desde nuestra total implicancia, protagonismo y colaboración con sus planes trazados para poder llegar a hacerlo no sin nosotros, sino con y desde nosotros: los seres humanos!
Ver y entender cómo Él puede hacer grandes maravillas por nuestro medio si somos dóciles, como con y por medio de María Santísima y de San José lo hiciera, justamente por su saber ser y mantenerse dóciles, humildes y obedientes al libre obrar del Espíritu Santo en su interior y desde ellos para con toda la humanidad. O bien, no puede hacer absolutamente nada, atándolo y clavándolo de pies y manos como al final hace dos mil años también los hombres termináramos haciendo con Él.
Impidiéndole obrar, seguir obrando desde entonces todas sus maravillas en el mundo como quisiera y puede hacerlo por dejarlo atado y clavado de pies y manos. Pero, no obstante ello, aún así demostrara seguir haciendo muchas, aunque nunca en la medida universal que desatándolo y desclavándolo con nuestra querer y decisión desde hace dos mil años le hubiéramos permitido seguir haciendo en el mundo entero en el Espíritu Santo por obra de nuestra fe y reconocimiento de parte de toda la humanidad de que Él es Dios..
Siendo en tal sentido que nos manifestara y quisiera hacernos saber por medio de aquellos primeros doce apóstoles – aunque después de la muerte de Judas quedaran once de los iniciales; estando el doce representado en la persona de María Santísima, María Magdalena, las demás mujeres y discípulos que estaban presentes también en el momento de su ascenso al Cielo- que teníamos todo poder para atar o desatar. Es decir, para impedir o permitir el libre accionar del Espíritu Santo, dejándolo hacer en nosotros y desde nosotros grandes maravillas.
Siendo en definitiva lo que le permitiera hacer con Él a la humanidad, a los hombres hace 2000 años justamente para demostrarle tal cosa, que lo atara. Porque por mucho que lo atase, en Él, en Dios en Él, como también en todos nosotros en el Espíritu Santo, estaba todo poder para luego desatarnos y vernos libres de tales ataduras en un espíritu de libertad mucho más pleno y poderoso del que hasta que permitiéramos ser atados tuviéramos. Dejándolo de esa manera de manifiesto con su triunfo final sobre la cruz, la muerte, el sepulcro y el infierno, haciendo algo mucho mayor aún de lo que los hombres esperaba hiciera para demostrarles que era Dios.
Ellos esperaban que se liberara de sus ataduras y de los clavos de la cruz liberándose gloriosamente en medio de todos ellos. No siendo ello lo que hiciera. Porque el hacer tal cosa hubiera sido además de algo mucho más fácil de realización por su parte –como lo era y es el perdonar los pecados en comparación con el curar de una enfermedad o volver a la vida a alguien que ya estaba muerto y enterrado-, tan solo un triunfo a medias.
Porque lo difícil, lo verdaderamente imposible en lo humano para todos era dejarse atar y someter uno mismo por propia decisión al peor y más injusto de los juicios, encadenarse, atarse y clavarse de pies y manos en el corazón de todos. Demostrando parecer haber perdido repentinamente toda gracia y bendición Divina y Celestial tenida hasta el momento. Volviéndose totalmente imposibilitado e incapacitado de volver a hacer el más mínimo milagro, demostrando así no seguir teniendo el favor de Dios. Sino haber caído y quedado finalmente fuera del mismo.
Dando la pauta y hasta la certeza de haber sido soltado y abandonado totalmente de la mano de Dios. Dejarse azotar, probar, torturar de mil maneras diferentes por todos los demonios contenidos y gobernantes del corazón de los hombres, permitiéndole descargar desde los mismos para ponerlos en evidencia toda su saña, vómitos y perversión contra uno sin decir ni hacer la más mínima cosa por impedírselo.
Dejarse destrozar así hasta morir. Morir, realmente morir. Tener conciencia de ser y estar finalmente enterrado, sumergido en el valle de las sombras, de la muerte, del olvido de los hombres. Para desde el mismo seno de la mayor de las imposibilidades existentes para el hombre, desde el mismo seno de la tumba, demostrar lo que todos buscaban y querían que les demostrara con desclavarse de la cruz: que verdaderamente era Dios. El Hijo de Dios. El Rey de los Cielos hecho hombre.
Teniendo en Él todo poder para no solo haber podido desclavarse de la cruz de haber querido hacerlo, si llegar tan solo hasta ese punto hubiera bastado para demostrarle a los hombres que era Dios, sin que les quedara ya la más mínima duda -como con y ante sus apóstoles quisiera dejarlo indudablemente demostrado al manifestárseles al tercer día Resucitado-, sino incluso aún para dejarse despojar de todo signo de vida en lo humano en este mundo, ser enterrado en un sepulcro, y desde el mismo volver a renacer, resucitar, volver a la vida. Salir victorioso, íntegro, como si nunca hubiera pasado por todo lo que pasara.
Demostrando vencer al poder de las tinieblas arraigado y dominante del corazón de los hombres, por consiguiente, dominante desde el corazón de los mismos a este mundo, desde el dejarse sumergir por libre, conciente y propia voluntad hasta los calabozos de máxima seguridad en los que el imperio del mal sobre el hombre, lograra terminarlo enviando y confinando desde que lograra sacarlo originalmente de Él, de Dios, de la Vida, del Gobierno de vida eterna de los Cielos.
Venciendo definitivamente al gobierno de los hombres en este mundo, desde el paso por la peor de todas sus torturas, castigos, condenaciones y celdas de extrema seguridad creadas por el mismo desde su salida de Dios: la de la muerte misma. Manifestándose glorioso finalmente ante todos. Vivo y verdadero..."